Magia para torpes (15 page)

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Authors: Fernando Fedriani

Tags: #Romántico

—Y en ti —le redije. Y ella me miró, mientras yo me sentía pequeñito, más pequeñito cada vez.

—¿Crees en la reencarnación? —volvió a preguntarme, obviando mi piropo.

No. No creo.

Le dije que no creo, porque no creo. Pero ella me tomó la mano y me la puso sobre su pecho. Y me dijo entonces que esa sangre que se escuchaba, antaño, había sido mar, escarcha en la mañana, nevisca, pues su corazón bruñía en función de las olas y su cuerpo sangraba en función de las mareas. De pronto me di cuenta de que estaba hablando con Pocahontas y me sentí muy sucio por pensar que tenía mis manos sobre sus tetas, sobre las tetas de Pocahontas.

—¿Qué sientes? —me dijo.

—Tus pechos.

Me reprendió y yo le recordé que siempre me pedía que fuera sincero. No. ¡No me parece justo! Si me pides que sea sincero, no te enfades luego si lo soy. Yo estaba haciendo muchos esfuerzos por comprender a las mujeres... yo era como era. Un hombre. ¡Y ya está! Ella tenía la obligación de comprenderme también a mí. No podía cargar, en mi cuenta, con tantos siglos de dominación machista. Si mi mano estaba sobre una teta, estaba sobre una teta.

Pero fue entonces cuando ella me recordó que estaba cansada de sentirse un trozo de carne. Y me sentí mal, claro. Porque me explicó entonces por qué no le gustaba la ropa apretada.

El bar se llamaba Triana. He dicho antes que ella se había fijado en un bar, que hay cerca del paseo marítimo. Se refería a este, porque fuimos. Tenía fotos de Camarón. Recibe ese nombre en honor a un grupo de música que se llama justo igual: Triana. Es un pub—cafetería. Tenía una barra estrecha. Un camarero borde. Los cafés son caros y los servicios están sucios. Es hortera y triste. La luz falta. Está pintado en tonos sombríos y se respira fatal. Aquel lugar es un antro, vaya. Sirven garrafón y la música es casi siempre "flamenco fusión".

—Me preguntaste antes con qué canción, de fondo, me gustaría morir. ¿Quieres saber cuál es mi canción favorita?

Yo asentí, aterrorizado, porque Noemí se me había acercado a menos de medio metro, creo que por primera vez en toda nuestra vida en común, si exceptuamos el episodio de la teta de Pocahontas. La música estaba alta y supongo que eso, qué si no, motivaba su proximidad. Jamás la entiendo, claro. Tampoco entonces.

—Hay una canción de Quique González que me encanta. Se llama "La luna debajo del brazo". Cuenta un viaje semejante al que tú y yo hemos hecho antes en el coche.

Mentía. En realidad, ella no quería morir. Ni con esa canción, ni con ninguna. Y lo sé porque las líneas de nuestras manos eran largas. Las que hablan de la vida, digo. Se supone que tendré tres hijos y que una llegará pronto. No creo demasiado en esas cosas, ella sí. Y se siente muy orgullosa de su línea más larga, porque quiere vivir mucho tiempo.

Me gustaría contaros qué me dijo en el Pub Triana, de qué hablamos, pero no lo recuerdo. Me reiteró seis o siete veces que no la comprendo, que no sé nada de ella. Y que soy un bebé. Comencé a darle la razón por sistema y cuando eso parecía comenzar a funcionar, ella me reprendió por ser tan timorato. En las siguientes dos o tres intervenciones, le llevé la contraria. Ella me resaltó mi falta de criterio y me atacó con todas sus fuerzas.

—¡Mátame ya! ¡Acaba ya con esta agonía!

Ella se rio, aunque también se quedó callada unos segundos. Definitivamente, jugaba conmigo... sin mí. Y yo volví a sentir miedo. Me aterraba verla pensar, porque no comprendía nada de lo que pasaba por su cabeza. Me dijo que le gustaba aquella canción, la que estaba sonando. Yo no la conocía, todo sea dicho, porque era flamenco fusión.

—Si suena ahora la canción de Quique González de la que te hablé antes, nos besamos. ¿Te parece bien? ¿Aceptas el trato?

Le di la mano con solvencia. Y la miré, tras decirme eso, con el pulso en la garganta, incapaz de llevarle la contraria en algo. Intimidado. Su mirada me quemó la retina, del mismo modo en el que un rato antes el horizonte se había grabado en ella, cuando tratábamos de ver el rayo verde juntos.

La canción previa no terminaba. No llegaba jamás la nueva, la que delimitaba la apuesta que marcaría aquella tarde por completo. Necesitaba que me matara. Necesitaba que acabara con ese silencio de una vez por todas, con esa tensión. Porque la tenía cerca, cada vez más cerca. Sus labios brillaban y sus ojos, ni te cuento. Necesitaba un desenlace ya. ¡Y rápido!

De pronto, la canción se acabó. Se hizo una pausa lenta. Noemí me miraba, burlona, sabedora de que me tenía en la palma de su mano y de que haría conmigo lo que quisiera. No quería hacerme daño, claro. ¡Me haría daño, supongo! Porque me tenía entre sus dedos y me dejaría caer, si me movía. Y yo, como es lógico, tenía que moverme porque me estaba asfixiando.

VEINTICINCO
Novena lección del curso. El árbol de las lágrimas.

Imaginen que su chica comienza a llorar. Ustedes se descomponen y llegan a la conclusión de que jamás sabrán descubrir; en efecto, qué le está pasando por la cabeza. Y no lo lograrán, de hecho, si son de aquellos que piensan que las lágrimas son siempre sinónimo de algo malo. Con frecuencia muchos novios aducen que el llanto es el problema y se esfuerzan por conseguir que sus parejas dejen de llorar. Y no. No es el problema, sino el síntoma. Por tanto, la situación no se arregla cortando el llanto.

Hace años, tras un viaje de varios meses alrededor del mundo, confeccioné una clasificación de "tipos de lágrimas". Si se les ocurre algún tipo de llanto no incluido en esta taxonomía, háganmelo saber en un correo electrónico y yo tendré en consideración sus apreciaciones. Eso sí, ¡no se engañen! No solo las mujeres lloran por estos motivos; también ustedes lo hacen. Según esto, esta lección les permitirá entenderse mejor a ustedes mismos. ¿No les ocurre algunas veces que se sienten mal y que no sabrían explicar exactamente la causa? Es crucial que se conozcan mejor si quieren poder entenderlas mejor a ellas.

Han de tener claro que existen dos grandes bloques en la clasificación. Hay un llanto que es motivado por causas positivas y otro que es el resultado de un desgarro emocional. A ese lo llamaremos, a partir de ahora, llanto negativo.

Jamás traten de contener un llanto positivo. Resulta muy reparador y estimulante llorar, de vez en cuando
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por algo que no implique dolor. En general, no piensen que llorar es malo. Tiene más ventajas que inconvenientes, siempre. Asuman como propia la idea de que "vale más sentir dolor que no sentir nada". La ausencia de sentimiento, la ataraxia, convierte la vida en una auténtica engañifa.

Tampoco olviden que es muy frecuente que se llore por más de un motivo, simultáneamente. No sean tan simples de decir "estás llorando por". La respuesta será siempre "no", puesto que ustedes, en el mejor de los casos, alcanzarán a encontrar solo una de las causas. Sustituyan ese inicio de la pregunta típica por "uno de los motivos por los que lloras es...". Créanme, les irá mejor.

Voy a comenzar relatándoles los diez subgrupos que hay dentro del llamado "llanto negativo". Tomen papel., bolígrafo... ¡Comenzamos!

Uno. Dolor físico. No le busquen causas emocionales a todo. Si una mujer, al igual que un hombre, se parte una pierna, llorará. Y no llorará porque sus sueños de ser bailarina se le hayan esfumado. Llorará porque le duele la pierna. ¡No se compliquen la vida en todos los análisis!

Dos. Miedo. La inminencia de algo negativo y el terror a que algo malo suceda, pueden provocar lágrimas. Ya sea la posible muerte de un familiar o una inspección de Hacienda... Las lágrimas, en ese caso, son una válvula de escape para la tensión. La tensión ha de filtrarse, somatizarse, liberarse de algún modo.

Tres. Empatía. Las mujeres tienen una sensibilidad más aguzada que nosotros para reinterpretar e interiorizar el dolor ajeno. Pueden llorar, con más facilidad que nosotros, por hacer propio el dolor de otra persona o animal. En general, este dolor no es demasiado contraproducente y sus efectos suelen ser efímeros. Aunque todo dependerá del grado de cercanía que exista respecto de quien está sufriendo.

Cuatro. Rabia. Surge frente a una injusticia. Algo ha ocurrido y no es legítimo. Las lágrimas muestran impotencia y frustración. Estas lágrimas son aparatosas porque puelen ir acompañadas de gritos y de golpes. No se alarmen. Forman parte del proceso de asunción de todo lo ocurrido. Es frecuente que tras la rabia sobrevenga un estado prolongado de melancolía.

Cinco. Melancolía. Es la tristeza honda que conlleva la pérdida de algo importante. Cuando esta se prolonga mucho, el estado resultante es la "nostalgia". No se esfuercen: la diferencia entre melancolía y nostalgia jamás la entenderán. Vienen a ser casi lo mismo. La infancia, una vieja amiga... la pérdida de muchas cosas provoca ese pellizco específico en el estómago. El tiempo atmosférico suele acompañar. El frío y la noche debilitan los corazones y agravan los síntomas de la melancolía.

Seis. Impotencia. No piensen en la falta prolongada de erección. Aunque también, quién sabe... La impotencia es la angustia que asalta a las personas que han de sufrir algún tipo de injusticia sin poder evitar sus efectos, sin que esté en su mano cambiar el curso de los acontecimientos. Solo se vence con fe. Es uno de los llantos más desgarradores. Tiene difícil arreglo.

Siete. Derrota. El orgullo provoca que el ser humano se esfuerce con todo su ahínco para conseguir sus objetivos. Por desgracia, cuando no se alcanza la victoria, nos asalta el rencor, hacia nosotros mismos, que forma parte del proceso de aceptación de la derrota. Estas lágrimas vienen de la mano de un descenso fuerte de autoestima. Por ello, será conveniente que resalten sus virtudes.

Ocho. Traición. Cuando deposita su confianza en alguien y esta resulta violada, el dolor ocasiona un estado de tristeza muy específico. Resulta una ofensa contra el propio honor, que hace que se tambaleen también ciertos cimientos profundos. No pocos cambios en la escala de valores se inician a consecuencia de alguna traición.

Nueve. Vacío. Estas son las lágrimas más difíciles de paliar... y me atrevería a decir que también son las más dolorosas. Aunque, por fortuna, escasas. Pocas cosas peores existen que los accesos súbitos de nihilia: pararte en seco y darte cuenta de que nada de lo vivido te satisface. Le sobreviene la levedad, descubre lo efímera que puede ser la vida, lo rápido que todo se agota... Suelen ser pocas lágrimas, poca cantidad. Discurren lentas por las mejillas. Buscan un cambio brusco en la vida, que casi nunca llega.

Diez. Desorden emocional con o sin causa hormonal. Como ya les he dicho, no se compliquen siempre la vida. Las mujeres tienen un componente hormonal mucho más acusado que nosotros. Los ciclos de la luna, puesto que tienen un porcentaje mayor de agua en el cuerpo, les afectan más. Los cambios celestes, las mareas... Su sensibilidad se despierta a capricho. Es lógico que sea ilógico. No pueden entenderlo, porque sus cuerpos no funcionan de ese modo.

Voy a pasar ahora a analizar los otros diez tipos. Reconozco que he dejado la tipología en diez—diez porque me gustan los números redondos. Creo, honestamente, que este bloque va a ser más difícil de comprender por parte de ustedes. Hagan, en cualquier caso, como hacían los empollones de la clase: copien y apréndanselo. Algún día todo esto les será útil.

Uno. Risa. Reír mucho puede propiciar que se les salten las lágrimas. Son estas unas lágrimas sanas y además de eso, fáciles de entender. Han de saber también que, debido a ciertas paradojas de la vida, la prolongación de la risión puede hacer que se meen, literalmente, encima. Ustedes pueden hacérselo por miedo. Ellas, de risa. Esto viene determinado por nuestra naturaleza, no tiene mayor importancia.

Dos. Alegría. Hay muchos modos de expresar alegría. Los gritos, los saltos, los aplausos... Uno de los canales que permiten evidenciar que está alegre son las lágrimas. Ni que decir tiene que estas no han de ser cortadas jamás. Déjenlas llorar de alegría. Ojalá llegue el día en que su empatía les permita llorar también a ustedes por las alegrías de ellas.

Tres. Exposición a la belleza. A veces algo hermoso, ya sea un niño recién nacido o un cuadro de Chagall puede provocar que se acaricie la sensibilidad y que surjan, por ello, lágrimas. Es sano. Hay ciertas zonas del alma que ustedes, por lo general, optaron por capar, en cierto momento de su adolescencia. La sensibilidad para el arte o se tiene o no se tiene. No la imposten, que queda fatal.

Cuatro. Empatía. En sintonía con lo dicho antes, si alguien experimenta un proceso fuerte de alegría, ellas son capaces de asumir esa alegría como propia. Del mismo modo, manifestarán unas lágrimas que confiesan que "se alegran con". La mayoría de mis alumnos nunca entiende demasiado bien lo de "llorar por alegría" y menos aún lo de "llorar por la alegría de otro". ¡Ya lo comprenderán!

Cinco. Reencuentro. Hay una palabra griega: "anagnórisis". Dicha expresión no sirve para nada, salvo para impresionar a alguien en momentos como este. Pocas cosas producen un acceso de llanto más gozoso que el rencuentro, que una anagnórisis, tras mucho tiempo, con alguien o algo querido.

Seis. Gratitud. ¿Cómo se demuestra a otra persona que ha hecho algo realmente importante para nosotros? Dar las gracias, a veces, no es suficiente. Llorar, frente a esa persona, es una respuesta de nuestro cuerpo ante la deuda no satisfecha. Sentirse en deuda es sano, pues demuestra que valoramos lo que se nos dio. Esas lágrimas son un tributo, por tanto. Eso sí, tengan cuidado: la gratitud jamás debe convertirse en servidumbre.

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