Jugando con fuego (4 page)

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Authors: Khaló Alí

Tags: #Humor, #Romántico, #Erótico

Voy al baño y me paro de pie en uno de los múltiples meaderos que cuelgan de la pared. Hay como diez ahí apostados. Nada más sacarme el rabo se coloca a mi lado un tío. Nos miramos y su vista se pierde en mi cipote. Con la misma fuerza que sale mi chorro disparado empieza a crecer el miembro del que observa. Me gusta ver cómo se empalma. Cuando la tiene dura y firme empieza a meneársela. Eso me pone bastante berraco, tanto, que empiezo a notar ese cosquilleo que va desde los huevos al rabo cuando te está creciendo, así que termino rápido de mear porque imagino lo que va a pasar a continuación. Cuando acabo, mi manguera está tan dura y firme como la suya. Él la agarra sin permiso y empieza a moverla. Sus ojos rojos me miran mientras se muerde el labio. Me hace un gesto para que nos metamos en uno de los retretes con puerta. Le hago caso.

El olor tira un poco para atrás pero estamos tan cachondos que no nos importa. El individuo se arrodilla, sin importarle la poca pulcritud del suelo en este tipo de lugares y comienza a chuparme el nabo como si le fuese la vida en ello. Se la traga entera, tanto que le lagrimean los ojos, que los tiene rojos como de colocón. Le da una arcada. Se saca el rabo y vuelve a chuparla con la misma intensidad. Creo que me va a arrancar el glande y se lo va a tragar, vaya forma de chupar. En su bolsillo un bote de
poppers
. Me ofrece y acepto. Siento cómo, al inhalar, la droga recorre todo mi cuerpo hasta acabar en mi verga, que la pone mucho más dura. Se la saco de la boca y empiezo a pegarle con ella en la cara. Saca la lengua y le doy golpecitos con mi rabo. Aquella butifarra de medio kilo que está siendo devorada por aquel desconocido le agrede violentamente en la cara. Él parece disfrutarlo muchísimo.

Garganta profunda vuelve a inhalar poppers
. Vuelve a ofrecer, pero esta vez le digo que no. Se pone de pie y me ofrece su culo, abriéndoselo con sus propias manos. Le paso la mano por los cachetes, por el ojete. Le meto un dedo, de golpe. Él gime, tal vez no se lo esperaba, que se joda. Al fin y al cabo eso es lo que va buscando, que alguien se lo joda. El dedo ha entrado sin mucha resistencia. Se lo saco y le meto dos, los más largos. El muy maricón tiene convulsiones. Se retuerce y pide más. Me encanta cuando tengo a mi
partenaire
en ese estado. En este momento está tan cachondo que podría hacerle lo que quisiese y no diría que no. Hay un momento en el que se alcanza tal grado de calentura que no puedes parar, al contrario, sólo quieres que vaya a más, todo el rato. Ahora tengo tres dedos dentro de su cuerpo. Su culo se abre para que yo lo reconozca. Acaricio sus paredes internas, muy suave. El tío grita, así que le meto un cuarto dedo. Tengo los cuatro dedos dentro de su culo, sólo me falta el pulgar y el hijo de puta no ha necesitado ni lubricante. Mientras mi mano se lo folla él no para de pajearse. Le saco la mano y cuando se gira para mirar qué ocurre le pregunto si quiere que me lo folle. Asiente con su mirada y busco un condón en los vaqueros. ¡Mierda! No tengo ninguno.

–Vamos, métemela. ¿A qué esperas?

–No tengo condones.

–No me jodas.

–¿No tienes?

–No.

–Pues…

–Métela.

–¿Qué?

–Qué me folles, estoy limpio tío.

–Sin condón no.

–Venga no seas cabrón, no puedes dejarme así.

–Claro que puedo.

Me subo los pantalones y me largo de allí dejándolo con el culo en pompa y la cara a cuadros. Has perdido el control, has perdido el morbo. La gente en este tipo de antros es muy irresponsable.

Mi pequeño amigo sigue duro y con ganas de fiesta, tanto que me aprieta dentro de los vaqueros y no consigo abrocharme todos los botones. No llevo ropa interior, nunca llevo, me parece muy morboso, sobre todo desde que lo vi en la película
Soñadores
. Entro en la zona de cabinas y me pierdo por los laberintos. Manos anónimas me soban, me tocan el culo, el paquete, intentan que no me marche. No hay mucha luz, una leve penumbra habita en la sala dejando sólo intuir en vez de ver. Esta leve luz siempre favorece a todo el mundo, entre otras cosas porque las miserias de cada uno a oscuras son invisibles. En la oscuridad podemos jugar a ser quien nosotros queramos, sólo la luz vendrá a quitarnos esa sucia máscara. Estoy seguro de que más de uno se ha follado a alguien en estas condiciones que a plena luz del día no lo habría hecho ni por todo el oro del mundo. Es lo que tiene visitar los cuartos oscuros, hay que ser muy cuidadoso.

En la sala de cine dos tíos se la chupan a uno que está allí medio tumbado. En la esquina un viejo los mira mientras se pajea. La gente pasa a su lado, nadie se inmuta. Todo es tan sórdido como natural. Los cuerpos desnudos son el escaparate del deseo, las pollas duras sus habitantes.

Las miradas en estos lugares dan un poco de miedo. Es una mezcla entre deseo y despecho. Follo contigo porque tal vez antes alguien me ha dicho que no. Siempre hay un segundo plato y todos acabamos siéndolo. Muchas caras conocidas en este tipo de lugares, demasiadas. Por eso me gusta la oscuridad y el tenebrismo, porque allí nadie es testigo de nada. El sentido de la vista se anula y el resto se agudiza. El ojo del culo es el único que todo lo ve y todo lo siente. La gente sólo busca un hueco donde encajarla. En este tipo de tugurios no somos un nombre, ni un número, ni una persona… Somos un rabo y un culo donde vaciarla.

Me siento en el cuarto oscuro y veo cómo las luces empiezan a aproximarse. No a mí sino a la sala. Cualquier cosa es válida, móviles, relojes, linternitas… Cualquier cosa que te permita ver la cara de la persona con la que vas a enrollarte. Cualquier cosa para poder elegir.

Un chico joven se coloca de pie a mi lado, se desabrocha el pantalón y se saca el nardo. Las luces que se mantienen en la cercana lejanía me permiten vislumbrar aquel manjar de los dioses. Me encantan las sorpresas y más las de ese tipo, así que me la meto en la boca sin rechistar. Jugueteo con mi lengua y noto cómo poco a poco va creciendo dentro de mi cavidad oral. Me la trago entera y siento cómo aquel pedazo de carne se despereza dentro de mi garganta mientras mi lengua le sigue regalando todo tipo de caricias. Con una mano le agarro los cojones, pero son pequeños. Los tiene pegados al culo, como de perro. Me gustan las pelotas que caen, éstas no me gustan. Sigo chupando sin poner muchas pegas. El arma de aquel niñato está ya en su máximo esplendor y sigue entrando y saliendo de mi boca al son que marco. Hago chupadas cortas y chupadas largas, me gusta cambiar el ritmo. Con los dientes doy pequeños y muy suaves mordisquitos en el glande y en todo el tronco. Luego vuelta a empezar y me la encajo de nuevo en la garganta. La respiración del chico se acelera, de su boca entreabierta comienzan a escaparse gemidos y noto cómo su polla se endurece aún más. Va a correrse, la saco de mi boca y la meneo con mi mano. Un grito de placer ilumina la sala y los restos de su leche se derraman en mis dedos. No ha estado mal, me gusta chupar, aunque yo sigo caliente. Me limpio como puedo y busco otra víctima.

Estoy sudando, me paso una mano por la frente para retirarme el sudor y al hacerlo me llega un aroma a culo usado que proviene de mis dedos. Decido ir al baño a lavarme un poco. Intento salir de aquel cuarto oscuro pero son tantas las manos, bocas, culos y berenjenas que habitan la noche que me lo ponen muy difícil. Mi pantalón está desabrochado y bajado hasta los tobillos. Enganchados a mi arpón, dos pequeños peces. «Pezqueñines, no gracias, hay que dejarlos crecer». Me guardo el rabo y salgo de allí.

Una vez en el baño me echo agua por la cara. Mientras me enjabono las manos veo reflejado en el cristal de espaldas a mí a un osazo que me vuelve medio loco. Es un tío muy grande, más que yo. Tal vez mida uno noventa o así, le sobran algunos kilos pero lejos de verse flácido se ve fuerte, se ve prieto. Me encantan los tíos tan grandotes. Tengo ganas de follármelo. Me pongo a su lado en los meaderos y la cosa funciona. Me presta atención nada más colocarme. Sus ojos parece que van a salirle de las órbitas mientras me desabrocho muy despacio los botones de los vaqueros. Meto la mano en ellos y saco toda la carne de la que dispongo, que en este momento comienza a estar en un tamaño bastante aceptable.

–¡Joder!, vaya rabo que tienes cabrón –me dice mientras pasa su lengua por los labios.

–¿Te gusta? –le pregunto vicioso.

–Me encanta.

–¿La quieres?

–Sígueme –me dice el oso.

De nuevo en los retretes empezamos a morrearnos. Le meto la lengua hasta la campanilla y me encantaría poder sacársela por la nuca. No sé por qué cojones este cabrón me ha puesto tan salvaje, pero la verdad es que me ha hecho sacar mis más ocultos instintos animales. Le arranco los pantalones y los bajo violentamente. Le doy la vuelta y le clavo la lengua en el culo. Quiero saborear ese culo gordo y peludo que tiene el oso. Al principio está un poco tenso, no sé si porque le asusta mi actitud o porque no le apetecía mucho realmente, pero poco a poco empieza a entrar en el juego. Su cadera se contonea permitiendo que mi lengua entre y salga más fácilmente de él. Su recto es una delicia. Huele bien y sabe mejor, no puedo esperar más, quiero clavársela. Me pongo un condón que me da el tío y se la clavo de golpe. No porque yo sea un bruto, que también, sino porque se lo he lubricado tanto con mi saliva que mi enorme polla no encuentra resistencia. Entra entera, hasta las pelotas. El gordo ahoga sus gritos mordiéndose un puño. Con la otra mano apoyada en mi culo me obliga a que no pare de clavársela. Comienzo un mete-saca pausado. Aunque haya entrado bien no quiero provocarle ningún desgarro. Lo hago despacio para que su esfínter se acostumbre al inquilino que tiene ahora alojado. Cuando considero que ya lo ha hecho le empujo la espalda para que baje un poco más y le subo el culo. Le saco la polla casi entera y cuando puedo ver mi glande la vuelvo a meter con toda la fuerza que consigo reunir en ese momento. A partir de ahí, el mete-saca se convierte en algo rápido, violento, morboso. Mis huevos pegan con los suyos, a cada embestida suena como si alguien diese una leve palmada, es el choque de los cuerpos. Con una de mis manos lo agarro del michelín lateral que le sobresale y con la otra me pego pequeños tironcitos del
piercing
, pero muy pequeños. Llevo un rato follándome al tío en el baño cuando empieza a gritar que se va a correr. Dejo mi pezón tranquilo y con la mano lo agarro del otro lateral. Las embestidas son más y más fuertes, tanto que siento que parte de mí va a entrar dentro de ese culo junto con mi polla. Estoy tan caliente y mi nabo tan duro… El culo de este cabrón no debe de estar muy acostumbrado a estas folladas porque, a pesar del rato que llevo dándole, sigue estrechito y prieto. Me encanta su culo, lo adoro. Es como una succionadora que arrastra mi aparato a lo más profundo e íntimo de su ser. Mi leche empieza a salir a borbotones de mis pelotas, casi llega a la punta de mi rabo cuando se la saco, me quito el condón de un tirón y masturbándome me corro en su espalda. Es increíble la fuerza con la que salpica mi lefa sobre su piel. Se la inundo, lo baño de mí… Cuando me agacho a subirme los vaqueros veo en las condiciones que se ha quedado su ojete. Sigue abierto, mucho. Rojo, muy rojo. «Algo me dice que mañana no podrás sentarte» –pienso. El osazo que también se ha corrido me pide el número de teléfono, pero le doy uno falso. El hecho de que hoy hayamos follado de puta madre no significa que mañana lo volvamos a hacer. Tal vez soy un estúpido, pero no quiero ningún tipo de compromiso.

–Ha sido un buen polvo –le digo, y tras darle un pico me marcho de allí.

En la cola para recoger la chaqueta me doy cuenta lo tarde que se me ha hecho, mañana tengo que madrugar para ir al entierro del chico que encontramos muerto esta mañana. Algo me dice que este caso no ha terminado.

–Vaya, ¿dónde te has metido? –escucho que me dice alguien que está justo detrás de mí.

–Ah eres tú –le digo al chico que resulta ser el que quería invitarme a una copa en la barra.

–¿Decepcionado?

–En absoluto.

–Te he estado buscando.

–¿Y eso?

–Digamos que tenía curiosidad por saber qué era ese bulto que se apreciaba en tu entrepierna.

–Ja, ja, ja…

–¿De qué te ríes?

–De nada, perdona –le sugiero.

–¿Entonces?

–¿Qué?

–¿Te vienes a mi casa?

–Me temo que no.

–¡Qué lástima! –exclama.

–Créeme que en otras condiciones no me lo pensaría dos veces.

–¿Y eso? –pregunta extrañado.

–Digamos que yo también quiero descubrir qué se esconde bajo ese chándal –le digo mientras le cojo el paquete…

–¿Entonces?

–Mañana tengo mucho curro. Otra vez será.

Salimos a la calle y a pesar de su mucha insistencia consigo despedirme de él, no sin antes sobarle un poco el paquetón y ponérselo bien duro. Esa polla promete, así que me hago una nota mental donde me apunto que el próximo día que me lo encuentre no se escapa. Soy bastante hijo de puta y un poco calienta pollas, porque le he dejado que se fuese a su casa empalmado cuando no me costaba nada chupársela en cualquier esquina y hacer que se corriese, pero así la próxima vez que le vea tengo un polvo asegurado. No me gusta dejar las cosas a medias.

CAPÍTULO CUATRO: JUAN ERNESTO ARTUÑEDO

«Joder, es que todos los escritores sois igual.

¿Cómo?

Pues un ratito bien,

pero luego os volvéis insoportables,

cansinos a más no poder».

El último baile

«Me pongo de pie.

Bajo piratas y calzoncillos.

La coge con una mano y se la lleva a la boca.

Con la otra se toca. La saca.

Se recuesta en el sofá de rodillas

bocabajo con el culo en pompa.

Bajo pantalones y calzoncillos y me lo follo.

Me pide más. Pongo la cabeza entre sus piernas y la introduce en mi boca.

Le meto el pulgar por detrás.

Se mueve. No puedo respirar.

Aguanto hasta que se corre.

Mi boca llena de semen. Trago.

Salgo de sus piernas.

Me tumbo a su lado. Respiramos».

Peluche

«–Y te jode ¿no?


¿El qué?


Que no depende de ti

la imagen que otros tienen de ti.


Tal vez.


Eso es muy egoísta por tu parte.


¿Por qué me dices eso?


Porque los demás también

tienen derecho a opinar, a decidir.


¿Y por qué no les gusto?


La pregunta no es esa, la pregunta

es por qué te importa tanto no gustar».

Cazador

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