Fantasmas del pasado (38 page)

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Authors: Nicholas Sparks

Rachel ordenó los pedidos de la mañana con aire ausente mientras observaba cómo Alvin abandonaba el restaurante con Jeremy.

Reconocía que la noche previa, en el Lookilu, primero se había comportado de un modo reservado con él, pero cuando Alvin mencionó lo que estaba haciendo en el pueblo y que conocía a Jeremy, se enfrascaron en una conversación, y él se pasó prácticamente toda una hora contándole cosas referentes a Nueva York. Al final consiguió que a Rachel esa ciudad le pareciera un paraíso, y cuando ella mencionó que algún día quería ir allí, él garabateó rápidamente su número de teléfono en una servilleta de papel y le dijo que lo llamara. Incluso le prometió que conseguiría entradas para el famoso espectáculo
Regis and Kelly
, si ella quería.

A pesar de que el gesto de Alvin le pareció halagador, Rachel sabía que no lo llamaría. Jamás se había sentido atraída por los tatuajes, y aunque no había tenido demasiado éxito con los hombres en su vida, había tomado la decisión de que jamás saldría con alguien que tuviera más pírsines en su oreja de los que ella tenía. Pero ése no era el único motivo de su falta de interés; Rodney tenía algo que ver.

Rodney solía pasarse casi todas las noches por el Lookilu para confirmar que nadie pensaba conducir en un estado de embriaguez, y prácticamente todos los que se consideraban clientes del local sabían que existían muchas probabilidades de que él apareciera repentinamente por allí. Se paseaba por el bar, saludaba a los presentes y, si presentía que alguien había bebido más de la cuenta, le decía directamente lo que pensaba y le advertía que estaría alerta, que vigilaría su coche. Si bien podía parecer un gesto intimidatorio —y probablemente lo era si alguien se había dedicado a beber más de la cuenta—, Rodney también agregaba que no tendría ningún reparo en llevar al aludido a casa. Era su forma de mantener a los borrachos apartados de la carretera, y en los últimos cuatro años no había tenido que recurrir a ningún arresto. Incluso al propietario del Lookilu no le importaba que se dejara caer por el local de forma periódica. Al principio se había quejado de que el ayudante del sheriff patrullara por la barra, pero cuando se dio cuenta de que a nadie parecía importarle, gradualmente aceptó la intromisión, y al final incluso empezó a llamar a Rodney cuando pensaba que alguno de sus clientes necesitaba que lo llevaran a casa.

La noche previa, Rodney había aparecido por el Lookilu como de costumbre, y sólo necesitó un par de segundos para identificar a Rachel, sentada en la barra. En el pasado, normalmente le sonreía y se le acercaba para intercambiar unas palabras con ella, pero esta vez, cuando la vio con Alvin, a Rachel le pareció por un momento vislumbrar un claro gesto de contrariedad en su cara. Fue una reacción inesperada, que desapareció casi tan rápido como surgió, y de repente Rodney adoptó un porte airado, enojado. Era como si estuviera celoso, y más tarde Rachel pensó que ésa fue la razón por la que decidió marcharse del bar justo después de que él lo hiciera. Mientras regresaba a casa, revivió mentalmente la escena varias veces seguidas, intentando averiguar si realmente había visto lo que le había parecido ver, o si simplemente se lo había imaginado. Unas horas después, tumbada en la cama, llegó a la conclusión de que no le importaría nada que Rodney estuviera celoso; más bien al contrario.

Quizá, pensó, todavía había una brizna de esperanza entre ellos.

Después de recoger el coche de Alvin, que había permanecido aparcado en una calle colindante con el Lookilu, Jeremy y Alvin se dirigieron al Greenleaf. Alvin se dio una ducha rápida, y Jeremy aprovechó la ocasión para cambiarse de ropa. A continuación, ambos pasaron las siguientes dos horas revisando el material que Jeremy había compilado. Para Jeremy, el ejercicio resultó ser una válvula de escape: concentrarse en el trabajo era la única forma que conocía para no pensar en —ni preocuparse por— Lexie.

Las cintas de Alvin eran tan extraordinarias como su amigo le había prometido, especialmente si se comparaban con las que Jeremy había grabado. Su nitidez y su resolución, combinadas con una emisión a cámara lenta, le permitieron a Jeremy detectar detalles que se le habían pasado por alto hasta el momento. Incluso seleccionó varias imágenes que pensaba separar y congelar con el fin de que a los espectadores les ayudaran a comprender lo que estaban viendo.

Jeremy le refirió a Alvin la historia a partir de las referencias que había encontrado para interpretar las imágenes que tenían delante. Pero mientras Jeremy continuaba exponiendo las pruebas con un intrincado detallismo —las tres versiones de la leyenda, los mapas, las notas sobre las excavaciones, las tablas de los niveles de agua, las planificaciones para los terrenos, los diversos proyectos de construcción, y los aspectos sobre la refracción de la luz—, Alvin empezó a bostezar. Jamás había demostrado ningún interés por la minuciosidad de los detalles en el trabajo de Jeremy, y finalmente convenció a éste para que lo llevara hasta el otro lado del puente, hasta la fábrica de papel, para que pudiera verlo con sus propios ojos. Se pasaron varios minutos inspeccionando el patio del molino, observando cómo cargaban los troncos de madera en las plataformas, y de regreso al pueblo, se dirigieron al cementerio para que Alvin pudiera conseguir más imágenes en plena luz del día.

Alvin colocó la cámara en diversas ubicaciones mientras Jeremy se dedicaba a merodear por la zona. El silencio imperante en el cementerio hizo que de nuevo centrara sus pensamientos en Lexie. Recordó la noche que habían pasado juntos e intentó nuevamente comprender qué fue lo que la llevó a levantarse de la cama a medianoche. A pesar de sus negativas, sabía que ella se arrepentía de lo que había pasado, quizás incluso sentía remordimientos, pero no lograba comprender el porqué.

Sí, él se marcharía del pueblo, pero le había repetido un sinfín de veces que pensaba hallar la forma de que se continuaran viendo. Y sí, era cierto que apenas se conocían, pero teniendo en cuenta el poco tiempo que habían estado juntos, Jeremy tenía la certeza de saber lo suficiente de ella como para estar seguro de que la amaría toda la vida. Lo único que necesitaban era una oportunidad.

Sin embargo, Alvin tenía razón. A pesar de lo preocupada que Lexie pudiera estar por Doris, su comportamiento por la mañana daba a entender que estaba buscando una excusa para alejarse de él. Una de dos, o bien ella lo amaba y pensaba que sería más fácil distanciarse de él ahora, o bien no lo amaba y no quería pasar más tiempo con él.

La noche pasada, Jeremy había creído que Lexie sentía por él lo mismo que él sentía por ella. Pero ahora…

Se lamentó de no haber podido pasar la tarde con ella. Deseaba escuchar lo que parecía angustiarla, para intentar aliviarla; quería abrazarla y besarla y convencerla de que hallarían la forma de que su relación funcionara, sin importar los sacrificios o esfuerzos que él tuviera que hacer. Anhelaba decirle que no podía imaginar su vida sin ella, que lo que él sentía por ella era simple y llanamente amor. Pero ante todo, quería comprobar que Lexie sentía lo mismo por él.

En la distancia, Alvin manipulaba la cámara y el trípode, enfocando hacia otro punto, perdido en su propio mundo e ignorando las vicisitudes que nublaban la mente de Jeremy. Este suspiró antes de darse cuenta de que poco a poco se había desplazado hasta el lugar donde Lexie desapareció la primera vez que la vio en el cementerio.

Dudó unos instantes, pero una idea fue tomando forma en su mente; entonces empezó a buscar por el suelo, deteniéndose a cada paso. Sólo necesitó un par de minutos para descubrir lo que buscaba. Ascendió por una pequeña colina y se detuvo delante de un arbusto de azalea silvestre. Aunque el área estaba rodeada por ramitas y troncos, Jeremy se dio cuenta de que alguien se había esmerado en mantenerla pulcra. Al arrodillarse, vio las flores que ella debía de haber llevado en su bolso, y de repente comprendió por qué ni Doris ni Lexie querían que la gente deambulara por el cementerio.

Bajo la tenue luz gris, Jeremy contempló las tumbas de Claire y James Darnell, preguntándose cómo no se le había ocurrido antes.

En el camino de vuelta del cementerio, Jeremy dejó a Alvin en el Greenleaf para que éste echara una siesta, y luego regresó a la biblioteca, ensayando lo que iba a decirle a Lexie.

Se fijó en que la biblioteca estaba más concurrida que de costumbre, al menos por la parte exterior. Había varios grupitos de gente que señalaban hacia el edificio y comentaban aspectos de la arquitectura, como si hubieran decidido iniciar la «Visita guiada por las casas históricas» con antelación. La mayoría exhibía el mismo folleto que Doris le había enviado a Jeremy, y algunas personas leían en voz alta las frases en las que se describían las propiedades únicas del edificio.

En el interior, el personal ya había empezado a prepararse. Un número de voluntarios se dedicaba a barrer y a quitar el polvo; otros dos repartían lámparas Tiffany adicionales, y Jeremy supuso que cuando empezara la gira oficial, apagarían las lámparas que pendían del techo para conferir a la biblioteca una atmósfera «más histórica».

Jeremy pasó por delante de la sala infantil, se fijó en que parecía menos abigarrada que el otro día y enfiló hacia las escaleras. La puerta de la oficina de Lexie estaba abierta, y se detuvo un momento para tomar aire antes de entrar. Lexie estaba agachada cerca de la mesa, ahora totalmente despejada de papeles. Al igual que el resto del personal de la biblioteca, estaba intentando poner orden en el enorme desorden de su despacho, colocando varias pilas de libros y de papeles debajo de la mesa.

—¡Hola! — la saludó.

Lexie levantó la cara.

—Ah, hola —contestó al tiempo que se incorporaba y se alisaba la blusa—. Estoy intentando hacer que este lugar parezca un poco más presentable.

—Claro, con el fin de semana que tienes por delante…

—Sí, supongo que debería haberlo hecho antes —dijo, señalando hacia la sala—, pero supongo que he sufrido un caso serio de dilación.

Lexie sonrió, y a Jeremy le pareció incluso más bella ligeramente despeinada.

—Eso le puede pasar a cualquiera, no te preocupes —apuntó él, intentando animarla.

—Ya, quizá sí, pero a mí no.

En lugar de aproximarse a él, Lexie asió otra pila de libros y volvió a esconder la cabeza debajo de la mesa.

—¿Qué tal está Doris? — preguntó Jeremy.

—Bien —respondió ella desde debajo de la mesa—. Como dijo Rachel, sólo está un poco cansada, pero mañana se habrá recuperado. — Lexie reapareció, y cogió otra pila de papeles—. Si tienes tiempo, podrías pasar a verla antes de marcharte. Estoy segura de que ella apreciará tu gesto.

Por un momento, él se limitó a observarla, pero cuando se dio cuenta de la implicación de lo que Lexie le estaba diciendo, dio un paso adelante hacia ella.

Haciendo gala de una gran agilidad, Lexie se colocó al otro lado de la mesa rápidamente, como si no se hubiera dado cuenta del movimiento de Jeremy, pero procurando mantener la mesa entre ellos dos.

—¿Qué pasa? — le preguntó él.

Ella agarró otra pila de papeles.

—Estoy ocupada.

—Me refiero a qué es lo que pasa entre nosotros.

—Nada —contestó Lexie. Su voz era neutral, como si estuviera hablando del tiempo.

—Ni siquiera me miras a los ojos —objetó Jeremy.

Con esa declaración, finalmente Lexie levantó la vista y lo miró a los ojos por primera vez. Jeremy podía notar la hostilidad latente, aunque no estaba seguro de si ella estaba enfadada con él o consigo misma.

—No sé qué es lo que esperas que diga. Ya te lo he dicho: estoy ocupada. Aunque no lo creas, tengo que darme prisa para que todo esté a punto.

Jeremy la miró fijamente sin moverse; de repente se dio cuenta de que ella estaba buscando una excusa para iniciar una pelea.

—¿Puedo ayudarte en algo? — se ofreció.

—No, gracias. — Lexie escondió otra pila de libros bajo la mesa—. ¿Qué tal está Alvin? — preguntó en un tono relajado.

Jeremy se rascó la coronilla.

—Ya se le ha pasado el berrinche, si a eso te refieres.

—Qué bien. ¿Habéis acabado el trabajo?

—Casi.

Lexie asomó la cabeza de nuevo, intentando transmitir la sensación de que estaba muy atareada.

—He vuelto a seleccionar los diarios para ti. Te los he dejado en la mesa de la sala de los originales.

Jeremy esbozó una sonrisa apagada.

—Gracias.

—Y si se te ocurre cualquier otra cosa que puedas necesitar antes de irte —añadió ella—, estaré aquí por lo menos una hora más. La visita empieza a las siete, así que deberías marcharte como máximo a las seis y media, porque después apagaremos las luces del techo.

—Pensé que la sala de los originales cerraba a las cinco.

—Bueno, ya que te marchas mañana, supongo que puedo hacer una excepción; por una vez no pasa nada.

—Y también porque somos amigos, ¿no?

—Claro. — Lexie sonrió automáticamente—. Porque somos amigos.

Jeremy salió del despacho de Lexie y se dirigió a la sala de los originales, pensando una y otra vez en la conversación que acababa de mantener con ella e intentando encontrarle el sentido. Su encuentro no había salido como él había planeado. Después del comentario final de Lexie, Jeremy había esperado que ella abandonase su actitud distante y se relajara, aunque en el fondo sabía que eso no iba a suceder. El encuentro no había ayudado a arreglar la situación entre ellos, más bien al contrario. Si Lexie parecía distante antes, ahora parecía mirarlo como si fuera un bicho radioactivo.

Aunque le preocupaba el comportamiento de Lexie, en cierta manera lo comprendía. Quizás ella no debería haberse mostrado tan fría, pero todo se debía a que él vivía en Nueva York y ella, en Boone Creek. El día anterior en la playa, había sido fácil fantasear sobre la posibilidad de que la relación entre ellos dos funcionara de forma mágica. Y Jeremy lo había creído. Ésa era la cuestión. Cuando dos personas se querían, siempre encontraban la forma de que su historia saliera bien.

Se dio cuenta de que le estaba dando demasiadas vueltas al tema, pero eso era lo que hacía cuando se topaba con un problema. Buscaba soluciones, efectuaba suposiciones, intentaba analizar los escenarios a largo plazo, con la finalidad de llegar a una conclusión sobre los resultados potenciales. Y eso era lo que esperaba que también hiciera ella.

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