Las correcciones (19 page)

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Authors: Jonathan Franzen

Tags: #Narrativa

—¿Cómo estás? —dijo.

Chip pensó que no cabía duda, que Julia tenía un gusto muy concreto.

Edén dio unas palmaditas en el asiento de un sillón desocupado.

—Siéntate, siéntate —le dijo a Chip.

Su hija, April, estaba en el sofá de cuero que había junto a la ventana, con una pila de lápices y una resma de papel.

—Hola, April —dijo Chip—. ¿Qué tal esos postres?

La pregunta no fue, al parecer, del agrado de April.

—Esta noche los probará —dijo Edén—. Anoche hubo alguien que estuvo tanteando límites.

—No tanteé nada en absoluto —dijo April.

Los folios que April tenía en el regazo eran color marfil y estaban escritos por la otra cara.

—Siéntate, siéntate —insistió Edén, mientras se retiraba tras su mesa de láminas de abedul.

El ventanal que había a su espalda estaba lenticulado de lluvia. Había niebla sobre el Hudson. Manchas negruzcas situaban New Jersey. Los trofeos de Edén, en la pared, eran fotos promocionales de Kevin Kline, Chloé Sévigny, Matt Damon, Winona Ryder.

—Chip Lambert —le dijo Edén a Gitanas— es un escritor muy brillante, y ahora mismo nos traemos él y yo un guión entre manos. Y
además,
es doctor en filología inglesa, y
además
lleva dos años colaborando con mi marido en lo de las fusiones y compras de compañías, y
además
se le da de maravilla lo de Internet, ahora mismo estábamos hablando de Java y de HTML, y, como puedes ver, tiene una pinta…

Al llegar a este punto, Edén se fijó por primera vez en el aspecto que traía Chip. Se le pusieron los ojos como platos.

—Caramba, tienen que estar cayendo chuzos de punta, ahí afuera. Por lo general, Chip no suele andar por ahí tan mojadísimo. (Por Dios, estás chorreando). Con toda honradez, Gitanas, no vas a encontrar a nadie mejor. En cuanto a ti, Chip, me ha… Me encanta que se te haya ocurrido pasar por aquí, chorreando y todo.

Estando a solas con ella, cabía la posibilidad de que un hombre lograse capear el entusiasmo de Edén; pero dos hombres juntos no tenían más remedio que fijar la vista en el suelo, si no querían perder la dignidad.

—Yo, desgraciadamente, ando con muchísima prisa en este momento —dijo Edén—. Es que a Gitanas se le ha ocurrido venir un poco sin avisar. Pero lo que me encantaría es que los dos os instalarais en mi sala de reuniones y os pusierais de acuerdo. Podéis quedaros todo el tiempo que haga falta.

Gitanas cruzó los brazos al estilo europeo cerrado, encajando los puños bajo las axilas. Sin mirar a Chip, le preguntó:

—¿Eres actor?

—No.

—Bueno, Chip —dijo Edén—, eso no es rigurosamente cierto.

—Claro que es cierto. Nunca he trabajado como actor.

—¡Ja, ja, ja! Ahora se está haciendo el modesto —dijo Edén.

Gitanas movió la cabeza y puso la mirada en el cielo raso. Los papeles de April eran, sin duda alguna, un guión.

—¿De qué estamos hablando? —dijo Chip.

—Gitanas quiere contratar a alguien…

—A un actor norteamericano —dijo Gitanas, no sin repugnancia.

—Para ocuparse de sus… De sus relaciones públicas con grandes empresas. Y llevo más de una hora —Edén miró el reloj y ensanchó los ojos y la boca en un exagerado gesto de sorpresa— tratando de hacerle entender que a mis actores lo que les interesa es el cine y el teatro, y no las grandes finanzas internacionales. Y que todos ellos suelen tener una noción algo exagerada de sus propia formación. Y lo que estoy tratando de explicarle a Gitanas es que tú, Chip, no sólo posees un excelente dominio de la lengua inglesa y de su jerga, sino que tampoco tienes por qué fingir que eres un experto en inversiones, porque lo eres de verdad.

—Soy corrector de textos legales a tiempo parcial —dijo Chip.

—Experto en lenguaje. Y guionista de mucho talento.

Chip y Gitanas intercambiaron una mirada. Había algo en el aspecto físico de Chip —quizá el parecido— que daba la impresión de interesar mucho al lituano.

—¿Andas en busca de trabajo? —dijo Gitanas.

—Puede que sí.

—¿Eres drogadicto?

—No.

—Tengo absolutamente que ir al cuarto de baño —dijo Edén—. April, sé buena y vente conmigo. Tráete los dibujos.

April, muy obediente, se bajó del sofá y empezó a andar hacia Edén.

—No te olvides de los papeles, cielo. Anda. Edén recogió los marfileños folios y condujo a April hacia la puerta.

—Vosotros dos, hablad de vuestras cosas.

Gitanas se llevó la mano al rostro, se estrujó los redondos mofletes, se rascó la rubia barba de tres días. Miró por la ventana.

—Estás en política —dijo Chip. Gitanas ladeó la cabeza.

—Sí y no. Lo estuve durante muchos años. Pero mi partido está kaputt y ahora me he metido a hombre de empresa. Un hombre de empresa político, por decirlo de alguna manera.

Uno de los dibujos de April había caído entre la ventana y el sofá. Chip lo alcanzó con la punta del zapato para acercárselo.

—Tenemos tantas elecciones —dijo Gitanas— que ya ni hablan de ellas en los medios internacionales. Tres o cuatro al año. Son nuestra principal industria. Poseemos el mayor índice de elecciones per cápita del mundo. Más que Italia, incluso.

April había pintado un hombre de cuerpo normal, con los consabidos cuadrados y líneas rectas, pero en lugar de cabeza, en lo alto, había una maraña de azules y negros, un desastre de rayajos, un lío de tachaduras. La capa de marfil dejaba traslucir párrafos de diálogo y acción.

—¿Tú crees en los Estados Unidos? —dijo Gitanas.

—La verdad es que no sabría cómo empezar a contestarte —dijo Chip.

—A nosotros nos salvó tu país, pero también nos arruinó.

Chip levantó con el pie una esquina del dibujo de April y pudo identificar las palabras: «MONA (balanceando el revólver) ¿Qué tiene de malo estar enamorada de mí misma? ¿Dónde está el problema?», pero el folio se había vuelto pesadísimo, o a su pie le fallaban las fuerzas. Volvió a dejar el folio de plano contra el suelo. Lo empujó hasta meterlo debajo del sofá. Sentía frío en las extremidades, las notaba un poco adormecidas. No veía bien.

—Rusia fue a la bancarrota en agosto —dijo Gitanas—. Ya te enterarías. Con eso no ocurrió lo mismo que con nuestras elecciones, eso salió en todas partes. Era una noticia
económica.
Algo importante para los inversores. Y también para Lituania. El principal cliente de nuestro comercio tiene ahora unas deudas en divisas fuertes que lo dejan paralizado, y un rublo carente de valor. No hace falta decir qué es lo que utilizan para pagar nuestros huevos de granja, si rublos o dólares. Y para comprar los trenes de camión que fabricamos en nuestra planta de trenes de camión, que es la única buena que tenemos. Seguro que los pagan con rublos. Pero el resto del camión lo hacían en Volgogrado, en una planta que cerró. Y ahora ya no recibimos ni los rublos de antes.

A Chip le estaba costando trabajo sentir alguna desilusión en lo tocante a
La academia púrpura.
No volver a mirar el guión, no enseñárselo a nadie: eso podría aportarle un alivio superior incluso al que sintió en el servicio de caballeros de Fanelli cuando se sacó el salmón de los pantalones.

Salía de un encantamiento de
pechos
y guiones de partición y márgenes de dos centímetros y medio para despertar en un rico y variado mundo al que había permanecido insensible durante vaya usted a saber cuánto. Años.

—Me parece muy interesante lo que estás contando —le dijo a Gitanas.

—Es interesante. Es interesante —coincidió Gitanas, todavía con los brazos cruzados en tensión—. Lo dijo Brodsky: «El pescado fresco siempre huele; el congelado sólo huele al descongelarlo». De modo que después de la gran descongelación, cuando todos los pececitos salieron del congelador, nos apasionamos por esto y por aquello. Yo intervine en el asunto. Intervine mucho. Pero la economía estaba mal llevada. Me lo pasaba bien en Nueva York, pero al volver a casa todo era depresión, por todas partes. Luego, cuando ya era tarde, en 1955, enganchamos el litas al dólar y nos pusimos a privatizar, pero con demasiadas prisas. No fue decisión mía, pero quizá yo habría hecho lo mismo. El Banco Mundial tenía el dinero que necesitábamos, y el Banco Mundial nos decía: hay que privatizar. Y nosotros, vale, de acuerdo. Vendimos el puerto. Vendimos las líneas aéreas, la red telefónica. Por lo general, el mayor postor era norteamericano, o europeo occidental, otras veces. Era algo que no tenía por qué haber ocurrido, pero ocurrió. En Vilnius no había nadie con dinero contante y sonante. Y la compañía de teléfonos dijo vale, vamos a tener unos propietarios extranjeros con los bolsillos muy profundos, pero el puerto y las líneas aéreas tienen que seguir siendo lituanas al cien por cien. Y el puerto y las líneas aéreas pensaban lo mismo. Pero vale, sucedió. El capital acudía, se veían mejores cortes de carne en las carnicerías, había menos caídas del suministro eléctrico. Incluso hacía mejor tiempo. En su mayor parte, las divisas se las llevaron los delincuentes, pero así es la realidad postsoviética. Tras la descongelación viene la podredumbre. Brodsky no vivió para verlo. De modo que bueno, vale, pero es que entonces empezaron a colapsarse todas las economías del mundo, Tailandia, Brasil, Corea, y eso sí que fue un problema, porque todo el capital volvió corriendo a los Estados Unidos. Descubrimos, por ejemplo, que un sesenta y cuatro por ciento de nuestras líneas aéreas nacionales pertenecía al Quad Cities Fund. ¿Qué es eso? Un fondo de crecimiento, de los que funcionan sin cargar comisión, cuyo responsable es un jovencito llamado Dale Mayers. Tú nunca has oído hablar de Dale Mayers, pero no hay ningún ciudadano adulto de Lituania que no conozca su nombre.

Aquella crónica de fracasos parecía divertir enormemente a Gitanas. Chip llevaba mucho tiempo sin experimentar la sensación de que alguien le cayera bien. Sus amigos homo, los del D—— College y el
Warren Street Journal,
eran tan abiertos y tan impetuosos en sus confidencias que, de hecho, hacían imposible el verdadero contacto. En cuanto a los heteros, hacía ya mucho tiempo que Chip sólo conocía dos tipos de reacción ante ellos: ante quienes tenían éxito, temor y resentimiento; ante los fracasados, huida por miedo al contagio. Pero en Gitanas había algo que le resultaba atractivo.

—Dale Mayers vive en la zona este de Iowa —dijo Gitanas—. Tiene dos ayudantes, un ordenador muy grande y una cartera de tres mil millones de dólares. Dale Mayers declaró que nunca tuvo intención de hacerse con el control de nuestras líneas aéreas nacionales, que fue una operación de programa, que uno de sus ayudantes introdujo mal los datos en el ordenador y que el ordenador siguió incrementando su participación en Air Lithuania, sin informar sobre el tamaño acumulado del paquete de acciones. Muy bien, vale, Dale les pide perdón a los lituanos por el descuido y dice que comprende muy bien lo importantes que son unas líneas aéreas para la economía y la autoestima de un país. Pero el caso es que la crisis de Rusia y de los países bálticos hace que nadie quiera un billete de Air Lithuania. Y, claro, los inversores norteamericanos están retirando dinero de Quad Cities. A Dale no le queda otro modo de hacer frente a sus obligaciones que liquidar el principal activo de Air Lithuania. La flota, claro. Va a vender tres YAK40 a una compañía de flete aéreo con sede en Miami. Va a vender seis turborreactores Aerospatiale a una aerolínea de Nueva Escocia recién creada para el transporte diario de viajeros. De hecho, no es que vaya a vender los aparatos, es que ya los vendió ayer. Así que, nada por aquí, nada por allá, desaparecieron las líneas aéreas.

—Caray —dijo Chip.

Gitanas asintió con la cabeza, muy acaloradamente.

—¡Eso, eso! ¡Caray! Qué lástima que los trenes de camión no sirvan para volar. Bueno, vale, seguimos. A continuación, un grupo de empresas llamado Orfic Midland liquida el puerto de Kaunas. Lo mismo. De la noche a la mañana, nada por aquí, nada por allá. Y ¡caray! A continuación, el sesenta por ciento del Banco de Lituania se lo zampa un banco situado en la zona residencial de Atlanta, Georgia. Y vuestro banco residencial lo primero que hace es liquidar las reservas de divisas de nuestro banco. De la noche a la mañana, vuestro banco duplica el tipo de interés aplicable a las transacciones comerciales en nuestro país. ¿Por qué? Para cubrir las fuertes pérdidas que le supuso el fracasado lanzamiento de una Master Card patrocinada por Dilbert. ¡Caray y más caray! Pero muy interesante, ¿verdad? No puede decirse que a Lituania le estén saliendo muy bien las cosas, ¿verdad? ¡Lituania se ha ido a tomar por el culo!

—¿Cómo vais, chicos? —dijo Edén, entrando de nuevo en su despacho con April a rastras—. ¿No preferís la sala de reuniones?

Gitanas se colocó el maletín en el regazo y lo abrió.

—Estoy explicándole a Chip mi litigio con Estados Unidos.

—April, amor mío, siéntate aquí —dijo Edén. Tenía un taco de papel tamaño periódico y lo abrió en el suelo, junto a la puerta—. Este papel te va a gustar más. Puedes hacer dibujos grandes. Como yo. Igual que mamá. Haz un dibujo muy grande.

April se acuclilló en mitad del papel y trazó un círculo verde en torno a sí misma.

—Cursamos una petición de ayuda al FMI y al Banco Mundial —dijo Gitanas—. Ya que habían sido ellos quienes nos empujaron a privatizar, a lo mejor les interesaba el hecho de que nuestra privatizada nación se hubiera convertido en una tierra casi anárquica, de señores de la guerra que son unos delincuentes, de agricultura a nivel de subsistencia. Pero se da la desgraciada circunstancia de que el FMI va atendiendo las quejas de sus clientes arruinados según el tamaño de sus respectivos PNB. Lituania hacía el número veintiséis de la lista, el lunes pasado. Ahora estamos en el veintiocho. Nos acaba de pasar Paraguay. Siempre Paraguay.

—Caray —dijo Chip.

—No sé por qué, pero Paraguay ha sido siempre el azote de mi vida.

—¿Lo ves, Gitanas? Ya te lo dije: Chip es el hombre ideal —dijo Edén—. Pero, oídme…

—Según el FMI, habrá que esperar unos treinta y seis meses antes de que pueda ponerse en marcha una operación de rescate.

Edén se derrumbó en su sillón.

—¿Qué os parece? ¿Vais a terminar pronto?

Gitanas sacó de su maletín un papel de impresora y se lo enseñó a Chip.

—¿Ves esta página web? «Es un servicio del Departamento de Estado, Oficina de Asuntos Europeos y Canadienses». Dice que la economía lituana se halla en estado de acusada depresión, con el desempleo acercándose al veinte por ciento, con cortes frecuentes en el suministro de agua y de electricidad de Vilnius y carencia generalizada en el resto del país. ¿A qué hombre de negocios va a ocurrírsele meter dinero en un país así?

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