Muerto Para El Mundo (28 page)

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Authors: Charlaine Harris

Oímos gritos procedentes de todas direcciones, a medida que respondían los demás grupos, dirigiéndose al lugar de donde provenía el alboroto.

Tropecé con unos rastrojos y caí, cuan larga era. Aunque me incorporé enseguida y eché a correr de nuevo, Jimmy Fullenwilder me había adelantado y, mientras me adentraba en una zona de pinos bajos, escuché el disparo de un rifle.

"Oh, Dios mío", pensé. "Oh, Dios mío".

El pequeño claro estaba lleno de sangre y tumulto. Un animal enorme se revolcaba sobre un lecho de hojas muertas, esparciendo gotas de sangre a todo su alrededor. Pero no era una pantera. Por segunda vez en mi vida me encontraba frente a un feroz jabalí, un animal que crece hasta alcanzar un tamaño gigantesco.

En el tiempo que me llevó darme cuenta de lo que tenía delante, el jabalí cayó definitivamente y murió. El ambiente apestaba a carne de cerdo y a sangre. Los alaridos en la maleza sirvieron para indicarnos que no estaba solo cuando Crystal tropezó con él.

Pero no toda la sangre era del jabalí.

Crystal Norris estaba farfullando cosas ininteligibles sentada con la espalda apoyada a un viejo roble, cubriendo con las manos su muslo corneado. Tenía los vaqueros empapados con su propia sangre y su tío y su pariente —bueno, la verdad es que desconocía la relación entre Felton y Crystal, pero estaba segura de que existía un parentesco— estaban inclinados sobre ella. Jimmy Fullenwilder seguía apuntando con el rifle a la bestia, con una expresión en su rostro que sólo podía calificarse de traumatizada.

—¿Cómo se encuentra? —pregunté a los dos hombres, y sólo Calvin levantó la vista. Sus ojos se habían vuelto muy peculiares, más amarillos y más redondos. Lanzó una mirada inconfundible al enorme cadáver, una mirada de puro deseo. Tenía sangre en las comisuras de la boca. Un pedazo de pelo en el dorso de su mano, de color canela. Tenía que ser un lobo de aspecto curioso. Señalé en silencio aquella prueba de su doble naturaleza y se estremeció al agradecérmelo con un movimiento de cabeza. Saqué un pañuelo del bolsillo de mi abrigo, escupí en él y le froté la cara antes de que la fascinación de Jimmy Fullenwilder por su presa desapareciera y se fijara en sus extraños compañeros. Una vez Calvin tuvo la boca limpia, anudé el pañuelo en torno a su mano para esconder el pelo.

Felton parecía normal, hasta que observé los extremos de sus brazos. Ya no había manos..., aunque tampoco eran del todo pezuñas de lobo. Eran algo muy extraño, algo grande, plano y con garras.

No podía leer los pensamientos de aquellos hombres pero percibía sus deseos, y en su mayoría tenían que ver con carne cruda de cerdo, y en grandes cantidades. Felton, de hecho, se balanceó hacia un lado y otro un par de veces acuciado por la potencia de su anhelo. Su silenciosa lucha era difícil de soportar, incluso siendo una mera espectadora. Percibí el cambio cuando los dos hombres empezaron a obligar a su cerebro a actuar siguiendo patrones humanos. Calvin consiguió hablar.

—Está perdiendo mucha sangre, pero si conseguimos llevarla al hospital se pondrá bien. —Le Costaba hablar. Felton, que no había levantado todavía la vista, empezó con torpeza a hacer jirones su camisa de franela. Con las manos deformadas, le costaba hacerlo, por lo que decidí ayudarlo. Cuando conseguimos cubrir la herida de Crystal, que estaba pálida y no hablaba, con aquel vendaje improvisado, los dos hombres la levantaron del suelo para transportarla por el bosque a toda velocidad. A Dios gracias, las manos de Felton quedaban ocultas de la vista del público.

Todo esto ocurrió tan deprisa que el resto de rastreadores que se habían dirigido al claro comenzaban a asumir lo ocurrido y a reaccionar ante ello.

—He matado a un jabalí —estaba explicando Jimmy Fullenwilder a Kevin y Kenya, que habían irrumpido desde la zona este—. No puedo creerlo. Todo fue muy rápido, el resto de los animales y sus crías se dispersaron al vernos, los dos hombres se abalanzaron sobre él, y cuando se retiraron, le disparé en la garganta. —No sabía muy bien si se había convertido en un héroe o si iba a enfrentarse a un grave problema con el Departamento de Fauna Salvaje. Y de haberlo sabido todo, tendría más miedo del que podía llegar a imaginarse. Felton y Calvin habían estado a punto de transformarse por completo en hombres lobo, tanto por la amenaza que se cernía sobre Crystal como por el despertar de sus propios instintos, y el hecho de que se hubieran alejado del jabalí en lugar de transformarse por completo demostraba claramente que eran muy fuertes. Aunque, por otro lado, el hecho de que hubiesen iniciado, su transformación, el no haber podido detenerla del todo, argumentaba más bien lo contrario. La línea que separaba las dos naturalezas de algunos de los habitantes de Hotshot era completamente borrosa.

El jabalí tenía marcas de mordiscos. La ansiedad me superaba de tal modo que me impidió mantener la guardia y mi cabeza se llenó con las muestras de excitación de los integrantes de los diversos equipos de búsqueda: repulsa, miedo y pánico ante la visión de la sangre, la toma de conciencia de que una de las buscadoras había resultado gravemente herida, la envidia de los demás cazadores ante el golpe de suerte de Jimmy Fullenwilder... Aquello era demasiado y quería irme de allí lo antes posible.

—Vayámonos. Éste será el fin de nuestras labores de búsqueda, al menos por hoy —me dijo Sam al oído. Salimos del bosque juntos, caminando muy despacio. Le expliqué a Maxine lo sucedido, y después de darle las gracias por su maravillosa contribución y de aceptar una caja de pastelitos, cogí el coche y me encaminé hacia mi casa. Sam me seguía. Cuando llegamos, empezaba a sentirme un poco mejor.

Me pareció extraño tener que abrir con llave la puerta de atrás sabiendo que había alguien en casa. ¿Sería consciente Eric de los pasos que se oían por encima de su cabeza, o estaría tan muerto como un muerto normal y corriente? Pero el pensamiento salió de mi cabeza con la misma rapidez que había entrado, pues estaba demasiado sobrecargada como para planteármelo.

Sam se puso a preparar café. En mi cocina se sentía como en casa, pues había venido a visitarnos un par de veces cuando aún vivía la abuela y después, en varias ocasiones más.

Colgué los abrigos y dije:

—Ha sido un desastre.

Sam estaba de acuerdo conmigo.

—No sólo no encontramos a Jason, que era en realidad lo que me esperaba, sino que, además, casi descubren a los hombres de Hotshot y Crystal ha resultado herida. Francamente, no sé qué hacían allí. —Sé que no estaba bien por mi parte decir aquello, pero estaba en compañía de Sam, que conocía bastante bien mi lado malo como para hacerse ilusiones.

—Hablé con ellos antes de que tú llegases. Calvin quería demostrar que estaba dispuesto a cortejarte, al estilo de Hotshot, naturalmente —dijo Sam, hablando en voz baja y sin alterarse—. Felton es su mejor rastreador, por eso le hizo venir. Por otro lado, Crystal sólo quería encontrar a Jason.

Al instante me sentí avergonzada.

—Lo siento —dije, sujetándome la cabeza entre las manos y dejándome caer en una silla—. Lo siento.

Sam se arrodilló delante de mí y apoyó las manos en mis rodillas.

—Tienes derecho a estar malhumorada —dijo.

Me incliné sobre él y le besé la cabeza.

—No sé qué haría sin ti —dije, sin pensarlo.

Él levantó la vista y se produjo entonces un momento prolongado y extraño en el que la luz de la estancia pareció bailar y parpadear.

—Pues tendrías que llamar a Arlene —dijo con una sonrisa—. Vendría aquí con los niños e intentaría echarle un poco de alcohol a tu café, y te contaría detalles sobre el pene torcido de Tack, te haría reír y te sentirías mejor.

Le di las gracias mentalmente por haber pasado por alto aquel momento.

—Ya sabes que esto de Tack despierta mi curiosidad, pero tal vez caiga dentro de la categoría de "exceso de información" —dije.

—Eso creía yo, pero no me impidió escucharlo cuando ella se lo contaba a Charlsie Tooten.

Preparé una taza de café a cada uno y dejé el azucarero medio vacío y una cucharilla al alcance de la mano de Sam, por si quería servirse. Miré el mostrador de la cocina para ver cuánto azúcar quedaba en el tarro y fue entonces cuando me di cuenta de que la luz del contestador parpadeaba. Sólo tuve que levantarme, dar un paso y pulsar la tecla. El mensaje había sido grabado a las cinco y un minuto de la mañana. Oh, había dejado el teléfono en silencio al meterme en la cama, agotada como estaba. Normalmente, mis mensajes eran de lo más vulgares —Arlene preguntándome si me había enterado de cualquier chismorreo, Tara para pasar el rato cuando se aburría en la tienda—, pero aquél era excepcional.

Era la voz de Pam que decía claramente: "Esta noche atacaremos a la bruja y su aquelarre. Los hombres lobo han convencido a los wiccanos para que se unan a nosotros. Tienes que traer a Eric. Puede luchar aun sin saber quién es. De todos modos, si no podemos romper el maleficio, no nos servirá de nada". Esa Pam, siempre tan práctica. Ya que no éramos capaces de devolver a Eric sus dotes de liderazgo, estaba dispuesta a utilizarlo como carne de cañón. Después de una pequeña pausa, continuaba: "Los hombres lobo de Shreveport se han aliado con los vampiros en la batalla. Haremos historia, mi telepática amiga".

El sonido del teléfono al colgar. El clic que anuncia el siguiente mensaje, sólo dos minutos después del primero.

"Pensándolo bien", decía Pam, como si no hubiese colgado, "creo que tu habilidad excepcional podrá ayudarnos en la batalla y nos gustaría explorar la posibilidad. ¿Es ésa la palabra que se utiliza en el mundo de los negocios? ¿Explorar? De modo que vente por aquí en cuanto anochezca". Volvió a colgar.

Clic.

"Aquí" quiere decir el 714 de Parchman Avenue", decía Pam. Colgó de nuevo.

—¿Cómo voy a hacer eso con Jason aún desaparecido? —me pregunté, cuando tuve claro que Pam ya no había llamado más.

—Ahora acuéstate un rato —dijo Sam—. Vamos. —Tiró de mí para levantarme y me acompañó a la habitación—. Vas a quitarte esos pantalones y esas botas, estirarte en la cama y echar una buena siesta. Cuando te levantes, te sentirás mejor. Déjame el número de Pam para poder localizarte. Le diré a la policía que llame al bar si tienen noticias y te llamaré si Bud Dearborn se pone en contacto.

—¿Así que crees que debo hacerlo? —Estaba perpleja.

—No. Daría cualquier cosa para que no lo hicieras. Pero creo que no tienes elección. No es mi batalla, a mí no me han invitado. —Sam me estampó un beso en la frente y regresó al Merlotte's.

Su actitud resultaba interesante, después de la insistencia de los vampiros (tanto de Bill como de Eric) de que yo era una posesión que tenía que ser protegida. Me sentí fuerte y confiada durante unos treinta segundos, hasta que recordé mi propósito de Año Nuevo: "Que no me peguen ninguna paliza". Si iba a Shreveport con Eric, estaba segura de que vería cosas que no quería ver, me enteraría de cosas que no quería saber y, además, me zurrarían en el culo.

Por otro lado, mi hermano Jason había cerrado un trato con los vampiros y yo tenía que cumplirlo. A veces tenía la impresión de que mi vida estaba encallada entre la espada y la pared. Aunque, la verdad, hay muchísima gente que tiene una vida aún más complicada.

Pensé en Eric, un vampiro poderoso cuya mente había sido desprovista de su identidad. Pensé en la carnicería que había visto en la tienda de vestidos de novia, en el encaje blanco y los bordados salpicados con sangre y restos humanos. Pensé en la pobre María Estrella, que seguía en el hospital de Shreveport. Aquellos brujos eran malvados y era imprescindible detener el avance del mal; el mal tenía que ser vencido. Ése es el sueño americano.

Me resultaba un poco extraño pensar que estaba en el bando de los vampiros y los hombres lobo, y que ése era el lado bueno. La idea me hizo reír, interiormente. Sí, los buenos nos proclamaríamos vencedores.

Capítulo 11

Sorprendentemente, conseguí dormir. Me desperté con Eric en la cama, a mi lado. Estaba olisqueándome.

—Sookie, ¿qué es esto? —preguntó en voz muy baja. Sabía, por supuesto, que me había despertado—. Hueles a bosque, y hueles a cambiante. Y a algo aún más salvaje.

Me imaginé que el cambiante que había detectado con el olor era Sam.

—Y a hombre lobo —añadí, pues no quería que se perdiera nada.

—No, a hombre lobo no —dijo.

Me quedé sorprendida. Calvin me había levantado de las zarzas y tenía que tener aún su olor en mi cuerpo.

—Más de un tipo de cambiante —dijo Eric en la casi completa oscuridad de mi habitación—. ¿Qué has estado haciendo, amante?

No es que estuviera enfadado, pero tampoco se le veía feliz. Vampiros. Podían escribir un libro sobre el arte de ser posesivo.

—He estado con los equipos de rescate de mi hermano, en una batida por el bosque, detrás de su casa —dije.

Eric se quedó inmóvil durante un minuto. Me abrazó entonces y me atrajo hacia él.

—Lo siento —dijo—. Sé que estás preocupada.

—¿Puedo preguntarte algo? —dije, dispuesta a comprobar una teoría.

—Por supuesto.

—Mira dentro de ti, Eric. ¿Lo sientes de verdad? ¿Estás preocupado por Jason? —Porque al auténtico Eric, con su mentalidad normal, no le habría importado en absoluto.

—Claro que sí —dijo. Pero después, pasado un largo momento, añadió—: La verdad es que no. —Parecía sorprendido—. Sé que debería estarlo. Que debería estar preocupado por tu hermano porque me encanta el sexo contigo, y tienes que pensar bien de mí para desear también tener sexo conmigo.

Eso me pasaba por pedir sinceridad. Aquello era lo más cercano al Eric real que había visto en todos esos días.

—Pero me escucharás, ¿verdad? Si necesito hablar... ¿Por ese mismo motivo?

—Claro que sí, amante.

—Porque te gusta el sexo conmigo.

—Por eso, naturalmente. Pero también porque he descubierto que en realidad... —Hizo una pausa, como si estuviera a punto de decir algo escandaloso—. He descubierto que siento algo por ti.

—Oh —dije, tan asombrada como el propio Eric, hundiendo la cabeza en su pecho. Tenía el torso desnudo, como me imaginaba que estaba el resto de su cuerpo. Noté su vello rubio y rizado acariciándome la mejilla.

—Eric —confesé, después de una larga pausa—. Odio tener que decirte esto, pero yo también siento algo por ti. —Me quedaban muchísimas cosas que decirle a Eric, pero ya teníamos que estar en el coche de camino a Shreveport. Aun así decidí aprovechar el momento para saborear aquel pequeño pedacito de felicidad.

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