La búsqueda del dragón (35 page)

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Authors: Anne McCaffrey

—Tú no puedes venir, cariño —le dijo F'lar a Lessa, confundido al ver que ella le estaba siguiendo al exterior, hacía Mnementh. Lessa podría manejar a Mardra. Tenía que hacerlo. F'lar no podía estar en todas partes al mismo tiempo

—No te dejaré marchar hasta que te haya aplicado el ungüento de adormidera —Lessa le miró tan ceñudamente como le había mirado Mardra, y hurgó de nuevo en su cinturón—. No resistirías sin el ungüento. Y Mnementh no te llevará hasta que te lo haya aplicado.

F'lar miró a Lessa, vio el gran ojo de Mnementh resplandeciendo en dirección a él, y supo que Lessa no claudicaría.

—Pero... él no... —tartamudeó.

—¡Oh! ¿Eso crees? —dijo Lessa, que ya había deshebillado el cinturón. F'lar resopló al notar el frío del ungüento sobre los ardientes labios de la herida—. No puedo impedir que vayas. Tienes que hacerlo, lo sé. Pero puedo impedir que te mates a ti mismo con semejantes heroicidades. —F'lar oyó algo que era rasgado, y vio a Lessa convirtiendo en tiras una manga de su vestido nuevo—. Bueno, supongo que tienen razón los que dicen que el color verde trae mala suerte; desde luego, tú no volverás a llevarlo.

Vendó rápidamente la herida, sobre la cual ya estaba ejerciendo su efecto el ungüento de adormidera. Ajustando hábilmente la túnica, Lessa apretó el cinturón de modo que sujetara los improvisados vendajes.

—Ahora puedes marcharte. Acaba con las Hebras y regresa en seguida. Yo desempeñaré mi papel aquí. —Lessa dio un apretón final a la mano de F'lar, se recogió la falda y se alejó apresuradamente, rampa arriba, como si estuviera demasiado ocupada para verle marchar.

Lessa está preocupada. Y es orgullosa. Vámonos
.

Mientras Mnementh remontaba el vuelo con su habitual elegancia, F'lar oyó resonar una música, guitarras acompañando a un coro desafinado. Era muy propio del Arpista tener la música adecuada para esta ocasión, pensó.

Tambor redobla y flautista sopla.

Arpista toca y soldado marcha.

Libera la llama y quema las hierbas

Hasta que haya pasado la Estrella Roja.

Una rara coincidencia, pensó F'lar, cuatro horas después, mientras Mnementh y él regresaban a Telgar con los escuadrones desde Igen: hacía siete Revoluciones, cuando reunió a los Weyrs para luchar contra la segunda Caída de Hebras, el hecho se había producido también encima de Telgar.

Suspiró con sincero pesar al recordar aquel día triunfal, cuando los seis Weyrs habían estado sólidamente de acuerdo. Y, sin embargo, el duelo de hoy en el Fuerte de Telgar había sido tan inevitable como el vuelo de Lessa hacia el pasado para traer a los Antiguos. Existía una sutil simetría, un equilibrio de bueno y malo, una fatal compensación. (Le dolía el costado. Reprimió el dolor y la fatiga. Mnementh los captaría, y luego él los captaría de Lessa. Resultaba agradable que un dragón se interesara por el estado físico de su jinete. Pero los efectos de aquel medio tarro de ungüento de adormidera que Lessa le había aplicado se estaban desvaneciendo). Contempló cómo los escuadrones volaban en círculo para tomar tierra. Todos los caballeros habían regresado sin novedad a Telgar.

De modo que muchas cosas iban a volver a su punto de partida: desde los lagartos de fuego hasta los dragones, un círculo incluyendo quién sabe cuantos millares de Revoluciones, hasta el círculo interior de los Weyrs Antiguos y el resurgimiento de Benden.

Esperaba que T'ron estuviera vivo; no deseaba tener aquella muerte sobre su conciencia. Aunque podría ser preferible que T'ron... Se negó a considerar aquella posibilidad, a pesar de saber que evitaría otro problema. Y, no obstante, si podían caer Hebras en el continente Meridional para ser devoradas por aquellos gusanos...

Deseaba muchísimo ver aquel aparato para mirar a distancia que T'ron había descubierto. Gruñó, mentalmente aturdido. ¡Fandarel! ¿Cómo podría enfrentarse con él? Aquel aparato para escribir a distancia había funcionado. Había transmitido un mensaje crucial... ¡con más rapidez que las alas de un dragón! No podía culparse al Herrero por el hecho de que su finísimo alambre pudiera ser seccionado por las cálidas Hebras. Indudablemente, Fandarel resolvería aquel problema de un modo eficaz... a menos de que renunciara a la idea, agobiado por las ofensas que habrían de culminar con la presentación de un aparato para mirar a distancia en perfecto estado de funcionamiento. De todos los problemas que indudablemente le aguardaban, el que más temía eran los reproches de Fandarel.

Debajo, los dragoneros irrumpían en el Patio iluminado por centenares de lámparas, para ser acogidos y absorbidos por la multitud de invitados. E1 aroma de carnes asadas y sabrosas verduras se elevaba hasta él en el aire nocturno, recordándole que el hambre deprime el ánimo de cualquier hombre. Podía oír risas, gritos, música. ¡El día de la boda del Señor Asgenar no sería olvidado nunca!

¡Aquel Asgenar! Aliado de Larad, hijo adoptivo de Corman, su ayuda sería inestimable para llevar a cabo lo que F'lar creía que debía hacerse entre los Señores de los Fuertes.

Entonces localizó a la diminuta figura junto al Portal. ¡Lessa! Ordenó a Mnementh que tomara tierra.

Ya era hora
, gruñó el bronce.

F'lar palmeó su cuello cariñosamente. E1 animal había sabido perfectamente por qué habían estado planeando. Un hombre necesitaba unos cuantos minutos para digerir un caos y restablecer el orden en sus pensamientos antes de sumergirse en otras confusiones.

Mnementh asintió mientras descendía con increíble suavidad. Giró su cuello, y sus grandes ojos contemplaron afectuosamente a su jinete.

—¡No te preocupes por mí, Mnementh! —murmuró F'lar con gratitud y cariño, acariciando el suave hocico. Olía levemente a pedernal y a humo, aunque Mnementh había eructado pocas llamas—. ¿Tienes hambre?

Todavía no. En Telgar no faltará comida esta noche
. Mnementh se elevó hacia las alturas del Fuerte, donde los dragones posados formaban negros y regulares espolones contra el cielo cada vez más oscuro, con sus ojos brillando como gemas sobre las actividades festivas.

F'lar rió en voz alta ante el comentario de Mnementh. Era cierto que el Señor de Larad no estaba escatimando nada, a pesar de que su lista de invitados se había multiplicado por cuatro. Habían llegado suministros de otras partes, pero el peso principal recaía sobre el Fuerte de Telgar.

Lessa se acercó a él con pasos tan lentos que F'lar se preguntó si había ocurrido alguna otra cosa. No podía ver su rostro en la sombra, pero cuando llegó a su lado se dio cuenta de que Lessa no había querido imponerle su presencia con demasiada rapidez. La mano de Lessa se alzó para acariciar la mejilla de F'lar, demorándose en las cicatrices de las heridas causadas por las Hebras. No permitió que se inclinara a besarla.

—Vamos, cariño, tengo ropas limpias y vendajes para ti.

—¿Te ha estado hablando de mí Mnementh?

Ella asintió, extrañamente sumisa tratándose de Lessa.

—¿Qué ocurre?

—Nada —le aseguró Lessa apresuradamente, sonriendo—. Ramoth dijo que estabas sumido en profundos pensamientos.

F'lar la apretó contra él y el gesto tensó los músculos, haciéndole parpadear.

—Eres una fuente de disgustos para mí —dijo Lessa con fingida exasperación, y le condujo hacia la habitación de la torre.

—Kylara ha regresado, ¿no es cierto?

—Oh, sí —y hubo cierto retintín en la voz de Lessa mientras añadía—: Meron y ella son tan inseparables como sus lagartos.

Lessa había hecho traer una tina de baño, con el agua humeando atractivamente. Insistió en bañar a F'lar mientras le informaba de lo que había sucedido mientras él combatía a las Hebras. F'lar no discutió, resultaba demasiado agradable relajarse bajo los cuidados de Lessa, aunque sus manos suaves le recordaban a veces otras ocasiones y...

T'ron había sido trasladado directamente al Weyr Meridional, enfajado con grueso fieltro. Mardra había negado la autoridad de F'lar para exiliarles, pero sus protestas cayeron sobre el sordo y decidido frente de Robinton, Larad, Fandarel y los Señores Sangel y Groghe. Todos acompañaron a Lessa y a Kylara cuando Mardra fue escoltada hasta el Weyr de Fort. Mardra había estado segura de que sólo tendría que apelar a las gentes de su Weyr para reafirmar su posición como Dama del Weyr. Cuando descubrió que su arrogancia y su mal genio la habían dejado únicamente con unos cuantos partidarios, se retiró mansamente al Weyr Meridional con ellos.

—Casi tuvimos una pelea entre Kylara y Mardra, pero Robinton intervino. Kylara se estaba proclamando a sí misma Dama del Weyr de Fort.

F'lar gruñó.

—No te preocupes —le tranquilizó Lessa, masajeando hábilmente los recios músculos a través de sus hombros—. Kylara cambió de opinión cuando se enteró de que T'kul y sus jinetes estaban abandonando el Weyr de las Altas Extensiones. Para T'bor y los Meridionales resulta más lógico ocupar ese Weyr que el de Fort, dado que la mayoría de los jinetes de Fort van a quedarse.

—Eso sitúa a Kylara demasiado cerca de Nabol para mi tranquilidad.

—Sí, pero también deja el camino despejado para que P'zar, jinete de Roth, se imponga como caudillo del Weyr de Fort. No es muy fuerte, pero tiene buen carácter y no fastidiará a la gente de Fort. Para ellos será un alivio librarse de T'ron y de Mardra, aunque no debemos tentar demasiado a la suerte.

—N'ton sería un buen Lugarteniente allí.

—Ya pensé en él, de modo que le pregunté a P'zar si tenía algún inconveniente, y me dijo que no.

F'lar sacudió la cabeza ante la táctica de Lessa, y luego siseó, debido a que ella estaba desprendiendo el ungüento de adormidera seco.

—No estoy muy segura, pero preferiría que el médico... —empezó a decir Lessa.

—¡No!

—El sería discreto, pero te advierto que todos los dragones lo saben.

F'lar la miró, sorprendido.

—Ya me pareció raro que hubiera tantos dragones pendientes de Mnementh y de mí. Creo que no fuimos al inter más de dos veces.

—Los dragones te aprecian, caballero bronce —dijo Lessa secamente, rodeándole con vendas limpias y suaves.

—¿Los Antiguos también?

—La mayoría de ellos. Y más de sus jinetes de los que yo calculaba. Sólo veinte caballeros y mujeres siguieron a Mardra desde Fort, ¿sabes? Desde luego —y Lessa hizo una mueca—, la mayoría de la gente de T'kul se marchó. Los catorce que se han quedado son caballeros jóvenes, Impresionados después de que el Weyr se trasladó a nuestra época. De modo que habrá bastantes en el Meridional...

—El Meridional no es ya de nuestra incumbencia.

Lessa se disponía a entregarle la túnica limpia y vaciló, con la prenda en las manos. F'lar la tomó, estiró las mangas, introdujo la cabeza en la abertura, dando tiempo a Lessa para que absorbiera lo que acababa de decir.

Lessa se sentó lentamente en el banco, con el ceño ligeramente fruncido.

F'lar tomó sus manos y las besó. Al ver que ella seguía sin decir nada, acarició los cabellos que habían escapado de las trenzas.

—Tenemos que establecer una clara separación, Lessa. Allí no podrán hacer daño a nadie si no es a sí mismos. Algunos podrían decidirse a regresar.

—Pero pueden perpetuar sus agravios...

—Lessa, ¿cuántas reinas se marcharon?

—Loranth, la reina Weyr en las Altas Extensiones y las otras dos... ¡Oh!

—Sí. Todas reinas viejas, en plena decadencia. Dudo de que Loranth vuelva a aparearse más de una vez. Las nidadas en las Altas Extensiones sólo han producido una reina desde la llegada de los Antiguos. Y la reina joven, Segath, se ha quedado con Pilgra, ¿no es cierto?

Lessa asintió, y súbitamente su rostro se aclaró. Miró a F'lar con creciente exasperación.

—Cualquiera pensaría que has estado planeando esto durante Revoluciones...

—En tal caso, cualquiera podría llamarme triplemente estúpido por subestimar a T'ron, cerrar mi mente a los hechos que tenía delante de mí y desafiar a la suerte. ¿Cuál es el estado de ánimo entre los habitantes de los Fuertes y los Artesanados?

—De alivio —dijo Lessa, poniendo los ojos en blanco—. Admito que la risa tenía un deje ligeramente histérico, pero Lytol y Robinton estaban en lo cierto. Pern seguirá a Benden.

—¡Sí, hasta que cometa mi primer error!

Lessa sonrió maliciosamente, agitando un dedo delante de la nariz de F'lar.

—Ah—ha, pero no te está permitido cometer errores, Benden. No mientras...

F'lar agarró su mano, atrayendo a Lessa contra él, ignorando el agudo dolor en su cintura por el triunfo de la inmediata respuesta femenina, la rendición del esbelto cuerpo.

—No mientras te tenga a ti —las palabras surgieron en un susurro, y debido a que no podía expresar de otra manera la gratitud, el orgullo y la alegría que le inspiraba Lessa, buscó sus labios y los retuvo en un largo y apasionado beso.

Lessa suspiró lánguidamente cuando F'lar la soltó. F'lar rió ante sus ojos cerrados, besándolos también. A regañadientes, con otro suspiro, Lessa se puso en pie

—Sí, Pern te seguirá, y tus leales consejeros evitarán que cometas errores, pero espero que tengas una respuesta para el viejo Señor Groghe, el de los ojos de sapo.

—¿Una respuesta para Groghe?

—Sí —y Lessa le dirigió una severa mirada—, aunque no me sorprende que lo hayas olvidado. Se disponía a exigir que los dragoneros de Pern fueran directamente a la Estrella Roja y acabaran con las Hebras para siempre.

F'lar se puso lentamente en pie.

—Siempre he dicho que uno resuelve un problema y aparecen cinco más por el inter.

—Bueno, creo que hemos logrado mantener a Groghe lejos de ti esta noche, pero le hemos prometido una reunión conjunta de Fuertes y Artesanados en el Weyr de Benden mañana por la mañana.

—Eso es una bendición.

Cuando abría la puerta, F'lar vaciló y gruñó de nuevo.

—¿No te hace efecto el ungüento de adormidera?

—No se trata de mí, sino de Fandarel. Entre lagartos de fuego, Hebras y T'ron, no puedo enfrentarme con él.

—¡Oh, Fandarel! —Lessa abrió la puerta, alzando un rostro sonriente hacia su compañero—. Está absorto ya en sus planes para enterrar, forrar o aumentar el grosor de esos malditos alambres. Proyecta instalaciones en todos los Fuertes y Artesanados. En cuanto a Wansor, está bailando como un wherry enloquecido por el sol con el deseo de echarle mano al aparato para mirar a distancia, sin dejar de gemir que no tenía ninguna necesidad de haber desmontado el primer aparato. —Lessa introdujo su brazo debajo del de F'lar, y alargó su paso para adaptarlo al de su compañero—. El hombre que está realmente desolado es Robinton.

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