La búsqueda del dragón (33 page)

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Authors: Anne McCaffrey

—No. Ya te lo he dicho. Vi Hebras sobre la Cordillera de las Altas Extensiones y acudí a T'kul. ¡Inmediatamente! Después de haber movilizado al Weyr, pensé que podían caer Hebras sobre Nabol, de modo que fui a comprobarlo.

—¿Y le hablaste a Meron de la prematura Caída de Hebras?

—Desde luego.

—¿Y después?

—Me llevé el lagarto conmigo. No quería volver a perderlo. —Al ver que F'lar ignoraba la indirecta, continuó—: Recogí un lanzallamas y, naturalmente, volé con el escuadrón de Merika. Por cierto que aquella Dama del Weyr apenas me dio las gracias por mi ayuda.

Kylara estaba diciendo la verdad, pensó F'lar, ya que sus emociones no podían ser fingidas.

—Cuando mi pequeña reina vio que caían Hebras, pareció enloquecer. No pude controlarla. Voló directamente hacia un racimo y... lo devoró.

—¿Le diste pedernal? —preguntó D'ram, realmente interesado a juzgar por el brillo de sus ojos.

—No pude dárselo, porque no lo tenía. Además, quería que mi pequeña reina se apareara —y Kylara dejó que asomara a su rostro una sonrisa de ternura mientras acariciaba el lomo del lagarto—. Ataca las madrigueras también —añadió, ensalzando las cualidades de su animal—. Un hombre del equipo de tierra dijo que la había visto entrar en una. Desde luego, no me enteré de eso hasta más tarde.

—¿Está ahora limpio de Hebras el Fuerte de las Altas Extensiones ?

Kylara se encogió de hombros indiferentemente.

—Si no lo está, ya os enteraréis.

—¿Cuánto tiempo duró la Caída de Hebras después de verlas tú? ¿Pudiste localizar el Borde de Vanguardia cuando volaste hacia Nabol?

—Duró alrededor de tres horas. Menos que más, diría yo. Es decir, a partir del momento en que los escuadrones llegaron finalmente allí —Kylara se permitió una sonrisa condescendiente—. En cuanto al Borde de Vanguardia, yo diría que debía encontrarse a mucha altura sobre la Cordillera —y les desafió a que la contradijeran, continuando cuando nadie lo hizo—: Allí cayeron sobre roca desnuda y nieve. Exploré el lado de Naboi, pero Pridith no vio ninguna señal.

—Lo hiciste muy bien, Kylara, y te estamos sumamente agradecidos —dijo F'lar, y los otros Caudillos ratificaron su elogio con tanta seriedad que Kylara sonrió expansivamente, volviéndose de un hombre a otro, con los ojos brillantes de presunción.

—Ahora tenemos cinco Caídas —continuó F'lar gravemente, mirando a los otros Caudillos, tratando de comprobar hasta dónde podía llegar en su movimiento para consolidarse como su portavoz. La defección de T'kul había impresionado mucho a D'ram. F'lar ignoraba cuál sería la reacción de T'ron, pero si el caudillo del Weyr de Fort se encontraba en minoría de uno contra los otros cuatro Caudillos, ¿se decidiría a actuar contra T'kul, aunque ello significara ponerse de parte de F'lar?—. En el Fuerte de Tillek, hace ocho días; en el Fuerte de Crom Superior, cinco; en el Fuerte de Lemos septentrional, tres; al oeste del continente Meridional, dos; y ahora en el Fuerte de las Altas Extensiones. Indudablemente cayeron Hebras en el Mar Occidental, pero es obvio que las Caídas son más frecuentes y que su alcance es cada vez mayor. Ningún lugar de Pern está a salvo. Ningún Weyr puede permitirse relajar su vigilancia durante un margen tradicional de seis días. —El rostro de F'lar se crispó en una mueca que pretendía ser una sonrisa——. ¡Tradición!

D'ram pareció a punto de decir algo, pero F'lar se dio cuenta y sostuvo su mirada hasta que el hombre asintió lentamente.

—Eso es fácil de decir, pero, ¿qué vais a hacer con respecto a T'kul? ¿O a T'ron? —Kylara se había dado cuenta de que nadie le prestaba atención—. T'ron es tan culpable como T'kul. Se niega a admitir que los tiempos han cambiado. Incluso cuando Mardra, deliberadamente...

En aquel momento resonó una imperiosa llamada en la puerta, que se abrió inmediatamente para admitir a la imponente mole de Fandarel.

—Me dijeron que estabas aquí, F'lar, y lo tenemos todo a punto.

F'lar se pasó la mano por la cara, lamentando aquella interrupción.

—Los Señores de los Fuertes están reunidos en Cónclave —empezó, y el Herrero gruñó su asentimiento—, y se ha producido otra circunstancia inesperada...

Fandarel señaló el lagarto de fuego que reposaba sobre el brazo de Kylara.

—Me han hablado de ellos. Hay muchas maneras de luchar contra las Hebras, desde luego, pero no todas son eficaces. Los méritos de esos animales están por comprobar.

—Los méritos... —empezó Kylara, a punto de estallar de rabia.

E1 Arpista Robinton se acercó a ella y susurró algo a su oído.

Agradecido a Robinton, F'lar volvió a dedicar su atención al Herrero, que había echado a andar hacia la puerta, obviamente deseando que los dragoneros le acompañaran. F'lar no era partidario de ir a ver el aparato para escribir a distancia. No recibiría la atención que merecía de los Señores, ni de la gente, ni de los caballeros. E1 aparato para escribir a distancia resultaba mucho más valioso en esta emergencia que los lagartos de fuego, tan poco de fiar. Y, no obstante, si estos últimos devoraban Hebras...

Se detuvo en el umbral, volviéndose hacia Kylara y el Arpista. Robinton le miró a los ojos.

Casi como si el Arpista leyera sus pensamientos, F'lar le vio inclinarse hacia Kylara, sonriendo (aunque F'lar sabía que el hombre detestaba a la Dama del Weyr).

—F'lar, ¿crees que es prudente que Kylara salga en medio de esa multitud? Asustarán al lagarto —dijo el Arpista.

—Pero yo tengo hambre —protestó Kylara—. Y hay música —añadió, mientras el cercano rasgueo de una guitarra se hacía claramente audible.

—Ese tiene que ser Tagetarl —dijo Robinton, con una radiante sonrisa—. Le llamaré, y te enviaré viandas escogidas de la cocina. Será mucho mejor que luchar con esa ruidosa muchedumbre, te lo aseguro.—Tomó a Kylara del brazo y la condujo con gran cortesía hasta una silla, haciendo señas a F'lar por detrás de la espalda para que se marchara.

Cuando salieron a la brillante luz del sol, la multitud se arremolinó a su alrededor. F'lar vio al joven de rostro atractivo, guitarra en mano, que había contestado al silbido del Arpista. Indudablemente Robinton quedaría en libertad para reunirse con ellos muy pronto, pensó F'lar. E1 joven arpista excitaría rápidamente la... esto... naturaleza de Kylara.

Fandarel había instalado su aparato en una de las esquinas del Patio, a una longitud de dragón de distancia de la escalera. Había tres hombres encaramados a lo alto de la muralla tendiendo cuidadosamente algo al grupo que trabajaba en el aparato. Mientras los caudillos de los Weyrs seguían a Fandarel a través de la maraña de cuerpos (la fragancia de los capullos de fellis habían dejado paso desde hacía mucho tiempo a otros olores), F'lar era objeto de numerosas miradas de soslayo y conversaciones interrumpidas.

—Mira —estaba diciendo un joven con los colores de un pequeño Fuerte, en voz baja—. Esos dragoneros no nos dejarán acercar a una nidada...

—Querrás decir los Señores de los Fuertes –replicó otro—. Cualquiera confía en ese nabolés... ¿Qué? Oh. ¡Grandes cáscaras!

Bueno, si todo el mundo en Pern poseyera un lagarto de fuego, se preguntó F'lar, ¿resolvería eso realmente el problema?

Más dragones en el cielo. F'lar alzó la mirada y reconoció a Fidranth de T'ron y a la reina de Mardra, Loranth. Suspiró. Deseaba ver lo que Fandarel planeaba con su aparato para escribir a distancia antes de enfrentarse con T'ron.

—Mnementh, ¿qué ocurre en el Cónclave?

Están hablando. Esperan a los otros dos Señores de los Fuertes
.

F'lar trató de comprobar si los caudillos del Weyr de Fort habían traído a los Señores que faltaban, Groghe del Fuerte de Fort y Sangel del Fuerte del Boll Meridional. Aquella pareja no admitiría de buen grado que un Cónclave se pronunciara sin que ellos estuvieren presentes. Pero si Groghe se había enterado de lo del Fuerte de las Altas Extensiones. . .

F'lar reprimió un estremecimiento, tratando de sonreír con sinceras disculpas mientras pasaba muy cerca de un grupo de espectadores que al parecer no podían verle debido a su corta estatura. Como si reconocieran la neutralidad del Herrero, las Damas de los Weyrs se habían reunido en un cauteloso grupo a la derecha de la masa de material que los hombres de Fandarel estaban instalando. Fingían el mayor interés, pero incluso la bonita compañera de G'narish Nadira, parecía preocupada, y era una dama de temperamento apacible. Bedella, representando al Weyr de Tegar estaba completamente aturdida... aunque Bedella no se distinguía precisamente por su inteligencia.

En aquel preciso instante Mardra se abrió paso entre los invitados, queriendo saber lo que se estaba cociendo allí. ¿Habían llegado T'kul y Merika? ¿Dónde estaban sus anfitriones? Los Fuertes modernos lo eran todo menos corteses Mardra no esperaba ceremonias tradicionales, desde luego; pero. . .

En aquel momento, F'lar oyó el chocar de acero contra acero, y vio a Groghe, Señor del Fuerte de Fort, aporreando la puerta del vestíbulo con el pomo de su daga, con su rostro de abultadas facciones enrojecido por la rabia. Sangel Señor del Fuerte del Boll Meridional, menos robusto y menos vehemente, permanecía detrás de él con el ceño fruncido. La puerta se entreabrió ligeramente, y luego se abrió un poco más para admitir a los dos Señores. A juzgar por su expresión, se necesitaría mucho tiempo y muchas palabras para apaciguar a aquella pareja.

—¿Falta mucho para que esté a punto? —preguntó F'lar, acercándose al Herrero. Trató de recordar el aspecto que había tenido el aparato para escribir a distancia en el Taller. Esta colección de tubos y alambre parecía demasiado grande.

—Sólo tenemos que empalmar este alambre aquí —respondió Fandarel, y sus enormes dedos entraron hábilmente en acción—, y este otro allí. Ya está. Sitúo el brazo en posición sobre el rollo, y envío un mensaje al Taller para asegurarme de que todo está en orden.

Fandarel contemplaba su aparato con la misma expresión cariñosa con que cualquier reina contemplaría un huevo dorado.

F'lar notó que alguien se acercaba a él demasiado por detrás, y miró con aire irritado por encima de su hombro para ver el atento rostro de Robinton. E1 Arpista le dirigió una abstraída sonrisa e hizo un gesto con la cabeza, recomendándole que prestara atención.

E1 Herrero pulsaba delicadamente un código, y las irregulares longitudes de líneas rojas iban apareciendo en el papel gris a medida que la aguja se movía.

—«Empalme establecido» —murmuró Robinton al oído de F'lar—. «Eficazmente y a tiempo». —El Maestro Arpista dejaba oír una risita de satisfacción a través de aquella traducción—. «Preparados». Esa es la sustancia del mensaje.

El Herrero colocó el aparato en posición receptora y miró a F'lar con aire expectante. En aquel momento, Mnementh trompeteó desde las alturas. Simultáneamente, todos los dragones, incluso el propio Mnementh, empezaron a extender sus alas. E1 inesperado movimiento ocultó casi del todo el sol que empezaba a hundirse detrás de los acantilados de Telgar y envió sombras sobre los invitados, acallando su cháchara.

Groghe ha dicho a los Señores de los Fuertes que T'ron ha encontrado un aparato para mirar a distancia en Fort. Ha visto la Estrella Roja a través de él. Los Señores están impresionados. Ten cuidado
, dijo Mnementh.

Las puertas del Gran Vestíbulo se abrieron de par en par, y los Señores de los Fuertes empezaron a salir. Una mirada al rostro del Señor Groghe confirmó el mensaje de Mnementh. Los Señores de los Fuertes se alinearon en la escalera, formando un sólido frente contra los dragoneros, reunidos en la esquina. Groghe había levantado su brazo, apuntando acusadoramente a F'lar, cuando un desconcertante siseo rasgó el agobiante silencio.

—¡Mirad! —aulló el Herrero, y todas las miradas siguieron a su mano mientras el aparato para escribir a distancia empezaba a recibir un mensaje.

—El Fuerte Igan informa de una Caída de Hebras. La transmisión se ha interrumpido a mitad de la frase.

Robinton informó de los sonidos a medida que eran impresos, con voz más ronca y más insegura a cada una de las palabras.

—¿Qué tontería es esa? —preguntó el Señor Groghe, enfurecido al comprobar que la atención se desviaba de lo que él se proponía decir—. Han caído Hebras en las Altas Extensiones al mediodía de hoy. ¿Cómo podrían caer en el Fuerte de Igen esta tarde? ¿Qué Cáscaras es ese trasto?

—No lo entiendo —protestó G'narish en voz alta, alzando su mirada hacia el Señor Laudey del Fuerte de Igen, que permanecía en la escalera con una expresión de indecible horror en el rostro—. Mis dragoneros patrullan de un modo continuo. . .

Los dragones trompetearon en las alturas en el momento en que un verde irrumpía en el aire encima del patio, haciendo que la multitud gritara y se dejara caer al suelo, arrastrándose hacia las murallas para más seguridad.

Están cayendo Hebras al sudoeste de Igen
, llegó el mensaje, claro y sonoro. Los dragoneros presentes en el patio le hicieron eco.

—¿A dónde vas, F'lar? —aulló el Señor Groghe, mientras el caudillo del Weyr de Benden seguía a G'narish en dirección al Portal. E1 aire estaba ahora lleno de alas de dragones, y los gritos de las asustadas mujeres ponían un estridente contrapunto a las maldiciones de los hombres.

—A combatir a las Hebras en Igen, desde luego —respondió F'lar.

—¡Igen es mi problema! —gritó G'narish, deteniéndose y girándose hacia F'lar; pero en su rostro sorprendido había gratitud y no reproche.

—¡G'narish, espera! ¿En qué lugar de Igen? —estaba preguntando el Señor Laudey. Empujó al enfurecido Señor Groghe para abrirse paso hacia el caudillo de su Weyr.

—¿Y en Ista? ¿Está en peligro la isla? —quiso saber el Señor Warbret.

—Iremos allí y lo comprobaremos —le tranquilizó D'ram, tomando su brazo y empujándole hacia el Portal.

—¿Desde cuándo se preocupa el Weyr de Benden de Igan y de Ista? —inquirió T'ron, plantándose decididamente en el camino de F'lar. E1 tono amenazador de su voz no escapó a nadie. Y su actitud belicosa, obstruyendo el camino hacia el Portal, hizo que todo el mundo se detuviera—. ¿Y se precipita en ayuda de Nabol?

F'lar le miró con la misma expresión ceñuda.

—Están cayendo Hebras, dragonero. Igen e Ista están en peligro, y debemos ayudar a los caballeros del Weyr de Telgar. ¿O acaso tenemos que divertirnos mientras otros combaten?

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