—Gracias, señoría. ¡Protesto! Je, je... Es broma.
—Imbécil.
—Er... Joder... Esto... Sí... El desagradecido del condenado, con todo lo que yo he hecho por él... Perdón, disculpen. Estoy mezclando cosas. Concretamente, diazepam
[57]
con bourbon.
[58]
En fin, quería decir que el condenado tiene también la oportunidad de decir unas últimas palabras. Para la tele y todo. Que no es poca cosa. Luego se quejarán algunos de que la pena de muerte es excesivamente letal, pero oigan, no todo el mundo tiene la oportunidad de salir por la tele.
No dije nada. A pesar de que todos se me quedaron mirando durante más de diez segundos.
—Como son estos suicidas. Ocho millones de españoles, dos de catalanes y al menos ciento doce mil zurdos sentados frente a la pantalla esperando sus palabras y ni aun así suelta prenda. Por cierto, qué pena me da que aún no hayan encontrado una cura para los zurdos. Todavía quedan unos minutos para que el espectáculo comience. Ahora unas azafatas y también unos azafatos, que aquí somos políticamente correctos, les servirán té con pastas.
Una de las azafatas cojeaba e iba dejando un reguero de sangre piernas abajo. Y es que a pesar de las políticas de igualdad, la agencia había enviado dos mujeres y cuatro hombres, error que tuvo que solucionarse de manera improvisada con ayuda de unas tijeras.
A través del cristal vi cómo todos mordisqueaban sus galletas y hablaban del tiempo. Bienvenido se comió catorce y se guardó dos puñados en los bolsillos del traje, lamentándose con uno de los alguaciles de que hubieran quitado el puesto de pinchos morunos.
—A ver un poco de silencio —dijo de nuevo el alcaide—. Siéntense, por favor, que ha llegado la hora de cargarse a este traidor. Muy bien, gracias. Cuando usted quiera —añadió, dirigiéndose al verdugo, quien apretó el interruptor sin ninguna ceremonia.
Mi esqueleto dio un pequeño respingo y temblequeó ligeramente, haciendo entrechocar algunas de mis articulaciones con un reconozco que gracioso claclaclac. El juez Lozano soltó un “¡Ja!”, que hizo que mi abogado diera un respingo, mi madre estaba besando al celador y mi padre sacaba una postal del álbum para mirarla más detenidamente. Uno de los periodistas se puso a rezar, sólo Dios sabe por qué, mientras los demás tomaban notas y sacaban fotos.
Después de los pasos de baile de rigor, el verdugo volvió a apretar el interruptor, y mis huesos, algo ennegrecidos, dejaron de agitarse. Fue entonces cuando entró un médico, que sacó un estetoscopio del bolsillo de la bata e intentó auscultarme las costillas. Le dijo al alcaide que no con la cabeza y éste le contestó alzando el pulgar, con una ligera sonrisa de satisfacción por el trabajo bien hecho.
Se había acabado el espectáculo. El público dio unos pocos aplausos tímidos y comenzó a levantarse y a dejar la sala, entre charlas sobre lo jodido que es madrugar un lunes y el siempre clásico “parece que va a llover”. Cuando la sala quedó vacía, un par de funcionarios de la prisión me tumbaron en una camilla, me taparon con una sábana y me metieron en una ambulancia que estaba esperando para llevarme a la morgue del hospital.
ME ENTERRARON EN UNA FOSA común, ya que mis padres se desentendieron de mis huesos y renunciaron a pagar los costes que supondría hacerlo en cualquier otra parte.
Por supuesto, no hubo nada parecido a un velatorio: pasé dos días en la morgue, dentro de una bolsa de plástico. Después de aquello me llevaron al tanatorio de Sancho de Ávila, donde me metieron en una caja de conglomerado, recta y apenas trabajada. De ahí fui transportado hasta el cementerio de Montjuïc, en cuya parte trasera, detrás de una pequeña loma, enterraban a aquellos de quienes nadie quería saber nada.
Era una enorme zanja llena de cajas sin barnizar.
Los enterradores me arrojaron allí dentro y soltaron tres o cuatro paladas de cal viva.
Notas
[1]
Jajaja... ¿Lo pillas? Un colegio profesional, no de niños, pero como es la misma palabra... ¿Eh? ¿Colegio? ¿Eh? ¿Chuches?.
[2]
En realidad, uno de ellos no me esperaba, pero se había encontrado por casualidad con la marabunta de gacetilleros y había visto a una colega de otro medio de quien estaba enamorado, más que nada porque tenía las tetas de tamaño superior a la media. Se metió por tanto en la melée y fue arrimándose poco a poco a aquella periodista, a quien saludó con un “hola, qué tal, ¿a ti también te ha tocado cubrir esto?”. Y ella le contestó que sí, pero que al menos Luis Gómez le había invitado a comer después, siendo Luis Gómez el fotógrafo de un tercer medio, un tipo más alto, con más dinero y más interesante (había expuesto en un par de galerías). El pobre periodista que no me esperaba y que maldijo su suerte le echó un vistazo mal disimulado a ese escote tan difícil de disimular y se fue retirando poco a poco del grupo hasta acabar veinte minutos más tarde en un bar, tomándose la primera caña del día e improvisando mentalmente una lista de segundas y terceras opciones, es decir, de conocidas que tenían las tetas más grandes que la media, pero por desgracia también más pequeñas que las de aquella colega..
[3]
Compuesto no se sabe muy bien de qué.
[4]
Vid. nota anterior.
[5]
Croquetas de pienso compuesto
Ingredientes para 6 personas:
1 kilo de pienso compuesto
250 gramos de pan rallado
Huevos
Medio litro de leche
50 gramos de mantequilla
Aceite, harina, sal
Preparación
: Hervir el pienso. Una vez cocido, colarlo.
Hacer una bechamel con la mantequilla, la leche y 50 gramos de harina. Poner a hervir durante unos cinco minutos sin dejar de remover. Agregar el pienso y la sal. Dejar reposar durante unas horas. Coger porciones pequeñas y darles forma para luego pasarlas por harina, por un huevo batido y por el pan rallado. Freír en aceite hirviendo.
[6]
Por si hay algún interesado y dado que la muerte me concede casi (casi) la omnisciencia en todo lo que esté de algún modo (más o menos) relacionado conmigo, que sepa que el método consiste en atracar el casino y luego emigrar a Brasil.
[7]
ACERCA DE CÓMO SE USA EL TRACTATUS PARA LIGAR
ÉL: ¿Qué tal, cómo va?
ELLA: Bien.
ÉL: ¿Te puedo invitar a una copa?
ELLA: No, es que me acabo de tomar una.
ÉL: Creo que hacemos buena pareja.
ELLA: ¿Perdón?
ÉL: ¿Acaso no sabes que el estado de las cosas es una unión de objetos?
ELLA: ¿Te parezco un objeto?
ÉL: No lo sé, porque para conocer un objeto, no hace falta que conozca todas sus propiedades externas, que las estoy viendo, pero sí todas sus propiedades internas.
ELLA: ¿Quieres conocerme mejor?
ÉL: Y que te quites la ropa.
ELLA: En tus sueños.
ÉL: Puede, pero es obvio que un mundo imaginado tan diferente del real como se quiera, ha de tener algo —una forma— en común con el mundo real.
ELLA: Una forma no es más que una imagen.
ÉL: Pero una imagen es un hecho.
ELLA: Quiero hechos, no palabras. Porque de lo que no se puede hablar...
ÉL: … es mejor guardar silencio.
(Se besan. Fundido a negro.).
[8]
No, no lo pienso contar.
[9]
Que no, que no lo puedo explicar.
[10]
No insistas, no pienso decir nada.
[11]
Que no lo pienso explicar. No es importante para la trama y todo el mundo tiene derecho a su espacio privado. Incluso los personajes de ficción más secundarios.
[12]
En serio, di mi palabra de que no lo contaría.
[13]
Déjalo ya. No lo voy a contar.
[14]
Oh, está bien, lo contaré. Pero no se lo digas a nadie. Los dos miembros del jurado de los que hablamos son Julián Sánchez García y Julián Sánchez García, dos personas iguales y por tanto elegibles para participar en el mismo juicio, al igual que los otros dos varones miembros del jurado: Julián Sánchez García y Julián Sánchez García.
Sánchez y Sánchez eran aún más iguales que los otros Sánchez y Sánchez. Tanto, que los confundieron ya en el hospital, apenas minutos después de haber nacido al mismo tiempo. Eran tan parecidos que las dos enfermeras salieron al pasillo cada uno con su bebé en brazos y al encontrarse la una con la otra, ya no sabían si el bebé que tenían en sus brazos era el bueno o si ya se habían equivocado nada más salir. Como la confusión era inevitable y simple cuestión de tiempo, las enfermeras pusieron a los dos niños en la misma cuna y esperaron a que los padres decidieran qué era lo mejor.
Las dos familias estaban desconsoladas e irritadas a partes iguales. Ni las propias madres sabían quién de los dos era Julián y quién era Julián. Con los nervios, la única solución que consideraron acertada fue sortear a los niños. Pero además, como sus madres también eran iguales y durante el sorteo estuvieron en la misma habitación, los padres se vieron sobrepasados por esa igualdad y ante el temor de confundir a la Montse de uno con la Montse del otro, decidieron sortear a sus esposas. Evidentemente, las esposas también habían visto a sus maridos también iguales entrar juntos en la habitación, así que no tuvieron más remedio que sortearlos a su vez.
Las dos familias vivieron más o menos felices hasta que los chicos cumplieron catorce años. Ese día unos hechos en apariencia inocentes desembocaron en una tragedia. Los dos julianes recibieron por su cumpleaños un kit para hacer pruebas de ADN. Emocionados ante lo que creían un inicio en el fascinante mundo de la criminología científica, hicieron una primera prueba con sus padres. Los dos julianes descubrieron con horror que ni su padre era su padre, ni su madre era su madre. Que ya es mala suerte, porque uno de los dos, al menos, lo podría haber sido. Las madres respiraron aliviadas al saber que no habían sido infieles a sus maridos, mientras que los maridos, en un resto de machismo del que hay que reconocer que se avergonzaron, lamentaron no haber aprovechado para acostarse con otra mujer, por muy igual que fuera y por muy poca cuenta que se hubieran dado.
Obviamente, las dos familias no tuvieron problema en ponerse en contacto, ya que en su momento se habían intercambiado los teléfonos, por si las moscas. Tras unos días de llanto e inquietud, los dos julianes decidieron seguir cada cual con la familia que les había criado, a pesar de ciertas reticencias iniciales. Y es que en realidad no tardaron en darse cuenta de que la otra familia les hubiera criado igual y hubiera venido todo a dar lo mismo.
Sin embargo, ellos estaban decididos a no cometer los mismos errores que sus padres. Sabedores de que siendo iguales corrían el riesgo de casarse con mujeres iguales, concebir el mismo día y confundir sus hijos, tomaron una decisión quizás demasiado drástica.
En definitiva, lo que los julianes decidieron fue casarse con la misma mujer, y turnarse la convivencia semana sí, semana no, sin que ella lo supiera.
La cosa tenía sus indudables inconvenientes, como los celos, las tardes de soledad y, por qué no decirlo, las lamentaciones de quien tenía que pasar por un mal rato de pareja –discusiones, caprichos, agobios— mientras el otro Julián estaba, por ejemplo, emborrachándose con los amigos de ambos.
El trimonio tuvo dos hijos perfectamente sanos y más o menos iguales, sin que ninguno de los dos julianes tuviese el menor deseo de desenterrar su kit de identificación de ADN para comprobar cuál de los dos era el padre de cada uno de los dos. Total, si daba lo mismo. Daba tanto lo mismo que a los dos bebés los llamaron Julián y Julián. A pesar de que uno era niña.
[15]
Es probable que quienes me lean siglos después de mi muerte, ignoren qué es Facebook. Es un postre hecho con dulce de leche. De nada..
[16]
Me permito añadir que mi perspectiva de las cosas es algo diferente a la del señor juez, por lo que puedo añadir algo de información al respecto. Dado que estoy muerto puedo decir sin ninguna duda al respecto que después de la muerte no hay nada. Nada. Niente, como diría mi abogado.
[17]
Ver RUBIO HANCOCK, J. (2011),
Historia de las exclamaciones colectivas
. Ed. Bruguera..
[18]
Cuando le nombraron alcaide, Roca desconocía el significado de esta palabra y llamó corriendo a su mujer para explicarle que al fin se había hecho justicia a sus no escasos méritos dentro de la administración pública y le habían nombrado alcalde de la ciudad. El desengaño casi terminó en divorcio.
[19]
Emprendedor es una mala traducción de entrepreneur. Significa empresario. De nada.
[20]
ODA A LOS ANACARDOS
Eres perfecto, querido anacardo,
sabroso y pequeño, dulce y salado,
forma graciosa y sabor almendrado,
pequeño y dorado y un poco pardo.
Vienes de lejos, te traen en fardos,
verdadero tesoro de El Dorado,
nada mejor de América ha llegado,
el cine a su lado no es más que un cardo.
Te lo juro: no hay nada comparable
a un saco lleno de frutos secos
con este sabor curioso y afable.
En mi última cena lo tengo claro:
no quiero langosta o solomillo,
dadme anacardos antes del disparo.
[21]
Ninguno de ellos estaba relacionado con el caso, pero uno consiguió que le retiraran una multa por exceso de velocidad. Aunque no le devolvieron los seis puntos del carnet.
[22]
Según Bienvenido, lo importante es que se hablara de mí, con independencia del contenido, para mantener alto mi perfil mediático.
LOCUTOR: El Ayuntamiento inaugura mañana un parque en Sants.
TENIENTE DE ALCALDE: Sí, pero déjeme decirle que este chico que está condenado a muerte por suicidio es un asesino indeseable y espero que sufra mucho esperando la ejecución y durante la ejecución misma, y que después tiren sus restos calcinados a los cerdos. Y que después maten a esos cerdos. Y que después tiren los restos de esos cerdos a otros cerdos. Y así tres o cuatro veces más. Pero yo no me pienso comer esos cerdos. Qué asco. Ah, y el parque mola que te cagas.
[23]
Uno de ellos era musulmán y Bienvenido lo tuvo en cuenta: le hizo llegar un jamón, sí, pero en la nota puso “salam”. El funcionario se lo comió sin problemas. Más que nada porque era jamón de pato.