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Authors: Ascensión Fumero Carlos Santamaría

Tags: #Ciencia, Ensayo, Psicología

El psicoanálisis ¡vaya timo!

 

En las cien páginas de la versión impresa, que se leen de una sentada, los psicólogos Carlos Santamaría y Ascensión Fumero se han atrevido a decir públicamente lo que muchos colegas suyos callan: frente a lo que se vende habitualmente, el psicoanálisis es erróneo en su concepto, se da de tortas con todo lo que sabemos de la mente y la conducta humanas. A pesar de lo popular que es el diván, esa imagen del paciente contando neuras y del analista tomando notas más o menos preocupado, resulta una terapia ineficaz. No sirve para lo que afirman que sirve, porque hay quien dice que aunque responda a una visión caduca y errónea de la psique humana, el psicoanálisis, por lo menos, ayuda. Nones. Y, para acabar de golpearnos con la cruda realidad, demuestran que puede ser dañino para la salud (algunos podrían pensar que aun no siendo cierto, ni funcionar, por lo menos no hace mal… pues tampoco).

Comentan los autores: «algunos conceptos del psicoanálisis son tan conocidos como los del cristianismo». Es cierto y vivimos en una sociedad en la que el imaginario incluye esa teoría psicoanalítica según la que los pobrecitos humanos somos víctimas sexuales de las frustraciones que tuvimos cuando éramos tiernos infantes, queriendo matar a nuestro papá y acostarnos con nuestra mamá, o peor aún todas las mujeres sufren deseando ocultamente tener un pene para ser como ellos…

Resulta curioso que Papá Freud siga siendo el personaje que nos viene a la cabeza al pensar en la psicología, aunque haya pasado ya un siglo en el que la ciencia abandonó la elucubración freudiana, afortunadamente. Por más que a Woody Allen le haya servido para escribir películas gloriosas, lo del diván es un timo.

Carlos Santamaría

Ascensión Fumero

El psicoanálisis ¡vaya timo!

ePUB v1.0

LeoLuegoExisto
07.06.12

Título original:
El psicoanálisis ¡vaya timo!

© Carlos Santamaría, Ascensión Fumero, 2008

Editor original: LeoLuegoExisto (v1.0)

ePub base v2.0

—¡Válgame Dios! —dijo Sancho—. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?

Introducción

Si a finales del año 2007 buscamos el término «psicoanalista» en las páginas amarillas de Internet, obtenemos 1854 entradas, en comparación con 90 para «astrólogo», 39 para «vidente» y 12 para «adivino». Si usted elige una de las tres últimas categorías, es probable que dé con un profesional que le diga cosas agradables. Por ejemplo, que usted es una persona sensible, que piensa en los demás, que es amante de su familia y de sus amigos, etc. Si, por el contrario, elige acudir a la consulta de un psicoanalista, se expondrá a escuchar las cosas más desagradables sobre sí mismo que haya oído nunca. Por ejemplo, que siempre deseó matar a su padre para poder acostarse con su madre o, si es una mujer, que su vida ha estado marcada por la envidia hacia los varones por no tener pene. En este libro trataremos de transmitirle algo de tranquilidad, pues tanto fundamento científico tienen las afirmaciones psicoanalíticas como las de los astrólogos y videntes. Por tanto, puestos a elegir, si está buscando que le engañen, es preferible acudir a quien le diga que usted es una buena persona.

Empezaremos con un breve resumen de los presupuestos del psicoanálisis, en particular de su concepción más general y aceptada por la mayor parte de los psicoanalistas: las principales ideas de Freud. En el siguiente capítulo aportaremos argumentos contrarios a que las teorías del psicoanálisis sean dignas de crédito. En concreto, intentaremos demostrar que el psicoanálisis no es una disciplina científica, aunque se haga pasar por tal, y que sus principales elementos de doctrina son arbitrarios, cuando no directamente falsos.

El criterio de validez científica usado en dicho capítulo podría ser suficiente para muchos para desechar el psicoanálisis, pero podría resultarle demasiado estricto a un lector más indulgente. En efecto, alguien podría pensar que, aunque los presupuestos del psicoanálisis no provengan de la investigación científica, o incluso se basen en fenómenos inexistentes, la práctica psicoanalítica podría tener alguna utilidad. Es decir, que hurgar en la mente de las personas en busca de ocultos y desagradables pensamientos probablemente ficticios puede tener una utilidad terapéutica o de otro tipo. Veremos que esto no es así: el psicoanálisis, además de erróneo, es ineficaz.

Aunque esperamos que el lector esté de acuerdo con nosotros en estos puntos —en resumen, que el psicoanálisis es una disciplina pseudocientífica y sin aplicación práctica—, podría pensar no obstante que, aunque el psicoanálisis no sea una disciplina científica, contenga una buena proporción de elementos falsos y carezca de utilidad, tal vez no haga daño a nadie. El último capítulo tratará de minar dicha condescendencia presentando algunas de las consecuencias negativas que puede tener, y ha tenido, la práctica psicoanalítica. Con ello intentaremos demostrar que, además de no haber razones científicas o utilitarias para creer en los presupuestos del psicoanálisis, su uso puede ser perjudicial.

1. ¿Qué dice el psicoanálisis?

Poca gente ha leído la obra de Freud pero, por así decir, casi todos hemos visto la película. En la sociedad occidental algunos conceptos del psicoanálisis son tan conocidos como los del cristianismo. No es necesario haber leído a Freud para estar familiarizado con nociones como el complejo de Edipo o de represión, como no hay que haber leído la Biblia para conocer la historia de Adán y Eva y el pecado original. Son ideas que nuestra cultura transmite como propias y que cualquiera da por supuestas al escribir un texto o incluso al contar un chiste.

En este libro no examinaremos en detalle la teoría psicoanalítica, pero antes de entrar en materia conviene hacer un breve repaso. En el primer apartado revisaremos los elementos teóricos freudianos; en el segundo, algunas de las principales aportaciones de otros psicoanalistas, que en unos casos se opusieron a ciertos aspectos de la doctrina de Freud y en otros defendieron una vuelta a la obra del maestro.

Lo que dijo Freud

Esta historia, la historia del psicoanálisis, empezó una tarde del siglo XIX en la consulta del doctor Joseph Breuer en Viena. El doctor Breuer tenía como paciente a una mujer joven e inteligente con persistentes síntomas de una enfermedad mental entonces conocida como histeria. Por aquellos años la histeria se consideraba todavía como una afección exclusivamente femenina derivada de ciertos desarreglos relacionados con el sistema reproductor de la mujer. El tratamiento, en consecuencia, se hallaba relacionado con dicha concepción de la enfermedad y las histéricas recibían baños calientes o fríos, descargas eléctricas de diversa intensidad, e incluso en ocasiones sus órganos genitales eran manipulados de forma prolongada por parte de un médico o una comadrona. Dicha manipulación las llevaba en algunos casos a lo que los doctores de la época llamaban
paroxismo histérico,
lo cual, probablemente, no era otra cosa que lo que hoy en día llamaríamos orgasmo. No tenemos razón alguna para dudar de la palabra de aquellos médicos que informaron de que las pacientes se mostraban notablemente relajadas tras dicha manipulación.

Anna O., como se conoce a la paciente de Breuer, había pasado por tratamientos muy variados pero sus síntomas histéricos no remitían. Con Breuer comenzó una terapia basada en las últimas investigaciones que llegaban de Francia: la hipnosis. Pero tampoco parecía que la hipnosis fuera muy útil en el caso de Anna O. Aquella tarde, durante una sesión de hipnosis, Anna se dirigió al doctor Breuer y le dijo algo así como: «Doctor Breuer, si usted me dejara contarle el origen de las cosas que me preocupan, tal vez recordarlo podría ayudarme». En cierto modo, había nacido el psicoanálisis.

Pronto se unió a Breuer, en sus investigaciones y en el tratamiento de Anna O., un joven y ambicioso médico vienes que llegaría a convertirse en uno de los más famosos del mundo y de todos los tiempos: Sigmund Freud. Juntos, Breuer y Freud desarrollaron una teoría sobre la histeria y un método para su tratamiento: el método catártico. La idea principal y bastante novedosa en su momento era la siguiente: las histéricas sufren a cuenta de su pasado y no por algún desarreglo fisiológico. Es importante tener presente que el psicoanálisis surgió a partir de una teoría de la histeria, es decir, a partir de una explicación sobre una enfermedad mental, y además, sobre una enfermedad mental ligada al sexo.

Posteriormente, Freud cambio su método y su objeto de estudio. Sus intereses empezaron a apuntar mucho más alto que en el pasado, ya no quería desarrollar una teoría de la histeria sino todo un sistema explicativo de la personalidad humana. En cuanto al método, abandonó definitivamente la hipnosis y tomó como vía fundamental para acceder a la información que le interesaba la
asociación libre:
escuchaba al paciente mientras éste hilaba unas ideas con otras sin restricciones. Tal información era de una naturaleza muy especial y, al parecer, el sujeto no tenía acceso a ella de manera directa y consciente. Precisamente por eso, este conjunto de información recibió el nombre de
inconsciente.

Freud no fue el descubridor del inconsciente ni la primera persona interesada en investigarlo, pero fue sin duda el mayor impulsor que haya tenido el estudio de dicho concepto. El inconsciente, según Freud, está compuesto por todo aquello a lo que la persona no tiene acceso: fundamentalmente se trata de material reprimido, es decir, el conjunto de experiencias que, por su carácter doloroso o indeseable, han sido expulsadas fuera de la conciencia, a menudo desde los primeros momentos de la infancia. El inconsciente representa el conjunto de impulsos primitivos (hasta cierto punto, los instintos del animal que todos llevamos dentro) que han sido inhibidos durante nuestro desarrollo hacia la edad adulta.

No es fácil, desde luego, pensar en un método para investigar precisamente aquello a lo que no tenemos acceso. Freud propuso, por tanto, la utilización de una metodología totalmente indirecta. En primer lugar, como hemos dicho, empezó a usar la asociación libre. La idea le vino también de sus observaciones de una sesión de hipnosis, pues después del trance hipnótico parecía producirse una amnesia de todo aquello que hubiese sucedido durante la sesión (al menos, eso era lo que sostenían algunos investigadores de la época). Sin embargo, se había descubierto que, si se pedía al paciente que dijese lo primero que le viniera a la mente, diría alguna palabra relacionada con lo que le había sucedido durante el trance. Es decir, las personas no tenían conciencia de ello pero existía un trazo de memoria. Freud pensó inmediatamente que esta misma técnica podría utilizarse con personas no hipnotizadas: si pregunta directamente al paciente por el motivo de su preocupación, el analista chocará con su resistencia a manifestar la verdadera causa del problema; sin embargo, si le deja que hable en libertad, esta persona, sin darse cuenta, dará las claves para acceder a su inconsciente.

Freud recogió también datos de otros actos en los que no participa la voluntad humana. Su idea era la siguiente: nuestra conciencia trata continuamente de ocultar aquello que nos resulta doloroso o inaceptable; si pedimos simplemente a un paciente que nos diga lo que le preocupa, hará referencia solamente a sus síntomas y jamás llegará al fondo del problema. Sin embargo, los
actos fallidos y
los
lapsus lingüísticos
nos podrán dar idea de qué es lo que afecta realmente al paciente.

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