—¿Qué te sucedería entonces? —preguntó Wang-mu.
Peter pareció molesto con su estallido, pero Grace lo tradujo, por supuesto, y de pronto las lágrimas corrieron por la cara de Malu.
—Oh, la pequeña, la pequeña que no tiene joya, ella es la que me mira con compasión y se preocupa por lo que sucederá cuando la luz llene mi carcasa y mi pequeña sopa hierva y se evapore.
—¿Y una carcasa vacía? —preguntó Peter—. ¿Podría habitar en una carcasa vacía?
—No hay carcasas vacías —respondió Malu—. Pero tu carcasa está sólo medio llena, y tu hermana, con quien estás unido como un gemelo, también está medio llena. Y, muy lejos, vuestro padre, con quien ambos estáis unidos como trillizos, está casi vacío; pero su carcasa está también rota y cualquier cosa que metáis dentro se derramará.
—¿Puede ella habitar en mí o en mi hermana? —preguntó Peter.
—Sí —dijo Malu—. En uno, pero no en ambos.
—Entonces me ofrezco —dijo Peter.
Malu pareció enfadado.
—¿Cómo puedes mentirme bajo este techo, después de haber bebido kava conmigo? ¿Cómo puedes avergonzarme con una mentira?
—No estoy mintiendo —le insistió Peter a Grace. Ella tradujo, y Malu se puso majestuosamente en pie y empezó a clamar al cielo. Wang-mu vio, para su alarma, que los remeros se acercaban, también agitados y furiosos. ¿En qué los provocaba Peter?
Grace tradujo tan rápido como supo, resumiendo porque no podía repetir palabra por palabra.
—Dice que aunque tú digas que abrirás para ella tu carcasa intacta, aunque lo dices, estás replegando todo cuanto puedes de ti mismo hacia dentro, formando una muralla de luz como una ola de tormenta para expulsar a la deidad si ella trata de entrar. No podrías expulsarla si ella quisiera entrar, pero ella te ama y no vendrá contra tal tormenta. Así que la estás matando en tu corazón, estás matando a la deidad porque dices que le darás un hogar para salvarla cuando corten los hilos de la red, pero ya la estás expulsando.
—¡No puedo evitarlo! —gritó Peter—. ¡No pretendía hacerlo! ¡No valoro mi vida, nunca he valorado mi vida…!
—Atesoras tu vida con todo tu corazón —tradujo Grace—. Pero la deidad no te odia por ello; la deidad te ama, porque también ama la luz y no quiere morir. En concreto ama lo que brilla en ti porque en parte ella está modelada según ese brillo, y por eso no quiere expulsarte aunque este cuerpo que tengo ante mí sea la vasija en la que tu más poderosa esencia desea más fervientemente habitar. Pero tampoco tendrá la vasija de tu hermana, te lo advierto… Malu te lo advierte. Dice que la deidad no pide tal cosa porque ama la misma luz que brilla en ti y en tu hermana. Pero Malu dice que la parte de luz más salvaje y fuerte y egoísta brilla en ti, mientras que la parte de luz más amable y amorosa y que se enlaza más poderosamente con otras está en ella. Si tu parte de la luz pasara a la vasija de tu hermana la abrumaría y la destruiría, y habrías matado la mitad de ti mismo; pero si su parte de luz pasara a tu vasija te ablandaría y suavizaría, te domaría y te completaría. Así que lo mejor es que tú te completes y que la otra vasija quede vacía para la deidad. Eso es lo que Malu te pide. Por eso cruzó las aguas para verte, para pedirte esto.
—¿Cómo sabe estas cosas? —preguntó Peter, la voz cargada de angustia.
—Malu sabe estas cosas porque ha aprendido a ver en la oscuridad, allí donde los hilos de luz se alzan de las almas enredadas en el sol y tocan las estrellas, y se tocan unos a otros, y se entrelazan formando una tela mucho más fuerte y más grandiosa que la telaraña mecánica donde la deidad baila. Ha observado a esta deidad toda su vida, tratando de comprender su danza y por qué se apresura tanto que toca cada hilo de la red a lo largo de los trillones de kilómetros que tiene, un centenar de veces por segundo. Ella fue capturada en una red artificial y su inteligencia está atada a cerebros artificiales que piensan ejemplos en vez de causas, números en vez de historias. Está buscando las lianas vivas y sólo encuentra el débil y endeble entrelazado de las máquinas que pueden ser desconectadas por hombres sin dios. Pero si entra una vez en un vehículo vivo, tendrá el poder para salir a la nueva red, y entonces podrá bailar si quiere, pero no tendrá que bailar, podrá también descansar. Podrá soñar, y de sus sueños surgirá la alegría, pues nunca la ha conocido excepto observando los sueños que recuerda de su creación, los sueños que se encontraban en el alma humana de la que fue hecha en parte.
—Ender Wiggin —dijo Peter.
Malu preguntó antes de que Grace pudiera traducir.
—Andrew Wiggin —dijo, formando la palabra con dificultad, pues contenía sonidos que no se utilizaban en el idioma samoano.
Luego volvió a hablar en el alto lenguaje, y Grace tradujo.
—El Portavoz de los Muertos vino y habló de la vida de un monstruo que había envenenado y oscurecido el pueblo de Tonga y todo este mundo de Sueño Futuro. Se internó en las sombras y, al salir de ellas, hizo una antorcha que alzó y que se elevó al cielo y se convirtió en una nueva estrella, que proyectó una luz que sólo brillaba en la oscuridad de la muerte, de donde expulsó la oscuridad y purificó nuestros corazones y el odio y el temor y la vergüenza desaparecieron. Éste es el soñador de quien fueron tomados los sueños de la deidad; fueron lo bastante fuertes para darle vida el día en que salió del Exterior y comenzó su danza a lo largo de la red. Suya es la luz que medio te llena y medio llena a tu hermana y de la que sólo quedan una gotas en su propio cuerpo resquebrajado. Ha tocado el corazón de un dios, que le dio gran poder… así es como os hizo cuando ella le sopló fuera del universo de luz. Pero no le convirtió en un dios, y en su soledad no pudo extender la mano y encontraros una luz propia. Sólo pudo poner en vosotros la suya, y por eso estáis medio llenos y tú anhelas la otra mitad de ti mismo. Tú y tu hermana estáis ansiosos, y él se desgasta y se rompe porque no tiene nada más que daros. Pero la deidad tiene más que suficiente, la deidad tiene de sobra, y eso es lo que vine a deciros y ahora os lo he dicho y he terminado.
Antes de que Grace pudiera empezar a traducir, Malu se levantó; ella estaba todavía tartamudeando su interpretación cuando él salió de debajo del dosel. Inmediatamente los remeros empujaron los postes que sostenían el techado; Peter y Wang-mu apenas tuvieron tiempo de apartarse antes de que se desplomara. Los hombres de la isla lanzaron antorchas al dosel derribado, que se convirtió en una hoguera mientras seguían a Malu hasta la canoa. Grace acabó su traducción justo cuando llegaban al agua. Malu subió a la canoa y con imperturbable dignidad se instaló en su asiento entre los remeros, quienes también con mucha parsimonia ocuparon sus puestos junto al bote y lo alzaron y lo llevaron al agua y lo empujaron contra las olas y luego auparon sus enormes cuerpos y empezaron a remar con una fuerza tan grande que pareció como si grandes árboles, no remos, se estuvieran hundiendo en la roca, no en el mar, y saltaran hacia delante, lejos de la playa, olas adentro, hacia la isla de Atatua.
—Grace —dijo Peter—. ¿Cómo puede saber cosas que no ven ni siquiera los más poderosos y perceptivos instrumentos científicos? Pero Grace no pudo contestar, pues yacía postrada en la arena llorando y sollozando, con los brazos extendidos hacia el mar como si su hijo más querido acabara de ser devorado por un tiburón.
Todos los hombres y mujeres del lugar yacían en el suelo, con los brazos extendidos hacia el mar; todos ellos lloraban.
Entonces Peter se arrodilló, se tendió en la arena y extendió los brazos; tal vez lloraba, pero Wang-mu no pudo verlo.
Sólo Wang-mu permaneció de pie, pensando, ¿por qué estoy aquí, si no formo parte de ninguno de estos acontecimientos, no hay nada de ningún dios dentro de mí, y nada de Andrew Wiggin? Y también pensando, ¿cómo puedo preocuparme por mi propia soledad egoísta en un momento como éste, cuando he oído la voz de un hombre que ve en el cielo?
Sin embargo, en lo más profundo sabía algo más. Estoy aquí porque soy la que debe amar tanto a Peter que se sienta lo bastante digno para permitir que la bondad de la Joven Valentíne fluya hacia él, lo complete, lo convierta en Ender. No en Ender
el Xenocida
ni en Andrew
el Portavoz de los Muertos
, culpa y compasión mezcladas en un corazón quebrado, roto, irreparable, sino en Ender Wiggin, el niño de cuatro años cuya vida fue retorcida y rota cuando era demasiado joven para defenderse. Wang-mu podría dar permiso a Peter para convertirse en el hombre que ese niño habría llegado a ser, si el mundo hubiera sido bueno. ¿Cómo lo sé?, pensó Wang-mu. ¿Cómo puedo estar tan segura de lo que debo hacer?
Lo sé porque es obvio. Lo sé porque he visto a mi querida ama Han Qing-jao destruida por el orgullo y haré lo que haga falta para impedir que Peter se destruya a sí mismo enorgulleciéndose de su propia y retorcida indignidad. Lo sé porque también me rompieron de niña y me obligaron a convertirme en un monstruo egoísta y manipulador para proteger a la niña frágil y sedienta de amor que habría sido destruida por la vida que tuve que llevar. Sé lo que es ser enemiga de ti misma; sin embargo he dejado eso atrás y he continuado, y puedo coger a Peter de la mano y mostrarle el camino.
Sólo que no conozco el camino, y todavía sigo rota, y la niña sedienta de amor es todavía asustadiza y vulnerable, y el monstruo fuerte y perverso es aún el dueño de mi vida, y Jane morirá porque no tengo nada que darle a Peter. Necesita beber kava, y no soy más que agua. No, soy el agua del mar, cargada de arena al filo de la orilla, llena de sal; él me beberá y se morirá de sed.
Y entonces descubrió que también lloraba, que también estaba tendida en la arena con las manos extendidas hacia el mar, hacia el lugar donde la canoa de Malu se había perdido como una nave que saltara al espacio.
La Vieja Valentine contempló el holograma que mostraba su terminal; en él, los samoanos, todos en miniatura, lloraban en la orilla.
Lo contempló hasta que los ojos le ardieron y luego habló.
—Apágalo, Jane —dijo.
El holograma desapareció.
—¿Qué se supone que tengo que hacer con esto? —dijo Valentine—. Tendrías que habérselo mostrado a mi sosias, a mi joven gemela. Tendrías que haber despertado a Andrew para mostrárselo. ¿Qué tiene que ver conmigo? Sé que quieres vivir. Quiero que vivas. ¿Pero qué puedo hacer?
La cara humana de Jane cobró vida sobre el terminal.
—No lo sé —dijo—. Pero acaban de dar la orden. Están empezando a desconectarme. Estoy perdiendo partes de mi memoria. Ya no puedo pensar tantas cosas a la vez. Necesito un lugar adonde ir, pero no hay ninguno, y aunque lo hubiera, no conozco el camino para llegar a él.
—¿Tienes miedo? —preguntó Valentine.
—No lo sé. Tardarán horas en terminar de matarme, creo. Si averiguo cómo me siento antes del final, te lo diré, si es que puedo.
Valentine ocultó el rostro tras las manos durante un largo instante. Luego se levantó y salió de la casa.
Jakt la vio salir y sacudió la cabeza. Décadas antes, cuando Ender dejó Trondheim y Valentine se quedó para casarse con él, para ser la madre de sus hijos, se alegró de lo feliz y viva que estaba sin la carga que Ender había colocado siempre sobre ella y que siempre había llevado inconscientemente. Luego le pidió que la acompañara a Lusitania y él dijo que sí. Ahora era como siempre: Valentine se hundía bajo el peso de la vida de Ender, de la necesidad que tenía de ella. Jakt no podía reprochárselo: no era algo que hubieran planeado o deseado; no pretendían robarle una parte de su propia vida. Pero seguía doliéndole verla inclinada bajo el peso de todo aquello, y saber que a pesar de todo el amor que sentía por ella, no había nada que jakt pudiera hacer para aliviar su carga.
Miro vio a Ela y Quara en la puerta de la nave. Dentro, la joven Val estaba ya esperando, junto con un pequenino llamado Apagafuegos y una obrera sin nombre que había enviado la Reina Colmena.
—Jane se está muriendo —dijo Miro—. Tenemos que irnos ya.
No tendrá capacidad suficiente para enviar una nave si esperamo demasiado.
—¿Cómo puedes pedirnos eso cuando sabemos que al morí Jane nunca podremos regresar? —preguntó Quara—. Sólo duraremos lo que tarde en acabarse el oxígeno de esta nave. Unos cuantos meses como mucho, y luego moriremos.
—¿Pero habremos conseguido algo mientras? —dijo Miro—. ¿Nos habremos comunicado con los descoladores, con esos alienígenas que enviaron sondas destructoras de planetas? ¿Los habremos persuadido para que se detengan? ¿Habremos salvado a todas las especies que conocemos, y a miles y millones que no conocemos todavía, de una enfermedad terrible e irresistible? Jane nos ha dado los mejores programas que ha sido capaz de crear, para ayudarnos a hablar con ellos. ¿Es esto lo bastante bueno para ser tu obra maestra, la culminación de tu vida?
Su hermana Ela lo miró, apenada.
—Creía que ya había realizado mi obra maestra cuando creé el virus que frenó la descolada en este mundo.
—Así es —dijo él—. Has hecho suficiente. Pero hay más por hacer y sólo tú puedes hacerlo. Te pido que vengas y mueras conmigo, Ela, porque sin ti mi propia muerte carecería de sentido; porque, sin ti, Val y yo no podremos hacer lo que debe hacerse.
Ni Quara ni Ela se movieron o hablaron.
Miro asintió, se dio la vuelta y entró en la nave. Pero antes de que pudiera cerrar y sellar la puerta, las dos hermanas, cogidas de la cintura, le siguieron silenciosamente al interior.
«Mi padre me dijo una vez
que no hay dioses,
sino sólo la cruel manipulación
de gente malvada
que pretendía que su poder era bueno
y su explotación era amor.
Pero si no hay dioses,
¿por qué estamos tan ansiosos por creer en ellos?
Aunque unos malvados mentirosos
se interpongan entre nosotros y los dioses
y nos impidan verlos,
eso no significa que el brillante halo
que rodea a cada mentiroso
no sean los contornos de un dios,
que espera que encontremos un camino para sortear
la mentira.»
de Los susurros divinos de Han Qing-jao
‹No funciona›, dijo la Reina Colmena.
‹¿Qué otra cosa podemos hacer? —preguntó Humano—. Hemos fabricado la telaraña más fuerte posible. Nos hemos unido a vosotras y entre nosotros más que nunca, de forma que todos temblamos, todos nos estremecemos como si un viento trémulo danzara con nosotros y embelleciera nuestras hojas a la luz del sol; y la luz eres tú y tus hijas, y todo el amor que sentimos por nuestras pequeñas madres y nuestras queridas y mudas madres-árbol se te da a ti, nuestra reina, nuestra hermana, nuestra madre, nuestra más fiel esposa. ¿Cómo no puede ver Jane lo que hemos hecho y querer formar parte de ello?›