Harry Potter. La colección completa (490 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Kennilworthy whisp divide su tiempo entre su hogar en Nottinghamshire y «donde quiera que los Wingtown Wanderers jueguen esta semana». Sus aficiones incluyen el backgammon, la cocina vegetariana y coleccionar escobas clásicas.

Prólogo

Quidditch a través de los tiempos es uno de los títulos más populares en la biblioteca del Colegio Hogwarts. La señora Pince, nuestra bibliotecaria, me ha; contado que lo manosean, lo babean y en general lo maltratan casi todos los días: un verdadero cumplido para cualquier libro. Quienes jueguen o sigan partidos de quidditch con regularidad, disfrutarán con el libro del señor Whisp, como lo hacemos quienes estamos interesados en otros aspectos de la historia de la magia. Nosotros hemos desarrollado el juego del quidditch, y él nos ha desarrollado a nosotros. El quidditch, nos reúne para compartir momento de regocijo, triunfo y (para aquellos que apoyan a los Chudley Cannons) desesperación.

Debo admitir que me costó un poco persuadir a la señora Pince de que se desprendiera de uno de sus libros para que pudiera ser reproducido y destinado a un consumo más amplio. De hecho, cuando le dije que estaría a disposición de los muggles, enmudeció y no se movió ni parpadeó en varios minutos. Cuando se recuperó, fue lo bastante precavida para preguntarme si había perdido la razón. Me alegró poder tranquilizarla en ese punto y procedí a explicarle los motivos de esta inaudita decisión.

Los lectores muggles no necesitarán una presentación del trabajo de Comic Relief (editorial del libro), pero ahora voy a repetir la explicación que le ofrecí a la señora Pince en beneficio de las brujas y los magos que hayan comprado este libro. Comic Relief utiliza la risa para luchar contra la pobreza, la injusticia y las catástrofes. Esta difusión generalizada de la diversión se convierte en grandes sumas de dinero (casi 50,000 millones de pesetas desde que; comenzaron a trabajar en 1985, unos treinta y cuatro millones de galeones). Al comprar este libro –y debo aconsejarte que lo compres, porque, si lo lees demasiado tiempo sin haberlo pagado, descubrirás que has caído bajo la maldición de los ladrones– tú también contribuirás a esta misión mágica.

Estaría engañando a mis lectores si les dijera que esta explicación hizo que la señora Pince se alegrara de ofrecer un libro de la biblioteca a los muggles. Me sugirió varias alternativas, tales como decirle a la gente de Comic Relief que la biblioteca se había quemado o que simplemente hiciéramos como si me hubiera muerto de repente sin dejar instrucciones. Cuando le dije que prefería mi plan original, accedió de mala gana a entregarme el libro; aunque, en el momento de hacerlo, la traicionaron los nervios y tuve que desasirle uno a uno los dedos con que aferraba el lomo del libro.

Pese a que he eliminado de esta obra los acostumbrados encantamientos de los volúmenes de la biblioteca, no puedo prometer que no quede algún vestigio. Se sabe que la señora Pince añade maleficios raros a los libros que tiene a su cargo. El año pasado, yo mismo hice distraídamente unos garabatos en un ejemplar de Teorías de la transformación transustancial y al momento me encontré con que el libro me golpeaba ferozmente en la cabeza. Por favor, trata este libro con cuidado. No rompas sus páginas, no lo dejes tirado en el cuarto de baño: no puedo asegurarte que la señora Pince no se abalance sobre ti, dondequiera que estés, y te exija una multa cuantiosa.

Solo me resta darte las gracias por tu apoyo a Comic Relief y suplicar a los muggles que no intenten jugar al quidditch en sus casas ya que, por supuesto, es un deporte totalmente ficticio y nadie lo juega realmente.

También aprovecho esta oportunidad para desear la mejor de las suertes al Puddlemere United en la próxima temporada.

1
La evolución de la escoba voladora

Todavía no se ha inventado ningún encantamiento que permita a los magos volar en su forma humana sin medios adicionales. Aquellos pocos animagos que se transforman en criaturas aladas pueden disfrutar del vuelo, pero son una rareza. Cuando una bruja o un mago se ven transformados en murciélago, puede volar, no obstante, al tener cerebro de animal, casi siempre olvidan adónde querían ir tan pronto como aprenden el vuelo. Levitar es algo trivial; nuestros ancestros no se conformaban con flotar en el aire a cinco metros del suelo. Querían algo más. Querían volar como pájaros, pero sin las molestias de que le salieran plumas.

Hoy día estamos tan acostumbrados al hecho de que haya el menos una escoba voladora en todos los hogares de magos de Inglaterra que rara vez nos detenemos a preguntarnos el motivo. ¿Por qué la humilde escoba se ha convertido en el único objeto legalmente permitido como medio de transporte para los magos?

¿Por qué en Occidente no se adoptó la alfombra, tan apreciada por nuestros hermanos de Oriente? ¿Por qué no elegimos hacer toneles voladores, sillones voladores, bañeras voladoras? ¿Por qué escobas?

Las brujas y magos eran lo bastante perspicaces para darse cuenta de que sus vecinos muggles tratarían de utilizar sus poderes si llegaban a conocer todo su alcance, de modo que los ocultaron mucho antes de que se aprobara el Estatuto Internacional del Secreto de los Brujos. Si iban guardar en sus casas un medio para volar, necesariamente debía ser algo discreto, algo fácil de esconder. La escoba era ideal para ese propósito; no había que buscar explicaciones ni excusas si los muggles la encontraran, eran fáciles de llevar y además, baratas. Sin embargo, las primeras escobas encantadas para que pudieran volar tenían sus inconvenientes.

Existen documentos que demuestran que brujas y magos en Europa ya usaban escobas voladoras en el año 962 de la era cristiana. Un manuscrito iluminado alemán de esa época muestra a tres magos con una expresión de notable incomodidad en el rostro tras desmontar sus escobas. Guthrie Lockrin, un mago escocés, escribía en 1107 que tenía «las posaderas llenas de astillas y hemorroides hinchadas» después de un corto viaje en escoba voladora desde Montrose hasta Argroath.

Una escoba voladora de la Edad Media que se exhibe en el Museo del Quidditch de Londres nos permite hacernos una idea de la incomodidad a que se refería Lochrin (véase la figura A). Una escoba construida a partir de una gruesa rama nudosa de fresno sin barnizar, con varillas de avillano atadas toscamente a un extremo, no es ni cómoda ni aerodinámica. En consonancia, los encantamientos que posee son también básicos: sólo puede ir hacia delante, siempre a la misma velocidad; el resto de funciones que incluye son subir, bajar y detenerse.

Fig. A

Como las familias de magos de la época se fabricaban sus propias escobas, habían enormes diferencias de velocidad, comodidad y maniobrabilidad entre los transportes de que se disponía. Sin embargo, en el siglo XII los magos habían adoptado el trueque de servicios, de manera que un habilidoso fabricante de escobas podía intercambiarlas por las pociones que se le daban mejor a sus vecinos. Una vez que las escobas voladoras se hicieron más cómodas empezaron a volar por placer, más que meramente para trasladarnos del punto A al punto B.

2
Antiguos juegos de escobas voladoras

Los deportes con escoba surgieron una vez que los palos hubieron mejorado lo bastante para permitir que los conductores variaran la altitud, velocidad y dirección en el aire. Gracias a antiguos textos y cuadros centrados en temas mágicos, tenemos alguna noción de los juegos que practicaban nuestros antepasados. Algunos ya no existen y otros han sobrevivido o evolucionado hasta convertirse en los deportes que actualmente conocemos.

La famosa
carrera anual de escobas
en Suecia se remonta al siglo X. Los competidores volaban de Kopparberg a Arjeplog, una distancia de uno 500 kilómetros. La ruta atravesaba una reserva de dragones y el gran trofeo de plata tenía la forma de un hocicorto sueco. En el presente, la carrera es un acontecimiento internacional, y magos de todos los países se congregan en Koppargerg para animar en la línea de salida y se aparecen en Arjeplog, donde aclaman a los supervivientes.

El famoso cuadro Günther der Gewalttätige ist der Gewinner ( Guther el Violento es el ganador), fechado en 1105, muestra el antiguo juego alemán del
stichstock
. Un poste de seis metros de alto estaba coronado por una vejiga de dragón inflada. Un jugador montado en una escoba tenía la misión de protegerla. El guardián o guardiana de la vejiga estaba atado por la cintura al poste mediante una soga, de manera que no podía alejarse más de 3 metros.

Los jugadores restantes debían volar por turnos hasta la vejiga e intentar pincharla con la punta especialmente afilada de sus escobas. El guardián de la vejiga tenía permiso tenía remido para utilizar su varita mágica con el objeto de rechazar estos ataques. El juego terminaba cuando uno de los jugadores lograba perforar la vejiga, o cuando el guardián conseguía anular a todos los adversarios con sus maleficios o bien estos caían agotados. En el siglo XIV, el juego del stichstock declinó hasta desaparecer.

En Irlanda floreció el juego del
aingingein
, tema de muchas baladas irlandesas (cuenta la leyenda que el mítico mago Fingal del Temerario era todo un campeón). Uno por uno los jugadores debían atrapar la dom o pelota (en realidad una vesícula biliar de cabra) y pasar a toda velocidad a través de una serie de toneles colocados a gran altura sobre postes. La dom debía ser arrojada a través del último tonel. El jugador que tardara menos en cruzar con la dom a través del último tonel sin quemarse en trayecto era el ganador. Escocia fue la cuna del que probablemente sea el más peligroso de todos los juegos de escoba: el
creaothceann
. Un poema trágico del siglo XI menciona el juego. La primera estrofa, traducida el original en gaélico, dice así:

Los jugadores se reunieron,

Doce hombres bravos y apuestos.

Se ataron sus calderos,

Se prepara para ascender.

Al sonido del cuerno,

Levantaron raudos el vuelo.

Pero al albur del destino,

diez habrían de fenecer.

Los jugadores de creaothceann llevaban un caldero atado a la cabeza. Al sonido del cuerno o el tambor, hasta un centenar de cantos rodados y rocas que habían sido suspendidos en el aire a unos treinta metros del suelo mediante un hechizo se precipitaban hacia la tierra. Los jugadores pasaban a toda velocidad y procuraban atrapar todas las rocas que podían en sus calderos. Dado que muchos magos escoceses sostenían que el creaothceann constituía la prueba suprema de virilidad y coraje, el juego gozó de mucha popularidad durante la Edad Media pese a la enorme cantidad de muertes que causaba. Este juego se declaró ilegal en 1762 y, aunque Magnus Cráneo Abollado Macdonald encabezó una campaña para reintroducirlo en 1960, el Ministerio de Magia jamás ha levantado la prohibición.

El
shuntbumps
fue popular en Devon, Inglaterra. Consistía en una especie de justa rudimentaria donde el objetivo era derribar de sus escobas la mayor cantidad posible de adversarios, de modo que la única persona que quedara montada en la escoba ganaba.

El
swivenhodge
aparteció en Herefordshire. Como el stichstock, se jugaba con una vejiga inflada, habitualmente de cerdo. Los jugadores se sentaban al revés en sus escobas, mirando al cepillo, y con éste golpeaban la vejiga por encima de un seto, pasándosela unos a otros. Cuando un jugador no conseguía devolverla su adversario sumaba un punto. El primero en anotar cincuenta puntos era el ganador.

El swivenhodge todavía se juega en Inglaterra, aunque nunca ha gozado de mucho seguimiento entre la población; el shuntbumps perdura solamente como juego de niños. Sin embargo, en el pantano Queerdich se creó un juego que un día se convertiría en el más popular en el mundo de los magos.

3
El juego del pantano Queerditch

Si conocemos los rudimentarios comienzos del quidditch es gracias a los textos de la bruja Gertie Keddle, que vivió a la orilla del pantano Queerditch en el siglo XI. Afortunadamente para nosotros, ella escribía un diario que ahora está en el Museo del Quidditch de Londres. Los pasajes que siguen a continuación han sido traducidos del original, redactando en un sajón con muchas faltas de ortografía.

Martes. Caluroso. Ya están otra vez esos del otro lado del pantano. Juegan a no sé qué estupidez con sus escobas voladoras. Una gran pelota de cuero aterrizó en mis coles. Eché un maleficio sobre el hombre que vino a buscarla. Me encantaría ver volar a ese gran puerco peludo con las rodillas en la espalda.

Martes. Húmedo. Estaba fuera, en el pantano, recolectando ortigas. Los idiotas de las escobas estaban jugando otra vez. Los observé un rato por detrás de una roca. Tenían una pelota nueva. Se la tiraban unos a otros y trataban de colarla entre las copas de los árboles que hay a cada extremo del pantano. Qué manera más absurda de hacer el tonto.

Martes. Ventoso. Gwenog vino a tomar té de ortiga, luego me invitó a que saliéramos a pasear. Terminamos contemplando a esos zopencos que juegan en el pantano. Ese mago escocés grandote de arriba de la colina estaba allí. Ahora había dos rocas pesadas que volaban alrededor de ellos y trataban de tirarlos de sus escobas. Lástima que no ocurriera mientras yo miraba. Gwenog me contó que ella juega a menudo. Volví a casa disgustada.

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