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Authors: Joseph Campbell

Tags: #Ensayo, Referencia

El poder del mito (31 page)

M
OYERS
: Ama a tus enemigos.

C
AMPBELL
: Ama a tus enemigos porque ellos son los instrumentos de tu destino.

M
OYERS
: ¿Qué nos dicen los mitos sobre un Dios que permite que dos hijos de una familia mueran en un período relativamente corto, y que sigue descargando sobre esa familia una prueba tras otra? Recuerdo la historia del joven Buda, quien al ver a un anciano decrépito dijo: «Maldito sea el nacimiento, porque a todo el que nace le llegará la vejez». ¿Qué dice la mitología sobre el sufrimiento?

C
AMPBELL
: Ya que has traído a colación a Buda, tomémoslo como ejemplo. La historia de la infancia de Buda es que nació príncipe y que, en el momento de su nacimiento, un profeta le dijo a su padre que el niño llegaría a ser gobernante del mundo o maestro del mundo. El buen rey estaba interesado en su propia profesión, y lo último que quería era que su hijo fuera maestro de cualquier cosa. Así que dispuso que el niño fuera criado en un palacio especialmente hermoso donde no experimentaría ninguna sensación fea o desagradable que pudiera desviar sus pensamientos hacia asuntos serios. Hermosas jóvenes tocaban música y se ocupaban del niño. Y había bellos jardines, estanques con lotos, etcétera.

Pero un día el joven príncipe le dijo a su cochero, que era su amigo más íntimo: «Me gustaría salir y ver cómo es la vida en la ciudad». Al oír esto, su padre trató de embellecerlo todo de modo que su hijo, el joven príncipe, nada viera del dolor y miseria de la vida en este mundo. Pero los dioses se encargaron de frustrar el programa preparado por el padre para su hijo.

Cuando el real coche entraba en la ciudad, que había sido adecentada ocultando todo lo feo, uno de los dioses asumió la forma de un viejo decrépito y se mostró en la calle. «¿Qué es eso?», le preguntó el joven príncipe a su cochero, y la respuesta que recibió fue: «Es un viejo. Eso es la vejez».

«¿Todos los hombres envejecen?», preguntó el príncipe.

«Lamentablemente, sí», respondió el cochero.

«Entonces maldita sea la vida», dijo el traumatizado príncipe, y, sintiéndose mal, pidió volver a casa.

En una segunda excursión, vio a un hombre enfermo, delgado, débil y tambaleante, y una vez más, al enterarse de lo que significaba lo que estaba viendo, se sintió mal y el coche volvió al palacio.

En la tercera salida, el príncipe vio un cadáver seguido por sus deudos. «Eso», dijo el cochero, «es la muerte.»

«Vuelve», dijo el príncipe, «que quiero pensar en algún modo de liberarme de estos destructores de la vida: la vejez, la enfermedad y la muerte.»

Una salida más… y lo que contempla esta vez es un monje mendicante. «¿Qué clase de hombre es ése?», pregunta.

«Es un santo», responde el cochero, «un hombre que ha abandonado los bienes de este mundo y vive sin deseo ni temor.» Con lo cual el joven príncipe, al volver a su palacio, resolvió dejar la casa de su padre y buscar una liberación de las penas de este mundo.

M
OYERS
: ¿La mayor parte de los mitos dicen que el sufrimiento es una parte intrínseca de la vida, y que no hay modo de escapar de él?

C
AMPBELL
: No recuerdo ninguno que diga que si vas a vivir, no sufrirás. Los mitos nos dicen cómo afrontar y soportar e interpretar el sufrimiento, pero no dicen que en la vida podría no haber sufrimiento, o que no debería haberlo.

Cuando Buda declara que existe una salida para el dolor, se refiere al Nirvana, que no es un lugar, como el cielo, sino un estado psicológico en el que te liberas del deseo y el temor.

M
OYERS
: Y entonces tu vida se vuelve…

C
AMPBELL
: …armoniosa, centrada y afirmativa.

M
OYERS
: ¿Aun con dolor?

C
AMPBELL
: Exactamente. El budismo habla del bodisatva, el hombre que conoce la inmortalidad pero voluntariamente entra en el campo de la fragmentación del tiempo y participa voluntaria y gozosamente en las penas del mundo. Y esto significa no sólo experimentar uno las penas, sino participar con compasión en las penas ajenas. La compasión es el despertar del corazón de su egoísmo animal a la humanidad. La palabra «compasión» significa literalmente «sufrir con».

M
OYERS
: Pero la compasión no libera del sufrimiento, ¿no?

C
AMPBELL
: Por supuesto que la compasión libera del sufrimiento en tanto reconoce que, sí, en efecto, el sufrimiento es la vida.

M
OYERS
: Que la vida se vive con sufrimiento…

C
AMPBELL
: …con los que sufren… pero nadie se libra de sufrir. ¿Quién, cuándo o dónde, se ha visto libre del dolor de la vida en este mundo?

Yo tuve una experiencia reveladora gracias a una mujer que había sufrido fuertes dolores físicos durante años, por una enfermedad que había adquirido en su juventud. Fue educada en el cristianismo, por lo que pensaba que esto había sido un castigo de Dios por algo que ella había hecho o dejado de hacer en aquel entonces. Su dolor era tanto espiritual como físico. Le dije que si quería liberarse, debía afirmar y no negar que su sufrimiento era su vida, y que a través de él se había vuelto la noble criatura que era ahora.

Y mientras le estaba diciendo esto, yo pensaba: «¿Quién soy para hablarle a una persona que sufre verdaderos dolores, cuando yo nunca he tenido más que un dolor de muelas?». Pero en esta conversación, al afirmar su dolor como el maestro y orfebre de su vida, ella experimentó una conversión, en ese preciso momento. Me he mantenido en contacto con ella desde entonces (esto fue hace muchos años) y es en realidad una mujer transformada.

M
OYERS
: ¿Hubo un momento de iluminación?

C
AMPBELL
: En aquel preciso instante… vi cómo sucedía.

M
OYERS
: ¿Fue algo que tú dijiste mitológicamente?

C
AMPBELL
: Sí, aunque es un poco difícil de explicar. Le imbuí la creencia de que ella misma era la causa de su sufrimiento, que de algún modo ella misma lo había producido. Hay una idea importante en Nietzsche, la del
Amor fati
, el amor a tu destino, que de hecho es tu vida. Según Nietzsche, si le dices no a una sola parte de tu vida, has deshecho toda la trama. Más aún, cuanto más ardua o amenazante sea la situación o el contexto a asimilar y afirmar, mayor la estatura de la persona que pueda lograrlo. El demonio que puedas incorporar te da su poder, y cuanto mayor sea el dolor de la vida, mayor será la respuesta de la vida.

Mi amiga había pensado: «Dios me hizo esto». Yo le dije: «No, te lo hiciste tú misma. Dios está dentro de ti. Tú misma eres tu creador. Si encuentras ese sitio en ti misma desde el cual surge esto, podrás vivir con ello y afirmarlo, quizás incluso disfrutarlo, como tu vida».

M
OYERS
: La única alternativa sería no vivir.

C
AMPBELL
: «Toda la vida es sufrimiento», dijo Buda, y Joyce tiene ese juego de palabras:
«Life is worth leaving?»
(«¿Vale la pena abandonar la vida?»).

M
OYERS
: Pero qué hay del joven que dice: «Yo no elegí nacer… mi madre y mi padre eligieron por mí».

C
AMPBELL
: Freud nos enseña a culpar a nuestros padres por todas las fallas de nuestra vida, y Marx nos enseña a culpar a la clase superior de nuestra sociedad. Pero el único al que hay que culpar es a uno mismo. Es lo que tiene de bueno la idea india del karma. Tu vida es fruto de tus actos. No tienes que culpar a nadie más que a ti mismo.

M
OYERS
: ¿Y el azar? Un conductor borracho dobla la esquina y te atropella. No es culpa tuya. No es algo que te lo hayas hecho tú mismo.

C
AMPBELL
: Desde ese punto de vista, ¿hay algo en tu vida que no ocurra por azar? De lo que se trata es de ser capaz de aceptar el azar. En última instancia tu vida entera es azar, por ejemplo, el azar de que tus padres se hayan conocido. El azar, o lo que podría parecer como tal, es un instrumento mediante el cual se hace realidad la vida. El problema no es culpar o explicar, sino aceptar la vida tal como viene. Se declara una guerra en alguna parte, tú eres reclutado en el ejército, y ya tienes cinco o seis años de tu vida con una serie enteramente nueva de azares. El mejor consejo es tomarlo todo
como si
todo hubiera sido intención tuya; con eso invocas la participación de tu voluntad.

M
OYERS
: En todos estos viajes de la mitología, hay un lugar que todos quieren encontrar. Los budistas hablan del Nirvana, Jesús habla de la paz, o de la mansión con muchas habitaciones. ¿Es típico del viaje del héroe que haya un lugar que encontrar?

C
AMPBELL
: El lugar que hay que encontrar está dentro de ti. El atletismo me enseñó algo sobre esto. El atleta que está en plena forma tiene un lugar de sosiego dentro de él, y es alrededor de este sitio, de algún modo, donde tiene lugar su acción. Si él está todo entero fuera, en el campo de acción, no lo hará bien. Mi esposa es bailarina, y me dice que esto también ocurre en la danza. Hay un centro de sosiego en ti, que debemos conocer y sostener. Si pierdes ese centro, estás en tensión y empiezas a despedazarte.

El Nirvana budista es un centro de paz de este tipo. El budismo es una religión psicológica. Parte del problema psicológico del sufrimiento: toda la vida es dolor; hay, empero, un escape al dolor; el escape es el Nirvana, que es un estado de la mente o la conciencia, no un lugar en alguna parte, como el paraíso. Está aquí mismo, en medio del torbellino de la vida. Es el estado que hallas cuando ya no te mueven los deseos compulsivos, los temores o los compromisos sociales, cuando has encontrado tu centro de libertad y puedes actuar por elección a partir de ahí. La acción voluntaria a partir de este centro es la acción de los bodisatvas: una participación gozosa en las penas del mundo. No estás aprisionado, porque te has liberado de las prisiones que son el temor, el deseo y los deberes. Estos son los tres amos del mundo.

Hay una pintura budista tibetana muy instructiva, que representa la llamada Rueda del Devenir. En los monasterios, esta pintura no se encuentra dentro del claustro, sino en la pared exterior. Lo que muestra es la imagen mental del mundo todavía atrapado por el temor de ese Amo Absoluto que es la Muerte. A manera de radios de esta rueda de movimiento incesante se representan seis reinos del ser: uno es la vida animal, otro la vida humana, otro el de los dioses en el cielo, y un cuarto el de las almas castigadas en el infierno. El quinto reino es de los demonios beligerantes, antidioses o Titanes. Y el sexto, por último, es el de los fantasmas hambrientos, las almas de aquellos en cuyo amor por los demás había apego, adhesión y expectativas. Los fantasmas hambrientos tienen enormes vientres voraces y boquitas en punta. Pero en medio de cada uno de estos reinos hay un Buda, lo que significa la posibilidad de liberación e iluminación.

En el eje de la rueda hay tres bestias simbólicas: un cerdo, un gallo y una serpiente. Son los poderes que mantienen en movimiento la rueda: la ignorancia, el deseo y la malicia. Y por último, el aro de la rueda representa el horizonte límite de la conciencia de cualquiera que obre movido por la tríada de poderes del eje y esté poseído por el miedo a la muerte. En el centro, rodeando al eje y a los que se llaman los «tres venenos», hay almas que descienden a la oscuridad y otras que ascienden a la iluminación.

M
OYERS
: ¿Qué es la iluminación?

C
AMPBELL
: La iluminación es el reconocimiento del resplandor de una eternidad sobre todas las cosas, ya sean éstas juzgadas buenas o malas bajo la perspectiva del tiempo. Para llegar a ella debes liberarte por completo de desear los bienes de este mundo y de temer su pérdida. «No juzgues para no ser juzgado», leemos en palabras de Jesús. «Si se abrieran las puertas de la percepción», escribió Blake, «el hombre vería todo tal como es, infinito.»

M
OYERS
: Es un viaje difícil.

C
AMPBELL
: Es un viaje
celestial
.

M
OYERS
: ¿Es un programa sólo apto para santos y monjes?

C
AMPBELL
: No. Creo que también es para artistas. El verdadero artista es el que ha aprendido a reconocer y transmitir lo que Joyce llamó el «resplandor» de todas las cosas, que es algo así como una epifanía o aparición súbita de su verdad.

M
OYERS
: Pero ¿esto no nos deja al resto, simples mortales, sin posiblidades?

C
AMPBELL
: No creo que exista algo que pueda llamarse un simple mortal. Todos tienen su propia posibilidad de éxtasis en la experiencia de la vida. Todo lo que hay que hacer es reconocerlo, y después cultivarlo y conservarlo. Siempre me siento incómodo cuando se habla de simples mortales, porque yo nunca he conocido a un hombre, mujer o niño que sean simples.

M
OYERS
: Pero ¿el arte es el único medio de alcanzar esta iluminación?

C
AMPBELL
: El arte y la religión son los dos caminos recomendados. No creo que se logre mediante la mera filosofía académica, que traduce todo en conceptos. Sin embargo, el mero hecho de vivir con el corazón abierto a los otros en la compasión es un ancho camino abierto a todos.

M
OYERS
: Entonces la experiencia de la iluminación está al alcance de todos, no sólo de santos o artistas. Pero si está potencialmente en todos nosotros, en lo más profundo de esa caja cerrada de la memoria, ¿cómo la liberamos?

C
AMPBELL
: La liberas con la ayuda de alguien. ¿Tienes un amigo querido o un buen maestro? La ayuda puede venir de un ser humano real, de una experiencia como un accidente automovilístico o de un libro revelador. En mi propia vida, casi toda la iluminación ha venido de libros, aunque he tenido una larga serie de espléndidos maestros.

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