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Authors: Jude Watson

La lucha por la verdad (3 page)

—No, no puedo —admitió Qui-Gon—, pero también hay comercio e intercambio de ideas.

O-Rena y V-Haad sonrieron y negaron con la cabeza.

—Tenemos todo lo que necesitamos —repitió V-Haad—. Importar mercancías o conocimiento es innecesario y dañino para el Bien General.

—¿Por qué iban a ser dañinos los avances en el conocimiento? —preguntó Obi-Wan curioso.

Qui-Gon vio que a V-Haad se le ponía el cuello rojo, aunque mantuvo su sonrisa.

—Kegan es un planeta precioso —comentó Adi en un intento evidente de cambiar de tema.

De pronto, O-Rena comenzó a hablar de los maravillosos lugares de Kegan, señalando las especies nativas cuando pasaron por el Círculo del Jardín con sus plantas en flor.

Qui-Gon permaneció callado. Había otra cosa que le molestaba de Kegan, algo al margen de la perpetua sonrisa de los Guías de la Hospitalidad. De repente se dio cuenta de que no había escuchado a nadie reír desde que había llegado al planeta. No había visto esculturas públicas ni fuentes ni obras de arte. No había oído música. En un planeta tan pacífico eso era inusual. Quizás, a pesar de las sonrisas, la falta de alegría perturbaba aquel planeta.

—Éste es nuestro mercado —dijo O-Rena con orgullo, abarcando con un gesto del brazo el área circular llena de puestos—. Nadie necesita monedas para comprar. Todos realizan trueques con los bienes que les sobran. Nadie pasa hambre.

Era el mercado más raro que Qui-Gon había visto nunca. Aunque acababan de cruzar por huertos frutales en el Círculo del Jardín, y habían visto árboles cargados de frutos maduros, no se veía fruta o verdura fresca por ningún lado. De los puestos colgaban tiras de verdura y fruta seca, y había grandes latas llenas de grano. También abundaban los zapateros que arreglaban las botas de los keganitas y sastres que vendían túnicas y ropa de trabajo. Los compradores iban de un puesto a otro sonriendo y asintiendo. No paseaban, admirando los productos, ni se paraban tentados por algún capricho. Había mucho que ver en el mercado, pero nada que fuera realmente tentador.

—Muy... útil —dijo Siri educadamente.

Un carro lleno de rollos de ruda tela se dirigía hacia ellos. Qui-Gon se hizo a un lado para quitarse del paso y chocó con un comerciante que estaba colocando unas herramientas en su puesto. La estantería se tambaleó y los utensilios cayeron al suelo.

Qui-Gon se agachó rápidamente para ayudar al tendero a recogerlas. Cuando volvió a levantarse, Obi-Wan y Siri ya habían desaparecido.

O-Rena se dio la vuelta.

—Como podéis ver, llegan nuevos productos constantemente. Aquí en Kegan... —su voz se apagó. Sus ojos recorrieron la zona—. ¿Dónde están vuestros jóvenes Jedi?

V-Haad se giró para observar a la multitud.

—¿Se han parado en algún sitio?

—No estoy seguro —dijo Qui-Gon, fingiendo buscarles entre la gente—. Quizás han visto algo que les ha interesado.

—No conocen vuestra tecnología —sugirió Adi—. A lo mejor se pararon a ver esos transmisores viejos que hemos visto.

—Sí, la curiosidad —murmuró O-Rena—. Es encomiable, pero tenemos que encontrarles. Es fácil perderse en Kegan.

—No es una buena idea perderse —confirmó V-Haad—. Los Círculos pueden confundir, son como un laberinto.

O-Rena y V-Haad miraron a V-Nen y O-Melie.

—Podéis esperar aquí con los Jedi... —dijo O-Rena.

—Y enseñarles el mercado... —añadió V-Haad.

—Pero no os alejéis —dijo O-Rena—. O no podremos encontraros. Eso nos angustiaría.

Les están advirtiendo
, pensó Qui-Gon.

—Esperaremos aquí —dijo V-Nen lentamente. Qui-Gon vio que cogía a O-Melie de la mano.

Los Guías de la Hospitalidad se fueron rápidamente. Qui-Gon se giró hacia V-Nen y O-Melie. Un skyhopper zumbó sobre sus cabezas, y él alzó la voz por encima del ruido.

—Agradecemos esta oportunidad para hablaros a solas.

—No tenemos nada más que decir —la voz de O-Melie carecía de inflexión—. Fue un error llamaros. Deberíais iros.

Qui-Gon miró a Adi atónito. Él pensaba que O-Melie y V-Nen tendrían un montón de preguntas que hacerles.

V-Nen colocó una mano sobre el brazo de su mujer. Qui-Gon vio que ella temblaba. ¿Qué pasaba? Sintió la frustración creciendo en su interior. ¿Cómo podrían Adi y él ganarse la confianza de aquellos padres? Era evidente que tenían miedo.

—Puede que O-Lana ya se haya despertado —dijo Qui-Gon—. ¿Por qué no vamos a verla otra vez? Tenéis que saber si O-Lana es sensible a la Fuerza, aunque no toméis la decisión ahora. Podéis pensar en ello.

—Volvamos a examinar a la niña —añadió Adi Gallia en voz baja—. Os diremos lo que pensamos y nos marcharemos.

V-Nen y O-Melie dudaron. Qui-Gon sabía que querían decir que sí.

—Nosotros nos haremos responsables ante los Guías de la Hospitalidad —añadió Qui-Gon.

—De acuerdo —dijo V-Nen reacio.

V-Nen les sacó del mercado por un serpenteante camino. Salieron a una calle diferente de la que habían utilizado antes. El keganita les condujo por callejuelas traseras, para llegar a la parte de atrás de su vivienda.

Siguieron a los padres hasta el interior. Cuando entraron en la casa, vieron a una mujer mayor. Tenía una mata de pelo rojizo con tonos plateados, y ojos pequeños y oscuros que iban de un lado a otro nerviosos, como los de un pájaro.

—Habéis vuelto —dijo.

—¿Dónde esta Lana, O-Yani? —preguntó O-Melie—. ¿Está durmiendo?

—No está aquí —respondió la anciana—. Vinieron. Se la llevaron.

Capítulo 5

Obi-Wan y Siri no corrieron ni aparentaron tener prisa. Les habían enseñado a moverse entre la multitud sin ser vistos. Cuando alguien se volvía para mirarlos, ellos ya se habían adentrado aún más entre la gente.

Dejaron atrás el mercado, seguros de que O-Rena y V-Haad lo rastrearían de punta a punta.

—Vamos al Círculo del Jardín —sugirió Obi-Wan—. Será más sencillo escondernos allí.

Siri asintió. Se apresuraron hacia el Círculo y corrieron por un camino que transcurría entre árboles frondosos. Vieron una zona boscosa más adelante y se dirigieron a ella. Atravesaron matorrales altos, frondosos y repletos de moras que llenaban el estrecho camino. Se detuvieron en un claro para recuperar el aliento.

Siri se quitó una mora del pelo.

—No entiendo por qué hemos tenido que irnos —gruñó—. Justo cuando las cosas se estaban poniendo interesantes, a Qui-Gon se le ocurre un plan para deshacerse de nosotros. ¿Cómo voy a aprender si nunca llego a ver a dos Maestros Jedi en acción?

—La misión es lo que importa —dijo Obi-Wan. Siri se quitó otra mora del pelo rubio.

—A mí no tienes que repetirme la sabiduría Jedi, Obi-Wan. He tenido las mismas asignaturas que tú.

De pronto, suspiró y se sentó en la mullida hierba.

—Es sólo que estoy decepcionada. Quería ver cómo iban Qui-Gon y Adi a llevar esto. Hay algo muy extraño en este planeta. Esos Guías de la Hospitalidad me dan escalofríos. No sabía que una sonrisa pudiera dar tanto miedo.

—Ésa es la razón por la que Qui-Gon quería ver a los padres a solas —le dijo Obi-Wan.

Siri le miró de reojo con cara de desagrado.

—No tienes que explicarme el plan. Yo estaba allí.

Se puso de pie antes de que él pudiera reaccionar. Obi-Wan pensó que ella siempre hacía eso. Nunca le daba la posibilidad de disculparse o explicarse. Aunque tampoco es que él quisiera hacerlo.

—Vámonos —dijo ella—. No debemos permanecer en el mismo sitio mucho tiempo.

—Lo sé —dijo Obi-Wan, empezando a andar.

Siri apretó el paso y ambos avanzaron entre los caminos. Ninguno dejaba que el otro tomara la delantera.

Esto es ridículo
, pensó Obi-Wan.
¿Es que no he aprendido nada en todos estos años en el Templo? No debería competir con Siri
.

Pero tampoco podía retrasarse y dejar que ella fuera delante.

—Quizá deberíamos ir al Círculo Técnico —sugirió Obi-Wan—. Parece un buen sitio por el que empezar si lo que tenemos que hacer es investigar cómo funciona realmente la sociedad en Kegan.

—Ese es el primer sitio en el que nos buscarán —dijo Siri en tono de burla.

Salieron de la zona de matorrales y recorrieron un campo de hierba alta. Había un sendero embarrado junto al campo y lo tomaron.

—¿Tienes una idea mejor? —preguntó Obi-Wan.

—Creo que deberíamos mezclarnos entre la gente —dijo Siri—. Son humanos, así que no llamaremos la atención. Y llevamos ropas parecidas. Podremos reunir mucha información sólo hablando con ellos.

Antes de que Obi-Wan pudiera responder, el rugido de un motor llenó el aire. Se acercaba un deslizador. Era demasiado tarde para esconderse entre la hierba.

—Vamos a ver si cuela —murmuró a Siri.

El deslizador se paró a su lado. Un hombre fornido de mediana edad vestido con una túnica de cromotela les sonrió amablemente.

—¿Qué hacéis aquí vosotros dos?

—Dando un paseo —dijo Obi-Wan.

—¿No hay colegio hoy? —preguntó el hombre con amabilidad.

La pregunta era una trampa. Obi-Wan no quería decir que eran visitantes. Eso llevaría a O-Rena y V-Haad directamente hasta ellos.

—Tenemos permiso para no ir —dijo Siri—. Nuestros padres necesitan ayuda en casa. Y por cierto, tenemos que ir a ayudarles

—Como queráis —el hombre se despidió con la mano.

Comenzaron a andar, dejándolo atrás. Pero algo iba mal. La Fuerza le advirtió a Obi-Wan un momento antes de que un electropunzón le diera en las rodillas y luego en el hombro. Ambos golpes fueron suficiente para que Obi-Wan cayera al suelo. Un segundo después, Siri cayó junto a él. La chica estaba sin respiración. Nunca había sentido el pinchazo de un electropunzón.

El hombre les recogió, los arrojó como si fueran fardos en la parte de atrás del deslizador y se marchó con ellos.

Capítulo 6

¿Que O-Lana no está? —la cara de O-Melie se puso de un pálido mortal. Se tambaleó, y V-Nen la cogió. Ella se apretó una mano contra la boca—. ¿Cómo has podido dejar que se la llevaran?

—Tuve que hacerlo —respondió O-Yani con los ojos moviéndose rápidamente de O-Melie a V-Nen—. Dijeron que tenían que hacerle un chequeo médico rutinario. No hay por qué preocuparse. Volverá. No va a desaparecer.

V-Nen miró a O-Melie.
Una mirada de advertencia
, pensó Qui-Gon. Vio a O-Melie tragando saliva. Su mirada se transformó. La tensión en sus músculos faciales desapareció. Sus labios se curvaron en una sonrisa forzada.

—Claro —dijo ella—. Lo entiendo.

Oyeron pasos apresurados y los Guías de la Hospitalidad entraron corriendo.

—¡Ah, por fin os encontramos! —dijo O-Rena. La sonrisa de V-Haad no fallaba.

—Pensábamos que nos ibais a esperar en el mercado.

—Debimos entenderlo mal —dijo Qui-Gon—. Les preguntamos si podíamos volver. Sentimos haberos causado preocupación.

—Se han llevado a O-Lana —dijo O-Melie, esforzándose para que la expresión de su cara siguiera siendo amable—. O-Yani dice que los Guías del Círculo Médico vinieron a buscarla, pero acaba de pasar su chequeo rutinario. Puede que haya algún error.

—Lo comprobaremos —le garantizó O-Rena—. No te preocupes. ¡Un niño nunca está demasiado sano!

V-Nen parecía tan desanimado como su mujer, pero su rostro estaba congelado en la misma expresión afable.

—Siempre hay una notificación a los padres antes de un chequeo médico. Qué raro que a O-Lana se la hayan llevado sin realizarla.

—Incluso en Kegan se cometen errores —dijo V-Haad en tono cordial—. Pero eso no es excusa —añadió rápidamente.

—Hasta un segundo de preocupación por un hijo puede convertirse en una eternidad —dijo O-Rena comprensiva—. V-Haad y yo estaremos encantados de interceder por vosotros. Llegaremos hasta V-Tan y O-Vieve si es necesario.

—Os lo agradecemos —dijo V-Nen entre dientes. O-Rena se volvió hacia los Jedi.

—Por supuesto, todo esto llevará su tiempo. Sabemos que los Jedi son demasiado importantes para la galaxia como para perder el tiempo. Entenderemos de todo corazón que tengáis que volver a dedicaros a tareas más importantes.

—Por desgracia no hemos encontrado a vuestros jóvenes ayudantes —dijo V-Haad con amabilidad—. Quizá tengan ustedes dispositivos de comunicación para llamarlos.

—Os agradecemos vuestra preocupación —respondió Qui-Gon suavemente—, pero me temo que sobrevaloráis nuestra posición en la galaxia. Podemos quedarnos aquí hasta que la niña aparezca. Y en lo que respecta a nuestros ayudantes, me temo que no tenemos ni idea.

Adi le siguió la corriente.

—Hemos intentado contactar con ellos mediante nuestros intercomunicadores —dijo ella—. No responden. Quizá los han perdido, o nuestra tecnología no funcione en vuestro planeta. Tendremos que ir a buscarles.

—Lo sentimos si esto os causa algún problema —añadió Qui-Gon—. Nos gustaría que nos permitierais movernos entre vuestra gente. Ya sabéis cómo son los jóvenes. Es probable que estén por ahí explorando y hayan perdido la noción del tiempo.

Los Guías de la Hospitalidad estaban atrapados. No podían negarse a una propuesta tan sensata. Pero no parecían seguros.

—Kegan es un planeta pacífico —titubeó V-Haad—, pero nuestro pueblo no está acostumbrado a los extraños. Podrían sentir miedo, lo que podría provocar que actuaran de forma inusual. No queremos que os pongáis en peligro de ningún tipo...

—Los Jedi están acostumbrados a caminar entre extraños —dijo Adi, inclinando la cabeza—. No estamos preocupados.

—Estaremos en contacto —dijo Qui-Gon, inclinándose ante los Guías.

Los Guías volvieron la cabeza. O-Melie se quedó quieta como una piedra, pero sus ardientes ojos imploraban a los Jedi.
¡Encontradla!

Entonces los Guías de la Hospitalidad volvieron a girarse con su perpetua e imperturbable sonrisa.

***

—La madre tiene miedo —dijo Adi.

—El padre también —dijo Qui-Gon—, aunque lo oculta ligeramente mejor.

Adi suspiró. Se habían detenido ante el Círculo del Jardín antes de seguir.

—Tengo la impresión de que cada paso que damos contradice los deseos del Consejo. Estamos interfiriendo. Podríamos ganarnos enemigos aquí.

—Se ha perdido un bebé —dijo Qui-Gon—. Ten en cuenta que es sensible a la Fuerza. Es obvio que sus padres están aterrorizados. La situación ha cambiado. Y es por nuestra presencia. Si no hubiéramos venido, la niña estaría a salvo.

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