España invertebrada

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Authors: José Ortega y Gasset

 

España invertebrada
es una obra de José Ortega y Gasset publicada en 1921 en la que analiza la crisis social y política de la España de su tiempo.

Dentro de un estudio de la descomposición de las naciones, explica su pensamiento en cuanto a la desarticulación de España, el efecto de los regionalismos y separatismos como parte del
"proceso de desintegración que avanza en riguroso orden, desde la periferia al centro, de forma que el desprendimiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de una dispersión interpeninsular".

Ortega acusa la falta de una minoría dirigente ilustrada capaz de tomar decisiones firmes y eficaces.

José Ortega y Gasset

España invertebrada

Bosquejo de algunos pensamientos históricos

ePUB v1.0

Bercebus
20.09.12

Título original:
España invertebrada

José Ortega y Gasset, 1921.

Diseño/retoque portada: Ledo

Editor original: Bercebus (v1.0)

ePub base v2.0

Prólogo

España, España, España,

Dos mil años de historia no acabaron de hacerte...

Eugenio de Nora,
Canto.

Esta reedición de la
España invertebrada
de don José Ortega y Gasset se publica al tiempo de encarar un nuevo siglo, cuando se cumplirán ochenta años desde la redacción de los artículos de los que saldría este libro, y cuando en España se han cumplido ya veinte años desde que nos dimos una Constitución democrática, que supuso, en gran medida, un esfuerzo colectivo por superar muchos de los particularismos que Ortega señalara en esta obra como causas de nuestra desvertebración nacional. Esta perspectiva histórica nos permite hacer una valoración de la vertebración o desvertebración de España hoy, preguntándonos si fue el de Ortega un diagnóstico acertado, si sigue siendo útil, qué se ha logrado y qué falta por hacer.

En sus ediciones anteriores en la colección Austral, este libro se presentaba como
una aplicación del método de la razón histórica, un estudio del proceso general de integración y descomposición de las naciones, una teoría de la sociedad, como una ecuación de minoría ejemplar y masa dócil a esa ejemplaridad, así como la explicación de fenómenos característicos de la Historia de España, como los pronunciamientos, los regionalismos y los separatismos, y la acción directa de determinados grupos sociales, en suma, los particularismos que disociaron nuestras clases y regiones.

Todo ello se contiene en verdad en este libro, y lo convierte en un clásico del pensamiento español. Pero quizá su mayor atractivo resida hoy en el original y certero análisis del problema capital de España, derivado de los particularismos políticos y sociales, en especial de aquel que afecta a la unidad final de España: los llamados nacionalismos particularistas.

ENSAYO DE ENSAYOS

Para valorar la originalidad del planteamiento y la certera visión del diagnóstico, hay que situar la obra en su contexto. Cuando se edita como volumen por primera vez en 1922 los que habían sido artículos publicados en el diario
El Sol
desde 1920, el ensayo así logrado lo considera Ortega un mero
esbozo,
un
ensayo de ensayo.
Venía a sumarse a toda la portentosa cascada de escritos sobre el ser de España, que arranca del desastre del 98 y que trata de encontrar explicación a la crisis nacional que eclosiona ese año con la pérdida de las últimas posesiones ultramarinas. España como problema es motivo de reflexión permanente, tanto para la generación literaria que se singulariza con aquella fecha, como para el regeneracionismo político que une los dos siglos (Mallada, Picaves, etc.), así como para la propia generación del 14, de la que Ortega sería la figura capital. No ha habido ningún otro momento en nuestra historia de más intensa y profunda preocupación y ocupación intelectual sobre nuestro ser colectivo que los primeros veinticinco años del siglo que ahora agoniza.

Al tiempo, el sistema político de la restauración canovista había entrado paralelamente en una crisis progresiva que llegaría al colapso apenas un año más tarde de la publicación de esta obra, el 13 de septiembre de 1923, con la suspensión de la Constitución de 1876 por el general Primo de Rivera. A la pérdida de las últimas colonias sucedió la crisis de los partidos turnantes, incapaces, tanto de alcanzar liderazgos que sucedieran a los de Canovas y Sagasta, manteniendo la unidad de los partidos, cuanto de abordar una auténtica regeneración del sistema que aquellos habían forjado en torno a la monarquía de Sagunto. Los movimientos obreros arraigaban al margen del sistema: los de carácter libertario en el medio rural, mientras que el sindicalismo socialista lo hacía en los núcleos urbanos e industriales. La cuestión de Marruecos, pobre remedo de nuestro perdido carácter de potencia colonial, será la desencadenante de nuevas tensiones militares, que encontrarán respuesta en la movilización callejera y en una oposición asamblearia de carácter extraparlamentario.

Los nacionalismos vasco y catalán habían ya cimentado su doctrina y su acción política partidaria: la doctrina fundamental de Sabino Arana se enunció en los últimos años del siglo pasado,
La Nacionalidad Catalana,
de Prat de la Riva, se publica en 1906 y la
Historia de los movimientos nacionalistas,
de Rovira y Virgili, en 1912, por citar sólo las que me parecen más significativas.

Es en este marco dónde no sólo se sitúa sino que destaca el análisis de Ortega. Porque nuestro autor no plantea una crisis de la
personalidad o del espíritu nacional,
como hiciera Ganivet, ni solamente un problema derivado de los vicios del sistema político y social de la Restauración, como denunciara Costa en
Oligarquía y caciquismo,
ni señala siquiera como una de las causas de la crisis la forma de Estado, monarquía o República, como hará Azaña. Tampoco es exclusivamente un problema derivado de nuestra falta de ubicación en el moderno entorno europeo, como muchos coincidieron en señalar. Es todo eso y algo más; es la crisis histórica del proyecto que forjó la nación española, es
la desarticulación del proyecto sugestivo de vida en común,
en la brillante definición de la nación por Ortega. Su explicación consigue engarzar adecuadamente la crisis interna y la falta de proyección exterior. Se trata de una visión integradora de distintos aspectos que tiene, sin embargo, una calidad orgánica, y que pretende abarcar el fenómeno de una manera completa: desde sus raíces históricas a su desarrollo presente y previsible.

El pensamiento político de nuestro filósofo había ido alumbrando lenta y progresivamente las raíces del problema, y las ideas que en esta obra esboza habían ido gestándose en su pensamiento desde tiempo atrás, como el propio autor reconoce en el
Prólogo a la Segunda Edición.
Ya en 1910, había señalado que el problema de España era político, pero que su alcance era mayor, porque nada menos que
era la propia España el problema primero de cualquier política.
En 1914 concluía su célebre ensayo
Vieja y nueva política
reclamando
una España vertebrada y en pie.
Más adelante, en 1917, afianza la idea y consolida la terminología al señalar que
la España del siglo XX es una España invertebrada,
y en ese mismo año señala ya el protagonismo histórico castellano en el auge y decadencia del proyecto español, al decir que
España fue una espada cuyo puño estaba en Castilla y la punta en todas partes;
en fin, también entonces contrasta la
España mundial, frente a la España aldeana y retraída.

La dimensión interna y externa del problema, histórica y actual, tenía tal alcance colectivo, que no bastaba para remediarlo cualquier política porque, como ya había puesto de manifiesto en 1918,
La verdadera cuestión española era que el Estado carecía de autoridad positiva para hacer frente a las fuerzas de la disgregación.
Las causas profundas de esta disgregación, el mapa completo de esa desarticulación del proyecto nacional y el horizonte aún lejano de su reconstrucción es lo que alumbra, por fin, en
España invertebrada.
Por eso, el ensayo que ahora se reedita, más que un esbozo es una síntesis de ideas fuerza, un
ensayo de ensayos.

OBRA GERMINAL

Ese carácter de epítome explica que todo lo relativo al análisis del problema de España —que constituye la
Primera Parte
y principal de este libro— no tuviera el anunciado desarrollo posterior; sencillamente, porque el esbozo era el producto final.
Las ideas de
España invertebrada
son conclusiones, no premisas. De ahí también su fuerza germinal. Así, hay descubrimientos geniales: por ejemplo, nada menos que el término
integral,
que calificaría 4 luego la organización territorial de la Segunda República, aparece por primera vez en esta obra de Ortega. Es, también, semillero de ideas y conceptos que tendrán desarrollo posterior, bien por el propio Ortega —como la
Segunda Parte
de este libro, que desarrollará en
La rebelión de las masas
—bien por terceros. Tal ocurre con el apunte en el que recuerda cómo la unión política de las coronas de Aragón y Castilla hizo posible la primera unidad nacional, y que así se apreció por los pensadores políticos modernos como Maquiavelo y Guichiardini, observación que luego desarrollaría ampliamente en su estudio sobre
La monarquía hispánica
Díez del Corral. No menos fecundo resulta el análisis de los pronunciamientos militares como una manifestación del particularismo, que en este caso Ortega atribuye a la carencia de misión exterior de los ejércitos, que genera su progresivo aislamiento de la sociedad, tesis básica para la escuela de pensamiento militar que encabezó en los años setenta Díez-Alegría, y que ha sido decisiva para la definitiva integración de los ejércitos en el estado y la sociedad democráticos.

De manera principal, el hilo conductor es la idea de nación como
proyecto,
como
programa para mañana
que consigue incorporar, aunar e integrar a las partes en un todo superior
sin anular el carácter de unidades vitales propias que antes tenían,
conceptos que Ortega toma confesadamente del romanista Mommsen (aunque también refleja ideas de Renan y Otto Bauer). Para Ortega, el proyecto nacional español es castellano.
España es una cosa hecha por Castilla,
y su afán de grandes empresas requirió la unión con Aragón, y la unificación de sus políticas internacionales. Desde los Reyes Católicos hasta la segunda década del reinado de Felipe II el proyecto va creciendo por sucesivas incorporaciones. La colonización americana es
lo único verdaderamente grande que ha hecho España..
Sin embargo, desde 1580 la historia de España es decadente y dispersiva,
el proceso de desintegración avanza en riguroso orden desde la periferia al centro, de forma que el desprendiemiento de las últimas posesiones ultramarinas parece ser la señal para el comienzo de la dispersión intrapeninsular,
y, a partir de 1900, se empieza a oír el rumor de
regionalismos, nacionalismos, separatismos...

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