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Authors: Jude Watson

La lucha por la verdad (5 page)

—Delacrix es un sistema seguro y pacífico —dijo Obi-Wan—. Viajar allí no es peligroso. La precaución siempre es necesaria, pero...

—¡Cuatro marcas por desobediencia! —chirrió la voz de O-Bin—. No estás contribuyendo al Bien General. Ahora pasaremos al siguiente sistema. Por favor, consultad vuestras pantallas.

Las palabras rodaron por el monitor de Obi-Wan.

"EL PLANETA STIEG ES MÁS PELIGROSO."

—¿Quién sabe por qué? —preguntó O-Bin, mirando a la clase—. ¿V-Davi?

El chico rubio y delgado habló.

—Stieg no tiene Gobierno organizado ni sistema legislativo. Las tribus están en una constante guerra civil.

Siri se puso de pie, aún temblando por los efectos del electropunzón.

—Un momento. Los stiegfanos son pacíficos y amantes del bien. ¡Y Stieg tiene un sistema de gobierno perfecto!

La cara de O-Bin se puso totalmente roja.

—Gracias por tu contribución, O-Siri, pero eso es mentira.

—¡Yo no miento!

Obi-Wan quiso agarrar a Siri por la túnica para obligarla a sentarse, pero no podía deshacer todo lo que ya había dicho. Tendría que apoyarla.

—Siri tiene razón. Stieg es pacífico —dijo Obi-Wan. O-Bin parecía a punto de explotar. Apretó las manos y entonces sonrió.

—Me lo estáis poniendo difícil para acordarme de la cantidad de marcas que lleváis —dijo en un tono que golpeaba cada palabra de forma monótona—. Me temo que os habéis ganado un castigo mayor. Los dos limpiaréis el comedor de toda la escuela tras la cena.

El estudiante rubio llamado V-Davi les miró comprensivo.

—¡Pero qué dices! —replicó Siri—. No tengo que seguir tus normas. ¡No estoy bajo tu autoridad!

—Si decidís negaros a vuestro castigo y dañar el Bien General —prosiguió O-Bin—, ningún estudiante comerá hoy.

Cincuenta pares de ojos hambrientos se posaron sobre Obi-Wan y Siri.

—¿Os seguís negando? —preguntó O-Bin.

Bajo la túnica, Obi-Wan le dio un codazo a Siri para que se callara. No quería ser responsable de que los estudiantes se quedaran sin comer.

Al ver que no respondían, O-Bin les dio la espalda con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—Genial —dijo Siri—. No sólo estamos atrapados, sino que encima tenemos que fregar los platos.

O-Bin no se dio la vuelta.

—Cuatro marcas de castigo, O-Siri —dijo dulcemente.

Capítulo 8

Qui-Gon y Adi estaban en medio del Círculo de Reuniones. A su alrededor se extendía un coliseo al aire libre con losas de piedra a modo de bancos.

—Todos los keganitas participan en el Gobierno de Kegan —dijo V-Haad orgulloso—. V-Tan y O-Vieve presentan los problemas al pueblo. No dan soluciones, sólo propuestas. Todos los ciudadanos pueden votar.

Un edificio circular bajo se levantaba junto al coliseo. La cúpula, en una de las pocas muestras de ornamentación de Kegan, estaba pintada de dorado.

—Ésa es la Vivienda Central, donde residen nuestros Guías Benevolentes —dijo O-Rena—. Solicitaremos una audiencia por vosotros.

O-Rena y V-Haad les llevaron a una pequeña sala con paredes inmaculadamente blancas y bancos para sentarse.

—Estarán con vosotros dentro de poco —dijo O-Rena—. Os esperaremos en la entrada principal.

Al cabo de un momento, la puerta se abrió y aparecieron dos ancianos keganitas con túnicas blancas. La mujer llevaba el pelo canoso sujeto en una larga trenza. El hombre también era canoso. Sus resplandecientes sonrisas parecían más sinceras que las de los Guías de la Hospitalidad.

—Bienvenidos, Qui-Gon Jinn y Adi Gallia —dijo la mujer—. Yo soy O-Vieve y él es V-Tan. Es un honor saludaros.

Los dos Jedi inclinaron la cabeza.

—Esperamos que podáis ayudarnos —dijo Qui-Gon—. Vinimos con nuestros padawan, Siri y Obi-Wan. Les perdimos en algún momento y no podemos encontrarlos.

V-Tan extendió las manos.

—Los Guías de la Hospitalidad nos han informado de esto. Estamos preocupados.

—Hemos decidido iniciar una búsqueda —dijo O-Vieve—. Informaremos a nuestros ciudadanos de que los chicos se han perdido. Pronto obtendremos resultados.

—Nos gustaría unirnos a la búsqueda —dijo Qui-Gon. O-Vieve asintió comprensiva.

—Soy consciente de vuestra preocupación, pero no conocéis nuestro mundo. Nosotros podemos buscar de forma más rápida y eficaz. V-Tan y yo os estaríamos muy agradecidos si aceptarais nuestra hospitalidad durante este periodo de tiempo. Tenemos un área de invitados preparada aquí, en la Vivienda Central. Estoy seguro de que necesitáis comer y descansar. Os traeremos a vuestros padawan.

Qui-Gon estuvo a punto de protestar, pero Adi asintió.

—Gracias —dijo ella.

V-Tan y O-Vieve susurraron que no era molestia en absoluto y que era un placer para ellos conocer a los amables Jedi. Los Guías de la Hospitalidad estarían esperando en la recepción para mostrarles el camino hasta sus aposentos.

Qui-Gon y Adi fueron hacia el pasillo. En cuanto se alejaron lo suficiente para que no les oyeran, Qui-Gon murmuró:

—No podemos fiarnos de ellos para la búsqueda.

—Claro que no —admitió Adi—, pero si hubiéramos seguido protestando no habríamos obtenido nada bueno. No se habrían rendido. No nos temen, como O-Rena y V-Haad.

—¿Temernos? —preguntó Qui-Gon asombrado—. Nerviosos quizás, pero ¿por qué iban a temernos?

—Eso es algo que no sé —dijo Adi—. Todavía. Qui-Gon se detuvo. El área de recepción estaba enfrente, y no quería que los Guías de la Hospitalidad les vieran.

—Tenemos que volver al principio. Debemos hablar con V-Nen y O-Melie. Quizás el hecho de que Obi-Wan y Siri no hayan vuelto tenga que ver con la desaparición de O-Lana.

Adi asintió.

—¿Cómo podemos evitar a O-Rena y V-Haad?

—Por aquí —dijo Qui-Gon, dando la vuelta y avanzando por donde habían venido. Giró a la izquierda y luego a la derecha.

—¿Cómo sabes por dónde ir? —preguntó Adi. Qui-Gon sonrió.

—En el Templo recibí lecciones sensoriales con la Maestra Tahl. Cuando se quedó ciega tuvo que aprender a mejorar el resto de sus sentidos. Sigo mi sentido del olfato.

Adi se concentró.

—Comida. Están cocinando algo.

—Y donde hay comida, hay basura. Y donde hay basura, suele haber una salida —explicó Qui-Gon.

—Y yo que siempre busco una ventana —dijo Adi corriendo tras él.

La cocina estaba vacía excepto por un cocinero que, de espaldas a la puerta, estaba picando verdura para hacer una pasta. Qui-Gon y Adi Gallia se movieron de forma rápida y silenciosa tras él y salieron por una puerta a un reducido espacio lleno de cubos de basura. Los sortearon y se fueron por donde habían venido.

No había mucha distancia y pronto estuvieron ante la puerta de V-Nen y O-Melie. Qui-Gon golpeó suavemente la puerta.

Abrió V-Nen. La expresión esperanzada en su rostro se apagó cuando vio a los Jedi.

—Creí que eran noticias de Lana —dijo.

—Tenéis que confiar en nosotros —le dijo Adi—. Podemos ayudaros a proteger a vuestra hija.

O-Melie se puso al lado de su marido.

—No tenemos nada más que decir —dijo V-Nen—. Yo tengo que ir ahora a trabajar al Círculo de Información.

—Llegamos tarde y nos tenemos que ir ya —dijo O-Melie—. Por favor, no nos sigáis.

Las palabras de O-Melie sonaban frías, pero en su mirada había un ruego. ¿Qué les estaba pidiendo?

Antes de que pudieran reaccionar, el matrimonio cerró la puerta en sus narices.

Adi miró a Qui-Gon. La mirada que intercambiaron estaba llena de significado. No hablaron durante un momento, mientras un skyhopper zumbaba sobre ellos.

—Creo que deberíamos volver —dijo Adi.

—Sí —asintió Qui-Gon—. Aquí no hacemos nada. Dieron medía vuelta y volvieron al Círculo de Viviendas. Pero la esperanza renacía en el corazón de Qui-Gon. Por fin estaba empezando a entender.

Capítulo 9

Siri descargó otro montón de platos sucios en el fregadero. El suelo estaba lleno de agua jabonosa.

—¿Quién fue el cabeza de chorlito que decidió que los turbolavavajillas eran malos para el Bien General? —preguntó, cogiendo un trapo sucio.

—El trabajo servil realizado con primor contribuye al Bien General —dijo Obi-Wan.

Ella le miró de reojo.

—Hablas como uno de ellos.

—Está empezando a hacerme mella —Obi-Wan secó el último plato del enorme montón y lo colocó sobre una pila.

Siri contempló las estrechas ventanas que se alineaban en la parte superior de la pared. Todas las del Círculo de Aprendizaje estaban muy altas y permitían que entrara la luz, pero restringían la vista del exterior. Esa tarde les habían dicho que la contemplación del exterior era perder un tiempo que debía dedicarse al Aprendizaje.

—Está oscureciendo —dijo Siri—. Creo que deberíamos irnos esta noche. Todavía tenemos nuestros sables láser.

—Creo que es mejor esperar —dijo Obi-Wan.

—¿A qué? —preguntó Siri, escurriendo un plato—. ¿A los platos del desayuno?

Obi-Wan habló con calma.

—A varias cosas. En primer lugar, no sabemos el tipo de seguridad que tiene el Círculo de Aprendizaje. Tenemos que descubrirlo antes de intentarlo. Recuerda que Qui-Gon y Adi nos dijeron que no provocáramos trastornos.

—Pero eso fue antes de que nos capturasen —argumentó Siri.

—Lo sé —dijo Obi-Wan—. Sin duda, ahora mismo estarán preocupados; pero eso no es razón para arriesgarnos a escapar. Si lo planeamos, quizá podamos evitar un enfrentamiento.

Siri le miró con cara de incredulidad.

—¿Sólo te importa eso? ¿Evitar una pelea? Obi-Wan intentó controlarse.

—En mis misiones con Qui-Gon he aprendido que, si se puede, siempre es mejor evitar una pelea. Deberías haber aprendido eso en el Templo.

Siri se puso roja. Sabía que Obi-Wan tenía razón. Un Jedi siempre evitaba los conflictos.
Infinitas maneras de conseguir un objetivo hay
, les había dicho Yoda mucha veces.
Intentarlas todas debéis
.

—Pareces olvidar que somos Jedi —dijo—. Con sólo revelar quiénes somos nos dejarán marchar. Así sabrán que no somos keganitas.

—Pero tampoco sabemos si nos dejarán marchar —replicó Obi-Wan—. Es una opción, pero sigo pensando que deberíamos esperar. Qui-Gon nos dijo que no reveláramos que éramos Jedi. Y Yoda nos dijo que evitáramos los conflictos a toda costa. Mientras tengamos que hacerlo, yo digo que permanezcamos en el anonimato. ¿Qué pasa si nos retienen porque somos Jedi? ¿Y si metemos a Qui-Gon y Adi Gallia en problemas por revelar que somos Jedi? No sabemos qué están haciendo nuestros Maestros ahora mismo —Obi-Wan negó con la cabeza—. Hay demasiados interrogantes. A menos que encontremos la forma de marcharnos discretamente, por el momento deberíamos quedarnos. Piénsalo así. Aquí podemos aprender sobre la sociedad de Kegan. Es como un campo de adoctrinamiento.

—¿Siempre eres tan precavido? —le preguntó Siri.

—No siempre lo fui —respondió Obi-Wan—. Pero ahora sí.

Él la miró a su vez. Ella sabía a lo que se estaba refiriendo Obi-Wan. Una vez actuó de forma impulsiva y casi lo perdió todo. Había aprendido la lección: actuar era una tentación. Esperar era más sabio.

Siri arrojó con frustración el trapo al fregadero. Éste dio contra el agua y salpicó el suelo. Obi-Wan suspiró. Cuando terminaran de lavar los platos, tendrían que pasar la fregona un buen rato.

—¿Así que tenemos que quedarnos aquí oyendo mentiras mientras limpiamos toda la escuela? —preguntó Siri con disgusto.

—No estaríamos limpiando si no te hubiera dado por corregir a O-Bin —dijo Obi-Wan suavemente.

—¿Y dejar que la profesora llenara la mente de los alumnos de mentiras? —preguntó Siri incrédula—. ¿Cómo vamos a hacer eso, Obi-Wan? Sabes que todo lo que enseñan aquí es falso.

—Lo que dijiste no va a cambiar nada —argumentó Obi-Wan—. Nadie nos creyó, y ahora estamos aquí limpiando.

—Así que es todo por mi culpa —dijo Siri.

—Yo no voy a juzgar a nadie —dijo Obi-Wan irritado—. Pero ya que insistes, sí.

—¡Fuiste tú el que no quisiste escapar cuando podíamos hacerlo! —explotó Siri—. Deberíamos haber salido corriendo.

Obi-Wan abrió la boca para refutar la acusación, pero una voz sonó tras él en tono dubitativo.

—Eso no hubiera sido buena idea.

Ambos se dieron la vuelta. V-Davi, el chico delgado de la clase, estaba en la puerta. Tenía las manos metidas en los bolsillos de la túnica.

—Los Guías de la Seguridad tienen mucho poder —dijo—. Oponerse a ellos es una tontería. Además, va en contra del Bien General.

—Gracias por el consejo —dijo Obi-Wan.

Siri cogió una fregona y comenzó a limpiar el agua que había derramado.

—¿Qué haces aquí, V-Davi? —preguntó ella amablemente—. Tú no tienes marcas de castigo, ¿no?

—No. La tarea que me han asignado es preparar la comida de mañana. Pensé que podría adelantar un poco esta noche —V-Davi fue a coger una lata de verduras. Encendió una máquina de picar y empezó a echar las verduras dentro.

—¿Me estás diciendo que la comida de aquí se prepara de verdad? —gruñó Siri—. Yo creía que se limitaban a sacarla del cubo de la basura.

Obi-Wan sonrió. Era verdad. La comida del Círculo de Aprendizaje era terrible. Todas las verduras y la carne se picaban para formar una pasta con la que se moldeaban formas circulares que después se horneaban. Aquellos círculos estaban tan sosos y duros que podrían emplearse para jugar al shock-ball. Miró a V-Davi para ver si se había ofendido.

La expresión de V-Davi era de sorpresa, como si no hubiera oído antes una broma. Entonces se rió.

—La comida es mala, sí; pero no es culpa mía. A mí me dicen cómo hacerla.

—No te estaba echando la culpa, V-Davi —le dijo Siri—. Tendrías que ser un genio para hacer una comida tan increíblemente mala.

—Por lo menos puedo ayudaros a terminar de limpiar —ofreció V-Davi—. No me importa.

—No te preocupes —le dijo Siri mientras terminaba de pasar la fregona—. Yo tengo la culpa de esto. Pero puedes contarnos más cosas de ti mientras trabajamos.

—¿Cuántos años tenías cuando viniste al Círculo de Aprendizaje? —preguntó Obi-Wan.

—Fue hace siete años. Yo tenía dos —dijo V-Davi mientras metía más verduras en la picadora—. Mis padres murieron en la gran epidemia de Toli-X. A mí me enviaron aquí. La mayoría de los niños de Kegan no comienzan el Aprendizaje hasta que tienen cuatro años.

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