Hale
(entrecerrando los ojos)
: Trata de volar.
Putnam
: No puede soportar que se pronuncie el nombre del Señor; esto es un claro indicio de que hay brujería, señor Hale.
Hale
(levantando las manos)
: No, no. Permitidme que os instruya. No podemos caer en supersticiones. El Diablo es preciso; los rastros de su presencia son tan definidos como la piedra, y debo preveniros que no pondré manos a la obra si no estáis dispuestos a creerme en caso de que no la encuentre
(por Betty)
chamuscada por el fuego del Infierno.
Parris
: Está convenido, señor...; está convenido...; nos someteremos a vuestro juicio.
Hale
: Bien entonces. (Va
hacia el lecho y observa a Betty. A Parris)
: Decidme, ¿cuál fue el primer síntoma que advertisteis en este extraño caso?
Parris
: Os diré, señor...; la descubrí a ella
(indicando a Abigail)
... y a mi sobrina y a diez o doce de las otras muchachas, bailando en el bosque, anoche.
Hale
(sorprendido)
: ¿Vosotros permitís la danza?
Parris
: No, no, era en secreto...
Ann
(incapaz de esperar)
: La esclava del señor Parris sabe cómo conjurar.
Parris
(a Ann)
: No podemos estar seguros de eso, señora Putnam...
Ann
(asustada, muy suavemente)
: Yo lo sé, señor. Envié a mi hija... para que Títuba le dijera quién mató a sus hermanitas.
Rebecca
(horrorizada)
: ¡Ann! ¿Enviaste a una niña a invocar muertos?
Ann
: ¡Cúlpeme Dios, Rebecca, pero no tú, no tú! ¡No dejaré que tú me juzgues más!
(A Hale)
: ¿Es cosa natural perder siete hijos antes de que alcancen a vivir un día?
Parris
: ¡Shhh!
(Rebecca, muy dolorida, vuelve el rostro. Hay una pausa.)
Hale
: Siete muertos al nacer.
Ann
(suavemente)
: Así es.
(Su voz se quiebra; lo contempla. Silencio. Hale está impresionado. Parris lo mira. Hale va hacia sus libros, abre uno, lo hojea, y luego lee. Todos esperan ávidamente.)
Parris
(en voz baja)
: ¿Qué libro es ése?
Ann
: ¿Qué dice allí, señor?
Hale
(
con la fruición de quien saborea un ejercicio intelectual)
: Aquí está todo el mundo invisible, atrapado, definido y calculado. En estos libros está el Diablo desnudado de todos sus torpes disfraces. Aquí están todos los espíritus que os son familiares; vuestros íncubos y súcubos; vuestras brujas que viajan por tierra, por aire y por mar; vuestros hechiceros de la noche y del día. No temáis...; lo encontraremos si es que se ha mezclado entre nosotros, y me propongo destrozarlo por completo en cuanto muestre la cara!
(Va hacia el lecho.)
Rebeca
: ¿Dañará a la niña, señor?
Hale
: No puedo decirlo. Si realmente está en las garras del Diablo, tal vez haya que rasgar y arrancar para poder liberarla.
Rebeca
: Entonces creo que me iré. Soy demasiado vieja para esto.
(Se levanta.)
Parris
(tratando de ser convincente)
: ¡Vamos, Rebecca, hoy podemos dar con la clave de todos nuestros trastornos!
Rebeca
: Esperémoslo así. Rogaré a Dios por vos, señor.
Parris
(con agitación y resentimiento)
: ¡Supongo que no quieres decir que aquí rogamos al Diablo!
(Breve pausa.)
Rebeca
: Ojalá lo supiera.
(Sale; los demás se sienten resentidos por su nota de superioridad moral.)
Putnam
(bruscamente)
: Venid, señor Hale, prosigamos. Sentaos aquí.
Giles
: Señor Hale, siempre quise preguntarle a un hombre ilustrado... qué significa la lectura de libros extraños.
Hale
: ¿Qué libros?
Giles
: No podría decirlo; ella los esconde.
Hale
: ¿Quién los esconde?
Giles
: Martha, mi mujer. Me he despertado más de una noche y la he sorprendido leyendo un libro. ¿Qué opináis vos de esto?
Hale
: Bueno, esto no es necesariamente...
Giles
: Me incomoda. Anoche..., notad esto..., lo intentaba y lo intentaba y no podía decir mis oraciones, y entonces ella cierra su libro y sale de la casa y de repente..., notad esto..., ¡de repente puedo rezar nuevamente!
(El viejo Giles debe ser presentado aunque sólo sea porque su destino fue tan notable y tan diferente del de los demás. En esta época había pasado los ochenta y fue el héroe más gracioso de la historia. Nadie fue jamás culpado de tanto. Si faltaba una vaca, la primera idea era buscarla cerca de la casa de Corey; un incendio provocado en la noche, trajo hasta su puerta la sospecha de que fuera incendiario. Se le importaba un pito la opinión pública y sólo en sus últimos años —después de que se casó con Martha—, prestó alguna atención a la iglesia. Es muy probable que Martha le interrumpiese cuando rezaba, pero él se olvidó de decir que hacía bien poco tiempo que había aprendido sus oraciones y que no se requería mucha cosa para hacerlo tropezar en ellas. Era un maniático y un fastidioso pero, con todo, un hombre valiente y profundamente inocente. En el tribunal le preguntaron una vez si era verdad que había sido alarmado por la extraña conducta de un cerdo y él contestó que sabía que se trataba del Diablo en forma de animal. «¿Qué fue lo que os asustó?», se le preguntó. Y él olvidó todo, menos la palabra «asustó» y replicó instantáneamente: «Que yo sepa, no he dicho esa palabra en toda mi vida».)
Hale
: Ah, oración interrumpida... es raro. Hablaré con vos de esto.
Giles
: Aclaremos; no digo que ella haya sido tocada por el Diablo, pero me gustaría saber qué libros lee y por qué los esconde. A mí no me contesta, ¿sabéis?
Hale
: Comprendo; ya lo discutiremos.
(A todos)
: Ahora escuchadme: si el Diablo está en ella seréis testigos, en esta habitación, de algunos portentos indecibles; conque os ruego que os mantengáis serenos. Señor Putnam, permaneced cerca por si vuela. Y ahora, Betty querida, ¿quieres sentarte?
(Putnam se acerca, listo para ayudar. Hale sienta a Betty, pero ella yace inerte en sus manos.)
Humm.
(La observa atentamente. Los otros miran sin aliento.)
¿Me oyes? Soy John Hale, párroco de Beverly. He venido para ayudarte, querida. ¿Recuerdas a mis dos hijitas, en Beverly?
(Ella no se mueve.)
Parris
(asustado)
: ¿Cómo puede ser el Diablo? ¿Por qué habría de elegir mi casa? ¡En el pueblo tenemos toda clase de gente licenciosa!
Hale
: ¿De qué le serviría al Diablo ganar un alma ya corrompida? El Diablo quiere a los mejores, ¿y quién mejor que el ministro mismo?
Giles
: Eso es profundo, señor Parris, profundo, profundo.
Parris
(resueltamente ahora)
: ¡Betty, respóndele al señor Hale! ¡Betty!
Hale
: ¿Alguien te hace mal, niña? No tiene por qué ser mujer —¿sabes?—, ni hombre. Tal vez viene a ti un pájaro que es invisible para los demás...; tal vez un cerdo, un ratón, o una bestia cualquiera. ¿Hay alguna aparición que te incita a volar?
(La niña permanece inerte. En silencio él vuelve a depositarla sobre la almohada. Ahora, extendiendo las manos hacia ella, entona)
: In nomine Domine Sabaoth sui filiique ite ad infernos.
(Ella no se mueve. El encara a Abigail, entrecerrando los ojos)
: Abigail, ¿qué era lo que bailabas con ella en el bosque?
Abigail
: Pues... bailes corrientes, eso es todo.
Parris
: Creo que yo debería decir que... que vi una marmita sobre la hierba, en donde estaban bailando.
Abigail
: Si eso no era más que sopa.
Hale
: ¿Qué clase de sopa había en esa marmita, Abigail?
Abigail
: Nada, eran habas... y lentejas, creo, y...
Hale
: Señor Parris, no habéis notado nada vivo en la marmita, ¿no es cierto? ¿Un ratón, por ventura, una araña, un sapo...?
Parris
(temeroso)
: Yo... sí creo que algo se movía... en la sopa.
Abigail
: ¡Eso habrá saltado adentro...; nosotras no lo pusimos!
Hale
(rápidamente)
: ¿Qué es lo que saltó adentro?
Abigail
: Nada...; saltó un sapito muy pequeño...
Parris
: ¡¿Abby, un sapo?!
Hale
(aferrando a Abigail)
: Abigail, tu prima tal vez se está muriendo. ¿Convocasteis al Diablo, anoche?
Abigail
: ¡Yo no lo llamé! Títuba, Títuba...
Parris
(palideciendo)
: ¿Ella llamó al Diablo?
Hale
: Me gustaría hablar con Títuba.
Parris
: Señora Ann, ¿queréis traerla?
(Ann Putnam sale.)
Hale
: ¿Cómo lo llamó?
Abigail
: No sé...; hablaba en su idioma de Barbados.
Hale
: ¿Sentiste algo extraño cuando lo llamó? ¿Tal vez una repentina brisa helada? ¿Un temblor bajo la tierra?
Abigail
: ¡No vi a ningún Diablo!
(Sacudiendo a Betty)
: ¡Betty, levántate! ¡Betty! ¡Betty!
Hale
: No puedes evadirme, Abigail. ¿Tu prima bebió la mezcla que había en esa marmita?
Abigail
: ¡Ella no bebió nada!
Hale
: ¿Bebiste tú?
Abigail
: ¡No, señor!
Hale
: ¿Te pidió Títuba que bebieras?
Abigail
: Lo intentó, pero yo rehusé.
Hale
: ¿Por qué finges? ¿Te has vendido a Lucifer?
Abigail
: ¡No me he vendido! ¡Soy una buena chica! ¡Soy una chica decente!
(Ann Putnam entra con Títuba e instantáneamente Abigail señala a Títuba.)
Abigail
: ¡Ella me obligó a hacerlo! ¡La obligó a Betty a hacerlo!
Títuba
(sorprendida y enojada)
: ¡Abby!
Abigail
: ¡Me hace beber sangre!
Parris
: ¡¡Sangre!!
Ann
: ¿La sangre de mi hijita?
Títuba
: No, no, sangre de pollo. ¡Yo darle sangre de pollo!
Hale
: Mujer, ¿has reclutado a estas criaturas para servir al Diablo?
Títuba
: ¡No, no, señor! ¡Yo no tratar con ningún Diablo!
Hale
: ¿Por qué no puede despertar ella? ¿Eres tú quien hace callar a esta criatura?
Títuba
: ¡Yo querer a mi Betty!
Hale
: Has desencadenado tu espíritu sobre esta niña, ¿no es cierto? ¿Estás reclutando almas para el Diablo?
Abigail
: ¡Ella me pasa su espíritu en la iglesia; ella hace que me ría durante las oraciones!
Parris
: ¡Se ha reído a menudo durante las oraciones!
Abigail
: ¡Viene a buscarme todas las noches para que salgamos a beber sangre!
Títuba
: ¡Tú pedir a mí que conjure! Ella pedir a
mí
para hacer hechizo...
Abigail
: ¡No mientas!
(A Hale.)
¡Ella viene mientras duermo; siempre me hace soñar perversidades!
Títuba
: ¿Por qué decir eso, Abby?
Abigail
: ¡A veces me despierto y me encuentro parada ante el portal abierto sin una prenda encima! Siempre la oigo reír en mis sueños. La oigo cantar sus cantos de Barbados y tentarme con...
Títuba
: Señor reverendo. Yo nunca...
Hale
(resueltamente)
: Títuba, quiero que despiertes a esta niña.
Títuba
: Señor, yo no tener poder sobre esta niña.
Hale
: ¡Por cierto que sí, y ahora mismo la dejarás en libertad! ¿Cuándo pactaste con el Diablo?
Títuba
: ¡Yo no pactar con ningún Diablo!
Parris
: ¡Has de confesar, Títuba, o te llevaré afuera y te azotaré hasta la muerte!
Putnam
: ¡Esta mujer tiene que ser colgada! Hay que arrestarla y colgarla!
Títuba
(aterrorizada, cae de rodillas)
: ¡No, no, no colgar a Títuba! Yo, señor, decirle que no querer trabajar para él.
Parris
: ¿Al Diablo?
Hale
: ¡Lo has visto, pues!
(Títuba llora.)
Vamos, Títuba, yo sé que cuando nos ligamos al Infierno es muy difícil romper con él. Te ayudaremos a desembarazarte de él...
Títuba
(asustada por el procedimiento inminente)
: Señor Reverendo, yo sí creer que algún otro embrujar estas chicas.
Hale
: ¿Quién?
Títuba
: No sé, señor, pero el Diablo tener muchas brujas.
Hale
: Muchas, ¿eh?
(Es una pista.)
Títuba, mírame a los ojos. Ven, mírame.
(Ella levanta sus
ojos
hacia él, asustada.)
Querrías ser una buena cristiana, ¿no es cierto, Títuba?
Títuba
: Sí, señor, una buena cristiana.
Hale
: ¿Y amas a estas niñitas?
Títuba
: ¡Oh, sí, señor! ¡No quiero lastimar niñitas!
Hale
: ¿Y amas a Dios, Títuba?
Títuba
: Amo a Dios con todo mi ser.
Hale
: Pues bien, en el sagrado nombre de Dios...
Títuba
: Bendito sea, bendito sea...
(Se hamaca sobre sus rodillas, sollozando aterrorizada.)
Hale
: Y por su gloria...
Títuba
: Gloria eterna. Bendito sea... Bendito sea Dios...
Hale
: Confiesa, Títuba..., confiesa y deja que la sagrada luz de Dios te ilumine.
Títuba
: Oh, bendito sea el Señor.
Hale
: Cuando se te aparece el Diablo, ¿viene con alguna otra persona?
(Ella lo mira a la cara.)
¿Tal vez otra persona del pueblo? ¿Alguien a quien conoces...
Parris
: ¿Quién vino con él?
Putnam
: ¿Sarah Good? ¿Viste alguna vez a Sarah Good con él? ¿O a Osborn?
Parris
: ¿Era hombre o mujer quien venía con él?
Títuba
: Hombre o mujer. Era... era mujer.
Parris
: ¿Qué mujer? Dijiste una mujer. ¿Qué mujer?