Algunas circunstancias descritas en
La papisa
pueden parecer asombrosas según nuestra perspectiva, pero no lo eran para la gente de la época. El colapso del Imperio romano y la quiebra resultante de la ley y el orden llevaron a una barbarie y una violencia casi sin precedentes. Como lamentaba un cronista contemporáneo, fue «una edad de la espada, del viento y del lobo». La población de Europa se había reducido casi a la mitad por una desastrosa serie de hambrunas, epidemias, guerras civiles e invasiones de «bárbaros». La esperanza media de vida era muy corta: menos de un cuarto de la población llegaba a los cincuenta años. Y no había poblaciones grandes; las mayores no pasaban de dos o tres mil habitantes. Las vías romanas se habían echado a perder, los puentes habían desaparecido.
El orden social y económico que ahora llamamos feudalismo no había empezado todavía. Europa seguía siendo un solo país: Alemania no existía como nación separada, ni Francia ni España ni Italia. Las lenguas romances todavía no habían evolucionado a partir del latín; no había idiomas francés ni español ni italiano, sino sólo una variedad de formas de latín degenerado y muchos dialectos locales. El siglo IX tuvo, en resumen, una sociedad en transición de una forma de civilización, ya muerta hacía mucho tiempo, a otra que aún no había nacido, con todos los fermentos y desórdenes que esto supone.
La vida en estos tiempos difíciles era especialmente dura para las mujeres. Fue una era misógina, en completo acuerdo con las diatribas antifemeninas de los Padres de la Iglesia, con san Pablo y Tertuliano a la cabeza: «¿Acaso no sabes que eres Eva?… Eres la puerta de entrada del demonio, la traidora del árbol, la primera desertora de la Ley Divina; eres la que convenció a aquel a quien el diablo no se atrevía a acercarse… a causa de la muerte que merecías, hasta el Hijo de Dios tuvo que morir».
Se creía que la sangre menstrual agriaba el vino, volvía estériles los campos, quitaba el filo al acero, enmohecía el hierro e infectaba las mordeduras de perro con un veneno incurable. Con pocas excepciones, las mujeres eran tratadas como menores perpetuos, sin derechos legales ni de propiedad. Por ley podían ser golpeadas por sus maridos. La violación era considerada igual que un robo menor. Se desalentaba la educación de las mujeres porque se consideraba que una mujer culta no sólo no era natural, sino que además era peligrosa.
No puede sorprender, entonces, que una mujer eligiera disfrazarse de hombre para escapar a semejante existencia. Aparte de Juana, hubo otras mujeres que lograron llevar adelante la impostura. En el siglo III, Eugenia, hija del prefecto de Alejandría, entró en un monasterio disfrazada de hombre y con el tiempo llegó a ser «abad». Su verdadera identidad pasó inadvertida hasta que se vio obligada a revelarla como último recurso para refutar la acusación de haber desflorado a una doncella. En el siglo XII, santa Hildegunda, usando el nombre de José, fue monje de la abadía de Schönau y vivió entre los demás monjes hasta su muerte, muchos años después
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La luz de la esperanza encendida por aquellas mujeres brilló con timidez en la gran oscuridad, pero nunca se apagó del todo. Siempre hubo oportunidades para mujeres lo bastante fuertes para soñar.
La papisa
es la historia de una de esas soñadoras.
814
Carlomagno muere el 28 de enero. Juana nace el mismo día. Ludovico Pío (Luis el Piadoso) es coronado emperador.
823
En Roma, Teodoro el
primicerius
y León el
nomenclator
son asesinados en el palacio papal. El papa Pascual defiende a los asesinos y condena a las víctimas, diciendo que sus muertes han sido actos de justicia.
824
La Constitutio Romana concede al emperador franco el derecho de sancionar a los papas recién elegidos.
828
Los vikingos saquean Dorstadt.
829
Gottschalk es liberado de sus votos monásticos por el Sínodo de Maguncia.
833
Lotario, hijo de Ludovico Pío, dirige a sus hermanos rebeldes contra su padre. Traicionado y derrotado en el «campo de las mentiras», Ludovico es despojado del poder.
834
Una contrarrevolución restaura a Ludovico en el trono. Ludovico perdona a sus hijos, devolviéndoles sus tierras y honores.
840
Muere Ludovico Pío. Lotario le sucede en el trono.
841
Los hermanos de Lotario, Carlos el Calvo y Luis el Germánico, se rebelan contra él. Los ejércitos se enfrentan en Fontenoy el 25 de junio en una sangrienta batalla que deja al imperio sin defensa ante los vikingos.
844
Muere el papa Gregorio. Sergio es elegido papa. Las tropas francas bajan a Roma para imponer la Constitutio Romana. Los vikingos saquean París.
846
Los sarracenos atacan Roma y saquean San Pedro.
847
Muere el papa Sergio. León es elegido papa. Comienza la construcción de la Muralla Leonina.
848
Incendio en el Borgo. Gottschalk predica la herejía de la doble predestinación.
849
Los sarracenos son derrotados en la batalla naval de Ostia.
852
La Muralla Leonina es acabada y bendecida el 27 de junio.
853
Muere León. Juana es elegida papa.
854
Sínodo de Roma. Desbordamiento del Tíber.
855
Juana muere. Anastasio se apodera del trono papal, pero lo expulsan al cabo de dos meses. Nombran papa a Benedicto.
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Dos de las más contundentes pruebas materiales contra el papado de Juana se basan en el supuesto de que León IV murió en el año 855. 1) Una moneda con el nombre del papa Benedicto en un lado y el emperador Lotario en el otro. Dado que Lotario murió el 28 de septiembre de 855 y en la moneda vemos a Benedicto y a Lotario vivos al mismo tiempo, Benedicto no pudo haber subido al trono después de 855. 2) En un decreto fechado el 7 de octubre de 855, el papa Benedicto confirma los privilegios del monasterio de Corbie, indicando otra vez que había subido al trono aquel año. Pero estas «pruebas» pierden sentido si León hubiera muerto en 853, o en 854, porque entonces sí quedaría tiempo para que Juana hubiera reinado antes de que subiera al trono Benedicto, en 855.
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Hay otros ejemplos más modernos de mujeres que lograron hacerse pasar por hombres: Mary Reade, que fue pirata a comienzos del siglo XVIII; Hannah Snell, soldado y marino en la marina inglesa; una mujer del siglo XIX cuyo verdadero nombre desconocemos pero que, con el nombre de James Barry, llegó al cargo de inspector general de los hospitales ingleses; y Loreta Velázquez, que combatió con la guerra civil norteamericana, en el bando sureño, participando en la batalla de Bull Run con el nombre de Harry Bulford. Más recientemente, Teresinha Gomes de Lisboa pasó dieciocho años haciéndose pasar por hombre; militar muy condecorado, alcanzó el rango de general en el ejército portugués y sólo fue descubierta en 1994 cuando fue arrestada por cargos de fraude financiero y obligada por la policía a pasar un examen físico.