Marea estelar (15 page)

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Authors: David Brin

—¡Bueno, hermana! —dijo Emerson d'Anite sonriendo a Dennie—. Parece que tienes una misión científica. Enhorabuena.

—Aún no hay nada decidido —le respondió ella—. Además, el responsable será Keepiru.

—Keepiru sólo tendrá el mando militar de la expedición. Eso me ha confundido un poco. No comprendo qué pretende Creideiki asignándole esta misión después de cómo se comportó ahí fuera, según he oído. Mi opinión es que éste es su modo de obligarle a reaccionar.

Dennie estuvo de acuerdo, aunque pensó que aquello era un poco cruel.

De pronto, la joven sintió un contacto liso y plano en la parte interior de su muslo izquierdo. Dio un alarido y se agarró la garganta con la mano, luego suspiró al ver que se trataba del neodelfín etnólogo, Sah'ot, que se había deslizado sobre su aleta pectoral izquierda, haciendo el ganso. El sienas le sonreía, mostrando sus dientes triangulares.

—¡Maldito tiburón! —dijo Dennie con la voz quebrada. Su corazón martilleaba con fuerza—. ¡Poeta tiñoso! ¡Vete a jugar con una probeta sucia!

Sah'ot saltó hacia atrás y, por un instante, sus ojos se quedaron blancos por la sorpresa. Aparentemente no esperaba que Dennie reaccionara con tanta violencia.

—Oh, Dennie —suspiró—. Sssólo intentaba agradecerte que intercedieras por mí ante Creideiki. Está claro que tus encantos son más persuasivos que todos mis argumentos.

Lamento haberte asssustado.

Dennie soltó un bufido ante la doble intención de las excusas de Sah'ot. Quizá su reacción hubiese sido exagerada. Su pulso se normalizó poco a poco.

—Oh... no importa. ¡Pero no vuelvas a hacerlo!

Sin necesidad de volverse, la joven podía sentir que Emerson D'Anite estaba riéndose disimuladamente. Machos, pensó, ¿madurarán algún día?

—¿Dennie? —dijo Sah'ot, con el mismo tono de un trío de cuerda—. Todavía hay un pequeño detalle que hemos de discutir, si es que vamos a ir juntos en esa expedición a la isla. ¿Serás tan grosera como para permitir que Creideiki elija el mando científico basándose en prejuicios? ¿O me darás una oportunidad? ¿Tendremos quizá que luchar por ello?

D'Anite empezó a toser, y se giró hacia el otro lado para aclararse la garganta.

—El capitán es quien decidirá quién es mejor —dijo Dennie, ruborizada—. Además... no estoy segura de que debamos ir los dos. Charlie me dijo que sus análisis de las muestras de la corteza planetaria podrían interesarte... hay allí indicios paleotecnológicos en los estratos más recientes. Deberías ir a verle ahora mismo.

Las pupilas de Sah'ot empequeñecieron.

—Eso esss interesante. Creía que este planeta era un barbecho desde hace tanto tiempo que no podía encontrarse en él restos paleotec —sin embargo, acabando con las esperanzas de Dennie, prosiguió—: Pero escarbar entre las basuras de antiguas civilizaciones de Kithrup no es tan importante como establecer contacto con los presensitivos y elaborar una declaración adecuada de tutelaje por parte de los humanos.

¡Puede que los fines tengamos un nuevo primo pupilo incluso antes de que los neoperros estén terminados! ¡Que el Cielo proteja a esas pobres criaturas si los tandu, los soro u otros de su misma calaña les ponen las manos encima! Además —prosiguió calmadamente—, será una buena ocasión para que nosotros dos nos conozcamos un poco mejor... e intercambiemos información profesional, por supuesto.

Emerson D'Anite tuvo un nuevo ataque de tos.

—He abandonado las reparaciones durante demasiado tiempo, chicos —dijo, arrastrando con fuerza las erres—. Creo que debería volver con mis máquinas, y dejar que vosotros dos discutáis vuestros planes.

D'Anite sonrió sin disimulo, y Dennie se prometió vengarse.

—¡Emerson! —dijo con un silbido.

—¿Sí, querida? —respondió D'Anite mirándola con inocencia.

—¡Oh... apuesto a que no corre por tus venas ni una gota de sangre celta! —replicó ella con mirada feroz.

—¿Qué te hace creer eso? —dijo sonriendo—. Todos los escoceses son mecánicos y todos los mecánicos son escoceses.

Hizo un ademán con la mano y se alejó nadando antes de que Dennie pudiera contestarle. Atrapada, se dijo. ¡Y por un maldito tópico! Cuando D'Anite ya no podía oírlo, Sah'ot se acercó a Dennie con cautela.

—¿Vamos a empezar a preparar nuestra expedición? —preguntó con su agujero soplador pegado a la oreja de la joven.

Dennie se sobresaltó. Se dio cuenta, de pronto, que todos se habían ido. Su corazón latía cada vez con más rapidez, y le pareció que la mascarilla no le proporcionaba suficiente aire.

—¡En todo caso, aquí no! —Se giró súbitamente y empezó a nadar—. Vamos a la sala de oficiales. Hay mesas adecuadas... ¡y cúpulas de aire! ¡Allí un ser humano puede respirar!

Sah'ot la siguió, aunque demasiado cerca para que Dennie se sintiera cómoda.

—Oh, Dennie... —dijo, pero no le empujó. En cambio, empezó a cantar una grave, átona e híbrida melodía en un complejo y confuso dialecto ternario.

En contra de su voluntad, Dennie se sintió atraída por aquel sonido. Era extraño, misteriosamente hermoso... y necesitó varios minutos para darse cuenta de que también era indecente como un demonio.

15
STENOS

Moki, Sreekah-pol y Hakukka-jo dedicaban su tiempo libre de servicio a la ocupación que, desde hacía semanas, era su preferida: lamentarse.

—Hoy —se quejó Sreekah-pol— ha vuelto a bajar a mi sssección para meter su mandíbula en el trabajo de todosss. Él piensa que esss discreto, pero llena el paisssaje sssonoro con sus ecos keneenks.

Moki asintió. No tenía ninguna duda sobre quién era «él».

Llorando, canturreando

Con ritmo,

¡Mi grupo agita las colas

Cuando oye su lógica!

Hakukka-jo se estremeció. Moki casi nunca hablaba en ánglico, y su ternario contenía demasiado primal para ser correcto.

Pero era obvio que Sreekah-pol pensaba que el punto de vista de Moki era válido.

—Todos los tursiopsss adoran a Creideiki. ¡Le imitan e intentan actuar como adeptosss al Keneenk! ¡Incluso la mitad de nuestros stenos parecen atrapados por su encanto!

—Bueno —sugirió Hakukka-jo—, sssi puede sacarnos de aquí con vida, le perdonaré incluso sus molestas inspecciones.

Moki movió la cabeza.

¡Vivos! ¡Vivos!

¡Hacia las profundas, exquisitas aguas!

¡Seguir, Seguir

A un jefe de dientes quebrados!

—¿Quieresss callarte? —dijo Hakukka-jo, ladeándose con rapidez para escuchar los ecos de la zona de descanso. Algunos fines de la tripulación se amontonaban alrededor de los distribuidores de comida, pero no parecía que les hubieran oído—. ¡Presta atención! ¡Ya tienes bastantes problemas sin necesidad de emitir chasquidos subversivos!

¡He oído que el doctor Metz ha visitado a Takkata-Jim para preguntarle sobre ti!

Moki sonrió satisfecho y desafiante, y Sreekah-pol estuvo de acuerdo con el mudo comentario.

—Metz no hará nada que nos perjudique —dijo—. Esss de dominio público que la mitad de los stenos de a bordo fueron elegidos por él. Somos sus pequeñosss —Sreekah-pol cantaba en voz baja—. Con Orley y Tsh't fuera, e Hikahi en la enfermería, ¡lo único que debe preocuparnos es el sabihondo del jefe!

Hakukka-jo lanzó una mirada salvaje a su alrededor.

—¿Tú también? ¿Por qué no te callas? ¡Ahí viene K'tha-Jon!

Los otros giraron en la dirección indicada y vieron un enorme neodelfín que salía nadando del ascensor del casco y se dirigía hacia ellos. Unos fines la mitad de grandes que el gigante se apresuraron a apartarse de su camino.

—¿Y qué? ¡Es de los nuestros! —dijo Sreekah-pol con inseguridad.

—¡Pero también es un contramaestre! —respondió Hakukka-jo acaloradamente.

—¡Odia a los tursiopsss sabihondos! —cortó Moki en ánglico.

—¡Quizá, pero se cuida de no demostrarlo! ¡Él sabe lo que sienten los humanos por el racismo!

Moki desvió la mirada. Como tantos otros, el oscuro y moteado delfín mantenía una especie de supersticioso temor hacia su raza tutora. Contestó débilmente en ternario.

Pregunta al hombre negro,

Al hombre marrón y amarillo.

¡Pregunta a las ballenas

Sobre el racismo humano!

—¡Eso fue hace mucho tiempo! —espetó Hakukka-jo, en cierto modo impresionado—.

¡Y, además, los humanos no tenían tutores que los guiasen!

—Precisssamente... —dijo Sreekah-pol, pero su conformidad sonaba insegura.

Todos guardaron silencio mientras K'tha-Jon se acercaba. Hakukka-jo sintió un inesperado escalofrío al contemplar al contramaestre.

K'tha-Jon era un gigante de más de tres metros de largo, con una anchura tal que dos hombres no podían rodearle con los brazos. Su nariz de botella era aplastada y, a diferencia de los otros stenos de a bordo, su coloración sólo tenía dos componentes, aunque profundamente contrastados. Se rumoreaba que K'tha-Jon era otro de los casos «especiales» del doctor Metz.

El gigante nadó hacia ellos exhalando un ruidoso suspiro de burbujas. Sus abiertas mandíbulas mostraban una terrible hilera de agudos dientes. Los otros, casi de forma inconsciente, adoptaron una actitud sumisa, con la boca cerrada y la vista desviada.

—He oído que ha habido más peleas... —gruñó K'tha-Jon en un grave ánglico subacuático—. Por suerte he podido sobornar al viejo contramaestre, S'thata, con una extraña cinta senso y ha convenido en no informar al comandante. Espero que alguien me compense por el coste de la cinta, con interesesss...

Moki pareció a punto de decir algo, pero K'tha-Jon se lo impidió y continuó hablando.

—¡No hay excusa! Tu temperamento es una carga de la que puedo prescindir. S'thata tuvo razón al desafiarte por todas las dentelladas que le has propinado a sus espaldas.

¡Atrévete! ¡Atrévete!

¡Tursiops cobarde!

Atrévete...

Un poderoso golpe de la aleta caudal de K'tha-Jon envió a Moki dando tumbos a través de la sala antes de que pudiera terminar su respuesta. Se deslizó algunos metros a través del agua, hasta que se detuvo retorciéndose de dolor. K'tha-Jon se acercó a él y murmuró con suavidad:

—¡Tú eres un tursiops! ¡Ése es nuestro nombre en la Biblioteca-registro de especies!

¡Tursiopsss amicusss... «soplador amistoso»! ¡Pregúntale al doctor Metz si no me crees!

Vuelve a molestar a alguno de los que a bordo tenemos injertos stenos en nuestros genes, el teniente Takkata-Jim o yo mismo, por ejemplo, comportándote como un animal y yo te enseñaré cómo es un soplador amistoso. ¡Usaré tus tripas para hacer cuerdas!

Moki apretó las mandíbulas y, temblando, se apartó de él.

K'tha-Jon barrió al empequeñecido fin con una despectiva pulverización de sonar y luego se giró para encarar a los otros. Hakukka-jo y Sreekah-pol fingían estar absortos en la contemplación de los brillantes peces decorativos a los que se permitía nadar libremente por la crujía central. Hakukka-jo incluso silbaba débilmente.

—La pausa ha terminado —espetó el contramaestre—. ¡Volved al trabajo! ¡Y guardad vuestra cólera para cuando estéis solos!

K'tha-Jon se dio la vuelta y nadó tan deprisa que la turbulencia provocada por su avance casi derribó a los dos fines.

Hakukka-jo observó como se alejaba y luego lanzó un largo y lento suspiro.

Eso debe bastar, pensó K'tha-Jon mientras se dirigía rápidamente a sus tareas en la sección de carga. Moki, en especial, se quedará tranquilo una temporada. Y será lo mejor para él.

Si hay algo que Takkata-Jim y yo mismo no necesitamos es que aumenten las insinuaciones racistas y los recelos. Nada uniría tanto a los humanos como este tipo de cosas.

Y tampoco es conveniente preocupar a Creideiki. Takkata-Jim insiste en que demos al comandante otra oportunidad para sacarnos de aquí y llevarnos vivos a casa.

Muy bien, puedo esperar.

Pero, ¿qué pasará si no lo consigue? ¿Si continúa imponiendo sacrificios a una tripulación que nunca se ha ofrecido voluntaria para el heroísmo?

En ese caso, alguien deberá presentarse ante la tripulación con una alternativa a seguir. Takkata-Jim todavía se muestra reticente, pero eso no puede durar.

Si el momento llegaba, quizá necesitaran la ayuda de los humanos, y las amenazas racistas de Moki podían hacer naufragar esta posibilidad. K'tha-Jon tenía el propósito de atar corto a aquel stenos, y mantenerlo apacible y dócil.

Aunque, bueno, de vez en cuando era agradable morderle la cola a alguno de los malditos, playeros y mojigatos tursiops sabihondos.

16
GALÁCTICOS

—Regocijémonos —susurró el cuarto Hermano de las Sombras de Ébano—.

¡Regocijémonos porque la quinta luna de este pequeño planeta polvoriento ha sido conquistada!

Los Hermanos de la Noche habían librado un encarnizado combate por esa posición estratégica, desde la cual pronto se proyectarían de forma irresistible para barrer de los cielos a herejes y blasfemos. Aquella luna garantizaba que el premio sería para ellos, ¡y sólo para ellos!

Ninguna otra luna del sistema de Kthsemenee poseía aquella característica única: un núcleo con casi un uno por ciento de inalcanzabilidad. Por lo pronto, treinta naves de los Hermanos habían aterrizado para empezar la construcción del Arma.

Como siempre, la Biblioteca había sido la clave. Muchos ciclos antes, el cuarto Hermano de las Sombras de Ébano había encontrado una oscura referencia relativa a un dispositivo antiguamente utilizado en una guerra entre dos razas extinguidas tiempo atrás.

Había pasado la mitad de su vida buscando detalles, pues la Biblioteca era un laberinto.

¡Pero ahora tendría su recompensa!

—¡Regocijémonos!

El grito fue clamoroso. Se convirtió en un himno triunfal destinado a ser oído, y, de hecho, algunos de los otros combatientes empezaron a notar que algo extraño estaba sucediendo en un rincón del sistema de Kthsemenee. Mientras los combates más intensos se desarrollaban alrededor del estratégico gigante gaseoso, y del mismo Kithrup, varios enemigos comenzaron a enviar exploradores a aquel sector para ver qué hacían los Hermanos de la Noche.

—¡Que vengan y observen! ¿Qué nos importa?

Una nave de los soro los había estado observando durante un buen rato. ¿Habría adivinado sus intenciones?

—¡Imposible! ¡La cita era demasiado oscura! Por eso nuestra nueva arma ha pasado desapercibida durante tanto tiempo en polvorientos archivos. Empezarán a comprender cuando esta luna comience a vibrar en la quinceava banda de probabilidad, emitiendo oleadas de incertidumbre que destruirán sus flotas de combate. Entonces, las Bibliotecas de sus naves recobrarán la memoria, ¡pero será demasiado tarde!

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