Lo sagrado y lo profano (8 page)

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Authors: Mircea Eliade

Tags: #Ensayo, Religión

La significación profunda de todos estos hechos parece ser la siguiente: para el hombre religioso de las culturas arcaicas, el
Mundo se renueva anualmente
; en otros términos:
reencuentra en cada Año Nuevo la «santidad» original
que tenía cuando salió de manos del Creador. Este simbolismo está indicado claramente en la estructura arquitectónica de los santuarios. Puesto que el Templo es a la vez el lugar santo por excelencia y la imagen del Mundo, santifica el Cosmos por entero y santifica igualmente la vida cósmica. Ahora bien: a esta vida cósmica se la concebía bajo la forma de una trayectoria circular. Se identificaba con el Año. El Año era un círculo cerrado: tenía un comienzo y un final, pero tenia también la particularidad de que podía «renacer» bajo la forma de un Año Nuevo. Con cada Año Nuevo venía a la existencia un Tiempo «nuevo», puro y santo porque no estaba desgastado aún.

Pero el Tiempo renacía, recomenzaba porque en cada Año Nuevo recreaba de nuevo el Mundo. Hemos comprobado en el capitulo precedente la importancia considerable del mito cosmogónico, en tanto que modelo ejemplar de toda especie de creación y de construcción. Añadamos que la cosmogonía comporta igualmente la creación del Tiempo. Más aún: como la cosmogonía es el arquetipo de toda «creación», el Tiempo cósmico que hace surgir la cosmogonía es el modelo ejemplar de todos los demás tiempos, es decir, de los tiempos específicos de las diversas categorías existentes. Expliquémonos: para el hombre religioso de las estructuras arcaicas, toda creación, toda existencia comienza en el Tiempo:
antes que una cosa exista, el tiempo que le corresponde no podía existir
. Antes que el Cosmos entrase en la existencia, no había tiempo cósmico. Antes que una determinada especie vegetal fuese creada, el tiempo que necesita ahora para brotar, producir fruto y perecer no existía. Por esta razón toda creación es concebida como si tuviera lugar
en el comienzo del Tiempo, in principio
. El Tiempo surge con la primera aparición de una nueva categoría de existentes. He aquí por qué el mito desempeña un papel tan considerable: como lo habremos de ver más adelante, es el mito lo que revela cómo ha llegado a la existencia una realidad.

3

Repetición anual de la cosmogonía

Es el mito cosmogónico el que relata cómo vino a la existencia el Cosmos. En Babilonia, en el curso de la ceremonia
akitu
, que se efectuaba en los últimos días del año y los primeros días del Año Nuevo, se recitaba solemnemente el «Poema de la Creación», el
Enuma elish
. Por la recitación ritual se reactualizaba el combate entre Marduk y el monstruo marino Tiamat que tuvo lugar ab
origine
, y que había puesto fin al Caos con la victoria final del Dios. Marduk había creado el Cosmos con el cuerpo desgarrado de Tiamat y había creado al hombre con la sangre del demonio Kingu, el principal aliado de Tiamat. De que esta conmemoración de la Creación era efectivamente una
reactualización
del acto cosmogónico, tenemos la prueba tanto en los rituales como en las fórmulas pronunciadas en el curso de la ceremonia.

En efecto, el combate entre Tiamat y Marduk era representado miméticamente por una lucha entre dos grupos de figurantes, por un ceremonial que reaparece entre los hititas, siempre en el cuadro del escenario dramático del Año Nuevo, entre los egipcios y en Ras Shamra. La lucha entre dos grupos de figurantes
repetía el tránsito del Caos al Cosmos
, actualizaba la cosmogonía. El acontecimiento mítico volvía a hacerse
presente
. «¡Ojalá continúe venciendo a Tiamat y abreviando sus días!», exclamaba el oficiante. El Combate, la Victoria y la Creación habían tenido lugar en ese mismo instante,
hic et nunc
.

Puesto que el Año Nuevo es una reactualización de la cosmogonía, implica la
reanudación del Tiempo en su comienzo
, es decir, la restauración del Tiempo primordial, del Tiempo «puro», del que existía en el momento de la Creación. Por esta razón, con ocasión del Año Nuevo, se procede a realizar «purificaciones» y a la expulsión de los pecados, de los demonios o sencillamente de un chivo expiatorio. Pues no se trata únicamente de la cesación efectiva de un cierto intervalo temporal y del principio de otro intervalo (como se imagina, por ejemplo, un hombre moderno), sino de la abolición del año pasado y del tiempo transcurrido. Tal es, por lo demás, el sentido de las purificaciones rituales: una
combustión
, una anulación de los pecados y de las faltas del individuo y de la comunidad en su conjunto y no una simple «purificación».

El Nauróz —el Año Nuevo persa— conmemora el día en que tuvo lugar la Creación del Mundo o del hombre. El día del Nauróz se efectuaba la «renovación de la Creación», como se expresaba el historiador árabe Albíruni. El rey proclamaba: «He aquí un nuevo día, de un nuevo mes, de un nuevo año: hay que renovar todo lo que el tiempo ha desgastado.» El tiempo había desgastado al ser humano, a la sociedad, al Cosmos, y este Tiempo destructor era el Tiempo profano, la duración propiamente dicha: era preciso aboliría, para reintegrar el momento mítico en que el mundo había venido a la existencia inmerso en un tiempo «puro», «fuerte» y sagrado. La abolición del Tiempo profano transcurrido se efectuaba por medio de ritos que significaban una especie de «fin del mundo». La extinción de los fuegos, el retorno de las almas de los muertos, la confusión social del tipo de las Saturnales, la licencia erótica, las orgías, etc., simbolizaban la regresión del Cosmos al Caos. El último día del año, el Universo se disolvía en las aguas primordiales. El monstruo marino Tiamat, símbolo de las tinieblas, de lo amorfo, de lo no manifiesto, resucitaba y volvía de nuevo amenazador. El Mundo que había existido durante todo un año desaparecía
realmente
. Puesto que Tiamat estaba de nuevo ahí, el Cosmos quedaba anulado y Marduk se veía obligado a crearlo una vez más, tras haber vencido de nuevo a Tiamat
[32]
.

La significación de esta regresión periódica del mundo a una modalidad caótica era la siguiente: todos los «pecados» del año, todo lo que el tiempo había mancillado y desgastado, quedaba aniquilado en el sentido físico del término. Al participar simbólicamente en la aniquilación y en la recreación del Mundo, el hombre era a su vez creado de nuevo; renacía, porque comenzaba una existencia nueva. En cada Año Nuevo, el hombre se sentía más libre y más puro, pues se había liberado del fardo de sus faltas y de sus pecados. Había reintegrado el Tiempo fabuloso de la Creación, es decir, un Tiempo sagrado y «fuerte»; sagrado porque lo transfiguraba la presencia de los dioses; «fuerte» porque era el Tiempo propio y exclusivo de la creación más gigantesca que se haya nunca efectuado: la del Universo. Simbólicamente, el hombre se hacía contemporáneo de la cosmogonía, asistía a la creación del Mundo. En el Oriente Próximo antiguo participaba incluso activamente en esta creación (cf. los dos grupos antagonistas que representaba al Dios y al Monstruo marino).

Es fácil de comprender por qué el recuerdo de este Tiempo prestigioso obsesionaba al hombre religioso, por qué se esforzaba periódicamente por incorporarse a él:
in illo tempore
, los dioses habían mostrado el apogeo de su poderío.
La cosmogonía es la suprema manifestación divina
, el gesto ejemplar de fuerza, de sobreabundancia y de creatividad. El hombre religioso está sediento de lo real. Por todos sus medios se esfuerza por instalarse en la fuente de la realidad primordial, cuando el mundo estaba en
statu nascendi
.

4

Regeneración por retorno al Tiempo original

Todo esto merece un desarrollo, pero de momento hay dos elementos que deben retener nuestra atención: 1.°) por la repetición anual de la cosmogonía, el Tiempo se regeneraba, recomenzaba en tanto que Tiempo sagrado, pues coincidía con el
illud tempus
en que el mundo había venido por vez primera a la existencia; 2.°) participando ritualmente en el «fin del Mundo» y en su «recreación», el hombre se hacía contemporáneo del
illud tempus
, nacía, por tanto, de nuevo, recomenzaba su existencia con la reserva de fuerzas vitales
intacta
, tal como lo había estado en el momento de su nacimiento.

Estos hechos son importantes: nos desvelan el secreto del comportamiento del hombre religioso con respecto al Tiempo. Puesto que el Tiempo sagrado y fuerte es el
Tiempo del origen
, el instante prodigioso en que una realidad ha sido creada, o se ha manifestado plenamente por vez primera, el hombre se esforzará por incorporarse periódicamente a ese Tiempo original. Esta reactualización ritual del
illud tempus
de la primera epifanía de una realidad está en la base de todos los calendarios sagrados: la festividad no es la «conmemoración» de un acontecimiento mítico (y, por tanto, religioso), sino su
reactualización
.

El
Tiempo del origen
por excelencia es el Tiempo de la cosmogonía, el instante en que apareció la realidad más vasta, el Mundo. Por esta razón, como hemos visto en el capítulo precedente, la cosmogonía sirve de modelo ejemplar a toda «creación», a toda clase de «hacer». Por la misma razón, el
Tiempo cosmogónico
sirve de modelo a todos los Tiempos sagrados, pues si el tiempo sagrado es aquel en que todos los dioses se han manifestado y han creado, es evidente que la manifestación divina más completa y la más gigantesca creación es la Creación del mundo.

El hombre religioso reactualiza, pues, la cosmogonía no sólo todas las veces que «crea» cualquier cosa (su propio «mundo» —el territorio habitado— o una ciudad, una casa, etc.), sino también cuando quiere asegurar un reinado feliz a un nuevo soberano o le es preciso salvar las cosechas comprometidas, o llevar con éxito una guerra, una expedición marítima, etc. Pero, sobre todo, donde la recitación ritual del mito cosmogónico desempeña un importante papel es en las curaciones, en las que se persigue la regeneración del ser humano. En Fidji, el ceremonial de la instalación de un nuevo soberano se llama «creación del Mundo», y el mismo ceremonial se repite para salvar las cosechas comprometidas. Tal vez es en Polinesia donde se encuentra la más vasta aplicación ritual del mito cosmogónico. Las palabras que lo pronunciara
in illo tempore
para crear el mundo se han convertido en fórmulas rituales. Los hombres las repiten en múltiples ocasiones: para fecundar una matriz estéril, para curar (tanto las enfermedades del cuerpo como las del espíritu), para prepararse para la guerra, también en la hora de la muerte, o para estimular la inspiración poética
[33]
.

El mito cosmogónico sirve así a los polinesios de modelo arquetípico de todas las «creaciones», cualquiera que sea el plano en que éstas se efectúan: biológico, psicológico, espiritual. Pero, puesto que la recitación ritual del mito cosmogónico implica la reactualización de este acontecimiento primordial, se deduce que aquel para quien se recita queda proyectado mágicamente al «comienzo del Mundo» y se convierte en contemporáneo de la cosmogonía. Se trata para él de un retorno al Tiempo de origen, cuya finalidad terapéutica es la de comenzar una nueva vez la existencia, el nacer (simbólicamente) de nuevo. La concepción subyacente a estos ritos de curación parece ser la siguiente: la Vida no puede repararse, sino tan sólo recrearse por la repetición simbólica de la cosmogonía, pues la cosmogonía es el modelo ejemplar de toda creación.

Se comprende mejor aún la función regeneradora del retorno al Tiempo del origen cuando se examina más de cerca la terapéutica arcaica, como, por ejemplo, la de los nakhi, pueblo tibeto-birmano que vive en la China del Sudoeste (provincia del Yunnan). El ritual de curación consiste, propiamente hablando, en la recitación solemne del mito de la Creación del Mundo, seguido de la de mitos referentes al origen de las enfermedades (provocadas por la cólera de las serpientes) y de la aparición del primer chamán-curador que trajo a los humanos los medicamentos necesarios. Casi todos los rituales evocan el
comienzo
, el Tiempo mítico en el que el mundo no existía aún: «En el comienzo, en el tiempo en que los cielos, el sol, la luna, los astros, los planetas y la tierra no habían aparecido todavía, cuando aún nada había aparecido, etcétera»; sigue la cosmogonía y la aparición de las serpientes: «En el tiempo en que apareció el cielo, el sol, la luna, los astros y los planetas y la tierra se esparcieron; cuando las montañas, los valles, los árboles y las rocas aparecieron, en este momento aparecieron los nagas y los dragones, etc.» Se relata a continuación el nacimiento del primer curador y la aparición de medicamentos. Y se añade: «Hay que contar el origen del remedio, de lo contrario no se puede hablar de él»
[34]
.

Lo que interesa subrayar en relación con estos cantos mágicos de fin medicinal es que el
mito del origen de los remedios
está siempre incorporado al
mito cosmogónico
. En las terapéuticas primitivas y tradicionales un remedio no resulta eficaz hasta no haberse mencionado ritualmente su origen ante el enfermo. Gran número de encantos del Oriente Próximo y de Europa contienen la historia de la enfermedad o del «demon» que la provoca y evocan el momento mítico en que una divinidad o un santo ha logrado domeñar el mal
[35]
. La eficacia terapéutica del encanto reside en el hecho de que, pronunciado ritualmente, reactualiza el Tiempo mítico del «origen», tanto el origen del Mundo como el origen de la enfermedad y de su tratamiento.

5

El Tiempo «festivo» y la estructura de las fiestas

El
Tiempo del origen
de una realidad, es decir, el Tiempo fundado por su primera aparición, tiene un valor y una función ejemplar; por esta razón el hombre se esfuerza por reactualizarlo periódicamente por medio de rituales apropiados. Mas la «primera manifestación» de una realidad equivale a su
creación
por los Seres divinos o semidivinos: reencontrar el Tiempo del origen implica, por consiguiente, la repetición ritual del acto creador de los dioses. La reactualización periódica de los actos creadores efectuados por los seres divinos
in illo tempore
constituye el calendario sagrado, el conjunto de fiestas. Una fiesta se desarrolla siempre en el Tiempo original. Y precisamente es esta reintegración del Tiempo original y sagrado lo que diferencia el comportamiento humano
durante
la fiesta del comportamiento de
antes
o de
después
.

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