La bóveda del tiempo (28 page)

Read La bóveda del tiempo Online

Authors: Brian W. Aldiss

Tags: #Ciencia-ficción, #Relatos

—Sabemos eso… —comenzó el Más Alto.

—Sí, lo
sabéis
todo: ¡pero hay que comprender! Pensad en vuestra galaxia. ¿Qué edad tiene? No lo sabéis con exactitud, pero sabéis que su edad es increíblemente grande. Lo cierto es que se está consumiendo, como todas las cosas se consumen llegado su momento. Preguntaos: ¿de qué están hechas todas las cosas? Una especie de energía que chisporrotea y se convierte en materia en forma de protones y neutrones. Esa clase de energía, desde el comienzo del tiempo, ha estado en funcionamiento, en continuo autoconsumo: y, por supuesto, toda materia compuesta por esa energía se autoconsume. Las inmensas baterías mágicas de esta galaxia están perdiendo su ritmo: de modo que todos los protones y neutrones han de perder su polaridad. Esos ladrillos básicos de que todo está construido están ya casi literalmente carcomidos: el peso soportado ha sido tan grande y tan prolongado que difícilmente podrán seguir aguantando mucho tiempo. El acero ya no posee la dureza que en un tiempo tuvo el papel, la madera es como agua.

El Almidonado interrumpió.

—¡Intentas engañarnos! —te dijo con voz temblorosa—. Sólo

puedes taladrar el mármol con el dedo, asimilar venenos, y salir indemne frente a espada y los bombardeos. ¡Que tenemos que morir! ¿Nos tomas por locos?

—No —replicaste—. Tenéis que morir, tal como has dicho. Estáis compuestos de núcleos tan agotados como los núcleos de todos los objetos; por esa razón no habéis detectado el proceso de vuestra propia debilitación. Mi resistencia a todo cuanto podáis presentarme radica sólo en el hecho de que la materia de la que estoy forjado es nueva. Soy el único factor de refresco en el interior de una galaxia agotada.

Te detuviste y te dirigiste al Más Alto. Éste se había puesto muy pálido y se balanceaba sobre los talones. Pero pudo recuperarse virilmente y dijo:

—Quisiera llamar a mis ministros; habrán estado escuchando a través de micrófonos… —dudó, y luego prosiguió en son de chanza—… la entrevista que hemos sostenido. Pero, si lo que has dicho es cierto, nada eficiente podremos hacer. Nosotros… estamos desapareciendo totalmente… convirtiéndonos gradualmente en sombra…

Se reanimó y dijo:

—Ese monstruo que liberamos al espacio, ¿he de suponer que sólo ha servido para acelerar el proceso de extinción?

—Sí. La fábrica está desgarrada; el boquete se ensancha hasta abarcar la galaxia entera.

El Más Alto cerró los ojos, como si en las tinieblas pudiera atrapar mejor la situación. Permaneciendo de aquel modo, parecía casi gracioso, pero, cuando de nuevo alzó los párpados, su mirada permanecía fija sobre ti con la atención de un pájaro.

—Muy bien. Nuestros venenos no pueden afectarte —dijo—. Sin embargo, te las arreglas para vivir entre nosotros. ¿Cómo es que te alimenta nuestra comida?

—Posees una inteligencia lo bastante aguda como para responder esa pregunta —le dijiste—. Me traje conmigo mi propio suministro de calorías cuando abandoné mi mundo. No era un novato. Hasta tuve que traerme oxígeno concentrado.

Explicaste entonces al Más Alto los efectos que tu atmósfera sin viciar habían provocado en el Gritador, el vendedor de bobinas, que había quedado fulminado como por radiaciones invisibles. Y contaste lo provechosa que había resultado la biblioteca de microbobinas del Gritador.

—Eres bastante oportunista —dijo el Más Alto—. Mis felicitaciones.

Se pellizcó un labio y por un momento pareció confuso.

—¿Puedes dedicarme todavía un momento? ¿Puedes acompañarme? Los caballeros nos perdonarán; que les sea entregada una nave y que regresen a Owlenj o a donde quieran, si es que lo consideran más conveniente. Lo dejo enteramente en sus manos, señores. Ya no gozáis de ninguna importancia. Mis guardias no os molestarán.

En sus maneras había cambiado algo sutil. Te hizo una seña delicada y se dirigió a una puerta trasera. ¿Qué hiciste? Lanzaste una postrera mirada por encima del hombro al desolado grupo cuya función en la vida se había desvanecido abruptamente, dirigiste al Tuerto un saludo cómico y seguiste al Más Alto más allá de la puerta, cerrándola tras de ti.

El Más Alto echó a andar con rapidez por un pasillo. Abrió otra puerta y salisteis a una galería que daba panorámicamente a la orgullosa ciudad de Nunión. Soplaba un frío viento crepuscular, las nubes ocultaban el sol poniente. El inmenso panorama de avenidas y ríos estaba extrañamente desierto desde las distantes espirales de Ap-Cleema hasta el asfalto de la Gran Vía del Bósforo.

—¿Cuánto habría durado el agotamiento si no lo hubiésemos acelerado por nuestra cuenta? —preguntó el Más Alto como por casualidad, inclinándose sobre la barandilla y mirando hacia abajo.

—Tal vez habría ido empeorando durante siglos —dijiste—. Pero pudo haber proseguido por algunos siglos más…

Te detuviste, temeroso de causar más daño. Casi sentías cierta ternura por él, y también por todos los hombres, por todas las miríadas de criaturas, ya hicieran trampas o jugaran limpio, amaran u odiasen. Todas sus locuras y limitaciones estaban perdonadas: eran mecanismos primitivos surgiendo de la oscuridad que les prestaba sabor.

El Más Alto aspiró una profunda bocanada de aire del ocaso.

—¡Me gustaría que acabase
ahora
! Es el bien, el fin…

De nuevo llenó sus pulmones de viento nocturno.

—Y por vez primera… ¡no me siento hastiado! He vivido demasiado para la corte.

Lanzó una risa temblorosa.

—Y tú gozas de un puesto destacado, amigo mío. Será una hermosa visión para ti el vernos disolvernos como azúcar en un líquido fuerte. Tienes que volver, no obstante, antes de que nuestras naves se desintegren. No podrán llevarte muy lejos. Trata esas baratijas con cuidado o las romperás.

—Me las arreglaré —dijiste—. ¿Oíste hablar alguna vez de las tres naves indescriptibles descubiertas en las primicias de la Época de Longevidad: las Reliquias Kakaka-kaxo-Popraca-Luna, como las llamaban las microbobinas? Al final, sus orígenes han demostrado un misterio. Ahora siento que debo regresar mi chispa vital a mi galaxia, quizá de la misma manera que aquellas naves os trajeron la chispa vital de los orígenes.

El Más Alto, por un momento sin habla, negó con la cabeza.

Asentiste con amabilidad.

—No olvides que todos deben enterarse de lo que esta ocurriendo. Desde mi punto de vista es necesario.

—No lo olvidaré.

Se volvió y te dio la cara.

—Aún no estoy seguro del impulso que te trajo. ¿Una especie de nostalgia? ¿Mera curiosidad? ¿Quizás un deseo de divertirte? ¿O de sentir piedad? ¿Cuál es tu sentimiento respecto a… nosotros, pobres sombras?

¿Y qué inesperada fragilidad agitaron sus palabras en tu garganta? ¿Por qué apartaste el rostro para que el otro no pudiera ver tus ojos?

—Quería que el hombre fuera consciente de lo que iba a sucederle —dijiste al cabo—. Al menos era algo que le correspondía saber. Yo… nosotros se lo debíamos al hombre. Vosotros sois… nuestros padres. Nosotros somos vuestros herederos…

Te rozó cariñosamente y preguntó con voz firme:

—¿Qué quieres que diga exactamente a la población de la galaxia?

Te volviste para mirar una ciudad todavía sembrada de luces y luego alzaste los ojos para contemplar el cielo del anochecer. Ni siquiera en tu interior encontraste sosiego.

—Diles solamente lo que es la galaxia —dijiste—. No suavices la imagen. Son valientes y sabrán afrontar los hechos. Explícales que la galaxia no es más que un gigantesco laboratorio para los experimentos ciegos de la naturaleza. Explícales lo que las pequeñas vidas individuales significan en los laboratorios. Diles que el laboratorio instalado aquí está clausurando sus funciones. Uno más nuevo y con equipo más moderno está abriendo sus puertas justo al otro lado de la calle.

—Así lo diré —dijo el Más Alto. Su rostro era ya una sombra confundida entre las sombras. La noche caía sobre la ciudad anciana.

Nosotros, que os hemos reemplazado, recordamos ahora estas escenas en vuestro honor, pues en otro tiempo fuistes hombres honrados.
Requiéscat in pace
.

FIN

Notas

{1}
Hallazgo, ocurrencia En francés en el original

{2}
Abr De
confer
, “compárese con”

{3}
"Forma" en alemán.

{4}
Este personaje cambia las eses por zetas.

{5}
Pinchos.

{6}
Púas.

{7}
Objetos dentados para repostería.

{8}
Como el lector ya habrá imaginado, Perdita significa (en latín, por cierto) "perdida", "depravada", "corrompida", etc.

{9}
9 Juego de palabras entre
club
y
club-foot
, este último "pie-varo".

{10}
Más arriba este mismo personaje ha sido bautizado como
Cheezer
, que suena igual que
cheeser
"quesero";
squeezer
es "exprimidor" Ambas palabras pretenden rimar con el Caesar ya sacado a colación Hemos respetado la forma sajona de César por ser idéntica a la latina y jugar un papel en el dudoso retruécano de páginas atrás.

{11}
Juego de palabras intraducible:
cinema vied with sinema. Sin
= pecado.

Other books

Son of Fletch by Gregory McDonald
Vampirates 6: Immortal War by Somper, Justin
Longing: Club Inferno by Jamie K. Schmidt
Demon Within by Nicholls, Julie
The Drowning Man by Margaret Coel
Samantha Holt (Highland Fae Chronicles) by To Dream of a Highlander
Death on the Pont Noir by Adrian Magson
Getting Away Is Deadly by Rosett, Sara