Fantasmas del pasado (27 page)

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Authors: Nicholas Sparks

Durante unos minutos, Lexie no lo interrumpió. Después se inclinó hacia delante y le dio un golpecito en el brazo para llamar su atención.

—Bueno, ¿qué hacemos ahora?

Jeremy sacudió enérgicamente la cabeza, intentando enfocar toda su atención en ella.

—¿Hay alguna autopista cerca, o alguna carretera principal?

—Sólo la que hemos tomado para venir hasta aquí, la que atraviesa el pueblo.

—Hum —musitó él frunciendo el ceño.

—Vaya, esta vez no has recurrido a tu expresión favorita. ¿Es que aún no has hallado la solución al misterio?

—No, aún no —contestó Jeremy—. Pero no te preocupes; lo encontraré.

A pesar de la oscuridad total, le pareció que podía verla sonriendo socarronamente.

—¿Por qué tengo la impresión de que tú ya sabes el motivo que origina esas luces?

—No lo sé —respondió ella en un tono inocente—. ¿Por qué?

—Sólo es un presentimiento. Yo también soy muy bueno leyendo los pensamientos de la gente. Un individuo llamado Clausen me enseñó todos sus secretos.

Lexie se echó a reír.

—Perfecto. Entonces ya sabes lo que estoy pensando.

Ella le dio un momento para que intentara averiguarlo antes de inclinarse hacia delante. Sus ojos transmitían una oscura aura de seducción, y a pesar de que Jeremy debía de estar pensando en otras cosas, nuevamente recordó lo guapa que estaba en la fiesta.

—¿No te acuerdas de mi historia? — susurró ella—. Eran mis padres. Probablemente querían conocerte.

Quizá fuera el tono huérfano que usó cuando pronunció esas palabras —triste y tierno a la vez— lo que provocó que Jeremy notara cómo se le formaba un nudo en la garganta; tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no abrazarla con fuerza allí mismo, con la intención de no separarse nunca más de ella.

Media hora más tarde, después de cargar todo el material en el coche, estaban de nuevo delante de la casa de Lexie.

Ninguno de los dos había hablado demasiado durante el trayecto de vuelta, y cuando estuvieron frente a la puerta, Jeremy se percató de que, mientras conducía, había pasado más tiempo pensando en ella que en las luces. No deseaba que la noche tocara a su fin, todavía no.

Estaba pensando en cómo insinuarle que lo invitara a entrar cuando Lexie se tapó la boca con una mano y bostezó antes de soltar una carcajada incómoda.

—Lo siento, pero es que a estas horas no suelo estar despierta.

—No pasa nada —respondió él, mirándola fijamente a los ojos—. Lo he pasado estupendamente esta noche.

—Yo también —asintió ella.

Jeremy dio un pequeño paso hacia delante. Lexie se dio cuenta de que él pretendía besarla y se puso a manosear la solapa de la chaqueta nerviosamente.

—Bueno, será mejor que entre —dijo, esperando que él captara la indirecta.

—¿Estás segura? Podríamos ver las grabaciones juntos, si quieres. Quizá podrías ayudarme a averiguar qué son realmente esas luces.

Lexie desvió la vista hacia un lado, con una expresión melancólica.

—Por favor, no lo eches a perder, ¿vale? — murmuró.

—¿Echar a perder el qué?

—Esto… Todo… —Cerró los ojos, intentando ordenar sus pensamientos—. Los dos sabemos que quieres entrar, pero aunque yo también lo desee, no te invitaré a pasar, así que por favor, no me lo pidas.

—¿Acaso he hecho algo malo?

—No, qué va. Hoy me lo he pasado muy bien, te lo aseguro; ha sido un día estupendo. Francamente, hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto.

—Entonces, ¿qué pasa?

—Desde que llegaste al pueblo, no has parado de cortejarme, y ambos sabemos lo que pasará si dejo que atravieses el umbral de esta puerta. Pero después tú te marcharás. Y cuando lo hagas, la única que saldrá malparada seré yo. Así pues, ¿por qué empezar algo que no tienes intención de acabar?

Con otra persona, con cualquier otra persona, Jeremy habría hecho gala de su astucia con alguna broma o habría cambiado de tema con el fin de ganar tiempo y pensar en otra forma de conseguir que lo invitaran a entrar. Pero mientras la contemplaba en el porche, no conseguía hallar las palabras adecuadas. Aunque pareciera extraño, él tampoco quería echar a perder la historia tan especial que había nacido entre ellos dos.

—Tienes razón —admitió al tiempo que se esforzaba por dibujar una sonrisa en sus labios—. Será mejor que me marche. Debería estar investigando de dónde provienen esas luces.

Por un momento, Lexie pensó que no había oído bien, pero cuando Jeremy dio un paso hacia atrás, ella lo miró directamente a los ojos.

—Gracias.

—Buenas noches, Lexie.

Ella asintió con la cabeza y, después de una pausa incómoda, dio media vuelta en dirección a la puerta. Jeremy interpretó el movimiento como una señal de despedida, y bajó los peldaños del porche mientras Lexie sacaba las llaves del bolsillo de la chaqueta. Ya había insertado la llave en la cerradura de la puerta cuando oyó la voz de Jeremy a sus espaldas.

—¡Eh! ¡Lexie!

En la niebla apenas podía distinguir su silueta.

—¿Sí?

—Supongo que no me creerás, pero lo último que desearía sería hacerte daño o alguna cosa por la que te arrepintieras de haberme conocido.

A pesar de que ella sonrió brevemente a raíz del comentario, se dio la vuelta y desapareció sin decir ni una sola palabra. La falta de respuesta surtió más efecto que mil palabras, y por primera vez en su vida, Jeremy no sólo se sintió decepcionado consigo mismo, sino que de repente sintió un enorme deseo de ser alguien completamente distinto.

Capítulo 11

Los pájaros trinaban, la niebla empezaba a disiparse, y un mapache atravesó corriendo el porche del búngalo justo en el momento en que el teléfono móvil de Jeremy empezó a sonar. La luz matinal, opaca y gris, se colaba a través de las cortinas deshilachadas, dándole de lleno en un ojo como si fuera un puñetazo propinado por un boxeador profesional.

Echó un vistazo al reloj. Eran las ocho de la mañana; demasiado pronto para hablar con nadie, especialmente después de una larga noche. Se estaba haciendo viejo para esos trotes, y antes de responder la llamada, soltó un bufido.

—Será mejor que se trate de algo importante —musitó.

—¿Jeremy? ¿Eres tú? ¿Dónde diablos te habías metido? ¿Por qué no me has llamado? ¡He intentado contactar contigo un millón de veces!

«Nate —pensó Jeremy, cerrando de nuevo los ojos—. Por el amor de Dios, Nate.»

Entretanto, Nate proseguía con su charla. Indudablemente debía de estar emparentado con el alcalde de Boone Creek, aunque él no lo supiera, razonó Jeremy. Si encerraran a ese par en una habitación y los colgaran de un generador mientras hablaban, seguramente producirían suficiente energía como para alumbrar a todo Brooklyn durante un mes entero.

—¡Me dijiste que estarías en contacto!

Jeremy se esforzó por incorporarse hasta que logró sentarse en la cama; tenía todo el cuerpo entumecido.

—Lo siento, Nate. He estado ocupadísimo, y además, la cobertura no es muy buena en este lugar.

—¡Tenías que mantenerme informado! ¿Recuerdas? Ayer te estuve llamando todo el día, pero cada vez me salía tu maldito I contestador. No puedes ni imaginarte cómo están las cosas por aquí. Los productores me asedian sin parar; me vienen a ver para solicitarme ideas sobre temas que puedan despertar tu interés. Te aseguro que va en serio; ¡te quieren fichar! Uno de ellos me ha sugerido que investigues un poco sobre la cuestión de las dietas elevadas en proteínas. Ya sabes, esas que certifican que puedes zamparte todo el beicon y los bistecs que quieras y que todavía perderás peso.

Jeremy sacudió la cabeza, intentando no perder el hilo de la conversación.

—Un momento. ¿De qué diantre estás hablando? ¿Quién quiere que investigue sobre qué dieta?

—Los de
GMA
. ¿A quién creías que me refería? Les he dicho que les llamaré para darles una respuesta, pero creo que podrás realizar el trabajo sin ningún problema.

Jeremy se frotó la frente. A veces ese hombre le provocaba dolor de cabeza.

—Mira Nate, no tengo ningún interés en dedicarme a investigar nada sobre esas dichosas dietas de moda. Por si no lo recuerdas, me dedico al periodismo científico.

—Bueno, pues te esfuerzas un poco más y punto. Eso es lo que harás, ¿de acuerdo? Además, las dietas están relacionadas con la química y la ciencia. ¿Tengo razón o no? Vamos, admítelo; sabes que tengo razón. Ya me conoces: cuando tengo razón, la tengo. Es más, estoy barajando unas cuantas posibilidades sobre…

—He visto las luces —lo interrumpió Jeremy.

—Bueno, veamos, si realmente tienes algo entre manos que valga la pena, podemos hablar. Pero te juro que me estoy volviendo loco con tantas llamadas de los productores, y ese proyecto sobre las dietas podría ser un trampolín para lanzarte a…

—Te digo que he visto las luces —volvió a repetir Jeremy, elevando el tono de voz.

Esta vez Nate le prestó atención.

—¿Te refieres a las luces en el cementerio?

Jeremy continuó frotándose las sienes.

—Sí, a ésas.

—¿Cuándo? ¿Y por qué no me has llamado? ¡Pues eso puede ser una auténtica bomba! ¡Oh, por favor, dime que las has filmado!

—Sí, pero todavía no he visto las grabaciones, por lo que no puedo confirmarte si han salido bien o no.

—¿Así que las luces existen?

—Sí. Pero creo que he averiguado su origen.

—Así que no existen…

—Escucha, Nate, estoy cansado, así que escúchame durante un minuto sin interrumpir, ¿vale? Ayer por la noche fui al cementerio y vi las luces. Y te aseguro que ahora comprendo por qué algunas personas creen que son fantasmas; es por la forma en que aparecen. Existe una bonita leyenda, además, y los del pueblo incluso han organizado este fin de semana una gira para sacar partido de la ocasión. Pero después de marcharme del cementerio, indagué el motivo y estoy casi seguro de que lo he encontrado. Todo lo que tengo que hacer es descubrir cómo y por qué sucede, aunque ya tengo algunas ideas vagas, y si todo va bien, lo habré averiguado esta misma noche.

Sorprendentemente, Nate no parecía tener nada que decir. Sin embargo, como buen profesional que era, se recuperó rápidamente.

—Vale, vale; dame un segundo para imaginar la mejor forma de sacarle partido a esta historia. Estoy pensando que los de la lele podrían…

Jeremy se preguntó en quién más debía de estar pensando.

—¡Ya lo tengo! A ver qué te parece esto —continuó Nate—. Empezamos con la leyenda, como para situar la historia en escena. Un cementerio entre la bruma del crepúsculo, un primer plano de algunas de las tumbas, quizá de un cuervo ominoso, y tu voz en off…

Ese hombre era un maestro de los clichés a lo Hollywood, y Jeremy volvió a consultar la hora, pensando que aún era demasiado temprano para atender una clase magistral sobre efectos especiales.

—Nate, estoy cansado. ¿Qué te parece si maduras un poco la idea y me llamas más tarde?

—Vale. Para eso estoy aquí, ¿no? Para hacerte la vida más fácil. Oye, ¿te parece bien si se lo comento a Alvin?

—No, todavía no. Primero déjame ver las cintas, y luego ya le llamaré yo para saber su opinión.

—De acuerdo —aceptó, con un tono lleno de entusiasmo—. Me parece perfecto. ¡Buena idea! ¡Una historia de fantasmas genuina! ¡Seguro que les encantará! ¿Te he dicho que esos productores parecían realmente interesados en el proyecto? Créeme, les dije que regresarías con un reportaje cojonudo y que probablemente no estarías interesado en eso de las dietas. Pero ahora que tenemos este bombazo entre las manos, podremos negociar con ellos. ¡Se volverán locos! Me muero de ganas de decírselo, y escucha, te volveré a llamar dentro de un par de horas, así que haz el favor de no alejarte del móvil, ¿me oyes? Las cosas podrían precipitarse aquí, y…

—Adiós, Nate. Ya hablaremos más tarde.

Jeremy volvió a acurrucarse en la cama y se cubrió la cabeza con la almohada, pero al no poder conciliar el sueño de nuevo, se levantó de mal humor y se dirigió al cuarto de baño, procurando no reparar en las criaturas disecadas que parecían observar cada uno de sus movimientos. Sin embargo, se estaba acostumbrando a ellas, y mientras se desnudaba, colgó la toalla en las garras extendidas de un tejón, pensando que podía beneficiarse de la postura conveniente del animal.

Entró en la ducha, abrió el grifo y se quedó debajo del chorro de agua durante veinte minutos, hasta que su piel estuvo completamente arrugada. Sólo entonces empezó a sentirse despierto. Dormir apenas un par de horas podía provocar esa sensación de malestar en cualquiera.

Después de ponerse los vaqueros, agarró las cintas de vídeo y se montó en el coche. La niebla flotaba sobre la carretera como una capa de hielo seco evaporado en el escenario de un concierto, y el cielo ofrecía los mismos tonos mates del día anterior, lo cual le hizo suponer que las luces volverían a aparecer esa noche, y eso no sólo era una buena noticia para los turistas que se acercaran hasta el pueblo ese fin de semana, sino que también significaba que probablemente debería llamar a Alvin. Aunque las grabaciones hubieran salido bien, Alvin era un genio con la cámara; podría capturar imágenes que seguramente provocarían una enorme hinchazón en el dedo de Nate a causa de tantas llamadas telefónicas como haría.

Sin embargo, lo primero que quería hacer era ver qué había grabado, sólo para estar seguro de si había conseguido captar algo. Como era de esperar, en Greenleaf no disponían de un magnetoscopio, pero había visto uno en la sala de los originales, y mientras conducía por la carretera intransitada camino del pueblo, se preguntó cómo reaccionaría Lexie cuando lo viera. ¿Volvería a marcar distancias, ofreciéndole sólo un trato frío y profesional? ¿Persistirían los sentimientos del día que habían pasado juntos? ¿O simplemente recordaría los momentos finales en el porche, cuando él se excedió con tanta insistencia? No tenía ni la menor idea de lo que iba a suceder, si bien se había pasado gran parte de la noche pensando en ello.

Había encontrado el origen de las luces. Como en casi todos los casos, resolver el misterio no era tan difícil si uno sabía dónde buscar, y un rápido vistazo a una página electrónica patrocinada por la NASA eliminó la única posibilidad alternativa. Averiguó que la luna no podía ser la responsable de las luces. Esa noche había luna nueva, es decir, cuando la luna se oculta tras la sombra de la tierra, y Jeremy albergaba la sospecha de que las luces misteriosas sólo aparecían en esa fase en particular. Tenía sentido: sin la luz de la luna, incluso los vestigios de cualquier otra luz serían mucho más evidentes, especialmente si se reflejaban en las gotitas de agua de la niebla.

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