Las fábulas de Esopo (18 page)

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Authors: Esopo

Tags: #Cuentos, #Relatos

De ahí es que parece que ellas lo contemplan como el que sabe todas las cosas, y aunque él ya no les da nuevos consejos, en la soledad lamenta que no siguieran sus anteriores advertencias.

Nunca se deben de rechazar, sin haberlas analizado serenamente, las recomendaciones de los más sabios.

358 - El trompetista tomado prisionero.

Un trompetista, que dirigía con valentía a los soldados, fue capturado por el enemigo. Él gritó a sus captores:

—Les ruego que me escuchen, y no tomen mi vida sin causa o sin preguntar. No he matado a un solo hombre de su tropa. No tengo ninguna arma, y solamente llevo esta trompeta de cobre.

—Es la justa razón por la cual usted debe ser sentenciado, —dijeron ellos—; porque mientras usted no participa directamente en la lucha, su trompeta mueve a todos los demás para luchar.

Tan responsable es quien ejecuta como quien promueve.

359 - El asno en la piel de león.

Un asno, habiéndose puesto una piel de león, vagaba en el bosque y se divertía él mismo asustando a todos los animales ingenuos que él se encontraba en sus vagabundeos.

Por fin encontrando a una zorra, trató de asustarla también, pero la zorra apenas oyó el sonido de su voz exclamó:

—Posiblemente yo podría haber sido asustada también, si no hubiera oído tu rebuzno.

Al mejor falsificador siempre le sale algún error.

360 - El gorrión y la liebre.

Una liebre capturada por un águila sollozaba muchísimo y pronunciaba gritos desesperadamente. Un gorrión la reprendió y le dijo:

—¿Dónde está ahora la rapidez notable de tu pie? ¿Por qué tus pies fueron tan lentos?

Mientras el gorrión hablaba así, un halcón de repente lo agarró y lo mató. La liebre se sintió consolada en su muerte, y antes de expirar dijo:

—¡Ah! Usted, quien últimamente se creía estar bien seguro y se burló de mi calamidad, pues ahora tiene una razón de deplorar una desgracia similar.

No hay que burlarse de la desgracia ajena, pues en cualquier momento puede tocarle a uno también.

361 - La pulga y el buey.

Una pulga preguntaba a un buey:

—¿Qué sucede contigo, que siendo tan enorme y fuerte, te rindes a los maltratos de los hombres y eres su esclavo día a día, mientras yo, siendo una criatura tan pequeña, despiadadamente me alimento de su carne y bebo su sangre en cualquier momento?

El buey contestó:

—No deseo ser desagradecido, ya que yo soy amado y bien cuidado con cariño por los hombres, ellos a menudo me acarician frotando mi cabeza y hombros.

—¡Qué malo sería eso para mí! —dijo la pulga—; esa caricia que te gusta, si me la dieran a mí, traería mi destrucción inevitable.

Lo que puede ser bueno para unos, puede ser malo para otros.

362 - Los dos bolsos.

Cada hombre, según una leyenda antigua, nace en el mundo con dos bolsos suspendidos de su cuello, uno al frente y otro en la espalda. Todo el bolso que lleva al frente está lleno de las faltas y defectos de sus vecinos, y el bolso grande que lleva detrás en la espalda lo lleva lleno de sus propias faltas y defectos. De ahí es que los hombres son rápidos para ver las faltas de otros, pero son a menudo ciegos para ver sus propios defectos.

Antes de ver y juzgar los defectos ajenos, primero veamos nuestros propios defectos.

363 - La gaviota y el cuervo.

Una gaviota encerrada en una jaula se jactaba del gran número de crías que había incubado. Un cuervo que la oyó, le dijo:

—Mi buena amiga, deja esa jactancia intempestiva. Entre más grande el número de tu familia, mayor será tu pena, en vista de que más de los tuyos permanecerán encerrados en esta casa de prisión.

Si no hemos previsto las consecuencias de nuestros actos, no nos vanagloriemos de ellos.

364 - La zorra y la grulla.

Una zorra invitó una Grulla a cenar y no proporcionó nada especial para su invitada excepto una sopa de legumbres, que fue servida en un amplio plato de piedra bien llano. Por lo amplio del plato y por su cuello largo la grulla no podía tomar la sopa cada vez que lo intentaba, y su congoja por la incapacidad de comer le proporcionaba a la zorra mucha diversión.

La grulla, cuando tuvo su oportunidad, invitó a la zorra a cenar, y puso ante ellas un jarro con una boca estrecha larga, de modo que la grulla podía insertar fácilmente su cuello y disfrutar de su contenido a su voluntad. La zorra, en cambio, incapaz hasta de probarlo, encontró una compensación apropiada a la manera de su propia hospitalidad.

De acuerdo al trato que demos, así será el trato que recibiremos.

365 - El asno y su comprador.

Un hombre quiso comprar un asno, y acordó con su dueño que él debería probar al animal antes de comprarlo. Entonces llevó al asno a su casa y lo puso en donde guarda la paja junto con sus otros asnos.

El nuevo animal se separó de todos los demás e inmediatamente se fue junto al que era el más ocioso y el mayor comedor de todos ellos.

Viendo esto, el hombre puso un cabestro sobre él y lo condujo de regreso a su dueño.

Siendo preguntado cómo, en un tiempo tan corto, él podría haber hecho un proceso de calificación, él contestó:

—No necesito mayor tiempo; sé que él será exactamente igual a aquel que él eligió para su compañía.

Según con quien te relaciones, así te juzgarán.

366 - La perra y sus cachorros.

Una perra a punto de tener su cría, seriamente pidió a un pastor un lugar donde posarse para dar a luz a sus cachorros. Cuando su petición fue concedida, de nuevo suplicó permiso para alimentar y criar a sus hijos en el mismo sitio. El pastor otra vez aceptó. Pero al cabo de algún tiempo, la perra, rodeada de sus cachorros ya crecidos, y capaces de defenderse y atacar, afirmó la toma del lugar para su derecho exclusivo, no permitiendo al pastor acercarse.

Antes de conceder un beneficio, siempre de primero se deben de definir los límites de la concesión.

367 - La alondra sepultando a su padre.

La alondra (según una leyenda antigua) fue creada antes que la tierra misma, y cuando su padre murió, como no había ninguna tierra, no podía encontrar ningún lugar para su entierro. Ella lo dejó sin enterrar durante cinco días, y al sexto día, no sabiendo que más hacer, lo sepultó en su propia cabeza. De ahí ella obtuvo su cresta, que popularmente se dice que es el montículo de la tumba de su padre.

Honremos siempre a nuestros progenitores.

368 - El pastor y las ovejas.

Un pastor que conducía a sus ovejas a un bosque, vio un roble de gran tamaño lleno de bellotas, y extendiendo su capa bajo las ramas, subió al árbol y moviendo sus ramas las bajó. Las ovejas, comiéndose las bellotas, por descuido deshilacharon y rasgaron la capa. Cuando el pastor bajó y vio lo sucedido, les dijo:

—¡Oh ustedes, de las más desagradecidas criaturas! Proporcionan la lana para hacer la ropa para otros hombres, pero destruyen la ropa de quien las alimenta.

Nunca debemos maltratar la mano que bondadosamente nos ayuda.

369 - El saltamontes y el búho.

Un búho, acostumbrado a alimentarse por la noche y dormir durante el día, fue enormemente molestado por el ruido de un saltamontes y seriamente le suplicó que dejara de chillar. El saltamontes rechazó la petición, y chilló más alto, y a su vez más alto el búho volvía a suplicarle. Cuando vio que no podía conseguir ninguna bondad y que sus palabras eran despreciadas, el búho atacó al parlanchín con una estratagema.

—Ya que no puedo dormir, —dijo—, debido a su canción que, créame, es dulce como la lira de Apolo, me complaceré en la bebida de un néctar que Pallas últimamente me dio. Si no le disgusta, venga conmigo y lo beberemos juntos.

El saltamontes, quién tenía sed, y complacido con la alabanza para su voz, con impaciencia aceptó. El búho lo esperó al frente de su hueco, lo agarró, y lo usó para su cena.

Ser intolerante solo conduce a ser rechazado y al fracaso.

370 - Los dos soldados y el ladrón.

Dos soldados que viajaban juntos fueron atacados por un ladrón. Uno huyó lejos; pero el otro se mantuvo en su puesto y se defendió él mismo con su toda su fuerza y valor. El ladrón fue vencido, y entonces el compañero tímido volvió corriendo y sacó su espada, y moviendo su capa de viaje en el aire dijo, —Voy sobre él, y me aseguraré que haya aprendido a quien ha atacado. En esto, el que había luchado contra el ladrón respondió:

—Me gustaría que me hubieras ayudado en ese momento, aun si hubiera sido sólo con esas palabras, creyéndolas ser verdaderas, ya que yo fui el más valeroso. Pero ahora, guarda tu espada en su vaina y calla tu lengua igualmente inútil, antes de que puedas engañar a otros que no te conocen. En efecto, yo, que he experimentado con que velocidad te escapas, sé con buen derecho que ningún honor puede ser colocado en tu valor.

Nunca hay que vanagloriarse de lo que no hemos hecho.

371 - Los árboles escogidos.

Los dioses, según una leyenda antigua, escogieron a ciertos árboles para tenerlos bajo su protección especial. Zeus eligió el roble, Afrodita el mirto, Apolo el laurel, Cibeles el pino, y Heracles el álamo. Atenea, preguntándose por qué ellos habían preferido árboles a los que no se les aprovecha la fruta, preguntó la razón de su opción. Zeus contestó: —Es que no deseamos parecer desear fervientemente el honor por la fruta. Pero replicó Atenea: —Le digo a cualquiera que la aceituna es mi más querido árbol debido a su fruta. Zeus entonces dijo:

—Mi hija, te llaman correctamente sabia; ya que a menos que lo que hagamos sea útil, la gloria por ello sería vana.

La utilidad de toda acción o acto, lo determina la bondad de su producto.

372 - El asno y el caballo.

Un asno suplicó a un caballo que le regalara una pequeña parte de lo que estaba comiendo. —Sí, dijo el caballo; si algo queda de lo que estoy comiendo ahora, se lo daré por mi propia dignidad superior, y si usted viene cuando yo esté en mi puesto por la tarde, le daré un pequeño saco lleno de cebada. El asno contestó:

—Gracias. Pero no puedo pensar que usted, que me rechaza un poquito de su comida ahora, me proporcionará más tarde un mayor beneficio.

Las promesas de los altaneros y mentirosos nunca son de confiar.

373 - La Verdad y el viajero.

Un caminante, que viajaba por el desierto, encontró a una mujer que estaba sola y terriblemente abatida. Él le preguntó: —¿Quién eres? —Mi nombre es La Verdad —contestó ella—. —¿Y por cual razón —preguntó él—, abandonas la ciudad para morar sola aquí en el páramo? Ella respondió:

—En viejos tiempos, la falsedad era cosa de muy pocos, pero ahora convive con todos los hombres y ya no hay lugar para mí.

Deja entrar a La Verdad a tu corazón y convive felizmente con ella.

374 - El león y la zorra en sociedad.

Una zorra entró en sociedad con un león con el pretexto de ser su criada. Cada cual emprendió su deber apropiado, de acuerdo con su propia naturaleza y poderes. La zorra descubrió e indicó donde había una presa; el león saltó sobre la presa y la agarró. La zorra pronto se puso celosa del león pues él se llevaba la mejor parte, y se dijo que ya no buscaría y señalaría la presa al león, sino que la capturaría por su propia cuenta.

Al día siguiente ella intentó arrebatar un cordero de una manada, pero ella misma cayó víctima de los cazadores y sabuesos.

Antes de salirse de una sociedad, primero debe de analizarse si no se estará peor fuera de ella.

375 - El león y el águila.

Un águila bajó de su vuelo y pidió a un león hacer una alianza con ella para su mutua conveniencia. El león contestó:

—No tengo ninguna otra objeción, excepto que usted debe perdonarme por requerir cómo encontraré la seguridad de su buena fe, porque ¿cómo puedo confiar en alguien como amigo, si es capaz de irse volando y abandonar su compromiso cada vez que le complazca?

Antes de confiar a ciegas, primero deben de pedirse verdaderas válidas garantías.

376 - El bufón y el campesino.

Un noble rico una vez abrió un teatro sin cobrarle a la gente, y públicamente anunció que él recompensaría generosamente a cualquier persona que inventara una nueva diversión para la ocasión. Varios ejecutantes públicos compitieron por el premio.

Entre ellos vino un bufón conocido entre el pueblo por sus bromas, y dijo que él tenía un nuevo entretenimiento que nunca había sido presentado en ninguna ocasión anterior. Este informe se extendió rápidamente y provocó gran excitación, y el teatro fue atestado en todas sus localidades.

El bufón apareció solo sobre la plataforma, sin ningún aparato o ayudantes, y por la misma expectativa se produjo un silencio intenso. De repente él dobló su cabeza hacia su pecho e imitó los chirridos de un pequeño cerdo tan admirablemente con su voz que el auditorio declaró que de seguro él tenía un cerdo bajo su capa, y exigió que debiera quitarse la capa y sacudirla. Cuando esto fue hecho y nada fue encontrado, el público aclamó al actor, y lo elogiaron con los aplausos más fuertes.

Un campesino en la muchedumbre, observando todo que había pasado, dijo:

—¡Ahora Heracles, ayúdame, él no me vencerá con ese truco! e inmediatamente proclamó que él haría la misma cosa al día siguiente, aunque de un modo totalmente natural.

En la mañana, una muchedumbre todavía más grande se reunió en el teatro, pero ahora la parcialidad para su actor favorito prevalecía muy extendidamente, y el auditorio llegó sobre todo para ridiculizar al campesino y no específicamente para ver el espectáculo.

Ambos ejecutantes aparecieron en la escena. El bufón gruñó y chilló de primero, y obtuvo, como durante el día precedente, los aplausos y las aclamaciones de los espectadores. Después el campesino comenzó su presentación, y actuando como que él ocultaba a un pequeño cerdo bajo su ropa (que en verdad así hizo, pero que no era sospechado por el auditorio) buscó la forma de coger y tirar de la oreja del cerdo y así logró hacerlo chillar.

La muchedumbre, sin embargo, gritó por unanimidad que el bufón había dado una imitación mucho más exacta, y pidió al campesino a gritos que saliera del teatro.

Entonces el granjero sacó al pequeño cerdo de su capa, y mostrándolo, le dio al público la prueba más positiva de la gran equivocación en su juzgamiento.

—Miren ustedes —dijo él—, esto demuestra que clase de jueces son ustedes.

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