Harry Potter. La colección completa (450 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

—Veo que
El Quisquilloso
ha cambiado de enfoque —rezongó Harry con frialdad mientras trataba de atar cabos—. ¿Por eso salió al jardín, señor Lovegood? ¿Para enviar una lechuza al ministerio?

Xenophilius se pasó la lengua por los labios y susurró:

—Se llevaron a mi Luna a causa de las cosas que yo escribía. Se llevaron a mi Luna y no sé dónde está ni qué le han hecho. Pero quizá me la devuelvan si yo… si yo…

—Si les entrega a Harry, ¿verdad? —dijo Hermione.

—Ni hablar —le espetó Ron—. Apártese. Nos largamos.

Xenophilius parecía haber envejecido de golpe y esbozaba una sonrisa horripilante.

—Llegarán en cualquier momento. Tengo que salvar a Luna; no puedo perderla. ¡No os marchéis!

Se plantó delante de la escalera con ambos brazos extendidos, y de repente Harry visualizó a su madre haciendo lo mismo delante de la cuna cuando él era un bebé.

—No nos obligue a hacerle daño —le advirtió—. Apártese de nuestro camino, señor Lovegood.

—¡¡Harry, mira!! —gritó Hermione.

Unas figuras montadas en escobas pasaban volando por delante de la ventana. Los tres chicos se quedaron mirándolas y Xenophilius aprovechó la ocasión para sacar su varita mágica. Harry se dio cuenta justo a tiempo y se lanzó hacia un lado, empujando a Ron y Hermione; el hechizo aturdidor del mago cruzó la estancia y fue a dar contra el cuerno de
erumpent
.

Se produjo una explosión descomunal y la onda expansiva destrozó la habitación: volaron trozos de madera, papeles y cascotes en todas direcciones, y se formó una densa nube de polvo blanco. Harry salió despedido por el suelo; no paraban de caerle escombros encima y se cubrió la cabeza con los brazos. Oyó el chillido de Hermione, el bramido de Ron y una serie de escalofriantes ruidos metálicos que le indicaron que Xenophilius había caído de espaldas por la escalera de caracol.

Semienterrado bajo los escombros, Harry intentó levantarse, pero había tanto polvo que apenas podía respirar y ver nada. La mitad del techo se había derrumbado, y un extremo de la cama de Luna colgaba por el boquete; el busto de Rowena Ravenclaw yacía junto a él, con media cara destrozada; fragmentos de pergamino flotaban por la habitación y la prensa se había volcado, bloqueando la escalera que conducía a la cocina. Entonces una figura blanquecina se movió a su lado: era Hermione que, cubierta de polvo como una estatua, se llevó un dedo a los labios.

La puerta del piso de abajo se abrió bruscamente.

—¿No te dije que no había necesidad de correr tanto, Travers? —espetó una voz áspera—. ¿No te dije que ese chiflado sólo estaba delirando, como siempre?

Se oyó un fuerte golpe y un grito de dolor de Xenophilius.

—¡No… no! ¡Arriba… Potter!

—¡Ya te advertí la semana pasada, Lovegood, que no volveríamos a menos que tuvieras información fehaciente! ¿Recuerdas lo que pasó cuando intentaste cambiarnos a tu hija por ese ridículo sombrero? ¿Y la semana anterior —otro golpe, otro chillido—, cuando creíste que te la devolveríamos si nos ofrecías pruebas de la existencia de los
snorkacks
… —golpe— de cabeza… —golpe— arrugada?

—¡No, no! ¡Se lo suplico! —gimoteó Xenophilius—. ¡Potter está aquí, se lo aseguro! ¡En serio!

—¡Y ahora resulta que nos hace venir aquí con la intención de tirarnos la casa encima! —bramó el
mortífago
, y se oyó una lluvia de golpes y gritos de dolor de Xenophilius.

—Esto está a punto de derrumbarse, Selwyn —dijo otra voz que resonó por la destrozada escalera—. Los peldaños están obstruidos. ¿Intentamos despejarla? Podría derrumbarse todo.

—¡Embustero asqueroso! —le espetó Selwyn—. Tú no has visto a Potter en tu vida. Querías atraernos aquí para matarnos, ¿eh? ¿Y crees que así recuperarás a tu hija?

—¡Se lo juro! ¡Se lo juro! ¡Potter está arriba!


¡Homenum revelio!
—exclamó la voz al pie de la escalera.

Hermione dio un grito ahogado y Harry tuvo la extraña sensación de que algo descendía sobre él, cubriéndolo con su sombra.

—Ahí arriba hay alguien, Selwyn —dijo de pronto el otro
mortífago
.

—¡Es Potter! ¡Se lo aseguro, es él! —sollozaba Xenophilius—. Por favor… por favor… devuélvanme a mi Luna, sólo les pido que me devuelvan a mi Luna…

—Si subes por esa escalera y me traes a Harry Potter, te devolveremos a tu hija, Lovegood —dijo Selwyn—. Pero si es una jugarreta, si nos has mentido, si tienes a alguien esperando allí arriba para tendernos una emboscada, no sé si podremos conservar un trocito de tu hija para que lo entierres.

Xenophilius exhaló un gemido de pánico y desesperación. Luego se oyeron correteos y restregones: Xenophilius intentaba abrirse paso entre los cascotes que bloqueaban la escalera.

—Vamos —susurró Harry—. Tenemos que salir de aquí.

El muchacho empezó a desenterrarse, protegido por el ruido que Xenophilius hacía en la escalera. Como Ron era el que más sepultado estaba, los otros dos treparon con sigilo por la montaña de escombros hasta donde se encontraba su amigo, e intentaron retirar la pesada cómoda que tenía encima de las piernas. Xenophilius estaba cada vez más cerca, pero Hermione consiguió liberar a Ron utilizando un encantamiento planeador.

—Vale —susurró la chica, todavía cubierta de polvo blanco, y en ese momento la destrozada prensa que bloqueaba la parte superior de la escalera se tambaleó; Xenophilius estaba a sólo unos pasos de ellos—. ¿Confías en mí, Harry? —El muchacho asintió—. De acuerdo, pues dame la capa invisible. ¡Póntela, Ron!

—¿Yo? Pero Harry…

—¡Por favor, Ron! Harry, cógeme fuerte de la mano, y tú, Ron, agárrate a mi hombro.

Harry le tendió la mano izquierda mientras Ron desaparecía bajo la capa invisible. La prensa empezó a vibrar: Xenophilius intentaba levantarla mediante un encantamiento planeador. Harry no entendía a qué esperaba Hermione.

—Sujetaos bien —musitó ella—. Sujetaos bien… ya falta poco…

El pálido rostro de Lovegood apareció por encima del aparador.


¡Obliviate!
—gritó Hermione apuntando la varita a la cara de Xenophilius y de inmediato al suelo que tenían bajo los pies—.
¡Deprimo!

Se abrió un boquete en el suelo y los tres chicos cayeron a plomo por él. Harry, que sujetaba la mano de Hermione con todas sus fuerzas, oyó un grito en el piso de abajo y vio a dos hombres que intentaban apartarse de la lluvia de cascotes y muebles rotos que les caía encima. El estruendo de la casa al desmoronarse resonó brutalmente y Hermione giró sobre sí misma en el aire, tirando una vez más de Harry hacia la oscuridad.

22
Las Reliquias de la Muerte

Harry cayó jadeando en la hierba, pero se levantó enseguida. Se habían aparecido en un recodo de un campo, al anochecer, y Hermione ya corría describiendo un círculo para lanzar los correspondientes hechizos protectores agitando la varita:


¡Protego totalum! ¡Salvio hexia!

—¡Maldito traidor! —resolló Ron. Salió de debajo de la capa invisible y se la lanzó a Harry—. ¡Eres un genio, Hermione, un genio! ¡No puedo creer de la que nos hemos librado!


¡Cave inimicum!
¿No decía yo que era un cuerno de
erumpent
? ¿No se lo dije a Lovegood? ¡Y ahora su casa ha volado en pedazos!

—Se lo merece —repuso Ron mientras examinaba sus desgarrados vaqueros y los cortes que tenía en las piernas—. ¿Qué creéis que le harán?

—¡Ay, espero que no lo maten! —se lamentó Hermione—. ¡Por eso yo quería que los
mortífagos
vieran a Harry antes de marcharnos, para que supieran que Xenophilius no les había mentido!

—Pero ¿por qué tenía que esconderme yo? —preguntó Ron.

—¡Porque se supone que estás en cama con
spattergroit
! ¿Te das cuenta de que han secuestrado a Luna porque su padre apoyaba a Harry? ¿Qué sería de tu familia si supieran que estás con él?

—Vale, pero ¿y tus padres?

—Recuerda que están en Australia. No creo que corran peligro; no saben nada.

—Eres un genio —repitió Ron, impresionado.

—Sí, Hermione, lo eres —coincidió Harry—. No sé qué haríamos sin ti.

Ella sonrió encantada, pero enseguida volvió a adoptar una expresión solemne, y planteó:

—Bien, pero ¿y Luna qué?

—Bueno, si lo que decían es verdad y todavía está viva… —musitó Ron.

—¡No digas eso! ¡No lo digas! —chilló Hermione—. ¡Tiene que estar viva!

—Entonces supongo que la habrán llevado a Azkaban. Aunque no sé si sobrevivirá allí… Muchos no han podido.

—Sobrevivirá —afirmó Harry. Lo contrario era inimaginable—. Luna es fuerte, mucho más de lo que crees. Seguramente estará instruyendo a los presos sobre los
torposoplos
y los
nargles
.

—Espero que tengas razón —terció Hermione, compungida, y añadió—: Sentiría mucha lástima por Xenophilius si…

—… eso, si no hubiera intentado vendernos a los
mortífagos
—soltó Ron.

Montaron la tienda, se metieron dentro y Ron preparó té para todos. Después de lo poco que había faltado para que los atraparan, en aquel recinto frío y húmedo se sentían como en casa: al menos allí estaban seguros y protegidos.

—¡Ay! ¡Ojalá no hubiéramos ido a visitar al señor Lovegood! —se lamentó Hermione tras unos minutos de silencio—. Tenías razón, Harry; ha vuelto a pasarnos lo mismo que con Godric's Hollow. ¡Qué pérdida de tiempo! Las Reliquias de la Muerte… menudo cuento chino. Aunque… —tuvo una idea repentina— a lo mejor se lo ha inventado todo, ¿no? Lo más probable es que ni siquiera él crea en esas reliquias, y sólo pretendiera hacernos hablar para ganar tiempo hasta que llegaran los
mortífagos
.

—No lo creo —opinó Ron—. Cuando actúas bajo presión, inventarte cosas es más difícil de lo que parece. Yo lo comprobé cuando me atraparon los Carroñeros; me resultaba más fácil hacerme pasar por Stan, porque lo conocía un poco, que inventarme a alguien. Y el viejo Lovegood estaba bajo una fuerte presión, pues tenía que impedir por todos los medios que nos marcháramos de su casa. Creo que nos dijo la verdad, o lo que él cree que es la verdad, sólo para entretenernos.

—Bueno, supongo que ya no importa —suspiró Hermione—. Aunque fuera sincero, jamás en la vida había oído tantas tonterías.

—Oye, un momento —masculló Ron—. Se suponía que la cámara secreta también era un mito, ¿no?

—¡Pero las Reliquias de la Muerte no pueden existir, Ron!

—Eso lo dices tú, pero hay una que sí existe —afirmó Ron—: la capa invisible de Harry…

—Mira, «La fábula de los tres hermanos» es una invención —se obstinó Hermione—. Es un cuento para ilustrar el miedo que los humanos le tenemos a la muerte. ¡Si sobrevivir fuera tan sencillo como esconderse bajo una capa invisible, no necesitaríamos nada más!

—Hum, no lo sé, porque una varita invencible tampoco nos vendría mal —intervino Harry, haciendo girar con los dedos la varita de endrino que tan poco le gustaba.

—¡Eso tampoco existe, Harry!

—Tú dices que ha habido montones de varitas mágicas: la Vara Letal y demás…

—Está bien, supongamos que existe la Varita de Saúco. Pero ¿qué me dices de la Piedra de la Resurrección? —cuestionó Hermione con sarcasmo, dibujando unas comillas en el aire mientras pronunciaba el nombre—. ¡No hay ninguna magia capaz de resucitar a los muertos, y eso no tiene vuelta de hoja!

—Cuando mi varita se conectó con la de Quien-vosotros-sabéis, hizo aparecer a mis padres… y a Cedric…

—Pero no resucitaron, ¿verdad? —replicó Hermione—. Esa especie de… de débiles imitaciones no suponen lo mismo que devolver a alguien a la vida.

—Pero esa chica, la de la fábula, no resucitó del todo. Según la historia, una vez que alguien muere, pertenece para siempre al mundo de los muertos. Sin embargo, el hermano mediano pudo verla y hablar con ella, ¿verdad? Hasta vivieron juntos cierto tiempo…

Harry detectó preocupación y otro sentimiento, no tan fácil de definir, en el rostro de su amiga. Entonces, cuando ella miró a Ron, Harry comprendió que era miedo; la había asustado al hacer referencia a la convivencia con los muertos.

—Y ese tipo, Peverell, el que está enterrado en Godric's Hollow, ¿no sabes nada de él? —se apresuró a preguntar Harry tratando de parecer de lo más sensato.

—No —respondió Hermione, aliviada con el cambio de tema—. Después de ver el símbolo en su tumba, lo busqué; si hubiera sido famoso por cualquier motivo o hubiera hecho algo importante, estoy segura de que aparecería en alguno de nuestros libros. Pero en el único sitio donde he encontrado el apellido Peverell es
La nobleza de la naturaleza
:
una genealogía mágica
. Me lo prestó Kreacher —añadió al ver que Ron hacía un gesto de sorpresa—. Ese libro relaciona las familias de sangre limpia extinguidas por línea paterna. Por lo visto, los Peverell fueron una de las primeras familias que desapareció.

—¿Qué quiere decir extinguidas por línea paterna? —quiso saber Ron.

—Significa que el apellido se ha perdido. En el caso de los Peverell, eso ocurrió hace siglos. Si todavía hubiera descendientes, se apellidarían de otra forma.

Y de repente el recuerdo que se había removido al oír el nombre de Peverell destelló en la memoria de Harry, que visualizó a un anciano mugriento blandiendo un feo anillo ante el rostro de un funcionario del ministerio.

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