Más Allá de las Sombras (48 page)

O podrían haber transferido a mí su devoción de esclavas, tal y como un buen perro encuentra un nuevo amo después de que el viejo muera.
Dorian observó cómo chisporroteaban sus cuerpos y apartó el pensamiento de su cabeza.

Le hizo una seña con la cabeza a los vürdmeisters que se encargaban del fuego y las llamas crecieron más aún, consumiendo la carne e incluso los huesos hasta reducirlos a cenizas. Todo acabó en cuestión de minutos.

Dorian levantó una mano para indicar que la boda debía comenzar. Sería una ceremonia sencilla, aunque espléndida para los cánones khalidoranos. Los reyes dioses nunca se casaban. Cuando lo hacía un plebeyo, se limitaba a decir:
Tomo a esta mujer por esposa
. Por parte de la mujer solo se exigía la ausencia de una protesta explícita. Dorian tenía previsto algo más magnificente para Jenine pero que no resultara demasiado extranjero para que sus meisters lo asimilaran. Sin embargo, con la mano todavía levantada, se detuvo. El momento había adoptado los fantasmagóricos contornos de una profecía. Sintió un desagradable escalofrío y aprestó el vir por si se producía otro intento de asesinato. Saltamontes susurró algo a un paje, que se acercó con respeto al costado de Dorian mientras este contemplaba sus magníficas vestiduras blancas y los rostros de los congregados. Había visto ese momento en una profecía, ¿por qué no podía recordarla?

Inclinó la cabeza hacia el paje.

—Santidad, Saltamontes desea que os informe de que un espía ha regresado de Cenaria. Cuenta que se ha proclamado rey a un hombre llamado Logan de Gyre.

El mundo se detuvo. El marido de Jenine estaba vivo. Dorian se sintió como si estuviera fuera de su cuerpo, recayendo en la locura que creía haber dejado atrás junto con su don profético.

¿Cómo te atreves, Dios? ¿Qué quieres de mí? ¿Que le diga que está vivo? ¡He entregado mi alma por esto! Por ti, me he convertido en un monstruo para poder redimir a esta gente. ¿Acaso no te importo? ¿No te importa este maldito país?

Si te importara, habrías salvado a estas infelices tú mismo. Yo no quería estas cadenas de rey. No quería el Talento que me diste. Solo pedí una cosa: esta mujer. Me creaste con este anhelo, demasiado hondo para expresarlo con palabras, ¿y quieres que lo sacrifique en el momento en que tengo la miel en los labios?

No te he olvidado. Sé los planes que tengo para ti.

Recordarme no significa nada si no haces nada por mí. Yo no te he traicionado, tú me traicionas. Non takuulam. No seré un sirviente. Tú y yo hemos terminado.

El rey dios Langor cobró conciencia de las miradas de sus meisters. Sonrió y completó su gesto a Saltamontes.

—Que dé comienzo nuestra boda —dijo el dios.

Capítulo 65

LL
evaron un almuerzo sencillo a la habitación de Durzo, y él y Kylar comieron juntos en silencio.

—Supongo que tendrías que ir tirando hacia tu habitación, ¿no? —dijo Durzo al acabar—. Llegarán en cualquier momento. —Carraspeó y buscó a tientas una bolsita de ajos que ya no llevaba.

—Daría lo que fuese por ver cómo te encuentras con tu chica —dijo Kylar.

—Yo daría lo que fuese por verte con la tuya —replicó Durzo.

Kylar tragó saliva y cayó en la cuenta de que estaba caminando por la habitación.

—¿La sientes? —preguntó Durzo.

—Tres pisos más arriba, de camino hacia abajo. Casi tan nerviosa como yo.

—Sabía que había un motivo por el que nunca fui lo bastante idiota para anillarme —dijo Durzo.

—¿Tienes idea de cómo reaccionará Uly cuando te vea? —preguntó Kylar.

Durzo meneó la cabeza.

—Entonces quizá deberías cerrar el pico.

—Uy, uy, cómo ha crecido el pequeñín de Kyli. Está enfadadín con su maestro.

En un arrebato, Kylar estuvo a punto de asestarle un puñetazo en la cara. Después se rió.

—Increíble, ¿eh? Creo que me iré a mi habitación. Buena suerte.

Durzo le dio una palmadita en la espalda mientras salía. Fue un gesto de extraña intimidad, pero Kylar no dijo nada para llamar la atención de Durzo al respecto.

Su habitación era más pequeña todavía que la de Durzo, que apenas tenía sitio para dos sillas. En la de Kylar solo había una y una cama. Se sentó en la silla. Después pasó a la cama. Luego se puso en pie para poder abrir la puerta antes de que ella llamase siquiera. Después cambió de opinión y volvió a sentarse.

Maldijo. Ya estaba a mitad del pasillo, y se había parado; ¿para dejar a Uly en la habitación de Durzo? ¿Uly y Vi estaban juntas? Vi no parecía sentirse alterada o culpable, lo que era extraño, teniendo en cuenta que había secuestrado, pegado y matado de hambre a Uly apenas unos meses atrás. Después volvió a moverse, tan tensa como él.

Kylar se levantó para abrir la puerta. Llamaron con un par de golpes rápidos y firmes, y luego Vi abrió la puerta, pero no estaba sola. La hermana Ariel y otra mujer de parecida edad pero con el pelo rubio y largo entraron en la habitación, seguidas por Vi.

Era demasiada gente para el minúsculo cuarto, aunque tres de ellas no hubiesen sido magas. Kylar retrocedió hasta la pared.

—Kyle Negrida, te presento a la rectora Istariel Wyant. Es la que manda aquí —dijo la hermana Ariel.

—Encantado —respondió Kylar—. ¿Aquí en las habitaciones de los invitados o aquí, aquí?

—Soy la rectora de la Capilla —aclaró Istariel, molesta.

—Entonces, ¿por qué no sois la capellana? —preguntó Kylar. ¿Qué le pasaba? El comentario no podía ser más de Durzo; Vi abrió los ojos como platos.

Istariel hizo una mueca con los labios finos.

—Tenemos problemas, jovencito, que tal vez sean mayores incluso que tu ego.

—¿Por qué nos reunimos aquí en vez de en vuestro despacho? —preguntó Kylar.

Istariel parpadeó.

—¿Cómo lo dijiste, Ariel, imprudente pero no estúpido? Kyle, la Capilla y todo el sur se adentran en una época peligrosa. Necesitamos la ayuda de Vi si queremos sobrevivir.

—¿De verdad? —preguntó Vi.

—Silencio, niña —ordenó la hermana Ariel.

—Todo esto tenía que suceder mucho más despacio —dijo Istariel a Vi—. Queríamos proporcionarte cierta semblanza de tutelaje normal, porque el servicio que precisamos de ti conlleva un grave riesgo para ti y para la Capilla. La verdad sin rodeos es que podrías ser la mujer...

La hermana Ariel carraspeó.

—... eres la mujer con más Talento que ha pasado por la Capilla en un siglo, Vi. Estabas casada antes de llegar, de modo que tu matrimonio no supone una violación del Tercer Acuerdo de Alitaera. El Talento de una mujer no es suficiente para garantizar su ascenso, pero una mujer de mucho Talento siempre llama la atención. En consecuencia, eres muy visible, muy poderosa y estás casada, con un hombre que también es muy poderoso, y además tu matrimonio no quebranta ningún tratado.

—Ya ves —dijo Vi—. ¿Qué posibilidades había de que todo eso pasara por casualidad? —Miró fijamente a Ariel, que tuvo la decencia de ruborizarse.

Istariel se aclaró la garganta.

—Sí, hablando de eso. Kyle, la verdad es que no esperábamos que vinieses aquí. A decir verdad, la hermana Ariel estaba convencida de que no lo harías.

—No era consciente de lo susceptible que serías a los... encantos de Vi —explicó Ariel contrita.

Kylar se ruborizó.

—No he venido por eso.

—Pero aquí estás —dijo Istariel—. De modo que podrías destruir a Vi, o como mínimo su utilidad para la Capilla.

—Y por eso me estoy enterando de parte de la verdad. Vale. Eso sigue sin explicar por qué habéis tenido que reuniros conmigo a escondidas —replicó Kylar.

A Istariel se le encendieron los ojos.

—La Capilla ha sufrido una serie de incidentes relacionados con los anillos nupciales vy’sana. Hace un siglo, alguien anilló a una rectora en contra de su voluntad.

—Se llama violación anular —aportó Ariel.

Istariel lanzó una mirada fría a su hermana.

—Deja de ayudar. —Devolvió su atención a Kylar—. Fue un intento de subvertir la Capilla entera de un plumazo, y estuvo desastrosamente cerca de tener éxito. Ese es solo el caso más reciente. Existe una antipatía enorme al anillado forzoso.

—Vamos, que si me voy de la lengua, Vi está acabada. ¿Por qué os preocupa? —preguntó Kylar.

—No hay motivo para que seamos enemigos —aseveró Istariel.

—Se me ocurre uno —dijo Kylar, dándose un tironcito del pendiente.

La rectora desvió la mirada.

—Las magas tienen prohibido casarse con magos desde hace doscientos años, Kyle. El emperador alitaerano Dicola Raiis temía que estuviéramos desarrollando un programa de cría para engendrar archimagos y convertirnos en la fuerza dominante de la política mundial que fuimos antaño. En aquel momento éramos estrechas aliadas de la escuela azul de los hombres, y el tratado exigía que todos los magos casados se divorciaran. Los hombres querían ir a la guerra, pero la decisión correspondía a la rectora, que a su vez estaba casada con un azul. Ella sabía que no tenían nada que hacer contra el poderío de Alitaera, y firmó el acuerdo. La ruptura con los hombres fue amarga. Las relaciones han sido tensas desde entonces. Para protegernos, y tal vez por muchos motivos más, entre ellos poner fin a las humillantes inspecciones de cumplimiento, la Capilla ha extendido la prohibición de casarse a todos los hombres. Las mujeres que se casan están, a todos los efectos, acabadas. No se les permite ascender dentro de las órdenes; a veces se les niega seguir adelante con su formación, y a menudo son ridiculizadas. Pese a todo, por sus propios motivos, supongo, muchas mujeres escogen este camino.

—¿Cuántas? —preguntó Kylar.

—La mitad.

—¿Perdéis a la mitad?

—Lo único peor que perderlas es tenerlas de vuelta de mala manera. Hay una mujer llamada Eris Buel que se ha convertido en la líder de facto de un gran número de esas mujeres. Quieren volver. Quieren rechazar los Acuerdos de Alitaera, quizá todos ellos, y fundar aquí una escuela para hombres. En el fondo, sin embargo, solo quieren volver a ser hermanas. Nuestros informes sugieren que esta primavera podríamos tener aquí más ex magas que magas.

—¿De cuántas estamos hablando? —preguntó Kylar.

—De ocho a diez mil. Si bien tenemos una cifra equivalente de hermanas en activo, las nuestras están repartidas por todo el mundo. Si estas Prendas, hum, estas hermanas casadas, llegan, exigen que las readmitamos y forman su propia orden, no podremos negarnos.

—¿Qué pasa si forman una orden? —preguntó Kylar.

—¿Lo más probable? Presentarán de inmediato una moción de censura para expulsarme y colocar a su cabecilla en mi lugar. Eris Buel es, si no algo peor, una mujer colérica, infantil y peligrosa.

—¿Queréis que Vi la mate?

—¡Que la luz me ciegue, no! —exclamó la hermana Istariel—. Queremos que Vi la sustituya.

—¡¿Qué?! —preguntó Vi.

—Tienes más Talento que ella. Eres más guapa, y no tienes tan mal carácter.

—Uy, no habéis visto a Vi cuando se enfada —dijo Kylar.

—¡Y tú tampoco! —replicó la chica.

—La cuestión es —dijo la hermana Ariel— que Eris Buel todavía no manda a las Prendas. Esas mujeres vienen de todo Midcyru. La mayoría no se conocen entre ellas. Buscarán una líder una vez que estén aquí. Hay más. Istariel, cuéntales lo de los khalidoranos.

—Aunque Khalidor no ocupa gran parte de sus territorios orientales, sigue siendo nuestro vecino —dijo Istariel—. Cuando murió Garoth, un desconocido llamado Langor ascendió al trono. Tenemos motivos para dudar que su reinado vaya a durar. En el norte, otro hijo de Garoth, Moburu, se ha unido a los bárbaros de los Hielos. Se rumorea que han redescubierto la forma de levantar ejércitos de criaturas que son menos que humanas. Moburu se dirige hacia el este, bien para enfrentarse o bien para unirse a otro grupo que creemos formado por unos cincuenta vürdmeisters, dirigido por un lodricario llamado Neph Dada, en el Túmulo Negro. Se dice que planea levantar un titán.

—¿Qué es un titán?

—Es un mito. Esperamos. Sin embargo, como señora de una isla flotante, solo se me ocurre un motivo convincente por el que un ejército khalidorano necesitaría un gigante.

—¿Creéis que quieren atacar la Capilla? —preguntó Vi.

—Creo que son unos necios —dijo Istariel—. Pero solo tenemos un ejército mercenario de quinientos soldados y ni una sola maga de batalla. Si los khalidoranos atraviesan el paso con veinte mil soldados y cien vürdmeisters, aun sin kruls ni titán, podrían destruirnos. Lo que es peor, los lae’knaught piensan marchar al norte al mismo tiempo. Si bien existe la improbable y tentadora perspectiva de que nuestros dos enemigos coincidan y se destruyan entre ellos ante nuestros ojos, si cualquiera de ellos nos ataca primero, aunque ganemos, nos dejará tan debilitadas que el otro nos aniquilaría.

—O sea que queréis convertir a las diez mil Prendas en un ejército para que puedan morir salvando a las mujeres que las rechazan —dijo Kylar.

Se produjo un gélido silencio.

—Soy responsable de las vidas de las mujeres que están a mi cargo, y custodia del legado de mil años de estudio y libertad —dijo Istariel—. De manera que, si salvar todo eso cuesta la vida de Vi y su honor, tu vida y tu libertad, mi vida y mi reputación y una guerra con Alitaera, pagaré eso y más de buena gana. Kyle, puedes destruir mis planes y a tu esposa sencillamente contando a la primera maga que veas que te anillaron a la fuerza. No puedo impedírtelo. Pero yo tampoco puedo liberarte. En los siglos en que se Hicieron estos anillos, los estudiaron magas más grandes que ninguna que viva ahora y ellas concluyeron que el vínculo era irrompible. Puedes pedir cualquier cosa por tu silencio, pero no lo imposible. Así pues, ¿cuál es tu precio?

—Decidme exactamente qué estáis comprando —dijo Kylar.

—En las semanas venideras, he hecho preparativos para mantener un debate muy bronco y muy público sobre las Prendas con varias de mis consejeras clave. Ariel será una de las que se pelee conmigo. Pienso adoptar la postura inequívoca de que la Capilla jamás permitirá que las Prendas se reincorporen. Al cabo de unos días, se filtrarán algunas de las amenazas a nuestra seguridad que te acabo de contar. Enviaré un mensaje a Alitaera pidiendo protección como mandan los Acuerdos. Mi petición será tan exagerada que, aunque Alitaera envíe soldados, su cifra se tomará como un insulto. Vi empezará a adiestrar en las artes de la guerra a quien quiera unirse a ella y a la hermana Ariel. Yo prohibiré ese entrenamiento, pero no se tomará medida alguna contra aquellas que me
desafíen
. Si Vi cumple su papel como corresponde, tendrá bastantes probabilidades de convertirse en líder de esas rebeldes. Cuando llegue la primavera, Vi negociará conmigo en nombre de las Prendas. Yo daré mi brazo a torcer y se readmitirá a las Prendas con ciertas condiciones; básicamente, que residan aquí durante al menos un año antes de recibir privilegios de voto plenos.

Other books

The Elementals by Morgan Llywelyn
For the Love of Pete by Julia Harper
It Dreams in Me by Kathleen O'Neal Gear
An Assassin’s Holiday by Dirk Greyson
Bears Repeating by Flora Dare