Read La cruzada de las máquinas Online
Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson
Tags: #Ciencia Ficción
Han pasado veinticuatro años desde los sucesos relatados en Dune. La Yihad Butleriana. La revuelta de los humanos contra las máquinas pensantes tras el asesinato del hijo de Serena Butler se ha convertido en un conflicto sangriento, que se ha cobrado innumerables vidas humanas. Vorian Atreides y Xavier Harkonnen comandan las fuerzas de la Yihad en una guerra interminable donde no hay vencedores ni vencidos. Los temibles cimek, liderados por el titán Agamenón, planean recuperar el poder que perdieron. Norma Cenva y Aurelius Venport están a punto de realizar un descubrimiento que cambiará radicalmente los viajes espaciales. Y en Arrakis, el remoto planeta de las dunas, Selim Montagusanos y sus partidarios dan los primeros pasos para convertirse en los fieros guerreros que cambiarán el curso de la historia: los fremen.
Brian Herbert, Kevin J. Anderson
La cruzada de las máquinas
Leyendas de Dune 2
ePUB v1.2
Perseo18.05.12
Título original:
The Machine Crusade
Brian Herbert & Kevin J. Anderson, 2003
Traducción: Encarna Quijada
Diseño/retoque portada: Lightniir
Editor original: Perseo (v1.0 a v1.2)
Corrección de erratas: Luismi
ePub base v2.0
Para Peeny y Ron Merritt, compañeros de viaje en el universo de Dune, con amor y aprecio por apoyarnos a preservar el legado de Frank Herbert
Cuando terminamos de redactar el manuscrito del libro, el trabajo no había hecho más que empezar. Pat LoBrutto y Carolyn Caughey demostraron su buen hacer editorial, guiándonos a través de numerosas versiones y ajustes de los que surgió la versión definitiva. Nuestros agentes, Robert Gottlieb y Matt Bialer de Trident Media Group, han demostrado su apoyo y entusiasmo por el proyecto desde el principio. Tom Doherty, Linda Quinton, Jennifer Marcus, Heather Drucker y Paul Stevens, de Tor Books, y Julie Crisp de Hodder & Stoughton, nos ayudaron en todo lo relacionado con la producción y la promoción sin dejar que su entusiasmo desfalleciera ni por un momento.
Como siempre, Catherine Sidor, de WordFire, Inc. Ha trabajado incansablemente para transcribir docenas de microcasetes, introducir correcciones y mantener la coherencia a pesar del ritmo acelerado de trabajo. Diane E. Jones hizo de lectora y conejillo de indias, nos ofreció sus reacciones espontáneas y propuso escenas adicionales que han permitido dar mayor fuerza al libro.
Rebecca Moesta Anderson dedicó incontables horas de esfuerzo, concentración, consejos y crítica (atemperada siempre con amor), sin dejar en ningún momento que la palabra
muy bien
saliera de sus labios. Jan Herbert, como siempre, nos mostró su apoyo, paciencia y comprensión a la vista de las necesidades impredecibles de un escritor.
Javier Barriopedro y Christian Gossett nos inspiraron con la habilidad propia de un maestro de armas. El doctor Attila Torkos dio un último repaso al manuscrito y nos ayudó a evitar incoherencias.
The Herbert Limited Partnership, incluidos Penny y Ron Merritt, David Merritt, Byron Merritt, Julie Herbert, Robert Merritt, Kimberly Herbert, Margaux Herbert y Theresa Shackelford, nos ofrecieron su apoyo entusiasta y nos confiaron el universo de Frank Herbert.
Sin las casi cuatro décadas de apoyo y dedicación de Beverly Herbert, Frank Herbert no habría podido crear un universo tan amplio y fascinante. Tenemos una enorme deuda para con ambos.
Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre los mensajes fragmentarios que nos llegan del pasado.
Cuanto más se adentra uno en la historia —¡oh, qué tiempos lejanos y caóticos!—, con mayor fluidez se suceden los hechos y más contradictorias se vuelven las crónicas. A través del océano del tiempo y la memoria imperfecta, héroes reales se convierten en prototipos; las batallas adquieren mayor relevancia de la que en realidad tuvieron. Es difícil conciliar leyenda y realidad.
Como primer historiador oficial de la Yihad, debo dejar constancia de los hechos lo mejor que pueda, basándome en la tradición oral y los documentos fragmentarios que se han conservado durante cien siglos. ¿Qué es más exacto, una historia bien documentada como la mía o un cúmulo de mitos y cuentos populares?
Yo, Naam el Anciano, debo escribir honestamente, incluso si eso despierta la ira de mis superiores. Lea esta historia con detenimiento, una historia que inicio con un documento confiscado por la Yipol, el
Manifiesto de Protesta
de Rendik Tolú-Far.
¡Estamos cansados de luchar… cansados hasta la muerte! Billones y más billones han sido masacrados en esta cruzada contra las máquinas pensantes. Entre las víctimas no solo se cuentan soldados uniformados de la Yihad y los mercenarios a quienes pagan, también hay colonos inocentes, y esclavos humanos de los Planetas Sincronizados. Nadie se molesta en contar el número de máquinas enemigas destruidas.
Muchos planetas llevan más de mil años bajo el dominio de Omnius, la supermente informática, pero fue hace veinticuatro años cuando el asesinato del hijo inocente de la sacerdotisa Serena Butler desencadenó una revuelta generalizada de los hombres. La mujer utilizó esta tragedia para despertar el fervor en la Liga de Nobles, lo que provocó el ataque a gran escala de la Armada y la destrucción atómica de la Tierra.
Sí, esto fue un duro golpe para Omnius, pero eliminó hasta el último ser humano del planeta y convirtió la cuna de la humanidad en una ruina radiactiva, un lugar inhabitable por los siglos de los siglos. ¡Un precio nefasto!… y no fue una victoria, no significó el fin, tan solo fue el inicio de esta larga lucha.
Durante más de dos décadas, la guerra santa de Serena ha tratado de combatir a las máquinas pensantes. A nuestros ataques contra los Planetas Sincronizados las máquinas responden con incursiones robóticas contra las colonias de la Liga. Una y otra vez.
La sacerdotisa Serena parece una mujer devota, y me gustaría creer en su pureza y santidad. Ha dedicado años al estudio de los escritos disponibles y las doctrinas de los antiguos filósofos. Nadie ha pasado tanto tiempo como ella hablando con Kwyna, la pensadora que reside en la Ciudad de la Introspección. La entrega de Serena es evidente, y sus creencias son irreprochables, pero ¿es consciente de las cosas que se hacen en su nombre?
Serena Butler no es más que una figura simbólica. Quien realmente tiene el poder es Iblis Ginjo. El hombre se califica a sí mismo de
Gran Patriarca de la Yihad
y dirige el Consejo de la Yihad, un cuerpo de emergencia que gobierna fuera de las fronteras del Parlamento de la Liga. ¡Y nosotros lo permitimos!
He visto al Gran Patriarca —un antiguo capataz de esclavos de la Tierra— utilizar su carisma y sus dotes de orador para transformar la tragedia de Serena en un arma. ¿Es que nadie se da cuenta de que está creando su propio poder político? ¿Por qué si no iba a casarse con Camie Boro, cuya ascendencia se remonta al último y débil gobernante del Imperio Antiguo, mil años atrás? ¡Nadie se casa con la única descendiente viva del último emperador solo por amor!
Para localizar a traidores humanos y saboteadores clandestinos, Iblis Ginjo ha creado la policía de la Yihad, la Yipol. Pensad en los miles de personas que han sido arrestadas en años recientes… ¿es posible que todos fueran traidores al servicio de las máquinas, como defiende la Yipol? ¿No resulta muy conveniente que haya entre ellos tantos enemigos políticos del Gran Patriarca?
No critico a los mandos militares, a los bravos soldados, ni siquiera a los mercenarios, porque todos ellos luchan en la Yihad como mejor pueden. Son hombres procedentes de todos los planetas libres decididos a destruir las avanzadas de las máquinas y frenar sus incursiones. Pero ¿qué esperanza tenemos de lograr jamás la victoria? Las máquinas siempre pueden construir más y más combatientes… siempre regresan.
Estamos agotados por esta guerra sin fin. ¿Qué esperanza tenemos de conseguir la paz? ¿Qué posibilidad hay de llegar a un acuerdo con Omnius? Las máquinas pensantes nunca se cansan.
Nunca olvidan.
El punto débil de las máquinas pensantes es que creen toda la información que reciben y actúan en consecuencia.
V
ORIAN
A
TREIDES
, cuarta entrevista
con la Armada de la Liga
Al frente de un grupo de cinco ballestas en órbita sobre el planeta surcado de cañones, el primero Vorian Atreides estudió las fuerzas enemigas alineadas contra él; lisas y plateadas, como un pez predador. Involuntariamente, su diseño eficaz y funcional les daba la elegancia de afilados cuchillos.
Los monstruos de combate de Omnius superaban en número a las naves humanas en una proporción de diez a uno, pero las naves de combate de la Yihad estaban equipadas con capas superpuestas de escudos Holtzman, así que, por mucho que les bombardearan, no podían hacerles daño y, en consecuencia, tampoco podrían avanzar hacia la superficie de Anbus IV.
Aunque no tenían el armamento necesario para derrotar al contingente robótico, ni tan siquiera para repelerlo, los yihadíes seguían luchando. Era un pulso; hombres y máquinas cara a cara en la órbita del planeta.
Omnius y sus fuerzas se habían asegurado muchas victorias en los últimos siete años; habían conquistado pequeñas colonias aisladas y establecido avanzadillas desde las que lanzaban continuos ataques. Pero el ejército de la Yihad había prometido defender aquel Planeta No Aliado de las máquinas pensantes a toda costa, tanto si sus habitantes lo querían como si no.
Abajo, en la superficie, su compañero, el primero Xavier Harkonnen, estaba intentando una nueva misión diplomática con los ancianos zenshiíes, los líderes de una primitiva secta budislámica. Vor dudaba que su amigo llegara a hacer ningún progreso. Xavier era demasiado inflexible para ser un buen negociador; siempre le movía su sentido del deber y su estricto apego a los objetivos de la misión.
Además, Xavier estaba predispuesto contra aquella gente y evidentemente ellos lo notaban.
Las máquinas pensantes querían Anbus IV. El ejército de la Yihad tenía que detenerlos. Los zenshiíes no les servirían si se aislaban del conflicto galáctico y no cooperaban con los bravos soldados que luchaban para que la raza humana siguiera siendo libre. En una ocasión, Vor comparó jocosamente a Xavier con una máquina, porque para él todo era o blanco o negro; él lo miró con expresión glacial.
De acuerdo con los informes que llegaban desde la superficie, los líderes religiosos zenshiíes se mostraban tan obstinados como el primero Harkonnen. Ambos bandos se habían parapetado en sus posiciones.
Vor no cuestionaba el estilo de su amigo, aunque era muy distinto del suyo. Él, que se había criado entre máquinas y había sido entrenado como humano de confianza, abrazaba la
humanidad
en todas sus facetas, y estaba entusiasmado con su libertad recién descubierta. Se sentía liberado cuando practicaba algún deporte, cuando apostaba, cuando alternaba y bromeaba con los otros oficiales. Era todo tan distinto de lo que Agamenón le había enseñado…
Allá fuera, en órbita, Vor sabía que las naves de combate robóticas jamás se retirarían, a menos que los convencieran estadísticamente de que no podían ganar. En las últimas semanas, Vor había estado trabajando en un complejo plan que haría que la flota de Omnius se desmoronara, pero todavía no estaba preparado para llevarlo a la práctica. Todavía no…