Hijos de la mente (21 page)

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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

—En los vídeos —dijo Val—, éste es el momento en que el héroe y la heroína se ríen y se abrazan.

La voz de Jane los interrumpió desde los terminales del ordenador.

—Lamento interrumpir un momento tan tierno, pero tenemos un nuevo mundo y hay mensajes electromagnéticos entre la superficie del planeta y objetos artificiales en órbita.

De inmediato, los dos se volvieron hacia los terminales y observaron los datos que Jane les estaba enviando.

—No hace falta un análisis profundo —dijo Val—. Éste rebosa de tecnología. Si no es el planeta de la descolada, apuesto a que saben dónde está.

—Lo que me preocupa es que nos hayan detectado y lo que harán con nosotros. Si tienen tecnología para poner objetos en órbita, pueden tenerla para efectuar disparos.

—Estoy atenta a la llegada de cualquier objeto —dijo Jane.

—Veamos —comentó Val—, si alguna de esas ondas-EM transmite algo que se parezca a un lenguaje.

—Corrientes de datos —dijo Jane—. Las estoy analizando en busca de pautas binarias. Pero ya sabéis que descodificar lenguajes informáticos requiere tres o cuatro niveles en vez de los dos normales, y eso no es fácil.

—Pensaba que el binario era más sencillo que los lenguajes orales —dijo Miro.

—Lo es, cuando se trata de programas y datos numéricos. ¿Pero y si son imágenes digitalizadas? ¿Cuánto tarda una línea si es una muestra codificada? ¿Cuánto de una transmisión es material de fondo? ¿Y si está doblemente codificada para evitar ser interceptada? No tengo ni idea de qué tipo de máquina produce el código, ni de cuál lo recibe. Al invertir la mayor parte de mi capacidad de trabajo en el problema lo estoy pasando muy mal; pero esto…

Un diagrama apareció en la primera página de la pantalla.

—… creo que es la representación de una molécula genética.

—¿Una molécula genética?

—Similar a la descolada —dijo Jane—. Es decir, similar en la nedida en que es distinta de las moléculas genéticas de la tierra y de Lusitania. ¿Creéis que es una descodificación plausible?

Una masa de dígitos binarios destelló en el aire sobre sus ordenadores.

En un momento se convirtió en una cifra hexadecimal y luego en una imagen codificada que parecía más una interferencia de la estática que algo coherente.

—No se escanea bien así. Pero como conjunto de instrucciones vectoriales me da sin excepción este resultado cada vez.

Y ahora aparecieron en la pantalla imagen tras imagen de moléculas genéticas.

—¿Por qué iba a transmitir nadie información genética? —preguntó Val.

—Tal vez sea una especie de lenguaje —dijo Miro. —¿Quién podría leer un lenguaje así?

—Tal vez el tipo de gente capaz de crear la descolada.

—¿Quieres decir que hablan manipulando genes?

—Tal vez huelan genes —dijo Miro—. Sólo que distinguen con increíble perfección las sutilezas y los matices de significado. Cuando empezaron a enviar gente al espacio tuvieron que comunicarse con ellos, así que enviaron imágenes a partir de las cuales reconstruyen el mensaje y, ejem, lo huelen.

—Esa es la explicación más estúpida que he oído en mi vida —dijo Val.

—Bueno, como decías, no has vivido mucho. Hay un montón de explicaciones estúpidas en el mundo, y dudo que haya dado en el clavo con la mía.

—Probablemente están haciendo un experimento, enviando y escogiendo datos —dijo Val—. No todas las comunicaciones son diagramas, ¿no, Jane?

—No, no, lo siento si os ha dado esa impresión. Sólo he podido descodificar una pequeña parte de los flujos de datos de manera significativa. Y además está el material que me parece analógico en vez de digital, y que convierto en un sonido como éste.

Oyeron que los ordenadores emitían una serie de chirridos de estática.

—O si lo traduzco en destellos de luz, tiene este aspecto. Entonces en los terminales bailaron luces intermitentes que cambiaban de color aparentemente al azar.

—¿Quién sabe cómo es un lenguaje alienígena o cómo suena? —dijo Jane.

—Ya veo que esto va a ser difícil —comentó Miro.

—Son hábiles con las matemáticas —repuso Jane—. Las matemáticas son fáciles de captar y veo algunas pistas que implican que trabajan a alto nivel.

—Una pregunta ociosa, Jane. Si no estuvieras con nosotros, ¿cuánto habríamos tardado en analizar los datos y conseguir los resultados que has obtenido hasta ahora? Si usáramos los ordenadores de la nave.

—Bueno, si tuvierais que programarlos para cada…

—No, no, suponiendo que tuvieran el software adecuado —dijo Miro.

—Algo así como siete generaciones humanas.

—¿Siete generaciones?

—Naturalmente, nunca se intentaría con dos personas sin formación y dos ordenadores sin programas válidos —dijo Jane—. Habría que poner a cientos de personas en el proyecto y entonces sólo tardaríais unos cuantos años.

—¿Y esperas que continuemos este trabajo cuando te desconecten?

—Espero terminar con el problema de traducción antes de palmarla. Así que cierra el pico y déjame concentrarme un momento.

Grace Drinker estaba demasiado ocupada para ver a Wang-mu y Peter. Bueno, en realidad sí los vio, mientras pasaba de una habitación a otra de su casa de, troncos y palmas. Ni siquiera saludó con la mano. Pero su hijo siguió explicando que estaba ausente en aquel momento y que si querían esperar, volvería más tarde; y mientras esperaban, ¿por qué no cenar con la familia? Resultaba difícil molestarse cuando la mentira era tan obvia y la hospitalidad tan generosa.

La cena los ayudó a comprender por qué los samoanos eran tan corpulentos: de serlo menos habrían explotado después de almorzar y no habrían sobrevivido a la cena. La fruta, el pescado, el taro, las patatas dulces, el pescado otra vez, más fruta… Peter y Wang-mu pensaban que en el hotel les daban bien de comer, pero ahora comprendían que el chef de aquel lugar era de segunda fila en comparación con el de la casa de Grace Drinker.

Tenía un marido, un hombre de apetito y buen humor sorprendentes que se reía siempre que no masticaba o hablaba, y a veces incluso entonces. Al parecer, le hacía mucha gracia lo que significaban los nombres de aquellos dos visitantes
papalagi
.

—El nombre de mi esposa significa en realidad «Protectora de los borrachos».

—No —dijo su hijo—. Significa «La que pone las cosas en el orden apropiado».

—¡Para beber! —gritó el padre.

—El último nombre no tiene nada que ver con el primero. —El hijo empezaba a molestarse—. No todo tiene un significado profundo

—Los niños se molestan muy fácilmente —dijo el padre—. Me avergüenza. Hay que ponerle buena cara a todo. El verdadero nombre de la isla sagrada es ‘Ata Atua, que significa «¡Ríe, Dios!».

—Entonces se pronunciaría ‘Atatua en vez de Atatua —volvió a corregir el hijo—. «Sombra del Dios», eso es lo que significa de verdad el nombre, si es que significa algo más que isla sagrada.

—Mi hijo es muy literal —dijo el padre—. Se lo toma todo muy en serio. No puede oír un chiste cuando Dios se lo grita al oído.

—Eres tú quien siempre me grita chistes al oído, padre —respondió el hijo con una sonrisa—. ¿Cómo podría escuchar los chistes de Dios?

Fue la única vez en que el padre no se rió.

—Mi hijo no tiene oído para el humor. Se ha tomado eso como un chiste.

Wang-mu miró a Peter, quien sonreía todo el rato como si comprendiera la gracia de aquella gente. Se preguntó si había advertido que, aparte de explicar su relación con Grace Drinker, ninguno de ellos dos se había presentado. ¿No tenían nombre?

No importaba, la comida era buena, y aunque no entendiera el humor samoano, su risa y su buen humor eran tan contagiosos que resultaba imposible no sentirse feliz y cómodo en su compañía.

—¿Crees que tenemos suficiente? —preguntó el padre cuando su hija trajo el último pescado, una enorme criatura marina de carne sonrosada cubierta de algo que resplandecía. El primer pensamiento de Wang-mu fue que se trataba de azúcar glasé, pero ¿quién le pondría eso al pescado?

De inmediato, sus hijos le respondieron como si fuera un ritual en la familia:

—¡Ua Lava!

¿El nombre de la filosofía o sólo «ya basta» en argot samoano? ¿O ambas cosas a la vez?

Sólo cuando el último pescado estuvo en las últimas apareció Grace Drinker, sin dar ninguna excusa por no haberles hablado cuando pasó ante ellos hacía más de dos horas. Una brisa marina refrescaba la. habitación de paredes abiertas, y en el exterior caía una ligera lluvia intermitente mientras el sol continuaba tratando sin éxito de hundirse en el mar para descansar. Grace se sentó ante la mesita baja, directamente entre Peter y Wang-mu, quienes pensaban que estaban sentados uno junto a la otra sin sitio para nadie más, sobre todo para una persona tan gruesa como Grace. Pero de algún modo hubo espacio, si no cuando empezó a sentarse sí cuando terminó el proceso, y cuando acabó de saludar, se las apañó para hacer lo que la familia no había hecho: acabar con el último pescado y chuparse los dedos y reírse tan escandalosamente como su marido con todos los chistes que contaba.

Luego, de repente, Grace se inclinó hacia Wang-mu y dijo muy seria:

—Muy bien, muchacha china, ¿cuál es el truco?

—¿'Truco? —preguntó Wang-mu.

—¿Quieres decir que he de arrancarle la confesión al muchacho blanco? Ya sabes que entrenan a esos chicos para mentir. Si eres blanco no te dejan crecer si no has dominado el arte de fingir decir una cosa mientras pretendes hacer otra.

Peter se quedó de piedra.

De repente, toda la familia soltó una carcajada.

—¡Vaya hospitalidad! —gritó el marido de Grace—. ¿Habéis visto sus caras? ¡Creen que habla en serio!

—Pero si hablo en serio —dijo Grace—. Los dos pretendéis mentirme. ¿Llegasteis en una nave ayer? ¿De Moskva? —De repente empezó a hablar en un ruso muy convincente, quizás el dialecto de Moskva.

Wang-mu no tenía ni idea de cómo responder, pero no tuvo que hacerlo. Peter llevaba a Jane en la oreja y le contestó inmediatamente.

—Espero aprender samoano mientras estoy destinado aquí, en Pacífica. No lo conseguiré hablando ruso, por mucho que intente hacerme picar con crueles referencias a las tendencias amorosas y la falta de pulcritud de mis paisanos.

Grace se rió.

—¿Ves, muchacha china? Mentira mentira mentira. Y qué bien lo hace. Claro que tiene esa joya en la oreja para ayudarle. Decidme la verdad. Ninguno de los dos habla una palabra de ruso.

Peter estaba sombrío y parecía vagamente enfermo. Wang-mu lo sacó de su tristeza… aunque a riesgo de enfurecerlo.

—Claro que es mentira —dijo—. La verdad es simplemente demasiado increíble.

—Pero en la verdad es en lo único que merece la pena creer, ¿no? —preguntó el hijo de Grace.

—Si la sabes —dijo Wang-mu—. Pero si no te la crees, alguien tendrá que ayudarte con mentiras plausibles, ¿no te parece?

—Puedo inventar las mías propias —dijo Grace—. Anteayer un muchacho blanco y una muchacha china visitaron a mi amigo Aimaina Hikari en un mundo situado al menos a veinte años-luz de distancia. Le dijeron cosas que perturbaron todo su equilibrio, de modo que apenas puede funcionar. Hoy, un muchacho blanco y una muchacha china, contando mentiras diferentes, por supuesto, pero mintiendo de todas formas, vienen aquí para conseguir mi ayuda o mi permiso o mi consejo para ver a Malu…

—Malu significa «estar tranquilo» —añadió alegre el marido.

—¿Sigues despierto? —preguntó Grace—. ¿No tenías hambre? ¿No has comido?

—Estoy completamente fascinado —respondió él—. ¡Continúa, descúbrelos!

—Quiero saber quiénes sois y cómo habéis llegado aquí.

—Eso sería muy difícil de explicar —dijo Peter.

—Tenemos minutos y más minutos. Millones de ellos, en realidad. Vosotros sois los que al parecer tenéis prisa. Tanta prisa que saltáis de una estrella a otra de la mañana a la noche. Eso fuerza la credulidad, desde luego, ya que se supone que la velocidad de la luz es una barrera insuperable; pero claro, no creer que sois las mismas personas que vio mi amigo en el planeta Viento Divino también fuerza la credulidad, así que aquí estamos. Suponiendo que de verdad podáis viajar más rápido que la luz, ¿qué nos dice eso de vuestra procedencia? Aimaina da por hecho que os enviaron los dioses, más concretamente sus antepasados, y puede que tenga razón, está en la naturaleza de los dioses ser impredecibles y hacer de repente cosas que nunca habían hecho. Pero yo pienso que las explicaciones racionales encajan siempre mejor, sobre todo en los estudios que espero publicar; y la explicación racional es que procedéis de un mundo real, no de una tierra celestial de nunca-jamás. Y ya que podéis saltar de un mundo a otro en un momento o en un día, podríais venir de cualquier parte. Pero mi familia y yo pensamos que procedéis de Lusitania.

—Bueno, yo no —dijo Wang-mu.

—Y yo soy originario de la Tierra —dijo Peter—. Si es que soy de alguna parte.

—Aimaina piensa que venís del Exterior —dijo Grace, y por un momento Wang-mu creyó que la mujer había adivinado cómo cobró existencia Peter. Pero luego comprendió que esas palabras tenían un significado teológico, no literal—. La tierra de los dioses. Pero Malu dijo que nunca os ha visto allí, o que si lo hizo no supo que erais vosotros. Así que eso me deja donde comenzamos. Mentís con respecto a todo, así que ¿de qué sirve que yo os haga preguntas?

—Yo he dicho la verdad —dijo Wang-mu—. Soy de Sendero. Y los orígenes de Peter, si pueden remontarse a algún planeta, están en la Tierra. Pero el vehículo en el que vinimos… ése sí se fabricó en Lusitania.

Peter se puso lívido. Ella supo lo que estaba pensando. ¿Por qué no ponernos ya la soga al cuello y dejarnos caer? Pero Wangmu tenía que guiarse por su propio juicio, y no creía que Grace Drinker o su familia representaran para ellos ningún peligro. En realidad, de haber querido entregarlos a las autoridades, ¿no lo habrían hecho ya? Grace miró a Wang-mu a los ojos y no dijo nada durante un buen rato.

—Bueno el pescado, ¿verdad?

—Me preguntaba de qué era la cobertura. ¿Lleva azúcar?

—Miel y un par de hierbas y grasa de cerdo. Espero que no seas una rara combinación de china y judía o musulmana, porque me sabría muy mal que ahora tuvieras que pasar por el ritual de la purificación. ¡Hay que tomarse tantas molestias para purificarse!, o eso me han dicho. Desde luego, es así en nuestra cultura.

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