Read India mon amour Online

Authors: Dominique Lapierre

India mon amour (18 page)

Pero nadie lo hace.
La Ciudad de la Alegría
se rodará hasta la última escena. Las jornadas perdidas se recuperarán en un estudio. Inspirados por el coraje y la voluntad de los personajes, cuyo combate cotidiano narran las imágenes, el equipo y su realizador irán hasta el fin, superando todos los obstáculos. Su película es, ante todo, un homenaje al espíritu de supervivencia. Para mí quedará como la turbadora traducción cinematográfica de la epopeya de fe y de esperanza que yo había contado con mi corazón.

El mundo entero consagra el triunfo de la película que presento en estreno mundial ante cinco mil entusiastas en el Palacio de Congresos de París. Las donaciones a mi asociación humanitaria afluyen. Puedo soñar con nuevos programas en favor de los más desfavorecidos de mi amada India. Pero muy pronto, la euforia cede su lugar a la pesadilla de reunir cada año el equivalente a un millón de euros, y luego hasta dos millones y medio, para financiar los diferentes proyectos. Un día, Dominique y yo tomamos la difícil decisión de vender nuestra propiedad en Ramatuelle para obtener los recursos necesarios para proseguir nuestra acción. Nuestro sacrificio no es tan difícil cuando pensamos que nos podemos instalar en la casita vecina que habíamos construido para las visitas de nuestros familiares y nuestros amigos. Pero sobre todo también por la calidad de los compradores italianos que hemos tenido la suerte de encontrar. Cristina Mondadori y su marido, Mario Gallini, siempre habían mostrado su compasión por los menos favorecidos. Habían creado en Milán una fundación y abierto un centro de tratamiento y de rehabilitación para niños que padecen minusvalías motrices y cerebrales. En seguida mostraron interés por mi acción humanitaria en la India, y me ofrecieron hacerse cargo de los costes de una de las unidades del Hogar Resurrección, que cuenta con unos cincuenta niños. Este
cottage
lleva hoy el nombre de Benedetta d’Intino, en recuerdo de la niña minusválida que perdió Cristina Mondadori.

Y ya que menciono a nuestros patrocinadores italianos, quiero subrayar el reconocimiento muy especial que siento por Italia. En este país he encontrado más generosidad, más solidaridad, más compasión hacia los sufrimientos de los más pobres que en ningún otro lugar del mundo. Necesitaría un libro entero para enumerar todas las muestras de apoyo que recibo de este pueblo maravilloso. No puedo dejar de citar mi gratitud por la pequeña ciudad de Carmagnola, en el Piamonte, que, por iniciativa del periodista y escritor Renzo Agasso, cada mes organiza en el mercado municipal una venta de prendas de vestir y de objetos en beneficio de la Ciudad de la Alegría. Debo testimoniar también mi reconocimiento infinito por una vecina de Florencia, Michèle Migone, que ha organizado una acción de «padrinazgo a distancia» en favor de los niños de muchos de nuestros hogares. Gracias a Michèle, más de quinientas familias italianas garantizan hoy en día los medicamentos y la educación de estos niños, muchos de los cuales reciben tratamiento contra la lepra. Cada dos años, asistida por el equipo de voluntarios que ha reclutado entre la alta sociedad de Florencia, Michèle Migone organiza además, con el concurso de la princesa Giorgiana Corsini, una gran venta pública de ropa de marca ofrecida por generosas donantes. Esta operación permite asegurar la supervivencia de varias escuelas.

No menos honda es mi gratitud por la generosidad española. No puedo dejar de sentirme conmovido por la solidaridad de Rosario Casanovas, a quien conocí un día en el aeropuerto de Calcuta y que, desde entonces, cada año organiza en su villa de Girona un concurso de
patchwork
cuyos beneficios envía a nuestra asociación. Por la generosidad de Amparo Castañer, profesora en Valencia, que comparte regularmente su salario con los niños minusválidos de nuestra Casa de la Esperanza; por Juan Tapia, empresario de Segovia, que quiso pagar un precio mucho más elevado por un coche de colección que yo quería venderle para garantizar el mantenimiento de uno de nuestros barcos-dispensario; por Jesús Badenes, editor de Barcelona cuyas donaciones nos permiten mantener varias escuelas. Y me conmueve hasta las lágrimas el apoyo regular de Pere Roquet, banquero retirado de Andorra que año tras año nos permite socorrer a los habitantes de las islas del delta del Ganges. Y qué decir de la generosidad de mi sobrino cineasta Carlos Moro, que regularmente viene de España a filmar por su cuenta la epopeya de supervivencia de las poblaciones que mi mujer y yo hemos tomado bajo nuestra protección.

Ningún país ha saludado mi acción humanitaria con tantas distinciones oficiales. La reina doña Sofía en persona me confía en el palacio de la Zarzuela la Gran Cruz de la Orden Civil de la Solidaridad Social. Asimismo he recibido, por el impulso entusiasta del padre Ángel García, presidente de Mensajeros de la Paz, la Orden de la Paz de las Naciones Unidas. La Asamblea de la Ciudad Autónoma de Ceuta, al concederme el Premio Convivencia de la ciudad honró a todos los héroes de mi cruzada humanitaria. En este emocionante concierto de alabanzas, no podría olvidar la magnífica solidaridad que siempre me han demostrado mis editores españoles del Grupo Planeta. Ellos han alentado con el más vibrante de los entusiasmos mis proyectos literarios, como por ejemplo
Era medianoche en Bhopal
, que trata de la terrible catástrofe industrial que golpeó a la India en 1984;
Un arco iris en la noche
, sobre la tragedia del
apartheid
y la epopeya de Nelson Mandela, el liberador de Sudáfrica;
Oh, Jerusalén
, en el que se cuenta el nacimiento del Estado de Israel y los orígenes del conflicto árabe-israelí; y también su reciente iniciativa por crear la Biblioteca Dominique Lapierre, en la que se reúnen los grandes temas de los que tratan mis bestsellers escritos junto a Larry Collins sobre la historia del siglo
XX
, como
¿Arde París?
, el relato del milagro que salvó París al final de la segunda guerra mundial;
… O llevarás luto por mí
, sobre la guerra civil española y el nacimiento de una nueva España;
Esta noche, la libertad
, sobre el proceso de independencia de la India y Pakistán, y
El quinto jinete
, acerca de Gadafi y el terrorismo nuclear. Estos títulos, hoy reunidos en una prestigiosa colección, la mayor parte de ellos ilustrados con numerosas fotografías, constituyen un soberbio homenaje editorial a la pasión por la gran historia que Larry Collins y yo mismo hemos demostrado en nuestros libros. Que mis editores y amigos Jesús Badenes, Carlos Revés, Berta Noy, Maria Guitart, Laura Franch y Paco Barrera reciban, pues, mi más sincero y digno reconocimiento. Que sepan también que les agradezco muchísimo el apoyo incondicional que siguen ofreciendo a la cruzada humanitaria que alarga mis aventuras literarias después de treinta años. Su generosidad e inspiración me aportan las vitaminas que necesito para seguir mi obra como escritor y mi misión como humanista al servicio de aquellos que la Madre Teresa llamó «los pobres de Dios».

Pese a todo, tras el balance de éxitos de nuestras acciones de solidaridad se ocultan algunas decepciones, algunos fracasos y mucho sufrimiento. Ayudar no es cosa fácil. El envío de un cheque es un gesto infinitesimal en comparación con el seguimiento que implica este apoyo financiero. No basta con enviar dinero, es preciso garantizar el control y la transparencia de su empleo. La asociación Acción por los Niños de los Leprosos de Calcuta, que fundé en 1982 con mi mujer después de conocer a James Stevens, funciona sin ningún colaborador asalariado. Lo mismo sucede con asociaciones «filiales» que permiten a nuestros amigos donantes exenciones fiscales en Estados Unidos, en Italia, en Inglaterra y en la India. Dominique y yo asumimos personalmente todos los gastos de gestión, burocráticos y de transportes a fin de que mis derechos de autor y las donaciones de los lectores lleguen íntegramente a sus destinatarios. Desde hace cerca de treinta años, este deseo de eficacia absoluta moviliza más de la mitad de mi tiempo. Mi notoriedad en la India me permite obtener entre los bancos locales tasas de cambio preferentes en nuestras transferencias de fondos, lo cual a veces me ofrece los medios para construir una escuela de más o acoger a más niños en un hogar.

Y cuando voy a cambiar dinero líquido a una oficina de cambio, siempre es con la esperanza de obtener unas rupias de más por cada dólar. Para ablandar a los encargados del mostrador, no dudo en enseñarles algunas fotos de niños de nuestros hogares, o algunas imágenes de las miserias que aliviamos. En general esto basta para hacer pasar la tasa de un dólar de sesenta a sesenta y dos, sesenta y tres e incluso sesenta y cuatro rupias. ¡Pero cuántos resfriados me han costado estas proezas! Porque cuando descubren que la persona que tienen enfrente es «Dominique Lapierre, el célebre autor de
Esta noche, la libertad
y de
La Ciudad de la Alegría
», al empleado le suele embargar tal entusiasmo que en seguida me lleva al despacho de su superior. Un corto viaje que me permite pasar de los cuarenta grados de temperatura ambiente de la ventanilla exterior a los veinte o veintidós grados del despacho de su superior, refrigerado por un potente sistema de aire acondicionado. Y si por casualidad, al titular de este despacho, vista mi «inmensa notoriedad», se le ocurre presentarme al director de su agencia, entonces lo que me encuentro es una temperatura polar de apenas diez grados que me congela allí mismo a causa de la presencia de un segundo aparato de aire acondicionado. Para protegerme de estos cambios tan bruscos, mi querida Dominique nunca deja de ir equipada, en plena canícula de Calcuta, con una colección de chaquetitas, bufandas y gorros de lana por si el director de un banco me arrastra hasta su oficina para ofrecerme su mejor tasa de cambio.

De todos modos, estos éxitos nos dejan desarmados ante las extremas y numerosas situaciones particulares que prevalecen en esta región del mundo, perpetuamente afectada por calamidades climáticas. No pasa ningún año sin que los ciclones o las inundaciones destruyan edificios en los pueblos en los que se encuentran nuestras escuelas, nuestros refugios, nuestros dispensarios. En septiembre de 2005, las crecidas catastróficas del río Damodar arrasaron en pocas horas varios establecimientos escolares de los que estábamos particularmente orgullosos, ya que los habíamos construido a pesar de la hostilidad de empresarios mafiosos que empleaban en sus talleres de trabajos forzados a los niños que queríamos escolarizar. Mi queridísima India me enseña una vez más que las peores catástrofes pueden ser generadoras de las más hermosas resurrecciones. Una noche en la que charlamos de esta desgracia con mi viejo amigo Hubert de Givenchy, nos hace un regalo para atenuar nuestra pena. «He conservado el vestido negro que le diseñé a Audrey Hepburn para la película
Desayuno con diamantes
—nos dice—. Os permitirá reconstruir una o dos escuelas.»

Bendito seas, querido Hubert, cuya maravillosa generosidad, sumada a la de todos nuestros fieles amigos donantes, nos permitirá arrancar de las garras de los explotadores a centenares de niños condenados a una muerte prematura.

Aquella noche, Dominique se lleva en sus brazos la prenda de Audrey Hepburn con tantas precauciones como si se tratara del Santo Sacramento. Al día siguiente llevamos la preciosa reliquia a Christie’s. Cada año, la célebre casa organiza una subasta consagrada a los vestidos y objetos que pertenecieron a estrellas del mundo del espectáculo y del cine. Christie’s nos promete que la subasta de la famosa prenda se conocerá en todas las partes del mundo en las que haya museos de la indumentaria o coleccionistas susceptibles de interesarse en ella. Y el martes 5 de diciembre de 2006 se produce el milagro. El vestido icono de
Desayuno con diamantes
es adjudicado en Londres… ¡por cuatrocientas diez mil libras esterlinas, es decir, seiscientos ocho mil euros! Un récord absoluto para este tipo de objeto. Creo que mi corazón se va a parar ante el anuncio de la última puja presentada al teléfono por un comprador anónimo. No sólo vamos a poder reconstruir las tres escuelas. Vamos a arrancar de la ignorancia y de la esclavitud a centenares de niños más, gracias a ocho nuevos establecimientos escolares.

El día en que inauguro la primera de estas escuelas ante los miles de niños de una zona muy pobre y muy alejada de Calcuta, tomo como testigo a la mítica actriz que consagró la última parte de su vida a aliviar los sufrimientos de los niños de África y de Asia. «Estés donde estés, querida Audrey —exclamo, levantando los brazos hacia el cielo—, todos los niños de la India te lo agradecen.» Un huracán de hurras saluda estas palabras, al que sigue un homenaje extraordinario a lo largo de las carreteras de la campiña bengalí, con la aparición de inmensos pósters que muestran a la actriz con su vestido negro, acompañada de estas palabras
«We love you, Audrey, Thank you»
.

Other books

Penny by Borland, Hal;
Forgotten Boxes by Becki Willis
Eden by Candice Fox
Soul Kiss by Jacobs, Scarlett, Plakcy, Neil S.