Los hijos de los Jedi (7 page)

Read Los hijos de los Jedi Online

Authors: Barbara Hambly

Tags: #Ciencia Ficción

Un hombre habría fruncido el ceño, se habría llevado el pulgar a los labios o se habría rascado la oreja. Un hombre habría tenido una de entre un millar de pequeñas reacciones físicas posibles, pero Nichos se limitó a contestar con la impasible rapidez propia de un androide.

—Soy consciente de que existe —dijo—. Si me preguntaras cuál es la raíz cuadrada de pi o la relación entre la frecuencia y la longitud de las ondas lumínicas, sería capaz de responderte sin ninguna vacilación.

—¿Puedes generar números aleatorios?

—Por supuesto.

Por supuesto…

—Cuando sondeé tu mente y leí tus recuerdos infantiles de aquel planeta, capté una…, una perturbación. Era como si hubiese algo que se desplegara, como si estuviera buscando no sé qué… Era algo maligno, algo que… —Decirlo en voz alta hizo que Luke por fin comprendiera qué había sentido en aquellos momentos—. Era algo consciente. ¿Podrías colocarte en un trance receptivo, como si estuvieras meditando sobre la Fuerza, para abrir tu mente a esa cosa y… generar números aleatorios? ¿Podrías generar coordenadas aleatorias, Nichos? Te proporcionaré un cuaderno electrónico. Hay uno conectado a esta terminal. Has recibido el adiestramiento Jedi —siguió diciendo Luke, apoyándose en la mesa y alzando la mirada hacia aquellos ojos artificiales color azul cobalto—. Conoces la…, la sensación, el sabor, el peso y el tacto de la Fuerza a pesar de que ahora no puedas utilizarla. Necesito averiguar en qué consiste esa…, esa perturbación, esa oleada de oscuridad que percibí. ¿Puedes hacer lo que te pido?

Nichos sonrió de repente, y la sonrisa era la del hombre al que Luke había conocido en el pasado.

—No tengo ni idea —respondió—, pero por lo menos podemos intentarlo.

A la mañana siguiente Luke se inventó una excusa para no tomar parte en la expedición a las Cascadas de Dessiar, uno de los parajes de Ithor más afamados por su belleza y su paz, que Tomla El había organizado para Nichos y Cray. Esperó hasta que se hubieron marchado y fue en busca de Umwaw Moolis, y la líder del rebaño escuchó con solemne atención su francamente ilógica petición y prometió que haría todo lo necesario para que fuese atendida. Después Luke bajó a la Casa de Curación, donde Drub McKumb yacía sobre la cama de diagnóstico, sedado mucho más allá del dolor pero con todas las percepciones de la agonía y la pesadilla aullando en el interior de su mente.

—¡Morirás! —McKumb tiró frenéticamente de las correas, y sus ojos azules desorbitados por la furia se clavaron en Luke mientras se debatía y agitaba sus manos tensas como garras intentando llegar hasta él—. ¡Veneno, todo es veneno! ¡Te veo! ¡Veo la luz oscura que brilla a tu alrededor! ¡Eres él! ¡Eres él!

Su espalda se curvó como un arco, y los alaridos que brotaban de sus labios eran como un chirrido arrancado al interior de su cuerpo por alguna trituradora infernal.

Luke había estado en los lugares más oscuros del universo y de su propia mente, y durante su viaje por el camino al que le había arrastrado la Fuerza había experimentado y obrado el mal con una intensidad que quizá ningún hombre hubiera conocido…, y aun así tuvo que recurrir a todo su dominio de sí mismo para no salir corriendo de allí.

—Anoche llegamos al extremo de probar con la roca mental —explicó el médico de guardia, una ithoriana más esbelta de lo habitual con el cuerpo adornado por soberbias franjas verdes y amarillas bajo su sencillo tabardo de lino púrpura—. Pero al parecer las dosis anteriores, que creemos le habían proporcionado la lucidez suficiente para llegar hasta aquí desde su punto de origen, han hecho que su organismo entre en un estado de hipersensibilización. Volveremos a intentarlo dentro de cuatro o cinco días.

Luke bajó la mirada hacia aquel rostro convulsionado por la furia que se retorcía en una incontrolable sucesión de muecas.

—Como puede ver —siguió diciendo la ithoriana—, la percepción interna del dolor y el miedo va disminuyendo lentamente. Ha bajado a un noventa y tres por ciento de las lecturas que registramos cuando le trajimos aquí. Ya sé que no es gran cosa, pero por lo menos es un comienzo.

—¡Él! ¡Él! ¡ÉL!

Un pequeño diluvio de espuma se esparció sobre la enmarañada barba gris del antiguo contrabandista.

¿De quién estaba hablando?

—Creo que debo desaconsejarle cualquier intento de establecer una conexión mental hasta que la lectura haya bajado al cincuenta por cien como mínimo, Maestro Skywalker.

—Sí, lo comprendo —dijo Luke en voz baja.

«Todos moriréis —había dicho McKumb-—. Se están reuniendo…»

—¿Tienen registrado todo lo que ha dicho hasta el momento?

—Oh, sí. —Los enormes ojos color cobre se abrieron y se cerraron en un guiño de asentimiento—. La transcripción puede ser consultada en el cubículo de monitores del pasillo. No hemos conseguido entender nada, pero tal vez signifique algo para usted.

No fue así. Luke escuchó todas las grabaciones, los gemidos y gritos incoherentes, los fragmentos mascullados y roídos de palabras que sólo podían ser reconstruidas mediante un gran esfuerzo de imaginación y, de vez en cuando, la inesperada claridad de un grito. «¡Solo! ¡Solo! ¿Puedes oírme? Niños… Mal… Reuniéndose aquí… ¡Todos moriréis!»

«Ah, sí, no cabe duda de que la puntuación lo es todo —pensó Luke con amargura mientras se quitaba la conexión de la oreja—. ¿Es un solo pensamiento o cuatro, o se trata únicamente de los residuos inconexos que van rezumando de sus sueños?»

Metió la mano en un bolsillo de su cinturón y sacó de él la tira que el cuaderno electrónico había escupido aquella mañana bajo la veloz generación de números aleatorios llevada a cabo por Nichos. Luke la examinó, y contempló la copia impresa que había obtenido del ordenador central del rebaño hacía unas horas y que había unido a la tira. No tenía ni idea de cuál podía ser su significado, pero el hecho obvio e innegable de que tenía un significado resultaba considerablemente inquietante.

Unos pies avanzaron por el pasillo, y Luke oyó el seco chasquido de los elegantísimos pero nada prácticos zapatos de Cray y sonrió. Cray era el tipo de mujer del que se podía estar seguro que iría vestida con la máxima elegancia incluso durante una expedición a la jungla. Un instante después oyó su voz, con su rápida sequedad habitual acentuada hasta producir aquella nerviosa y quebradiza fragilidad que Luke había estado captando cada vez con más frecuencia en ella durante los últimos seis meses.

—En realidad sólo es cuestión de encontrar una forma de cuadruplicar la sensibilidad de los chips para obtener un generador de pautas en vez de una mera generación lineal.

Luke sabía que Cray era la experta, y era muy consciente de que en cuanto a él sus conocimientos sobre la programación de androides y de sus mentes empezaban y terminaban con la capacidad de convencer a Cetrespeó de que olvidara sus ideas más locas sobre la mejor manera de educar a los hijos de Han y Leia. Pero sus sentidos de Maestro Jedi y su percepción de los ligeros cambios de tono y matiz audibles en la voz humana captaron la desesperación de una persona que intenta convencerse a sí misma por todos los medios, y percibieron una acción de retaguardia contra la duda y una certidumbre no deseada, así como una creciente falta de sueño.

—Hace algún tiempo Hayvlin Vesell publicó un artículo en la Fundación de Investigación Tecnómica hablando de la posibilidad de volver a los viejos chips de xileno, basándose en que ofrecen una divisibilidad de la información más elevada. Cuando vuelva al Instituto…

—Eso es precisamente lo que estoy intentando hacerle comprender, doctora Mingla…. Cray. —La voz de Tomla El era un concierto de instrumentos de viento que murmuraban y susurraban—. Tal vez sea imposible conseguirlo, sin importar el refinamiento que pueda aportar a la división de la información. La respuesta quizá sea que no hay respuesta. Es posible que Nichos sea sencillamente incapaz de sentir afectos humanos.

—Oh, creo que se equivoca. —Cray había recuperado el impecable control de su voz, y mientras la escuchaba Luke pensó que bien podría haber estado hablando de lenguajes programáticos con un colega—. No cabe duda de que todavía queda muchísimo por hacer antes de que podamos descartar esa posibilidad. También se me ha informado de que en los experimentos con el aprendizaje acelerado es posible llegar a obtener progresos realmente tremendos cuando se emplea un cierto número de múltiplos de la capacidad de aprendizaje humana. Me he matriculado en otro curso de aceleración, en concreto sobre la dinámica de pautas de la información…

Su voz se fue desvaneciendo pasillo abajo a medida que se alejaba. «Todavía queda muchísimo por hacer», pensó Luke, y se sintió lleno de dolor por ella y se llevó la mano a la frente. Era la respuesta que Cray daba a todo. Cualquier problema podía ser solucionado siempre que se invirtiera el esfuerzo suficiente y se le dedicara un número lo bastante elevado de maniobras e intentos, y el precio que ella pudiera tener que pagar a cambio carecía de importancia.

Y Luke sabía que Cray ya había pagado un precio devastador.

Se acordó de las semanas que siguieron al día en que los médicos diagnosticaron que Nichos padecía aquella inexplicable degeneración progresiva del sistema nervioso, y se acordó de cómo Cray se había presentado cada mañana al adiestramiento después de haber dedicado toda la noche a la terapia aceleradora del aprendizaje que se había hecho enviar a Yavin; exhausta, a punto de derrumbarse y perder el control de sí misma, sin decirle ni a Luke ni a nadie que estaba empleando la hipnosis y la terapia con drogas para absorber las más lejanas fronteras del campo de estudio que había elegido porque ésa era la única forma de llegar a saber y aprender lo suficiente para salvar al hombre que amaba antes de que fuese demasiado tarde. Después de que Nichos fuese hospitalizado, llegaron las noches terribles de las visitas al centro médico de Coruscant mientras Cray acosaba implacablemente a sus suministradores día tras día y dejaba de dormir para pasar horas y más horas sudando sobre sus planos y diseños, librando una carrera desesperada con la enfermedad mientras el cuerpo de Nichos se iba debilitando y se derretía rápidamente delante de sus ojos.

Cray había obrado un milagro. Había salvado la vida del hombre al que amaba.

En cierta manera…

El milagro había dado como resultado un hombre que era capaz de recordar el texto completo de aquella vieja canción de su infancia, pero que no podía percibir lo que había significado para él y que era incapaz de experimentar alegría, pena o nostalgia cuando recordaba aquella canción.

—¿Luke?

Luke ya había oído los pasos rápidos y suaves que se aproximaban por el pasillo, y también había captado el casi imperceptible zumbido mecánico de los servomotores de Cetrespeó que los acompañaba. Los dos androides —la silueta dorada de Cetrespeó y la gris plateada que tenía un pálido rostro humano— acababan de aparecer en el umbral.

—¿Has averiguado si esos números aleatorios que generé tienen algún significado?

El metal plateado del hombro y el brazo izquierdo mostraban las aureolas iridiscentes dejadas por gotitas de agua que ya se habían secado, como si Nichos hubiera estado muy cerca de las Cascadas. Luke se preguntó cómo habrían percibido sus bancos de memoria la experiencia de toda aquella belleza y el haberla compartido con la mujer a la que amaba.

—Son coordenadas. —Luke alargó la mano hacia la copia impresa que había dejado sobre el pequeño escritorio del cubículo y la rozó con las yemas de los dedos—. De hecho, son las coordenadas de la Nebulosa Flor de Luna, que se encuentra en el Borde Exterior más allá del Sistema K Siete Cuarenta y nueve. Allí fuera no hay nada y nunca lo ha habido, pero… He hablado con Umwaw Moolis y se ocupará de conseguirme una nave. Creo que debo ir a echar un vistazo.

Una de las lecciones concernientes al uso de la Fuerza que más le había costado asimilar a Luke había sido la de abandonar las realidades mecánicas y demostrables para confiar en sus corazonadas. Eso ya había quedado muy atrás, y últimamente casi nadie hacía preguntas al hombre que había destruido el Triturador de Soles.

—¿Iré con usted, amo Luke?

—Por supuesto que le acompañarás, Cetrespeó. —Nichos retrocedió medio paso para contemplar al androide de protocolo—. Al igual que yo, y espero que Cray también vendrá.

Nichos volvió la cabeza, y un instante antes de verla aparecer bajo las luces del umbral del cubículo Luke oyó el rápido taconeo de los pasos de Cray aproximándose por el pasillo.

—¿Qué es lo que esperas?

Cray rodeó la cintura de Nichos con el brazo y alzó la mirada hacia él para sonreírle con una sonrisa casi idéntica a la del pasado, aunque a Luke no le pasó desapercibida la pausa casi infinitesimal antes de que Nichos respondiera a su gesto y su sonrisa pasándole el brazo por encima de los hombros. Tal como había imaginado Luke, Cray iba impecablemente ataviada con un elegante traje blanco y negro, se había maquillado minuciosamente y llevaba un pañuelo multicolor anudado alrededor de sus rubios cabellos.

—Que vendrás a la Nebulosa Flor de Luna con Luke y Cetrespeó para investigar esa… Bien, lo que sea la corazonada que ha tenido Luke.

—Oh, pero yo…

Cray se contuvo con un visible esfuerzo de voluntad. Luke pensó que probablemente había estado a punto de protestar y explicar que debía continuar trabajando en las terapias de rehabilitación y rehumanización de Nichos con Tomla El. Vio el fruncimiento de ceño que arrugó su frente, y cómo volvía a alzar la mirada hacia Nichos para contemplarle sin tratar de ocultar su preocupación.

—¿De qué se trata, Luke? Nichos me contó lo del campo de números aleatorios esta mañana.

—Tal vez no sea nada. —Luke se levantó de la mesita, desconectó el monitor y volvió a guardarse el listado en el bolsillo de su cinturón—. Los dos habéis venido aquí para trabajar…, para ayudarte, Nichos. No es…

—Tú también tenías muchas cosas que hacer en Yavin. —Cray le sostuvo la mirada con impasible solemnidad, sus ojos castaños casi a la misma altura que los de Luke—. Pero viniste aquí con nosotros.

—No sabes qué puede haber ahí fuera, Luke. —Nichos puso la mano sobre su brazo—. Entre los señores de la guerra y los aspirantes a Gran Almirante de los restos de la Flota Imperial, y cualquier Príncipe de una Antigua Casa del Sector de Senex convencido de que puede hacerse con un poco de poder… Bien, siempre se les están ocurriendo nuevas ideas, ¿verdad? Pide a Umwaw Moolis que te consiga una nave más grande.

Other books

Sally James by Fortune at Stake
Queen Of Knights by David Wind
Possession by Elana Johnson
Stalin's Children by Owen Matthews
Lovers (9781609459192) by Arsand, Daniel; Curtis, Howard (TRN)
Acts of Love by Judith Michael
Jolene 1 by Sarina Adem