Medianoche (24 page)

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Authors: Claudia Gray

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Capítulo doce

E
l día que los alumnos volvieron a la escuela, me planté en los escalones de la entrada con la esperanza de ver una cara amiga. Sabía que Lucas no iba a volver; y aunque no dejaba de fantasear una y otra vez con que lo veía, solo se trataba de mi imaginación, que cruelmente me jugaba malas pasadas.

Pensé que, en cierto modo, ese día marcaría un antes y un después: al menos sabría a qué atenerme cuando Lucas no apareciera definitivamente y dejaría de torturarme deseando inútilmente algo que me estaba negado. Afrontaría la realidad y me obligaría a seguir adelante.

Y si iba a ser así, necesitaría los pocos amigos que aún me quedaban en Medianoche.

Vi a Raquel abriéndose camino entre la gente, encorvada y nerviosa. Enseguida comprendí la causa de su nerviosismo, solo tuve que volver la cabeza y ver que Erich tenía su mirada clavada en ella en lo alto de los escalones. Me acerqué rápidamente a Raquel y me colgué una de sus bolsas al hombro.

—Has vuelto. No las tenía todas conmigo —dije.

—Si por mí fuera… —Raquel no levantó los ojos del suelo—. No te ofendas, a ti te habría echado de menos, pero no quería volver a verlo a él.

No hacía falta que me explicara de quién estaba hablando.

—¿No se lo has dicho a tus padres?

Supuse que llamarían a la señora Bethany, enfadados por no haber echado a Erich, y que tal vez sacarían a Raquel de la academia. Se encogió de hombros.

—Pensaron que estaba haciendo una montaña de un grano de arena. Siempre hacen lo mismo.

Recordé la emoción en el rostro de Raquel cuando le dije que la creía y en ese momento comprendí por qué.

—Da igual. He vuelto. Tengo que tragar. Además, perdí mi pulsera preferida la noche antes de vacaciones. Tenía que volver aunque solo fuera para buscarla.

Volví la cabeza hacia Erich. Sus ojos oscuros seguían clavados en nosotras. Al ver que lo miraba, una sonrisita burlona se dibujó en sus labios. Indignada, me volví hacia la multitud…

Lucas.

No, no era posible. Mi imaginación intentaba burlarse de mí una vez más para seguir alentando mis esperanzas. Era imposible que Lucas volviera jamás a Medianoche, y menos después de lo que había visto y de lo que yo le había contado.

Sin embargo, al abrirse un hueco entre la gente y verlo con claridad, comprendí que no me había equivocado: Lucas había vuelto.

Allí estaba, a apenas unos pasos de mí. Parecía más desaliñado que antes: iba despeinado y llevaba el gastado jersey azul marino más rozado que tenía de su uniforme de Medianoche. A él le quedaba de muerte.

Se me iluminó la cara al verlo, no pude evitarlo. En cuanto nuestras miradas se encontraron, Lucas volvió la cabeza, como si no supiera qué hacer. Fue como un bofetón en plena cara.

Mi primer impulso fue tirar la bolsa de Raquel al suelo y salir corriendo al lavabo antes de ponerme a berrear allí mismo, en los escalones, pero en ese momento una saeta a cuadros pasó corriendo por mi lado como una exhalación y se abalanzó sobre la espalda de Lucas.

—¡Lucas! —exclamó Vic —. ¡Eh, tío! Has vuelto.

—Anda, suéltame —dijo Lucas entre risas, mientras apartaba a Vic.

—Echadle un vistazo a esto. —Vic rebuscó en su mochila y sacó un salacot cien por cien auténtico, como los que solían llevar en las películas antiguas de safaris. Nos lo enseñó a los dos. Por lo visto, Vic no se había dado cuenta de que ya no estábamos juntos—. ¿A que es la leche?

—Vas listo si crees que van a dejarte llevar eso en clase —dije, fingiendo que no pasaba nada. Tal vez Lucas me seguiría la corriente y eso me daría pie a hablar con él—. Ya te pasaron las deportivas, pero creo que un salacot es rizar el rizo.

—Solo tengo intención de llevarlo en
Chez
Lucas
et
Victor. —Vic se colocó el sombrero en la cabeza para hacer una demostración—. Es ideal para los momentos de relajación y estudio. ¿A que mola, Lucas?

Nadie contestó. Lucas había desaparecido entre la gente Vic se volvió hacia mí, evidentemente confuso ante el número de escapismo perpetrado por su compañero de habitación. Yo también estaba bastante confundida, no se me ocurría por qué razón había vuelto.

Era evidente que Lucas iba a necesitar un tiempo antes de decidirse a hablar conmigo. Teniendo en cuenta lo que sabía de mí, de Medianoche y de los vampiros, pensé que se merecía todo el tiempo que necesitara. Hasta entonces, no me quedaba más remedio que esperar.

Un par de días después, mientras me preparaba para ir a clase, fingía estar realmente fascinada por las historias de Patrice acerca de sus vacaciones en Suiza.

—Nunca dejará de sorprenderme que haya gente que prefiera esquiar en Colorado. —Patrice arrugó la nariz. ¿De verdad creía que todo lo que tuviera que ver con Estados Unidos era hortera? ¿O se trataría de una especie de compensación y fingía ser más sofisticada de lo que era en realidad? Sabiendo todos los secretos que yo misma guardaba, empezaba a no tomarme al pie de la letra lo que decían los demás—. Suiza es mucho más civilizada para mi gusto. Y se conoce a un abanico más amplio de gente.

—No me gusta esquiar —dije despreocupadamente mientras me ponía rímel—. Es más divertido hacer snowboard.

—¿Qué?

Patrice se me quedó mirando de hito en hito. Nunca antes se me había ocurrido llevarle la contraria. Aunque quedó claro que no le gustaba que la contradijeran, ni siquiera en un tema tan trivial como el esquí o el snowboard.

Antes de que pudiera explicarme, la puerta se abrió de par en par. Era Courtney y parecía… despeinada. Courtney, la que siempre llevaba el pelo perfectamente alisado y maquillaje incluso cuando te topabas con ella en el lavabo a las dos de la mañana.

—¿Habéis visto a Erich?

—¿A Erich? —Patrice enarcó una ceja—. No recuerdo haberlo invitado a mi habitación. ¿Y tú, Bianca?

—Al menos no anoche.

—Ahorraos el sarcasmo, ¿vale? —nos espetó Courtney—. Cualquiera diría que os importa un pimiento que uno de vuestros compañeros haya desaparecido. Alguien se larga y vosotras os comportáis como si todo fuera en broma. Genevieve está llorando a lágrima viva.

—Un momento, ¿Erich ha desaparecido?

Raquel apareció en la puerta, junto a un par de alumnas más, todas ellas en distintas fases de preparación para ir a clase. Las noticias volaban.

—¿Conocéis a su compañero de habitación, David? Volvió ayer. —Me di cuenta de que la preocupación de Courtney no era tan profunda como para no disfrutar de ser el centro de atención—. David dice que es como si hubieran registrado la habitación de Erich de arriba abajo —continuó, entusiasmada—. ¡El sitio está patas arriba! Y no hay rastro de Erich por ninguna parte. Se suponía que Genevieve y él iban a salir este fin de semana, y ahora ella está hecha polvo.

—Pues a partir de ahora intentaremos que no se nos oiga reír —prometió Raquel, bastante menos preocupada por Erich.

¿Quién iba a tenérselo en cuenta? Courtney nos miró frunciendo el ceño y se fue haciendo aspavientos.

—Cualquiera diría que Genevieve no soporta perderse la oportunidad de oro de que la violen durante una cita amorosa —me comentó Raquel esa misma mañana, más tarde, de camino a nuestra primera clase.

—Creo que Erich estaba harto de la escuela —dije—. Según he oído, un montón de alumnos la abandonan todos los años antes de que acabe el curso.

Sabía que Erich era un alumno más entre los muchos vampiros que acudían a Medianoche para comprender el funcionamiento del mundo moderno que se hartaban de ser tratados como estudiantes y que iban a divertirse a otro lado. O puede que la señora Bethany hubiera adivinado en él lo que yo había visto y le había ordenado que abandonara la escuela de inmediato.

—Los alumnos que se fugan son los más inteligentes, por eso me sorprende que Erich sea el primero en marcharse. —Raquel hizo una pausa—. Parecen estar muy seguros de que se ha ido, porque no le comentó nada a nadie. Además, si tenía intención de irse, lo más lógico habría sido que lo hubiera hecho durante las vacaciones de Navidad. ¿Crees que vendrá la poli? Al menos deberían investigarlo.

—Seguramente llamó a sus padres para que vinieran a recogerlo y se lo llevaron a otro internado pijo. Estoy segura de que la señora Bethany está enterada de todo. A Courtney le gusta dramatizar.

—Sí, no me sorprendería. Además, Erich es el típico capullo que dejaría su habitación patas arriba antes de irse para que alguien tuviera que ordenarla. —Sin embargo, Raquel no parecía convencida del todo—. Aunque deberían investigarlo de todos modos. Los profesores e incluso la poli.

—Al final acabará sabiéndose. —El tema estaba empezando a intranquilizarme—. Dale tiempo.

—La gente de esta escuela se comporta como si no pasara nada cuando desaparece un alumno. —Raquel sacudió la cabeza—. Repito lo que dije el semestre pasado: el año que viene no pienso volver a este lugar.

Me pregunté si eso mismo sería lo que habría dicho Erich.

Todo el mundo se comportó de manera extraña el resto del día. Los alumnos estaban distraídos en clase, lanzando conjeturas sobre adónde podría haber ido Erich. David nos informó de que se había llevado todos sus libros y papeles, pero que había dejado la ropa, algo que no encajaba en absoluto con su carácter. Yo estuve esperando a que la señora Bethany nos reuniera para ofrecernos algún tipo de explicación, pero ésta no se produjo.

Esa noche, acabé merodeando por la escalera de la torre, la de las ventanas estrechas que apenas abrían un resquicio en la pared y desde las que se disponía de las mejores vistas del camino de grava que conducía a la carretera principal. No esperaba ver a Erich, pero de todos modos me quedé esperando algo.

—Creo que la policía no vendrá.

Aparté la cabeza de la ventana y vi a Lucas unos escalones más arriba. Vestía la versión negra del uniforme, y su silueta se recortaba con tanta nitidez contra la luz del pasillo del piso superior que no pude diferenciar su cara. Solo se distinguía su figura: sus anchos hombros, el modo en que se apoyaba contra la pared de piedra de la escalera. Mis miedos se disolvieron en deseo.

—No, la señora Bethany no llamará a la policía —respondí, casi sin aliento—. Eso atraería una atención bastante indeseada.

—Pero no hay peligro de que uno de los… Uno de los «niños ricos» dé con él.

—No, Erich era tan «niño rico» como el que más.

Lucas bajó un peldaño y por fin conseguí ver su cara a pesar de la penumbra. Todas las horas que había pasado echándole de menos en Navidad salieron a flote a la vez y deseé con todas mis fuerzas acariciarle la mejilla o apoyar mi cabeza en su hombro. Pero no lo hice. Había una barrera entre los dos, una que no podría salvar jamás.

—Siento no haber contestado a tu correo —dijo Lucas—. Creo que estaba… conmocionado.

—No te culpo.

Se me aceleró el corazón.

—Tenemos que hablar. A solas —se limitó a decir.

Si a pesar de saber que había sido yo quien le había mordido seguía confiando en mí lo suficiente para estar a solas conmigo, eso quería decir que todavía no estaba todo perdido.

—Conozco un sitio —dije, intentando serenarme para que no me temblara la voz —. ¿Quieres que vayamos allí?

—Tú diriges —dijo Lucas y me atreví a acariciar una esperanza.

Capítulo trece

—¿A
dónde vamos? —preguntó Lucas mientras me seguía hacia lo alto de la escalera trasera.

—A la torre norte. La que queda detrás y por encima de los dormitorios de los chicos. Solo la utilizan para guardar cosas. Allí no nos molestará nadie.

—¿Y no podríamos ir a otro sitio?

Se me cayó el alma a los pies. Tal vez no confiaba lo suficiente en mí como para atreverse a quedarse a solas conmigo.

—Creo que es el único lugar donde podríamos tener un poco de intimidad. Si prefieres… No sé, si quieres esperar a que salga el sol o algo así…

—No, no pasa nada.

Lucas parecía receloso, como si sí pasara algo, pero continuó siguiéndome. Me dije que no podía pedir más.

Los alumnos no solían prodigarse por la escalera trasera, sobre todo porque estaba cerca de los alojamientos del profesorado. Por descontado, los profesores también eran vampiros, en su mayoría vampiros muy poderosos. Puede que los alumnos como Vic y Raquel no conocieran la existencia de esa diferencia entre los otros alumnos y los profesores, pero era evidente que la sentían. En mi antiguo colegio, la gente se burlaba de los maestros a todas horas, pero todo el mundo en Medianoche, desde humanos a vampiros, se dirigían a ellos con respeto. Algunos, como mis padres, vivían en la otra torre, pero la mayoría se alojaba allí. Supuse que Lucas y yo seriamos los primeros que pasábamos junto a los aposentos del profesorado en todo el año.

El eco de nuestras pisadas rebotaba contra las paredes de piedra, pero nadie pareció oírnos. Al menos, eso esperaba. Aquella conversación sería lo último que querría que alguien escuchara.

—¿Cómo conoces este sitio? ¿Subes aquí de vez en cuando?

Lucas seguía mostrándose intranquilo.

—¿Recuerdas que te dije que había hecho un poco de exploración antes de que empezara el curso? Este es uno de los sitios que encontré. No había vuelto desde entonces, pero estoy segura de que nadie más sabe de su existencia.

Abrí la puerta con sumo cuidado al llegar a lo alto de la escalera. Una lluvia de telarañas y polvo me habían dado la bienvenida el pasado otoño. Las arañas debían de haberse mudado, porque nada nos impidió el paso. La estancia se dividía en habitaciones que se distribuían como en el apartamento de mis padres, pero en vez de estar amuebladas de manera acogedora, estaban repletas de cajas y más cajas apiladas, de las que asomaban las esquinas amarillentas de los papeles que contenían. Eran los archivos de Medianoche, los historiales de todos los alumnos que habían pasado por la escuela desde su fundación, a finales del siglo
XVIII
.

—Aquí arriba hace frío. —Lucas estiró las mangas del jersey para cubrirse las manos—. ¿Estás segura de que no hay otro sitio mejor?

—Tenemos que hablar y debemos estar a solas.

—El cenador…

—Está cubierto de hielo, don Friolero. Además, nos podrían ver fuera y nos harían volver a entrar y… Y no podríamos acabar de hablar. —Me volví hacia la ventana para poder ver las estrellas, capaces de reconfortarme incluso en esos momentos—. Se nos da muy bien evitar el tema.

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