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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

El jugador (15 page)

–La de la izquierda es un macho –dijo Worthil–, y posee testículos y pene. La del centro está equipada con ovarios y una especie de vagina reversible. La vagina puede volverse del revés para implantar el huevo fertilizado en el tercer sexo... La silueta de la derecha, que posee un útero. La silueta del centro es el sexo dominante.

Gurgeh puso cara de perplejidad.

–¿El qué? –preguntó.

–El sexo dominante –repitió Worthil–. Los imperios son sinónimos de estructuras jerárquicas de poder centralizado –aunque susceptible de sufrir escisiones–, donde la influencia queda restringida a una clase con privilegios económicos que conserva sus ventajas mediante un uso moderado de la opresión y la hábil manipulación de los sistemas que diseminan la información dentro de la sociedad y de los sistemas secundarios de poder, que suelen ser nominalmente independientes. En resumen, todo gira alrededor de la dominación... El sexo intermedio o ápice que ocupa la posición central controla la sociedad y el imperio. Los machos suelen ser usados como soldados y las hembras como posesiones. Naturalmente el funcionamiento real del imperio es bastante más complicado, pero supongo que habrá captado la idea general.

–Bueno... –Gurgeh meneó la cabeza–. No entiendo cómo es posible que algo así funcione, pero si usted dice que funciona... De acuerdo, lo creo. –Se frotó la barba–. Supongo que eso significa que esas personas no pueden cambiar de sexo.

–Ha acertado. Hace varios centenares de años que adquirieron los conocimientos de ingeniería genética necesarios para practicar los cambios de sexo, pero están prohibidos. Son ilegales, no sé si recuerda el significado de esa palabra... –Gurgeh asintió y la unidad siguió hablando–. Evidentemente eso nos parece una perversidad y un desperdicio de recursos, pero la utilización eficiente de los recursos y el aumento del bienestar general de la población es algo que no figura en la lista de objetivos de los imperios. Lo típico es que esos objetivos se consigan pese a los cortocircuitos económicos –corrupción y favoritismo, sobre todo–, inherentes al sistema.

–De acuerdo –dijo Gurgeh–. Después tendré un montón de preguntas que hacerle, pero... ¿Y el juego?

–Desde luego. Voy a mostrarle uno de los tableros.

–... Está bromeando –logró decir Gurgeh pasados unos momentos.

Se inclinó hacia adelante y observó atentamente el holograma que tenía ante los ojos.

Las estrellas y los tres humanoides se habían esfumado y Gurgeh y la unidad llamada Worthil parecían encontrarse al extremo de una habitación inmensa muchas veces más grande que aquella en la que realmente estaban. Ante ellos se extendía un suelo cubierto con un mosaico asombrosamente complicado y, aparentemente, tan caótico como irregular. Algunos puntos del suelo subían de nivel formando colinas y se hundían bruscamente creando valles. Si se las observaba con más atención se podía ver que las colinas no eran sólidas sino que estaban compuestas por niveles superpuestos de aquel pasmoso metadibujo y que éste creaba pirámides de muchas capas unidas entre sí esparcidas por aquel paisaje fantástico, y una inspección aún más atenta revelaba que la abigarrada superficie multicolor de las pirámides estaba cubierta de lo que parecían piezas extrañamente esculpidas. El conjunto debía medir un mínimo de veinte metros de lado.

–¿Eso..., eso es un tablero? –preguntó Gurgeh.

Tragó saliva. Jamás había visto u oído hablar de nada semejante, y nunca había sospechado que pudiera existir un juego tan complicado como debía ser el que tenía delante de los ojos..., suponiendo que aquello fueran las piezas y las zonas utilizadas durante una partida, cosa de la que aún no estaba muy seguro.

–Uno de ellos.

–¿Cuántos hay?

No podía ser real. Tenía que ser una broma. Estaban tomándole el pelo. Ningún cerebro humano podía enfrentarse a un juego de tal escala. Era imposible. Tenía que serlo...

–Tres de ese tamaño, aparte de un número considerable de tableros secundarios en los que también se utilizan cartas especiales. Si me lo permite, le daré algunos datos sobre el origen y desarrollo del juego.

«Empecemos con el nombre.
Azad
quiere decir "máquina" o, quizá, "sistema" en el sentido más amplio de la palabra, aquel que incluiría a cualquier entidad capaz de funcionar, como por ejemplo un animal o una flor, y que también incluiría a un molino impulsado por el agua o algo como yo mismo. El juego ha ido evolucionando a lo largo de varios millares de años y alcanzó su forma actual hace unos ochocientos años, más o menos por la misma época en que se produjo la institucionalización del culto que sigue siendo la religión oficial del imperio. Desde aquel entonces el juego ha sufrido muy pocas alteraciones. Así pues su forma definitiva se remonta a la época en que Eá, el planeta donde se originó el imperio, alcanzó la hegemonía y a las primeras exploraciones del espacio circundante realizadas con medios relativistas.

La imagen pasó a mostrar un planeta suspendido ante los ojos de Gurgeh. El inmenso globo de color azul y blanco giraba muy, muy despacio contra un telón de fondo de espacio negro.

–Eá –dijo la unidad–. Sigamos... El juego es una parte vital del sistema de poder del imperio. Expresado en los términos más toscos y claros posibles, el que gana se convierte en emperador.

Gurgeh volvió la cabeza lentamente hacia la unidad y ésta le devolvió la mirada.

–No le estoy tomando el pelo –dijo secamente.

Pero Gurgeh no pudo contenerse.

–¿Habla en serio? –le preguntó.

–Totalmente en serio –dijo la unidad–. Convertirse en emperador es un «premio» muy poco corriente y, como ya puede imaginarse, la verdad es mucho más complicada. El juego se utiliza no tanto para decidir quién gobernará sino qué tendencia dentro de la clase dirigente del imperio se impondrá a las demás, qué rama de la teoría económica se va a seguir, qué credos obtendrán el reconocimiento dentro del aparato religioso y qué políticas generales se van a emplear. El juego también se utiliza como examen de admisión y prueba de ascenso en los aparatos administrativos, religiosos, educativos, judiciales y militares del imperio.

»Debe comprender que el Azad es considerado tan complejo, sutil, flexible y exigente que el imperio lo ha elevado a la categoría del modelo más exacto y amplio de la vida que se puede construir. Quien triunfe en el juego triunfará en la vida, pues las cualidades necesarias para salir vencedor en el juego son las mismas que se necesitan en la vida.

–Pero... –Gurgeh contempló a la unidad y creyó sentir la presencia del planeta que tenían delante como si fuera una fuerza casi física, algo hacia lo que se sentía atraído y que tiraba de él–. Pero... ¿Es verdad eso?

El planeta desapareció y se encontraron contemplando una vez más el inmenso tablero del juego. El holograma había cobrado movimiento, aunque no había sonido, y Gurgeh pudo ver como las siluetas se movían de un lado para otro cambiando la posición de las piezas o formaban grupos alrededor del tablero.

–No tiene por qué ser totalmente cierto –dijo la unidad–, pero en este caso el efecto y la causa no están perfectamente polarizados. La teoría oficial da por sentado que el juego y la vida son una sola cosa, y la naturaleza de la idea en que se basa el juego es tan insidiosa que basta con que la sociedad crea en ella para que esa creencia la convierta en realidad. La idea acaba volviéndose real porque la fuerza de todas las voluntades centradas en ella la hace real. De todas formas la idea debe contener una parte bastante considerable de verdad, pues de lo contrario el imperio habría dejado de existir hace mucho tiempo, ya que se trata de un sistema volátil e inestable por naturaleza. El Azad... El juego parece ser la fuerza que mantiene unido al conjunto.

–Espere un momento –dijo Gurgeh volviéndose hacia la unidad–. Ambos sabemos que Contacto se ha ganado la reputación de utilizar métodos bastante sutiles... No estarán esperando que vaya allí y me convierta en emperador o algo parecido, ¿verdad?

La unidad mostró por primera vez un aura, un breve parpadeo de color rojo que se desvaneció enseguida. Cuando volvió a hablar su tono de voz también dejó bien clara la diversión que le habían producido las palabras de Gurgeh.

–Creo que si lo intentara no llegaría muy lejos. No, el imperio está incluido en la definición general de la palabra «estado» y el único objetivo que los estados siempre intentan alcanzar es asegurar su propia existencia y convertirla en perpetua. La idea de alguien del exterior presentándose inopinadamente e intentando apoderarse del imperio les llenaría de horror. Si decide que quiere ir y si consigue aprender lo suficientemente bien el juego durante el curso del viaje... Bueno, creemos que teniendo en cuenta su historial como jugador hasta estos momentos quizá existan algunas posibilidades de que logre reunir las cualificaciones necesarias para entrar como funcionario en el aparato administrativo o conseguir el rango de teniente del ejército. No olvide que esas personas viven sumergidas en el juego desde que nacen y que éste impregna toda la sociedad que las rodea. Poseen drogas antiagáticas para contrarrestar los efectos del envejecimiento, y los mejores jugadores tienen el doble de su edad actual. Y, naturalmente, incluso ellos siguen aprendiendo...

»Lo que nos interesa no es lo que podría conseguir expresado en términos de las condiciones sociales de semibarbarie que el juego ha sido concebido para sostener, sino el si será capaz de dominar la teoría y práctica del juego. Contacto quiere averiguar si un simple curso acelerado en las reglas y la práctica del juego y un conocimiento de los principios generales de los juegos bastarán para permitir que incluso un jugador de su talla pueda tomar parte en el Azad haciendo un papel mínimamente digno. No voy a ocultarle que las opiniones al respecto están muy divididas.

Gurgeh observó a las siluetas silenciosas que se movían por el paisaje artificial del inmenso tablero. Era imposible. ¿Cinco años? Era una locura. ¿Por qué no permitir que Mawhrin-Skel divulgara su vergonzoso comportamiento por toda la Cultura? Cinco años era tiempo más que suficiente para forjarse una nueva existencia. Podía marcharse de Chiark, podía encontrar otra cosa que le interesara aparte de los juegos, podía alterar su aspecto físico..., quizá incluso pudiera cambiar de nombre. Nunca había oído hablar de nadie que lo hubiera hecho, pero debía ser posible.

No cabía duda de que el Azad era un juego realmente fascinante..., suponiendo que existiera, claro. Pero ¿por qué no había oído hablar de él hasta ahora? ¿Cómo se las había arreglado Contacto para mantener en secreto la existencia de algo semejante, y por qué? Gurgeh se frotó la barba sin dejar de observar las silenciosas siluetas alienígenas que se desplazaban por la inmensidad del tablero deteniéndose de vez en cuando para mover una pieza o dando la orden de que otro se encargara de moverla.

Pertenecían a una especie distinta, pero eran humanoides. Habían logrado dominar aquel juego cuya extrañeza rayaba en lo insultante.

–No son superinteligentes, ¿verdad? –preguntó volviéndose hacia la unidad.

–Evidentemente no, o de lo contrario no habrían llegado a su etapa actual de desarrollo tecnológico conservando semejante sistema social en esa etapa del desarrollo tecnológico, con juego o sin él. El promedio de inteligencia en el sexo intermedio o ápice es un poquito inferior al del humano promedio de la Cultura.

Gurgeh puso cara de perplejidad.

–Eso implica que hay una diferencia entre los sexos.

–Ahora sí la hay –dijo Worthil.

Gurgeh no comprendió muy bien a qué se refería, pero la unidad siguió hablando antes de que pudiera hacer más preguntas.

–De hecho, albergamos la esperanza de que le bastará con estudiar durante los dos años que requiere el viaje hasta el imperio para poder desenvolverse razonablemente bien en el Azad. Naturalmente, eso exigiría un uso continuado y bastante intenso de secreciones glandulares para estimular la memoria y las capacidades de aprendizaje, y debo advertirle que la mera posesión de glándulas capaces de producir drogas bastaría para descalificarle y le impediría ocupar cualquier cargo imperial por muy bien que le fuese en el juego..., aun suponiendo que no perteneciera a otra especie, claro está. Las influencias «antinaturales» no pueden emplearse durante el juego, y el imperio utiliza todos los medios a su alcance para asegurarse de que la prohibición es observada. Todas las salas en que se juega están protegidas mediante sistemas electrónicos que evitan el uso de cualquier conexión con un ordenador, y después de cada partida los jugadores son sometidos a un análisis para detectar la presencia de drogas. Su química corporal, el pertenecer a una especie distinta y el hecho de que para ellos usted es un pagano significan que si decide ir sólo podrá participar en el Azad en calidad de jugador honorario.

–Unidad... Worthil –dijo Gurgeh volviéndose hacia ella–. Creo que no estoy dispuesto a recorrer toda esa distancia y a pasar tanto tiempo lejos de mi hogar..., pero me encantaría saber algo más sobre este juego. Quiero hablar de él y analizarlo junto con otros...

–No es posible –dijo la unidad–. Se me ha autorizado a revelarle lo que le estoy contando, pero todo esto debe seguir siendo un secreto. Me ha dado su palabra, Jernau Gurgeh.

–¿Y si falto a ella?

–Todo el mundo creería que el Azad es una invención suya. Los registros accesibles no contienen ninguna referencia al juego o al imperio de Azad.

–¿A qué viene todo ese secreto? ¿De qué tienen miedo?

–Bueno, Jernau Gurgeh, si he de serle sincero... No sabemos qué hacer. La complejidad y amplitud de este problema superan con mucho a la de los que Contacto resuelve normalmente. Lo habitual es que podamos seguir las instrucciones del manual, ¿me comprende? Nuestras relaciones con todos los tipos de sociedades bárbaras imaginables nos han permitido acumular la experiencia suficiente para saber lo que funciona y lo que no funciona cuando tratamos con un tipo de sociedad determinada. Observamos, utilizamos controles, correlacionamos los datos, hacemos que nuestras Mentes establezcan modelos y solemos tomar todas las precauciones posibles para asegurarnos de que estamos obrando de la forma correcta y más adecuada al caso..., pero algo como el Azad es único. No hay pautas por las que guiarse, no tenemos precedentes en los que podamos confiar. Tenemos que tocar de oído, y eso es una responsabilidad bastante considerable cuando estás tratando con todo un imperio estelar. Ésa es la razón de que Circunstancias Especiales se haya visto involucrada. Nosotros sí estamos acostumbrados a tratar con situaciones problemáticas y llenas de riesgos. Y, francamente, en este caso... Bueno, hemos decidido que debemos ser lo más discretos posible. Si dejamos que todo el mundo conozca la existencia del imperio de Azad puede que el simple peso de la opinión pública acabe presionándonos de tal forma que nos obligue a tomar una decisión..., lo cual quizá no suene demasiado mal, pero podría resultar desastroso.

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