Fragmentos de una enseñanza desconocida (41 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"El esfuerzo que crea este «choque» debe consistir en un trabajo sobre las emociones, en una transformación y mutación de las emociones. Esta transmutación de las emociones ayudará entonces a la transmutación de
si
12 en el organismo humano. Ningún crecimiento real, es decir, ningún crecimiento de los cuerpos superiores en el organismo, es posible sin ella. La idea de esta transmutación era conocida por muchas enseñanzas antiguas, y aun por algunas más recientes, por ejemplo, la Alquimia de la Edad Media. Pero los Alquimistas hablaban de esta transmutación bajo la forma alegórica de una transmutación de metales viles en metales preciosos. En realidad, a lo que se referían era a la transformación de los hidrógenos groseros en hidrógenos finos en el organismo humano, principalmente a la transformación de
mi
12. Se puede decir que si un hombre llega a realizar esta transmutación, ha logrado la meta de sus esfuerzos, pero en tanto que no la haya realizado, todos los resultados obtenidos aún pueden perderse, porque de ninguna manera están fijados en él. Más aún, estos resultados han sido logrados sólo en las esferas del pensamiento y de la emoción. Resultados reales, objetivos, pueden obtenerse solamente después que haya comenzado la transmutación de
mi
12.

"Los Alquimistas que hablaban de esta transmutación comenzaban directamente con ella. No conocían nada, o por lo menos no decían nada, acerca de la naturaleza del primer «choque» voluntario. Sin embargo, todo depende de esto. El segundo «choque» voluntario y la transmutación no se hacen físicamente posibles sino después de una larga práctica del primer «choque» voluntario, que consiste en el «recuerdo de sí» y en la «observación de las impresiones» que se reciben. En el camino del monje y en el del faquir, el trabajo sobre el segundo «choque» precede al trabajo sobre el primer «choque», pero como sólo este último puede llevar a la creación de
mi
12, los esfuerzos en la ausencia de todo otro elemento tienen por necesidad que concentrarse en
si
12, lo que muy a menudo da resultados enteramente equivocados. En el cuarto camino, un desarrollo correcto tiene que comenzar con el primer «choque» voluntario, y luego pasar al segundo «choque» que debe intervenir en
mi
12.

"La tercera etapa en el trabajo del organismo humano comienza cuando un hombre crea conscientemente en sí mismo un segundo «choque» voluntario en el punto
mi
12, cuando comienza en él la transformación o la transmutación de estos hidrógenos en hidrógenos superiores. La segunda etapa y el comienzo de la tercera se refieren a la vida y a las funciones del hombre número 4. Se necesita un período bastante largo de transmutación y de cristalización para la transición del hombre número 4 al nivel del hombre número 5.

"Cuando se ha comprendido suficientemente la tabla de hidrógenos, ésta de inmediato pone en evidencia muchos rasgos nuevos en el trabajo de la máquina humana, estableciendo así claramente, ante todo, las razones de las diferencias que existen entre los centros y sus respectivas funciones.

"Los centros de la máquina humana trabajan con diversos hidrógenos. Allí estriba su principal diferencia. El centro que trabaja con el hidrógeno más grosero, más denso y más pesado, trabaja más lentamente. El centro que trabaja con el hidrógeno más ligero, más móvil, es también el más rápido.

"El centro del pensar o el centro intelectual es el más lento de los tres centros que hemos examinado hasta ahora. Trabaja con el hidrógeno 48 (según la tercera gradación de la «tabla de hidrógenos»).

"El centro motor trabaja con el hidrógeno 24. El hidrógeno 24 es mucho más rápido y móvil que el hidrógeno 48. El centro intelectual nunca es capaz de seguir el trabajo del centro motor. No podemos seguir nuestros propios movimientos, ni los de otras personas, a menos que su velocidad se reduzca artificialmente. Somos aún menos capaces de seguir el trabajo interno de nuestro organismo —las funciones instintivas, el pensar instintivo— que constituye en cierta forma un aspecto del centro motor.

"El centro emocional puede trabajar con el hidrógeno 12. Sin embargo, en realidad muy rara vez trabaja con este hidrógeno fino. En la mayoría de los casos su trabajo difiere poco, en velocidad e intensidad, del trabajo del centro motor o del centro instintivo.

"Para comprender el trabajo de la máquina humana y sus posibilidades, hay que saber que aparte de estos tres centros y de los que están relacionados con ellos, tenemos dos centros más, plenamente desarrollados y que funcionan perfectamente, pero no tienen vinculo con nuestra vida ordinaria ni con los tres centros a través de los cuales tenemos conocimiento de nosotros mismos.

"La presencia de estos centros superiores en nosotros es análoga a la de los tesoros escondidos que han buscado desde los tiempos más remotos los hombres que persiguen lo misterioso y lo milagroso; pero es un enigma mucho más grande.

"Todas las enseñanzas místicas y ocultas reconocen en el hombre la existencia de fuerzas y capacidades superiores —aunque en muchos casos, sólo en forma de posibilidades— y hablan de la necesidad de
desarrollar
las fuerzas escondidas en el hombre. La presente enseñanza difiere de muchas otras por el hecho de que afirma la existencia en el hombre de centros superiores ya plenamente desarrollados.

"Son
los centros inferiores los que no están desarrollados.
Y es precisamente esta falta de desarrollo de los centros inferiores, o su incompleto funcionamiento, lo que nos impide usar el trabajo de los centros superiores.

"Como ya lo he dicho, hay dos centros superiores: el centro emocional superior, que trabaja con hidrógeno 12, y el centro intelectual superior, que trabaja con hidrógeno 6.

"Si consideramos el trabajo de la máquina humana desde el punto de vista de los hidrógenos con los que trabajan los centros, veremos por qué los centros superiores no pueden entrar en contacto con los centros inferiores.

"El centro intelectual trabaja con hidrógeno 48; el centro motor con hidrógeno 24.

"Si el centro emocional trabajase con hidrógeno 12, su trabajo se conectaría con el del centro emocional superior. En los casos en que el trabajo del centro emocional alcanza la intensidad de vida y la rapidez que suministra el hidrógeno 12, se produce un contacto momentáneo con el centro emocional superior y el hombre experimenta nuevas emociones, nuevas impresiones, que hasta entonces le eran completamente desconocidas y para las cuales no tiene ni palabras ni expresiones con que describirlas. Pero en las condiciones ordinarias, la diferencia entre la velocidad de nuestras emociones habituales y la velocidad del centro emocional superior es tan grande que no hay ningún contacto posible y no llegamos a oír las voces dentro de nosotros que nos hablan, y
que nos llaman,
desde el centro emocional superior.

"El centro intelectual superior, al trabajar con hidrógeno 6, está aún más alejado de nosotros, todavía menos accesible. No hay contacto posible con él, sino a través del centro emocional superior. Ejemplos de tales contactos nos han sido dados sólo en las descripciones de experiencias místicas, estados extáticos, y otros. Dichos estados pueden ser producidos por emociones religiosas, a no ser que aparezcan, por breves instantes, bajo la acción de narcóticos especiales; o en ciertos estados patológicos tales como ataques de epilepsia o lesiones traumáticas accidentales en el cerebro —y en tal caso, es difícil decir cuál es la causa y cuál es el efecto; esto es, si el estado patológico resulta de este contacto, o viceversa.

"Si pudiésemos conectar deliberadamente y a voluntad los centros de nuestra conciencia ordinaria con el centro intelectual superior, no nos sería de utilidad alguna en nuestro estado actual. En la mayoría de los casos, en el momento de un contacto accidental con el centro intelectual superior, el hombre pierde el conocimiento. La inteligencia se desborda con el torrente de pensamientos, emociones, imágenes y visiones que súbitamente irrumpen en ella. Y en lugar de un pensamiento vivo o una emoción viva, resulta por el contrario un quedarse completamente en blanco, un estado de inconsciencia. La memoria recuerda sólo el primer momento, cuando la mente está como sumergida, y el último momento, cuando se retira el flujo y el conocimiento regresa. Pero aun estos momentos son tan ricos en colores de mil matices que entre las sensaciones ordinarias de la vida no hay nada con qué compararlos. Generalmente esto es todo lo que queda de las así llamadas experiencias místicas o extáticas que resultan de un contacto momentáneo con un centro superior. Muy rara vez sucede que una mente, por bien preparada que esté, llegue a aprehender y a guardar el recuerdo de algo de lo que fue sentido y comprendido en el momento del éxtasis. Sin embargo, aun en tales casos, los centros intelectual, emocional y motor recuerdan y transmiten todo a su propia manera, es decir traducen sensaciones completamente nuevas, nunca antes experimentadas, al lenguaje de las sensaciones cotidianas; reducen a las formas del mundo tridimensional, cosas que sobrepasan completamente nuestras medidas ordinarias. De esta manera, desnaturalizan hasta los menores vestigios de lo que podría subsistir en su memoria de estas experiencias inusitadas. Al transmitir las impresiones de los centros superiores, nuestros centros ordinarios pueden compararse a ciegos hablando de colores, o a sordos hablando de música.

"A fin de obtener una conexión correcta y permanente entre los centros inferiores y los centros superiores, es necesario regular y acelerar el trabajo de los centros inferiores.

"Además, como ya se ha dicho, los centros inferiores trabajan mal, porque muy a menudo en vez de desempeñar respectivamente sus propias funciones, uno u otro de ellos toma a su cargo el trabajo de otros centros. Esto reduce considerablemente la velocidad de marcha de la máquina y torna muy difícil la aceleración del trabajo de los centros. Por lo tanto, para poder regular y acelerar el trabajo de los centros inferiores, el primer objetivo debe ser librar a cada centro de todo trabajo que no le sea natural, y hacerlo volver a su propia tarea, la cual puede desempeñar mejor que ningún otro centro.

"Cuánta energía es así gastada en un trabajo profundamente inútil y dañino en todo sentido: actividad de emociones desagradables, preocupaciones, inquietudes, apresuramiento y toda la secuela de actos automáticos enteramente desprovistos de necesidad alguna. Se pueden dar fácilmente innumerables ejemplos de esta actividad inútil. Ante todo, hay ese flujo incesante de pensamientos que no pueden ser detenidos ni controlados, y que consumen una cantidad enorme de nuestra energía. Luego está la tensión continua y perfectamente superflua de los músculos de nuestro organismo. Nuestros músculos están contraídos, aun cuando no hagamos nada. Una parte considerable de nuestra musculatura entra de inmediato en acción para el más mínimo trabajo, como si se tratase de realizar el más grande esfuerzo. Para recoger una aguja del suelo, un hombre gasta tanta energía como para levantar a un hombre de su mismo peso. Para escribir una carta de dos palabras, derrochamos una fuerza muscular que bastaría para escribir un grueso volumen. Pero lo peor es que gastamos nuestra energía muscular continuamente, aun cuando no hagamos nada. Cuando caminamos, los músculos de los hombros y de los brazos están tensos sin la menor necesidad; cuando estamos sentados, los músculos de las piernas, del cuello, de la espalda y del vientre están contraídos inútilmente; aun durmiendo contraemos los músculos de los brazos, de las piernas, de la cara y de todo el cuerpo —y no comprendemos que en este perpetuo estado de alerta con miras a esfuerzos que jamás haremos, gastamos mucho más energía que la que sería necesaria para realizar un trabajo útil, real, durante toda una vida.

"Además, podemos señalar el hábito de hablar sin cesar, de todo y a todo el mundo, y si no hay nadie, de hablarse a sí mismo; el hábito de alimentar quimeras, el ensueño perpetuo, nuestros cambios de humor, los continuos pasajes de un sentimiento a otro, y miles de cosas completamente inútiles que el hombre se cree obligado a sentir, pensar, hacer o decir.

"Para regular y equilibrar el trabajo de los tres centros cuyas funciones constituyen nuestra vida, es indispensable economizar la energía producida por nuestro organismo; no hay que derrocharla en un funcionamiento inútil, sino ahorrarla para la actividad que unirá gradualmente los centros inferiores con los centros superiores.

"Todo lo que se ha dicho anteriormente acerca del trabajo sobre sí, de la elaboración de la unidad interior y del pasaje de los hombres números 1, 2 y 3 al nivel de los hombres números 4, 5 y más, persigue un solo y mismo fin. Lo que se llama «cuerpo astral», según una terminología especial, se llama según otra el «centro emocional superior», aunque aquí la diferencia no está solamente en la terminología. Para hablar más correctamente se trata de diferentes aspectos del próximo estado evolutivo del hombre. Se puede decir que el «cuerpo astral» es necesario para el funcionamiento completo y adecuado del «centro emocional superior» al unísono con los centros inferiores —o bien que el «centro emocional superior» es necesario para el trabajo del «cuerpo astral».

"El «cuerpo mental» corresponde al «centro intelectual superior». Sería falso decir que son una sola y misma cosa. Pero el uno exige al otro, el uno no puede existir sin el otro, uno es la expresión de ciertos aspectos y funciones del otro.

"El «cuarto cuerpo» exige el trabajo completo y armonioso de todos los centros, implica un control completo sobre este trabajo del cual también es la expresión.

"Lo que es necesario comprender bien (y lo que la «tabla de hidrógenos» nos ayuda a comprender) es la idea de la completa materialidad de todos los procesos interiores psíquicos, intelectuales, emocionales, voluntarios y otros, incluso las inspiraciones poéticas mas exaltadas, los éxtasis religiosos y las revelaciones místicas.

"La materialidad de los procesos significa su dependencia de la calidad de la materia o de la substancia empleada. Cierto proceso exige el gasto, o se puede decir, la combustión de hidrógeno 48; pero no se puede obtener otro proceso por la combustión de hidrógeno 48, requiere una substancia más fina o
más combustible,
hidrógeno 24. Para un tercer proceso el hidrógeno 24 es demasiado débil; se necesita hidrógeno 12.

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