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Authors: Kathy Tyers

Tags: #Ciencia ficción

La tregua de Bakura (19 page)

Por lo visto, la presencia de otro usuario de la Fuerza era muy importante.

Lo había sabido y olvidado. ¿A qué estaban jugando con su mente? ¿Acaso el contacto con el extraño, pese a su brevedad, había trastocado por completo sus pautas mentales?

—Repite lo que dijiste al Anciano Sh'tk'ith —ordenó el maestro Firwirrung—. ¿Era como la presencia de tu madre, pero masculina?

Casi incapaz de recordar el leve toque de su amo, Dev estudió las losas metálicas de la cubierta. No había sentido tanta añoranza de su hogar desde que había conocido a Firwirrung. Había pensado que ellos eran su hogar.

—Parecido —dijo en voz baja—, pero diferente.

—¿En qué sentido? —preguntó Firwirrung.

—Éste tiene la… forma, la sensación de adiestramiento que mi madre poseía, pero mamá… no era tan fuerte.

El ojo izquierdo del almirante Ivpikkis se deslizó desde Dev al capitán. Este tabaleó con sus garras delanteras y repitió:

—Fuerte.

—Mírame.

Escama Azul echó la cabeza hacia adelante. Dio la impresión de que su hermoso ojo remolineaba. Una oleada de entusiasmo nació en un rincón de la mente de Dev. Aquél era el pensamiento correcto: les amaba.

—Bueno, si éste está adiestrado —exclamó—, podría ponerse en contacto con otros humanos. ¡Incluso desde lejos!

La enorme cabeza de Firwirrung se volvió hacia él.

—Una idea interesante. ¿Hasta dónde, en tu opinión?

Dev se sintió pletórico de nuevas energías.

—No lo sé —admitió—, pero estábamos a muchos años luz de distancia cuando percibí la muerte del emperador.

—Es cierto —silbó Escama Azul. Tocó las escamas del hombro de Firwirrung—. Con un contacto directo lo bastante fuerte, ¿podrías llevar a cabo la tecnificación desde lejos?

—Tal vez. —Firwirrung agitó la cola—. Quizá deberíamos modificar un aparato… Sí, modificarlo para mantener vivo a este ser tan fuerte en estado hipnótico, absorbiendo energía del exterior.

La cola del almirante Ivpikkis también se removió.

—Un conducto directo hacia los humanos. Podríamos apoderarnos de todo el espacio conocido, no sólo de este Imperio.

Al percibir su agitación, Dev entrelazó los dedos y los apretó con fuerza.

—Observó la necesidad de otro cambio en la estrategia —dijo el almirante Ivpikkis—. Primero, nos adueñamos del fuerte. Después, ponemos a prueba esta teoría. Si funciona en la práctica, convocamos al grueso de nuestra flota…

Hablaron apresuradamente entre ellos. Dev languideció, olvidado por Escama Azul. Apenas podía seguir el diálogo. Siempre había sido su animalito doméstico favorito, su querido humano. ¿Le desecharían?

Tocó su garganta. Quizá obtendría por fin su androide de combate, pero ¿a qué precio? Sintió un nudo en el estómago. Su recompensa iba a ser la tecnificación, no…

Tal vez le tecnificaran porque ya no le necesitaban. Quería su androide de combate, pero ansiaba su amor.

Los tres se volvieron al mismo tiempo. Firwirrung acarició el brazo de Dev, y dejó con ternura surcos rojos.

—Ayúdanos ahora. Proyéctate hasta el universo invisible. Danos un nombre, un lugar. Ayúdanos a encontrarle.

—Amo —susurró Dev—, ¿siempre ocuparé el primer lugar?

Firwirrung le acarició con más fuerza, hasta que brotaron lágrimas de los ojos de Dev.

—Jamás hemos dudado de tu devoción. No nos obligarás a cuestionarla, ¿verdad?

—No, no.

Dev notó que su rostro palidecía. Había convertido a Firwirrung en su familia, al camarote de Firwirrung en su casa. Había renunciado a su humanidad. Si Firwirrung le sustituía, ¿qué quedaría?

Escama Azul se inclinó hacia adelante.

—Dev Sibwarra, necesitamos tus servicios más que nunca.

Dev no podía apartar, los ojos de Firwirrung. El jefe de tecnificación siempre había dado a entender que amaba a Dev, pero ¿alguna vez había cantado la palabra «amor»? Dev, estremecido, retrocedió un paso.

Un p'w'eck rodeó los hombros de Dev con sus garras delanteras marrones y lo giró hacia Escama Azul. El anciano levantó un hipopulverizador.

No podían hacerle aquello. El hipopulverizador no le haría mucho daño, pero recordó lo que seguía a continuación. ¿Cómo podían ser tan desagradecidos, después de todo lo que había hecho? ¿Acaso no le amaban? ¿No le amaba Firwirrung? La verdad se abrió paso en la memoria de Dev. Ya habían sido desagradecidos en otras ocasiones y también antes de eso.

Aquél sí era el pensamiento correcto. Aquél era Dev Sibwarra, humano, restaurado cuando tocó al Extraño…, pero no podía oponer resistencia a las drogas de sus amos o al dominio directo de Escama Azul. Se estaba durmiendo.

El hipopulverizador le relajó como antes, aunque luchó para conservar su secreto. Firwirrung se inclinó sobre él.

—Mira hacia fuera, Dev. Sírvenos ahora. ¿Dónde está? ¿Cómo se llama? ¿Cómo podemos encontrarle? .

Vio borrosa la cabeza del Firwirrung. Un río salado brotó de cada uno de sus ojos. Después cerró la puerta a su dolor y a su conciencia de la cubierta del
Shriwirr
y escapó a la Fuerza. Dejó que el universo remolineante le alejara de las tenues auras de sus amos.

Sintió al Extraño tan fuerte y cercano como antes, indudablemente masculino y parejo a él, aunque una segunda presencia, femenina y difusa, se cernía muy cerca. La luz férreamente enfocada del primero casi borraba a la segunda. ¿Un eco, quizá? Incomprensible. Sólo sabía que de Firwirrung emanaban amor y seguridad. Evitó tocar la presencia de la Fuerza del Extraño.

—En la capital —murmuró, semiconsciente—. Sali D'aar. El hombre se llama Skywalker. Luke Skywalker.

Distraído por el esfuerzo de hablar, abrió los ojos de nuevo. La respiración feliz de Firwirrung desgarró su corazón. Al maestro le eran indiferentes (¡quizá ni siquiera se enteraba!) los celos que despertaba en él su interés por el Extraño. Tal vez los ssi-ruuk desconocían los celos.

—Skywalker —repitió Escama Azul—. Un nombre propicio. Buen trabajo, Dev.

Dev se relajó en la Fuerza. La alegría y codicia de los amos vibraba a su alrededor. El almirante Ivpikkis, con una reserva ilimitada de humanos tecnificados, podría conquistar rápidamente el espacio conocido. Dev participaría en la gesta.

Pero se sentía humillado. Pese al rencor que sentía hacia el Extraño, se permitió un roce, casi una caricia de la Fuerza, de despedida.

Firwirrung se acercó más y canturreó:

—¿Eres desdichado, Dev?

Sus sentimientos habían experimentado tantos cambios durante los últimos minutos que sólo estaba seguro de una cosa: si le manipulaban una vez más, perdería la cordura. Cerró los ojos y asintió.

—Estoy contento, amo.

Te odio te odio te odio
. No destruirían su humanidad. Basta de juegos mentales.

De todos modos, no podía odiar a Firwirrung, la única familia que había tenido durante cinco años. El sentimiento se suavizó. Osó abrir los ojos de nuevo.

—Amo —susurró—, mi mayor placer es ayudar a aquellos que me aman.

Se obligó a dedicar una mirada de afecto a Firwirrung.

Firwirrung emitió un graznido pensativo. Era evidente que, en esta ocasión, el placer del jefe de tecnificación no era compasión, sino control. Tocó a Escama Azul con una garra delantera.

—Anciano, Dev casi ha llegado a sentir verdadero amor por nuestra especie. Démosle un respiro. Dejemos que su decisión de servirme sea producto de su libre albedrío. Así el afecto será mayor.

Dev se estremeció. Firwirrung ya le había esclavizado, en cuerpo y alma. Ahora quería que Dev apretara las cuerdas de sus propias ligaduras. Era un error por parte de Firwirrung.

Dev posó una mano sobre la extremidad delantera superior de Firwirrung, esforzándose en imitar lo mejor posible el gesto ssi-ruuvi.

—Éste es mi amo —cantó.

En cualquier momento, Escama Azul le miraría a los ojos u olfatearía su engaño.

—¿Lo ves? —dijo Firwirrung—. Nuestra relación se profundiza.

—Coge a tu animalito y vete —dijo el almirante Ivpikkis—. Maltrátalo a tu placer. Nosotros tenemos trabajo que hacer, al igual que tú. Centra tu mente en las modificaciones… de Skywalker.

Firwirrung asintió con gravedad y extendió una garra hacia la escotilla.

Cada paso que se alejaba de Firwirrung le alejaba más de la esclavitud. Dev llegó a la escotilla y salió al pasillo. La escotilla se cerró detrás de Firwirrung.

Una hora después, olvidado mientras Firwirrung se concentraba en diseñar esquemas, Dev se aovilló en el cálido centro del nido de dormir. ¿Cómo le había enseñado su madre a abrir contacto? Habían pasado cinco años. La prueba sufrida le había dejado exhausto. Quería yacer inmóvil y abismarse en recuerdos agradables.

Pero debía intentarlo antes de que Escama Azul volviera a renovarle, y no quedaba mucho tiempo. Al final, los ssi-ruuk le descubrirían. Le «renovaban» cada diez o quince días, aunque no sintiera la necesidad. Pagaría por esto con la renovación más profunda de su vida, pero debía a la humanidad un esfuerzo.

Cerró los ojos y se vació de esperanza, arrepentimiento y amargura. El miedo permaneció. Alteraba su control, pero tocó la Fuerza a su través.

Sintió aquel resplandor de nuevo, casi al instante. Rozó el borde para atraer su atención, y después formó en su mente una advertencia urgente.

Luke apartó los cobertores térmicos en la oscuridad. Uno resbaló por el borde del campo repulsor de la cama. Durante un frío y soñoliento instante, no recordó qué le había despertado. Después rememoró una oscura y perentoria sensación de miedo y advertencia. La humanidad estaba en peligro por su culpa. Los alienígenas querían tomarle prisionero y…

Uau.

Exhaló un suspiro y volvió a tenderse. Erredós gorjeó desde el pie de la cama.

—Estoy bien —insistió.

Menudo sueño. Debía impedir que su ego se hinchara. Quizá fuera el último —y primer— Jedi, pero no el elemento decisivo para la esclavización de la humanidad.

Sin embargo, el recuerdo no se desvanecía como haría un sueño. Quizá alguien le había enviado una advertencia.

¿Ben
?, llamó.
¿Obi-wan? ¿Qué pasa
?

Olvida las preguntas, se ordenó. No hay
por qué
. Explora tus sensaciones.

Desechó el miedo y la falsa humildad, y reconsideró la advertencia a la luz de las intenciones y métodos conocidos de los ssi-ruuk. En aquel contexto, la idea era escalofriantemente real.

¿Qué clase de terrible equivocación había cometido Ben Kenobi cuando le envió aquí? Los maestros Jedi no eran perfectos. Yoda había creído que Luke moriría en Ciudad Nube. Ben había pensado que podría adiestrar a Anakin Skywalker.

Rodeó las rodillas con los brazos. Si Yoda y Ben podían cometer errores, Luke Skywalker también. Fatales.

Si la advertencia era real, algún rastro aparecería en el futuro. Como naves que se atisban en la distancia, las visiones del futuro eran en ocasiones engañosas, pero cualquier indicio de que fuera a colaborar con los ssi-ruuk confirmaría la siniestra advertencia.

Se calmó, controló su respiración y los latidos del corazón y escudriñó el futuro con su mente. Algunas cosas le estaban vedadas, y algunas posibilidades que divisó se le antojaron improbables. Segundos, minutos, meses después, localizó la posibilidad: un mapa del futuro mostraba al imperio ssi-ruuvi avanzando hacia los planetas del Núcleo. Como Han temía, habían caído en una trampa, pero mucho peor de la que sospechaban. Y los ssi-ruuk estaban a punto de invadir Bakura.

Dev rodó sobre su costado, aferrado a las almohadas. Allí fuera había un Jedi. Esta vez, percibió su control inconfundible y adiestrado, incluso medio despierto.

Luces brillantes iluminaron el camarote de Firwirrung, pero se sentía agotado.

—¿Ya es hora de levantarse, amo? —murmuró.

Firwirrung salió del nido.

—Alarma de escotilla —silbó—. Es para mí. Vuelve a dormir.

Dev se aovilló con un ojo abierto. Cuando la escotilla se deslizó a un lado, una enorme forma azul apareció.

—Entra. —Firwirrung emitió un gorjeo de sorpresa—. Bienvenido. Escama Azul avanzó hacia la cama. Dev trató de desovillarse, pero tenía los músculos agarrotados. Adivinó lo que se avecinaba: el anciano había cambiado de opinión y le había condenado. El borde redondeado de un desintegrador sobresalía de la bolsa que llevaba colgada al hombro.

—El almirante Ivpikkis ha concebido una nueva misión para nuestro joven aliado humano —cantó Escama Azul—. Ha de ser renovado de nuevo antes de que empiece.

Una oleada de pánico invadió a Dev, que experimentó el impulso de saltar y huir. Pero ¿a dónde?

Firwirrung parpadeó lentamente.

—Es un honor para mí entregarte a Dev.

Escama Azul cerró una enorme garra alrededor del brazo derecho de Dev y le alzó. Dev pataleó e intentó posar los pies sobre la cubierta.

Escama Azul le soltó.

—Pasa delante —silbó—. Firwirrung nos seguirá.

Dev salió por la escotilla y se adentró en el oscuro pasillo. Podía luchar contra esto. Podía sobrevivir un poco más, libre para pensar, ya que no para actuar…, pero sólo unos minutos. Y si Escama Azul le atemorizaba, engatusaba o hipnotizaba, hasta obligarle a confesar lo que acababa de hacer, quizá los ssi-ruuk le matarían al instante. Desperdiciarían su energía vital en un arrebato de ira justificado. Había visto cómo golpeaban a un p'w'eck hasta matarle, utilizando sus musculosas colas.

Aún peor, si los ssi-ruuk se enteraban de que Skywalker les esperaba, encontrarían una forma de apresarle: más fuerzas, mayor número, tecnología inventiva. Ni un Jedi podría salir indemne. La galaxia caería en sus garras.

A Dev sólo se le ocurrió una vía de escape. Si utilizaba lo poco que sabía de la Fuerza y se zambullía a propósito en el trance de renovación, escaparía a la influencia hipnótica de Escama Azul.

Rechazó la idea. La renovación significaría la muerte de Dev Sibwarra, humano. Olvidaría todo cuanto le había convertido en un ser libre.

Libre, ¿durante cuánto tiempo? Agachó la cabeza y torció los labios. Ya había desperdiciado su vida incontables veces, sin motivo alguno. Esta vez, podría salvar a docenas de millones de humanos…, incluyendo a un Jedi. Pero les ayudaría si podía. Honraría la memoria de su madre.

Dev enderezó la espalda más que nunca en cinco años y precedió a Escama Azul por una escotilla demasiado familiar.

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