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Authors: Eugène Ionesco

Tags: #Teatro

La cantante calva (2 page)

SR. SMITH
:
—Es todavía joven. Muy bien puede volver a casarse. El luto le sienta bien.

SRA. SMITH
:
—¿Pero quién cuidará de sus hijos? Sabes muy bien que tienen un muchacho y una muchacha. ¿Cómo se llaman?

SR. SMITH
:
—Bobby y Bobby, como sus padres. El tío de Bobby Watson, el viejo Bobby Watson, es rico y quiere al muchacho. Muy bien podría encargarse de la educación de Bobby.

SRA. SMITH
:
—Sería natural. Y la tía de Bobby Watson, la vieja Bobby Watson, podría muy bien, a su vez, encargarse de la educación de Bobby Watson, la hija de Bobby Watson. Así la mamá de Bobby Watson, Bobby, podría volver a casarse. ¿Tiene a alguien en vista?

SR. SMITH
:
—Sí, a un primo de Bobby Watson.

SRA. SMITH
:
—¿Quién? ¿Bobby Watson?

SR. SMITH
:
—¿De qué Bobby Watson hablas?

SRA. SMITH
:
—De Bobby Watson, el hijo del viejo Bobby Watson, el otro tío de Bobby Watson, el muerto.

SR. SMITH
:
—No, no es ése, es otro. Es Bobby Watson, el hijo de la vieja Bobby Watson, la tía de Bobby Watson, el muerto.

SRA. SMITH
:
—¿Te refieres a Bobby Watson el viajante de comercio?

SR. SMITH
:
—Todos los Bobby Watson son viajantes de comercio.

SRA. SMITH
:
—¡Qué oficio duro! Sin embargo, se hacen buenos negocios.

SR. SMITH
:
—Sí, cuando no hay competencia.

SRA. SMITH
:
—¿Y cuándo no hay competencia?

SR. SMITH
:
—Los martes, jueves y martes.

SRA. SMITH
:
—¿Tres días por semana? ¿Y qué hace Bobby Watson durante ese tiempo?

SR. SMITH
:
—Descansa, duerme.

SRA. SMITH
:
—¿Pero por qué no trabaja durante esos tres días si no hay competencia?

SR. SMITH
:
—No puedo saberlo todo. ¡No puedo responder a todas tus preguntas idiotas!

SRA. SMITH
(
ofendida
):
—¿Dices eso para humillarme?

SR. SMITH
(
sonriente
):
—Sabes muy bien que no.

SRA. SMITH
:
—¡Todos los hombres son iguales! Os quedáis ahí durante todo el día, con el cigarrillo en la boca, o bien armáis un escándalo y ponéis morros cincuenta veces al día, si no os dedicáis a beber sin interrupción.

SR. SMITH
:
—¿Pero qué dirías si vieses a los hombres hacer como las mujeres, fumar durante todo el día, empolvarse, ponerse rouge en los labios, beber whisky?

SRA. SMITH
:
—Yo me río de todo eso. Pero si lo dices para molestarme, entonces… ¡sabes bien que no me gustan las bromas de esa clase!

Arroja muy lejos los calcetines y muestra los dientes. Se levanta.

SR. SMITH
(
Se levanta también y se acerca a su esposa, tiernamente
.):
—¡Oh, mi pollita asada! ¿Por qué escupes fuego? Sabes muy bien que lo digo por reír. (
La toma por la cintura y la abraza
.) ¡Qué ridícula pareja de viejos enamorados formamos! Ven, vamos a apaciguarnos y acostarnos.

ESCENA II

Los mismos
y
MARY

MARY
(
entrando
):
—Yo soy la criada. He pasado una tarde muy agradable. He estado en el cine con un hombre y he visto una película con mujeres. A la salida del cine hemos ido a beber aguardiente y leche y luego se ha leído el diario.

SRA. SMITH
:
—Espero que haya pasado una tarde muy agradable, que haya ido al cine con un hombre y que haya bebido aguardiente y leche.

SR. SMITH
:
—¡Y el diario!

MARY
:
—La señora y el señor Martin, sus invitados, están en la puerta. Me esperaban. No se atrevían a entrar solos. Debían comer con ustedes esta noche.

SRA. SMITH
:
—¡Ah, sí! Los esperábamos. Y teníamos hambre. Como no los veíamos llegar, comimos sin ellos. No habíamos comido nada durante todo el día. ¡Usted no debía haberse ausentado!

MARY
:
—Fue usted quien me dio el permiso.

SR. SMITH
:
—¡No lo hizo intencionadamente!

MARY
(
se echa a reír. Luego llora. Sonríe
):
—Me he comprado un orinal.

SRA. SMITH
:
—Mi querida Mary, ¿quiere abrir la puerta y hacer que entren el señor y la señora Martin, por favor? Nosotros vamos a vestirnos rápidamente.

La señora y el señor
SMITH
salen por la derecha.
MARY
abre la puerta de la izquierda, por la que entran el señor y la señora
MARTIN
.

ESCENA III

MARY
y los esposos
MARTIN

MARY
:
—¿Por qué han venido ustedes tan tarde? No son corteses. Hay que venir a la hora. ¿Comprenden? De todos modos, siéntense ahí y esperen.

Sale.

ESCENA IV

Los mismos, menos
MARY

La señora y el señor
MARTIN
se sientan el uno frente al otro, sin hablarse. Se sonríen con timidez.

SR. MARTIN
(
el diálogo que sigue debe ser dicho con una voz lánguida, monótona, un poco cantante, nada matizada
):
—Discúlpeme, señora, pero me parece, si no me engaño, que la he encontrado ya en alguna parte.

SRA. MARTIN
:
—A mí también me parece, señor, que lo he encontrado ya en alguna parte.

SR. MARTIN
:
—¿No la habré visto, señora, en Manchester, por casualidad?

SRA. MARTIN
:
—Es muy posible. Yo soy originaria de la ciudad de Manchester. Pero no recuerdo muy bien, señor, no podría afirmar si lo he visto allí o no.

SR. MARTIN
:
—¡Dios mío, qué curioso! ¡Yo también soy originario de la ciudad de Manchester!

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso!

SR. MARTIN
:
—¡Muy curioso!… Pero yo, señora, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso! ¡Qué extraña coincidencia! Yo también, señor, dejé la ciudad de Manchester hace cinco semanas, más o menos.

SR. MARTIN
:
—Tomé el tren de las ocho y media de la mañana, que llega a Londres a las cinco menos cuarto, señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso! ¡Qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo tomé el mismo tren, señor, yo también!

SR. MARTIN
:
¡Dios mío, qué curioso! ¿Entonces, tal vez, señora, la vi en el tren?

SRA. MARTIN
:
—Es muy posible, no está excluido, es posible y, después de todo, ¿por qué no?… Pero yo no lo recuerdo, señor.

SR. MARTIN
:
—Yo viajaba en segunda clase, señora. No hay segunda clase en Inglaterra, pero a pesar de ello yo viajo en segunda clase.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué extraño, qué curioso, qué coincidencia! ¡Yo también, señor, viajaba en segunda clase!

SR. MARTIN
:
—¡Qué curioso! Quizás nos hayamos encontrado en la segunda clase, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—Es muy posible y no queda completamente excluido Pero lo recuerdo muy bien, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—Yo iba en el coche número 8, sexto compartimiento, señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso! Yo iba también en el coche número 8, sexto compartimiento, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—¡Qué curioso y qué coincidencia extraña! Quizá nos hayamos encontrado en el sexto compartimiento, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—Es muy posible, después de todo. Pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—En verdad, estimada señora, yo tampoco lo recuerdo, pero es posible que nos hayamos visto allí, y si reflexiono sobre ello, me parece incluso muy posible.

SRA. MARTIN
:
—¡Oh, verdaderamente, verdaderamente, señor!

SR. MARTIN
:
—¡Qué curioso! Yo ocupaba el asiento número 3, junto a la ventana, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Oh, Dios mío, qué curioso y extraño! Yo tenía el asiento número 6, junto a la ventana, frente a usted, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—¡Oh, Dios mío, qué curioso y qué coincidencia! ¡Estábamos, por lo tanto, frente a frente, estimada señora! ¡Es allí donde debimos vernos!

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso! Es posible, pero no lo recuerdo, señor.

SR. MARTIN
:
—Para decir la verdad, estimada señora, tampoco yo lo recuerdo. Sin embargo, es muy posible que nos hayamos visto en esa ocasión.

SRA. MARTIN
:
—Es cierto, pero no estoy de modo alguno segura de ello, señor.

SR. MARTIN
:
—¿No era usted, estimada señora, la dama que me rogó que colocara su valija en la red y que luego me dio las gracias y me permitió fumar?

SRA. MARTIN
:
—¡Sí, era yo sin duda, señor! ¡Qué curioso, qué curioso, y qué coincidencia!

SR. MARTIN
:
—¡Qué curioso, qué extraño, y qué coincidencia! Pues bien, entonces, ¿tal vez nos hayamos conocido en ese momento, señora?

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible, estimado señor. Sin embargo, no creo recordarlo.

SR. MARTIN
:
—Yo tampoco, señora.

Un momento de silencio. El reloj toca 2-1.

SR. MARTIN
:
—Desde que llegué a Londres vivo en la calle Bromfield, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso, qué extraño! Yo también, desde mi llegada a Londres, vivo en la calle Bromfield, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—Es curioso, pero entonces, entonces tal vez nos hayamos encontrado en la calle Bromfield, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso, qué extraño! ¡Es muy posible, después de todo! Pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—Yo vivo en el número 19, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso! Yo también vivo en el número 19, estimado señor.

SR. MARTIN
:
—Pero entonces, entonces, entonces, entonces quizá nos hayamos visto en esa casa, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—Es muy posible, pero no lo recuerdo, estimado señor.

SR. MARTIN
:
Mi departamento está en el quinto piso, es el número 8, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso, Dios mío, y qué extraño! ¡Y qué coincidencia! ¡Yo también vivo en el quinto piso, en el departamento número 8, estimado señor!

SR. MARTIN
(
pensativo
):
—¡Qué curioso, qué curioso, qué curioso y qué coincidencia! Sepa usted que en mi dormitorio tengo una cama. Mi cama está cubierta con un edredón verde. Esa habitación, con esa cama y su edredón verde, se halla en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué coincidencia, Dios mío, qué coincidencia! Mi dormitorio tiene también una cama con un edredón verde y se encuentra en el fondo del pasillo, entre los retretes y la biblioteca, mi estimado señor.

SR. MARTIN
:
—¡Es extraño, curioso, extraño! Entonces, señora, vivimos en la misma habitación y dormimos en la misma cama, estimada señora. ¡Quizá sea en ella donde nos hemos visto!

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso y qué coincidencia! Es muy posible que nos hayamos encontrado allí y tal vez anoche. ¡Pero no lo recuerdo, estimado señor!

SR. MARTIN
:
—Yo tengo una niña, mi hijita, que vive conmigo, estimada señora. Tiene dos años, es rubia, con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama Alicia, mi estimada señora.

SRA. MARTIN
:
—¡Qué extraña coincidencia! Yo también tengo una hijita de dos años con un ojo blanco y un ojo rojo, es muy linda y se llama también Alicia, estimado señor.

SR. MARTIN
(
con la misma voz lánguida y monótona
):
—¡Qué curioso y qué coincidencia! ¡Y qué extraño! ¡Es quizá la misma, estimada señora!

SRA. MARTIN
:
—¡Qué curioso! Es muy posible, estimado señor.

Un momento de silencio bastante largo… El reloj suena veintinueve veces.

SR. MARTIN
(
después de haber reflexionado largamente, se levanta con lentitud y, sin apresurarse, se dirige hacia la señora
MARTIN
, quien, sorprendida por el aire solemne del señor
MARTIN
, se levanta también, muy suavemente; el señor
MARTIN
habla con la misma voz rara, monótona, vagamente cantante
):
—Entonces, estimada señora, creo que ya no cabe duda, nos hemos visto ya y usted es mi propia esposa… ¡Isabel, te he vuelto a encontrar!

SRA. MARTIN
(
se acerca al señor
MARTIN
sin apresurarse. Se abrazan sin expresión. El reloj suena una vez, muy fuertemente. El sonido del reloj debe ser tan fuerte que sobresalte a los espectadores. Los esposos
MARTIN
no lo oyen
).

SRA. MARTIN
:
—¡Donald, eres tú,
darling
!

Se sientan en el mismo sillón, se mantienen abrazados y se duermen. El reloj sigue sonando muchas veces.
MARY
, de puntillas y con un dedo en los labios, entra lentamente en escena, y se dirige al público.

ESCENA V

Los mismos y
MARY

MARY
:
—Isabel y Donald son ahora demasiado dichosos para que puedan oírme. Por lo tanto, puedo revelarles a ustedes un secreto. Isabel no es Isabel y Donald no es Donald. He aquí la prueba: la niña de que habla Donald no es la hija de Isabel, no se trata de la misma persona. La hijita de Donald tiene un ojo blanco y otro rojo, exactamente como la hijita de Isabel. Pero en tanto que la hija de Donald tiene el ojo blanco a la derecha y el ojo rojo a la izquierda, la hija de Isabel tiene el ojo rojo a la derecha y el blanco a la izquierda. En consecuencia, todo el sistema de argumentación de Donald se derrumba al tropezar con ese último obstáculo que aniquila toda su teoría. A pesar de las coincidencias extraordinarias que parecen ser pruebas definitivas, Donald e Isabel, al no ser padres de la misma criatura, no son Donald e Isabel. Es inútil que él crea que ella es Isabel, es inútil que ella crea que él es Donald: se equivocan amargamente. Pero ¿quién es el verdadero Donald? ¿Quién es la verdadera Isabel? ¿Quién tiene interés en que dure esa confusión? No lo sé. No tratemos de saberlo. Dejemos las cosas como están. (
Da algunos pasos hacia la puerta y luego vuelve y se dirige al público.
) Mi verdadero nombre es Sherlock Holmes. (
Sale.
)

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