—Aquí abajo, en el estacionamiento de la Facultad se están acomodando los tanques y los transportes ligeros de los paracaidistas. Si quieren salir, apúrense, yo ya me voy…
• Luis González de Alba, del
CNH
.
Durante los quince días de la ocupación de
CU
por el ejército se quedó encerrada en un baño de la Universidad una muchacha: Alcira. Se aterró. No pudo escapar o no quiso. Al ver a los soldados, lo primero que se le ocurrió fue encerrarse con llave. Fue horrible. Uno de los empleados que hacen la limpieza la encontró medio muerta, tirada en el mosaico del baño. ¡Quince días después! Ha de haber sido espantoso vivir así, hora tras hora, tomando sólo agua de la llave del lavabo. Se la pasó entre los lavabos y los excusados —allí dormía, tirada en ese pasillo, en el piso de mosaico— y se asomaba por una mirilla para ver a los soldados recargados en sus tanques, bostezando, o recostados adormilados en los
yips
… ¡Era tal su terror que nunca se movió del baño!
• Carolina Pérez Cicero de Filosofía y Letras de la
UNAM
.
Después de que los soldados me dieron el balazo en
CU
el 19 de septiembre de 1968 —me lo dieron en el fémur y por pocos milímetros me rompen la femoral—, estuve dos meses internado en el hospital 20 de Noviembre y jamás traté abiertamente el tema de mi herida, ni siquiera con otros muchachos que me visitaban porque se decía que había «orejas» y «chivatos» en todas partes y reinaba un ambiente de temor, de absoluta desconfianza.
• Víctor Vállela, escritor, miembro del Pen Club.
Aquella primera represión desató otras, completamente insensatas que partieron en dos la opinión nacional: acá los hombres del poder y la gran propiedad; allá los estudiantes, los profesores, los intelectuales y buena parte del pueblo.
• Ricardo Garibay, «Salir del Agujero, La Hora Cero»,
Excélsior
, 27 de septiembre de 1968.
Abomino la pasividad e indiferencia, porque las identifico con la complicidad e irresponsabilidad. Formamos la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior Pro-Libertades Democráticas, al ejemplo de los jóvenes en su Consejo Nacional de Huelga. Siempre tendré presente la pregunta que me hizo mi hijo momentos antes de una de las grandiosas manifestaciones del Movimiento Estudiantil: «¿Y qué no vas a estar con tus alumnos en esta manifestación?».
• Doctor Fausto Trejo, de la Coalición de Maestros, preso en Lecumberri.
A Armando y a mí nos cogieron el 18 de septiembre en
CU
cuando fuimos por nuestra hija. Un militar reconoció a mi marido, lo apartó, llamándolo por su nombre: «¡Armando Castillejos!». Y nos separaron. Bueno, separaron a todos los hombres de todas las mujeres y a Armando y a mí nos consignaron como dirigentes del Movimiento Estudiantil, con el cual no tuvimos nada que ver, salvo el desplegado que publicó el Sindicato El Ánfora en que declaraba públicamente su apoyo al pliego petitorio estudiantil. Mi marido es secretario del Sindicato. En realidad, con quien tenemos que ver es con el Movimiento Obrero ya que llevamos 26 años de trabajar directamente vinculados con los obreros, y hemos podido darnos cuenta hasta qué grado están mediatizados y cómo se les dificulta la lucha. Lo único que hemos hecho Armando y yo a lo largo de nuestra vida es explicar a los obreros cuáles son sus derechos —siempre dentro de la legalidad— porque si no saben cuáles son, ¿cómo van a poder defenderlos? Por esto, cada uno tenemos trece delitos del fuero federal y seis delitos del común; nos pusieron dos procesos diferentes y tenemos más delitos que cualquiera de los presos políticos… El 24 de diciembre de 1968 salí yo en las listas que aparecieron en los periódicos entre los que iban a liberar ese mismo día y a pesar de que es un día atareado para los funcionarios por ser víspera de Navidad, ese mismo día hubo una contraorden y yo fui la única que no salí. Cuentan las malas lenguas que Fidel Velázquez intervino personalmente para que yo no saliera… Yo trabajé en la Secretaría del Trabajo y después de diecinueve años, me despidieron. Era auxiliar del grupo 13 de Petróleos en la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, puesto al que llegué por escalafón y me despidieron por ser esposa de Castillejos. Esto me lo dijo personalmente Salomón González Blanco:
—Señora, yo admiro a su esposo pero consideramos que es enemigo del gobierno. Por lo tanto, si usted quiere seguir aquí, la vamos a trasladar a Guaymas.
Yo le dije que no tenía por qué irme a Guaymas. Luché y hasta en la Suprema Corte perdí la demanda de trabajo después de todas las instancias. ¡No les importó diecinueve años de trabajo y de esfuerzo ya que en esos diecinueve años siempre ayudé a los trabajadores!
Cuando esto pasó, en 1962 me fui a trabajar al despacho de mi esposo pero la lucha era para nosotros cada vez más difícil porque aun sindicatos de sesenta y tantos trabajadores como el de la laminadora Xalostoc tampoco lo pudo registrar Armando. La Secretaría del Trabajo y el Departamento del Distrito son los que dicen qué sindicatos se registran y con eso tienen el control de todas las organizaciones obreras. ¡Así puede usted pelear ante todas las instancias legales, no le dan a usted el registro! Es uno de los cuellos de botella que tiene el gobierno para controlar completamente el Movimiento Obrero.
Como mi marido jamás aceptó proposiciones ¡y vaya que se las hicieron! para vender una huelga entonces lo consideraron una persona peligrosa. Armando inició además una campaña durísima contra Fidel Velázquez y contra los sindicatos blancos y esto no se lo perdonan ni los líderes charros ni el gobierno que tiene en ellos sus principales apoyos. Ésta es la razón verdadera de nuestro encarcelamiento.
• Lic. Adela Salazar Carbajal de Castillejos, litigante en asuntos obreros, presa en la Cárcel de Mujeres.
A mí me detuvieron tres veces, la primera el 18 de septiembre. Yo bailaba en el Ballet Folklórico de la
UNAM
y había ido a un ensayo y por cierto traía mis zapatillas de ballet. Yo era del Comité de Lucha de la Facultad de Derecho, tenía la Comisión de Finanzas, pero andaba con unas compañeras que nada tenían que ver con el Movimiento, ni siquiera con la Universidad y nos detuvieron a todas juntas y nos tuvieron hasta las tres de la mañana en la explanada frente a la Rectoría. Junto a mí estaba una muchacha francesa embarazada que se sentía muy mal. Ella y su marido eran turistas; habían ido a la Universidad a conocerla y a pesar de ello, la francesa embarazada duró tres días conmigo en Lecumberri. También había dos muchachas de Tamaulipas que fueron con sus novios a bailar al «Altillo» y al ver pasar los tanques y el ejército quisieron ir a ver qué suceda. Las dejaron entrar con los novios pero ya no las dejaron salir y ellas decían hasta cómicamente: «Ahora sí nos van a casar nuestros papas porque van a creer que nos fuimos con los novios». Una bailarina de ballet clásico, decía junto a nosotras: «Esto hay que tomarlo con calma, hay que relajarse, calma muchachas, calma» y comenzó a hacer sus ejercicios de yoga. En
CU
detuvieron a quien quisieron y no respetaron a nadie. Vi pasar al secretario particular del rector, licenciado Noguerón seguido por un soldado con bayoneta y le dije: «Pero licenciado, ¿a usted?». Y él me respondió: «Esto es un error,
Nachita
, pronto se resolverá». De la explanada nos llevaron a Lecumberri a cuarenta y tres mujeres y nos tuvieron en el turno de mujeres porque las demás cárceles estaban llenas: el Campo Militar número 1, la jefatura, la Cárcel de Santa Marta, la Procuraduría General de la República, etcétera. Como no había camas para nosotras nos tuvieron en el comedor sentadas sobre las mesas de concreto hasta el otro día con un frío horroroso. Allí me di cuenta que con nosotras estaba una anciana que decía era hermana de un magistrado de la Corte, que ¿por qué la tenían allí? Nosotras teníamos un ánimo excelente porque era la primera vez que nos detenían; nuestra preocupación eran nuestros compañeros; que a ellos no les hicieran nada. Hicimos una colecta entre nosotras y les compramos latas de leche Nestlé y cigarros para mandárselos y creyendo que nos escuchaban nos dedicamos a cantarles y a echarles porras para que tuvieran ánimos y supieran que no estaban solos, pero no pensamos un solo instante que no podían oírnos porque estaban en otras crujías muy lejos… Nos sentíamos valentísimas y en ese momento alguien gritó: «¡Un ratón!», y todas, las cuarenta y tres al mismo tiempo, nos trepamos a las mesas de cemento. ¡Cómo cupimos, no lo sé, pero lo que sí recuerdo es que no la pasamos mal y que esos días no fueron malos, lo malo vino después!
• Ana Ignacia Rodríguez,
Nacha
, del Comité de Lucha de la Facultad de Leyes de la
UNAM
, presa en la Cárcel de Mujeres.
Mas la situación presenta ahora una nueva fase; estoy siendo objeto de toda una campaña de ataques personales, de calumnias, de injurias y de difamación. Es bien cierto que hasta hoy proceden de gentes menores, sin autoridad moral; pero en México todos sabemos a qué dictados obedecen.
• El rector, Ing. Javier Barros Sierra, texto de su renuncia a la H. Junta de Gobierno de la
UNAM
, el 23 de septiembre de 1968.
El viril documento cívico que constituye la renuncia del rector no deja lugar a dudas sobre la índole de las presiones ominosas y externas al ámbito universitario que la motivaron.
• Declaración del
CNH
, 25 de septiembre de 1968.
La renuncia del rector es un acto de civismo sólo comparable al de Octavio Paz renunciando a la Embajada de México en la India, semanas después, porque no podía representar a un gobierno que asesina a su pueblo.
• Luis González de Alba, del
CNH
.
Los problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción. Ésa ha sido mi norma constante de acción y el objeto de mi entrega total, en tiempo y energías, durante el desempeño de la rectoría.
• El rector, Ing. Javier Barros Sierra, texto de su renuncia a la H. Junta de Gobierno de la
UNAM
, el 23 de septiembre de 1968.
Todas las escuelas estaban convencidas de que no había otro camino de solución que el diálogo público. Esto era indiscutible. La corrupción no había logrado penetrar al Consejo y las maniobras gubernamentales fueron previstas y eludidas a tiempo. El presidente jugó su última carta hablando desde la más alta tribuna del país para amenazar con la represión total, y no surtió el efecto esperado. Ahora sólo les quedaba a los funcionarios hacer a un lado las vías tradicionales tan conocidas por el gobierno mexicano; se enfrentaban a un movimiento que no se podía corromper ni desvirtuar. Tampoco entendían que no hubiera personajes de la política nacional patrocinando y dando directrices tras bambalinas. ¿Acaso no tenía trasfondo el pliego petitorio? ¿Sólo se pedía la solución de los seis puntos? El gobierno no lo podía creer y seguía buscando conjuras y fantasmas. Un régimen acostumbrado al doble juego de las insinuaciones, nunca a las exigencias rotundas y claras, no tenía la capacidad para comprender los hechos que sorpresivamente le estallaban en la cara, ni poseía los instrumentos adecuados y la flexibilidad política necesaria para responder de sus actos honestamente ante toda la población fuera de las salas de los ministros donde tantas luchas justas se han apagado.
• Luis González de Alba, del
CNH
.
¡VACUNE A SU GRANADERO!
• Pancarta en una manifestación de
Los agachados
, de Rius, «Número especial de los cocolazos. De julio-agosto-septiembre y octubre quién sabe si tambor».
¡VIVAN LAS CUBANAS!
• Pancarta en una manifestación de
Los agachados
, de Rius.
¡Cueto para presidente!
Mariles pa’ Secretario de la Defensa (Personal)
¡Corona del Rosal pa embajador en Andorra del Norte!
¡Mendiolea Cerecero para el INBA!
O sea ¡la pura vida!
• Rius,
Los agachados
, «Número especial de los cocolazos».
El gobierno nunca quiso el diálogo público sino pláticas de recámara. Y nosotros no podíamos transigir: EL DIÁLOGO TENÍA QUE SER PÚBLICO. Por eso al Movimiento Estudiantil de 1968 no pudo corromperlo el gobierno.
• Marcia del Río Capistrán, estudiante de Odontología, de la
UNAM
.
Las cárceles se llenaban de nuevos presos cuando una de nuestras principales demandas era la libertad de los presos políticos.
• Eduardo Valle Espinoza,
Búho
, del
CNH
.
A las once de la noche, cuando se terminaba en el Zócalo la ceremonia oficial repetida en cada pueblo y en cada ranchería del país, dimos el grito de independencia en la
CU
y en el Poli en medio de un júbilo desbordante. En
CU
lo dio Heberto… En la explanada había puestos de fritangas, de aguas frescas, confeti, serpentinas; parecía kermesse, se vendían flores, sombreritos de cartón, y se celebraban «matrimonios». La avenida Insurgentes, toda encendida de colores, salpicada de focos y de gritos se convirtió en una romería, en una feria popular… Más tarde, la Procuraduría General de la República guardaría nuestras actas de matrimonio, típicas de cualquier feria, como pruebas de cargo en contra nuestra, para demostrar que nos habíamos constituido en autoridades con capacidad para celebrar matrimonios civiles, cometiendo así un nuevo delito y un desacato a nuestra Constitución… ¡De pura chiripada yo no me casé!
• Gilberto Guevara Niebla, del
CNH
.
¡Eran casorios de a mentiritas! ¡Ojalá y hubieran sido de a de veras!
• Cuca Barcón de Narváez, estudiante de la Facultad de Medicina de la
UNAM
.
En el mitin del 21 de septiembre de la Unidad Tlatelolco, constantemente llegaban refuerzos a los granaderos, pero no les faltaron a los estudiantes porque muy cerca se encuentran las chorrocientas escuelas politécnicas del Casco de Santo Tomás. Hasta ellas llegaba el ruido de las explosiones de gases y los disparos de armas de fuego. Había centenares de intoxicados por los gases y muchos heridos por bala pero los estudiantes y los vecinos de la unidad no se daban por vencidos. Ya de noche las señoras seguían calentando agua en sus estufas y buscando botellas de refresco para llenarlas con cualquier líquido inflamable y arrojarlas junto con piedras, botes, latas, trozos de madera, ladrillos, basura.