Harry Potter. La colección completa (262 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—Bueno —dijo Harry un poco nervioso—. Éste es el sitio que hemos encontrado para nuestras sesiones de prácticas, y por lo que veo… todos lo aprobáis.

—¡Es fantástico! —exclamó Cho, y varias personas expresaron también su aprobación.

—Qué raro —comentó Fred echando un vistazo a su alrededor con la frente arrugada—. Una vez nos escondimos de Filch aquí, ¿te acuerdas, George? Pero entonces esto no era más que un armario de escobas.

—Oye, Harry, ¿qué es eso? —preguntó Dean desde el fondo de la sala, señalando los chivatoscopios y el reflector de enemigos.

—Detectores de tenebrismo —contestó Harry, y fue hacia ellos sorteando los cojines—. Indican cuándo hay enemigos o magos tenebrosos cerca, pero no hay que confiar demasiado en ellos porque se les puede engañar… —Miró un momento en el rajado reflector de enemigos; dentro se movían unas figuras oscuras, aunque ninguna estaba muy definida. Luego se dio la vuelta—. Bueno, he estado pensando por dónde podríamos empezar y… —Vio una mano levantada—. ¿Qué pasa, Hermione?

—Creo que deberíamos elegir un líder —sugirió ella.

—Harry es el líder —saltó Cho mirando a Hermione como si estuviera loca.

A Harry volvió a darle un vuelco el corazón.

—Sí, pero creo que deberíamos realizar una votación en toda regla —afirmó Hermione sin inmutarse—. Queda más serio y le confiere autoridad a Harry. A ver, que levanten la mano los que opinan que Harry debería ser nuestro líder.

Todos levantaron la mano, incluso Zacharias Smith, aunque lo hizo sin entusiasmo.

—Bueno, gracias —dijo Harry, que tenía las mejillas ardiendo—. Y… ¿qué pasa, Hermione?

—También creo que deberíamos tener un nombre —propuso alegremente sin bajar la mano—. Eso fomentaría el espíritu de equipo y la unidad, ¿no os parece?

—Podríamos llamarnos Liga AntiUmbridge —terció Angelina.

—O Grupo Contra los Tarados del Ministerio de Magia —sugirió Fred.

—Yo había pensado —insinuó Hermione mirando ceñuda a Fred— en un nombre que no revelara tan explícitamente a qué nos dedicamos, para que podamos referirnos a él sin peligro fuera de las reuniones.

—¿Entidad de Defensa? —aventuró Cho—. Podríamos abreviarlo
ED
y nadie sabría de qué estamos hablando.

—Sí,
ED
me parece bien —intervino Ginny—. Pero sería mejor que fueran las siglas de Ejército de Dumbledore, porque eso es lo que más teme el Ministerio, ¿no?

El comentario de Ginny fue recibido con risas y murmullos de conformidad.

—¿Estáis todos a favor de
ED
? —preguntó Hermione en tono autoritario, y se arrodilló en el cojín para contar—. Sí, hay mayoría. ¡Moción aprobada!

Clavó el trozo de pergamino donde habían firmado todos en la pared, y en lo alto escribió con letras grandes:

EJÉRCITO DE DUMBLEDORE

—Muy bien —dijo Harry cuando Hermione se hubo sentado de nuevo—, ¿empezamos a practicar? He pensado que lo primero que deberíamos hacer es practicar el
expelliarmus,
es decir, el encantamiento de desarme. Ya sé que es muy elemental, pero lo encontré muy útil…

—¡Vaya, hombre! —exclamó Zacharias Smith mirando al techo y cruzándose de brazos—. No creo que el
expelliarmus
nos ayude mucho si tenemos que enfrentarnos a Quien-tú-sabes.

—Yo lo utilicé contra él —dijo Harry con serenidad—. En junio, ese encantamiento me salvó la vida. —Smith se quedó con la boca abierta, con cara de estúpido. Los demás estudiantes estaban muy callados—. Pero si crees que está por debajo de tus conocimientos, puedes marcharte —añadió Harry. Smith no se movió. Los demás tampoco—. Bien —continuó Harry. Había tantos ojos fijos en él que se le estaba secando la boca—. Podríamos dividirnos en parejas y practicar.

A Harry le resultaba muy extraño dar instrucciones, pero más extraño aún le resultaba ver que los demás las seguían. Todos se pusieron en pie a la vez y se colocaron de dos en dos. Como era de esperar, Neville se quedó sin pareja.

—Tú practicarás conmigo —le dijo Harry—. Muy bien, contaré hasta tres: uno, dos, tres…

De pronto, la sala se llenó de gritos de
¡Expelliarmus!
Las varitas volaban en todas direcciones; los hechizos mal ejecutados iban a parar contra los libros de las estanterías y los hacían saltar por los aires. Harry era demasiado rápido para Neville, cuya varita saltó de su mano, giró sobre sí misma, golpeó el techo produciendo una lluvia de chispas y aterrizó con estrépito en lo alto de una estantería, de donde Harry la recuperó con un encantamiento convocador. Entonces miró a su alrededor y comprobó que había hecho bien al proponer que practicaran los hechizos elementales en primer lugar, pues sus compañeros estaban haciendo unas chapuzas tremendas. Muchos no conseguían desarmar a sus oponentes y sólo lograban que saltaran hacia atrás unos pocos pasos o que hicieran muecas de dolor cuando su débil hechizo pasaba rozándoles la coronilla.


¡Expelliarmus!
—exclamó Neville. Había pillado a Harry desprevenido, y la varita saltó de la mano de éste—.
¡LO HE CONSEGUIDO!
—exclamó Neville, emocionado—. No lo había hecho nunca.
¡LO HE CONSEGUIDO!

—¡Muy bien! —lo animó Harry, y decidió no comentarle que en un duelo real no era probable que su oponente estuviera mirando hacia otro lado con la varita en la mano, pero sin apretarla—. Oye, Neville, ¿por qué no te turnas un rato para practicar con Ron y con Hermione? Así podré pasearme por la sala y ver cómo les va a los demás.

Harry se colocó en el centro de la estancia. A Zacharias Smith le estaba pasando algo muy raro. Cada vez que abría la boca para desarmar a Anthony Goldstein, su propia varita salía despedida de su mano pese a que Anthony no decía nada. A Harry no le costó mucho resolver aquel misterio: Fred y George estaban cerca de Smith y se turnaban para apuntarle a la espalda con sus varitas.

—Lo siento, Harry —se apresuró a decir George al comprobar que Harry lo miraba—. No he podido evitarlo.

Harry se paseó entre las otras parejas e intentó corregir a los que realizaban mal el hechizo. Ginny se había emparejado con Michael Corner; lo estaba haciendo muy bien, mientras que Michael o lo hacía muy mal o no quería hechizar a Ginny. Ernie Macmillan blandía exageradamente su varita, con lo que daba tiempo a su compañero para ponerse en guardia. Los hermanos Creevey practicaban con entusiasmo pero de manera irregular, y eran ellos los responsables de que los libros saltaran de los estantes. Luna Lovegood también tenía altibajos: a veces hacía saltar la varita de la mano de Justin Finch-Fletchley, y otras sólo conseguía que se le pusiera el pelo de punta.

—¡Alto! —gritó Harry—. ¡Alto!
¡ALTO!
—«Necesito un silbato», pensó, e inmediatamente vio uno en lo alto de la hilera de libros más cercana. Lo cogió, sopló con fuerza y todos bajaron las varitas en el acto—. No está mal —dijo Harry— pero todavía podéis mejorar mucho. —En ese momento Zacharias le lanzó una mirada de desdén—. Volvamos a intentarlo.

Siguió paseándose por la sala deteniéndose de vez en cuando para hacer alguna sugerencia. Poco a poco los estudiantes fueron mejorando. Durante un rato evitó acercarse a Cho y a su amiga, pero después de aproximarse dos veces a las demás parejas, tuvo la impresión de que ya no podía seguir ignorándolas.

—¡Oh, no! —exclamó Cho al ver que Harry se dirigía hacia ellas—.
¡Expelliarmonos!
¡Ay, no!
¡Expelliemillus!
¡Oh, Marietta, lo siento! —La manga de la túnica de su amiga de cabello rizado se había prendido fuego; Marietta apagó las llamas con su propia varita y miró con odio a Harry, como si él tuviera la culpa de todo—. ¡Me has puesto nerviosa, hasta ahora lo estaba haciendo bien! —le dijo Cho a Harry con tristeza.

—Está muy bien —mintió Harry, pero al ver que Cho arqueaba las cejas se corrigió—: Bueno, no, está fatal, pero ya sé que lo sabes hacer muy bien. He estado observándote desde allí.

Cho rió y su amiga Marietta los miró con cara de pocos amigos y se apartó.

—No le hagas caso —murmuró Cho—. En realidad preferiría no estar aquí, pero yo la he obligado a venir. Sus padres le han prohibido hacer cualquier cosa que pueda molestar a la profesora Umbridge. Verás, su madre trabaja para el Ministerio.

—¿Y tus padres? —le preguntó Harry.

—Bueno, también me han prohibido llevarle la contraria a la profesora Umbridge —afirmó Cho irguiéndose con orgullo—. Pero si creen que no voy a luchar contra Quien-tú-sabes después de lo que le pasó a Cedric…

No terminó la frase; se quedó confundida, y entre ellos dos se hizo un incómodo silencio. Entonces la varita de Terry Boot pasó volando junto a la oreja de Harry y le dio de lleno a Alicia Spinnet en la nariz,

—¡Pues mi padre apoya cualquier acción contra el Ministerio! —afirmó Luna Lovegood también muy orgullosa mientras Justin Finch-Fletchley intentaba colocarse bien la túnica con la que se había tapado la cabeza. Luna estaba detrás de Harry y era evidente que había estado escuchando la conversación que éste había mantenido con Cho—. Siempre dice que cree a Fudge capaz de cualquier cosa. ¡Con la cantidad de duendes que ha asesinado! Además, utiliza el Departamento de Misterios para fabricar pociones terribles que hace beber a todo el que no está de acuerdo con él. Y luego está su
umgubular slashkilter

—No hagas preguntas —recomendó Harry por lo bajo a Cho al ver que ésta abría la boca, desconcertada. Cho rió.

—Oye, Harry —gritó Hermione desde el otro extremo de la sala—. ¿Has mirado la hora?

Harry consultó su reloj y se llevó una sorpresa al ver que ya eran las nueve y diez, lo cual significaba que tenían que volver a sus salas comunes inmediatamente si no querían que Filch los pescara y los castigara por estar en los pasillos fuera de los límites permitidos. Entonces hizo sonar el silbato, los estudiantes dejaron de gritar
«¡Expelliarmus!»
y las dos últimas varitas cayeron al suelo.

—Bueno, ha estado muy bien —comentó Harry—, pero la sesión se ha prolongado más de lo previsto. Tenemos que dejarlo aquí. ¿Quedamos la semana que viene a la misma hora en el mismo sitio?

—¡Antes! —exclamó Dean Thomas con entusiasmo, y muchos compañeros asintieron con la cabeza.

Angelina, en cambio, dijo:

—¡La temporada de
quidditch
está a punto de empezar y el equipo también tiene que practicar!

—Entonces el próximo miércoles por la noche —determinó Harry—. Ya decidiremos si hacemos alguna reunión adicional. ¡Ahora será mejor que nos vayamos!

Volvió a sacar el mapa del merodeador y lo revisó meticulosamente para ver si había algún profesor en el séptimo piso. Dejó salir a sus compañeros en grupos de tres y de cuatro, y luego siguió con inquietud los diminutos puntos que los representaban en el mapa para asegurarse de que regresaban sanos y salvos a sus dormitorios: los de Hufflepuff se dirigieron hacia el pasillo del sótano, que también conducía a las cocinas; los de Ravenclaw, a una torre situada en el ala oeste del castillo, y los de Gryffindor, por el pasillo del retrato de la Señora Gorda.

—Ha sido estupendo, Harry —confesó Hermione cuando por fin se quedaron solos él, ella y Ron.

—¡Sí, genial! —coincidió éste, entusiasmado. Salieron por la puerta y vieron cómo ésta volvía a convertirse en piedra—. ¿Has visto cómo he desarmado a Hermione, Harry?

—Sólo una vez —puntualizó ella, dolida—. Yo te he desarmado muchas más veces que tú a mí.

—No te he desarmado sólo una vez; han sido como mínimo tres.

—Sí, claro, contando la vez que has tropezado y al caerte me has quitado la varita de un manotazo.

Siguieron discutiendo hasta que llegaron a la sala común, pero Harry no les hacía caso. Observaba muy atento el mapa del merodeador, pero al mismo tiempo recordaba que Cho le había dicho que la ponía nerviosa.

19
El león y la serpiente

Durante las dos semanas siguientes, Harry tuvo la impresión de que llevaba una especie de talismán dentro del pecho, un secreto íntimo que lo ayudaba a soportar las clases de la profesora Umbridge y que incluso le permitía sonreír de manera insulsa cuando la miraba a los espantosos y saltones ojos. Harry y el
ED
le oponían resistencia delante de sus propias narices, practicando precisamente lo que más temían ella y el Ministerio, y durante sus clases, cuando se suponía que Harry estaba leyendo el libro de Wilbert Slinkhard, lo que hacía en realidad era recordar los momentos más satisfactorios de las últimas reuniones del
ED
: Neville había conseguido desarmar a Hermione; Colin Creevey había realizado a la perfección el embrujo paralizante; después de tres sesiones de duros esfuerzos, Parvati Patil había hecho una maldición reductora tan potente que había convertido en polvo la mesa de los chivatoscopios…

Resultaba casi imposible escoger una noche a la semana para las reuniones del
ED
, porque tenían que adaptarse a los horario de entrenamientos de tres equipos de
quidditch
, que muchas veces se modificaban debido a las adversas condiciones climáticas. Pero eso no preocupaba a Harry: tenía la sensación de que, seguramente, era mejor que sus reuniones no tuvieran un horario fijo. Si alguien estaba observándolos, iba a costarle mucho descubrir un sistema predeterminado.

Hermione no tardó en idear un método muy ingenioso para comunicar la fecha y la hora de la siguiente reunión a los miembros del
ED
por si había que cambiarlas en el último momento, porque habría resultado sospechoso que los estudiantes de diferentes casas cruzaran el Gran Comedor para hablar entre ellos demasiado a menudo. Entregó a cada uno de los miembros del
ED
un galeón falso (Ron se emocionó mucho cuando vio por primera vez el cesto, convencido de que estaba regalando oro de verdad).

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