Garras y colmillos (40 page)

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Authors: Jo Walton

—Ah, sí —dijo Sher con tono despreocupado.

—¿Dirán que es justo? —Hathor levantó una brusca garra hacia los escalones de jueces y jurado.

—Bueno, yo diría que sí. Es tres metros más bajo que yo pero él tiene fuego y yo no. No me cabe duda de que nos permitirán luchar si lo hacemos aquí de la forma adecuada. Después de todo, se supone que a los jueces les gusta ver sangre derramada. También me gustaría que este caso se resolviera contra Daverak.

—Espere hasta después, entonces —dijo Hathor—. Vamos a ganar. Mire el jurado.

—No, tengo que hacerlo antes de que llame a declarar al bienaventurado Agornin —dijo Sher.

—Ah —dijo Hathor—. Entonces espere hasta que haya establecido qué quiere decir el testamento y lo matón que es.

—Ha encerrado a la respetada Haner Agornin y la ha dejado sin comer en un intento de intimidarla para que acceda a sus deseos y dé un falso testimonio —dijo Sher. En este punto, Avan tuvo que arriesgarse a echar un rápido vistazo hacia atrás. Selendra estaba muy hermosa y llevaba algunas joyas en el sombrero, pero lucía un color dorado claro y brillante. ¿Dorado? ¿Todavía? ¿Ya Sher qué le parecía eso? Haner parecía pálida, como había dicho Hathor, pero muy resuelta.

—Ah. ¿Puede demostrarlo? —preguntó Hathor, que no parecía en absoluto desconcertado por noticias tan alarmantes.

—Si usted puede llamar a los criados de Daverak, de otro modo es solo mi testimonio, el de la doncella y el de su hermano Penn.

—El de la doncella no sería admisible, pero con usted y el pastor podría demostrárselo al jurado.

—Es imprescindible que Penn Agornin no sea interrogado en este juicio —dijo Sher.

Hathor lo pensó un momento. Avan intentó hablar para preguntar por qué no, pero Hathor levantó una garra para detenerlo.

—¿Encerrarla cómo? —preguntó Hathor.

—En su cueva dormitorio, con piedras ante la puerta —dijo Sher.

Los jueces ya salían.

—Prepárese para desafiarlo cuando levante a Daverak y le pregunte por eso —susurró Hathor, luego hizo un gesto para devolver a Sher de nuevo a la pared.

Avan estaba aturdido. Se preguntaba si quizá no se había despertado aquella mañana después de todo, si podría ser un sueño. Llevaba tanto tiempo anhelando aquel caso, y ahora daba la sensación de que se estaba alejando de él. Y Sebeth, ¿dónde estaba Sebeth?

Hathor se puso en pie para dirigirse a los jueces, con la peluca de jurista en la cabeza.

—Honorables, este caso concierne a tres jóvenes dragones a los que se estafó y despojó de su herencia gracias a la intimidación de su cuñado, un dragón más poderoso. El digno Bon Agornin dejó un testamento, que se les leerá, en el que establece que lega todo lo que posee a su muerte, toda su riqueza, a repartir de forma igualitaria entre sus tres hijos más jóvenes; sus dos hijos mayores, puesto que ya están establecidos en el mundo gracias a su ayuda, debían tomar solo un recuerdo simbólico. El hijo mayor, el bienaventurado Penn Agornin, es un pastor de la Iglesia con buenos ingresos y la hija mayor, la ilustre Berend Agornin, que entonces estaba viva pero que con posterioridad ha fallecido también, estaba casada con el ilustre Daverak. Asi lo entendí yo como abogado de Bon, y todos los miembros de su familia, que la riqueza de la que hablaba incluía su cuerpo. No todos somos nobles, Honorables, para comernos a aquellos dragones de la heredad demasiado débiles para sobrevivir. Pero todos somos dragones libres y podemos esperar que, con el correr del tiempo, podremos comernos a nuestros padres y crecer así como deberían crecer los dragones. A Avan, Selendra y Haner Agornin, dragones sin más título que el de respetables, les robaron este derecho y la intención de su padre, y lo hicieron las bravatas y la intimidación de alguien que es noble, que debería haber sido su protector: su cuñado, el ilustre Daverak. Demostraré, Honorables, que Daverak exigió más que el bocado que era suyo por derecho, y como él su esposa y sus dragoncitos; todos aquellos miembros de la familia de Bon Agornin que menos necesitaban la carne de dragón llegaron a consumir la porción más grande de su cuerpo. Demostraré cuáles eran las intenciones de Bon Agornin, demostraré que el ilustre Daverak intimidó a sus cuñadas y demostraré cómo intentó amenazar e intimidar a su cuñado Avan. Pero esa intimidación no tuvo éxito.

El digno Jamaney se levantó para responder a eso en nombre de Daverak.

—Honorables, es cierto que Bon Agornin dejó su oro de la forma que mi colega ha descrito —comenzó—. El ilustre Daverak jamás ha negado eso. Pero el oro no es carne de dragón, como demostraremos. Avan Agornin ha permitido que la codicia se adueñe de la prudencia, y exigió una parte mayor que la que le correspondía del cuerpo de su padre. Si las cosas son como mi colega dice. —Y aquí inclinó la punta del ala hacia Hathor—, entonces ¿por qué los nombres de las dos hermanas no están inscritos al lado del de Avan, por qué no se sienten todos privados de igual forma? Aquí vemos la codicia desnuda de un joven dragón. Nunca quiso que este caso llegara al tribunal, esperaba que el ilustre Daverak, su cuñado, llegara a un acuerdo con él y le diera una cantidad de carne de dragón que satisficiera su codicia, que compartiera con él la munificencia de Daverak. Avan Agornin esperaba así beneficiarse del buen matrimonio que había hecho su hermana. Presentaré ante ustedes las pruebas que demuestran su carácter, Honorables. Es un aventurero. No está casado pero comparte alojamiento con su secretaria, una dragona que encontró en las calles, que ni siquiera tiene título de respetable, como si estuviera casado con ella. Trabaja en la Oficina de Planificación, donde se le ofrecen con regularidad sobornos. Oirán el testimonio de un colega suyo. Oirán el testimonio de su hermano, el bienaventurado Agornin, sobre las palabras exactas que Bon dijo en su lecho de muerte, al que él asistió. Oirán al pastor de Undertor, el bienaventurado Frelt, que dirá algo más de las intenciones de Bon y de lo que es habitual en esa zona. Verán, Honorables, de qué forma ha perseguido al ilustre Daverak, con la intención incluso de destruir su salud.

Jamaney volvió a sentarse con un revoloteo de la peluca. Avan estiró el cuello sin volverse y vio a Kest entre los testigos de Daverak. Si lo hubiera sabido, podría haber traído aquí a Liralen para que testificase sobre lo mucho que trabajaba y su buen carácter, pero no lo había sabido. Ya era demasiado tarde.

La siguiente parte del caso continuó en buena medida como Avan y Hathor habían planeado. Hathor intercambiaba las pelucas de una forma admirable. Se leyó el testamento de Bon; dragones ilustres, incluyendo al propio Hathor, sin peluca por un momento, se adelantaron al centro del círculo para testificar sobre lo que quería decir con «toda su riqueza» y sobre la inclusión de su cuerpo. Los abogados de Daverak recusaron y plantearon dudas sobre todo. Luego, Hathor hizo que se leyera la carta amenazante que Daverak había enviado a Avan, a pesar de las muchas dudas que presentaron los abogados.

—¿Me permiten pedirles algo, Honorables? —preguntó Hathor con la peluca de abogado en la cabeza—. Ahora tenía la intención de llamar a la respetada Haner y a la respetada Selendra Agornin para que testificaran sobre las intenciones de su padre y la intimidación del ilustre Daverak. Pero al parecer la intimidación de Daverak es posible que haya provocado que la respetada Haner esté demasiado enferma para hablar. La joven está aquí, en el tribunal, pero me siento reacio a llamarla en estas circunstancias. En su lugar, me gustaría llamar a Daverak y revelar su carácter a través de sus propias palabras.

—¡Interrogante! —exclamó Mustan, el abogado de dudas de Daverak.

Daverak y Jamaney se consultaban a toda prisa.

—No veo razón para que no se le deba llamar —dijo el juez de las escamas negras con tono cansado mientras miraba por encima de la cabeza de Avan, sin duda a Haner.

Daverak salió al centro del círculo. Parecía inquieto. Hathor lo dejó allí un momento mientras se ponía la peluca de jurista para interrogarlo.

—¿Usted es el ilustre Daverak de Daverak? —preguntó Hathor.

—Sí —dijo Daverak.

—¿Estaba usted casado con la respetada Berend Agornin?

—Sí. —La respuesta salió con un tono algo impaciente.

—¿Tiene usted tres dragoncitos?

—No. Dos. Uno murió.

—Siento mucho oír eso. ¿Tengo entendido que su esposa también ha muerto, con posterioridad a la muerte de su padre?

—Sí.

—Está teniendo usted un año muy desafortunado —dijo Hathor con tono comprensivo. Uno o dos de los testigos se rieron. Los jueces los miraron con el ceño fruncido—. No veo necesidad de preguntarle a usted sobre el lecho de muerte de Bon Agornin. Nadie niega los hechos de lo que ocurrió, solo las intenciones que había tras esos hechos, ¿es eso correcto?

—Sí. —Daverak parecía malhumorado.

—Después de la muerte de Bon, ¿usted tomó a una de sus hijas bajo su protección?

—Sí.

Hathor esperó hasta que el tribunal estuvo seguro de que aquello era todo lo que Daverak iba a decir.

—¿Haner Agornin?

—Sí, Haner —soltó Daverak.

El abogado de dudas de Daverak se levantó de un salto.

—¡Interrogante! —exclamó—. ¿Qué relevancia tiene esta línea de interrogatorio?

Hathor se quitó de un tirón la peluca de jurista, la mantuvo sujeta en una garra, se puso la peluca de dudas y miró al juez.

—Estoy intentando establecer la forma que tiene Daverak de intimidar a sus parientes. He leído en voz alta esta carta destinada a Avan. —Se veía a Mustan sacudiendo la cabeza al oír esto—. Deseo establecer ahora cómo trató a Haner y Selendra.

—Eso no tiene nada que ver con el caso —dijo el juez de color bronce.

—Tiene todo que ver con la razón por la que sus hermanas no acompañan a Avan en esta acción, que mi colega ha intentado demostrar que tiene una interpretación y yo deseo demostrar que tiene otra —respondió Hathor.

—Muy bien —dijo el juez—. Continúe. Pero sea breve.

—Sí, Honorable. —Hathor cambió de pelucas de nuevo, muy rápido—. Ilustre Daverak, muy brevemente, ¿por qué se encuentra Haner Agornin demasiado indispuesta para dar hoy testimonio?

—No se encuentra bien —dijo Daverak—. Las doncellas se indisponen de vez en cuando.

—¿He de decirle que fue usted quien la encerró en su cueva dormitorio y la privó de alimento?

—¡Tonterías! —Hubo un murmullo en el tribunal. Avan vio que los dragones estiraban el cuello para mirar a Haner.

—¿He de decirle que fue usted el que amontonó rocas ante su puerta para evitar que escapara?

—No se encuentra bien.

Mustan se había levantado de nuevo.

—¡Interrogante! ¿Hay alguna prueba de todo eso?

Sher se puso en pie y se adelantó.

—Honorables, ¿con la venia? —preguntó.

Daverak mostró los dientes.

—¿Quién es usted? —preguntó el juez de color bronce.

—Soy el eminente Sher Benandi y estoy aquí porque estoy comprometido con la respetada Selendra Agornin.

—¿Selendra, no Haner? —preguntó el juez para aclararlo mientras miraba el papel que tenía ante él.

—Selendra, Honorable. Selendra ha estado viviendo con su hermano, el bienaventurado Agornin, en Benandi, donde es mí pastor.

—Muy bien, continúe —dijo el juez.

—Anoche fui a visitar al ilustre Daverak, en la Casa Daverak. Allí encontré a Haner Agornin privada de alimentos y prisionera, exactamente como lo ha descrito el abogado.

—¿Y usted no hizo nada? —preguntó el juez.

—Hice que llevaran a Haner a la Casa Benandi, donde ha estado bajo el cuidado de mi madre. También desafié a Daverak de inmediato, pero no me ha enviado a ningún amigo. Lo desafío de nuevo, aquí, ante todos ustedes.

Jamaney se sentó y puso la cabeza en el suelo. Daverak gruñó.

—Daverak, es usted una deshonra para la Orden de los Ilustres —dijo Sher—. Esta es la tercera vez que lo repito. ¿Va a luchar conmigo o debo añadir cobardía a la cuenta total de su infamia?

Daverak se lanzó contra él despidiendo fuego por la boca y apartando a Hathor de un empujón. Todo el mundo gritaba. Una doncella chilló. Avan se agachó cuando Sher le pasó por encima de la cabeza y tumbó a Daverak en el centro del tribunal.

Avan oyó que el juez negro decía algo sobre que era «¡de lo más irregular!». Los guardias se adelantaron, pero el juez de color bronce oxidado los alejó con un gesto. Sher y Daverak rodaban por el suelo del tribunal, arañándose y golpeándose con las colas. Hathor se agachó detrás de la losa con Avan.

—No era esto lo que me esperaba —dijo—. En general esperan a que les den permiso.

Las peleas pocas veces duran mucho tiempo, ni siquiera las peleas a muerte. Pareció interminable, pero transcurrieron menos de cinco minutos antes de que terminara de arreglarse las cuentas aquella montaña de dragones con garras sacadas, ojos que giraban y llamas que desaparecían; todo terminó con Daverak muerto, abajo, y Sher quemado y sangrando, de pie y con gesto triunfante, encima. Selendra se apresuró a acercarse corriendo para lamer las heridas de Sher. Avan la vio allí mismo ruborizarse como una novia, mudando de un tono dorado y uniforme a un glorioso y brillante rosado.

Hathor se puso en pie con la peluca de dudas instalada con firmeza en la cabeza y la de jurista perdida por el suelo, entre la carnicería.

—Creo que ya hemos oído suficiente sobre mi caso —dijo.

—¿Honorables miembros del jurado? —preguntó el juez de color bronce oxidado.

—Avan —dijo uno de ellos.

—Avan —asintieron los demás—. Fallamos a favor de Avan Agornin.

Hathor le sonrió a Avan.

—Despejen la sala —dijo el juez, quizá con más sentido que la mayor parte de las ocasiones en las que se pronuncian esas palabras.

XVI. Bodas y premios
60
El narrador se ve obligado a confesar que ha perdido la cuenta tanto de las proposiciones de matrimonio como de las confesiones

Cuando Avan llegó a casa, aturdido, del tribunal, Sebeth ya estaba allí, en la cueva dormitorio, y respondió a su silbido cuando él bajó. El alivio que sintió fue indescriptible. El joven dragón sonrió e intentó que ella no supiera lo preocupado que había estado.

—Hola, Sebeth —dijo él con tanta despreocupación como pudo mientras se tiraba sobre las rocas en las que dormían.

—¿Cómo ha ido? —preguntó ella con una sonrisa.

—Muy bien, pero sorprendente. —Le hizo un breve relato de lo ocurrido y se apresuró a terminar al ver que ella no parecía demasiado interesada—. Luego, una vez que Daverak estuvo muerto y habían decidido en mi favor, Sher dijo que podía servirme. Así que Penn cogió los ojos y el jurado tomó su parte, y luego Haner y yo nos repartimos su cuerpo, justo allí, en el tribunal. Sher y Selendra solo tomaron unos bocados simbólicos. Era como si hubiéramos vuelto atrás y lo estuviéramos haciendo como es debido, después de todo.

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