Observe a su gato (6 page)

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Authors: Desmond Morris

Tags: #GusiX, Ensayo, Ciencia

El acto del rociado tiene su motivación por separado, lo cual constituye una clara indicación de su importancia en la vida social felina.

Aunque no se da en todos los casos, las hembras y los machos castrados, lanzan también chorros de orina como los gatos no castrados. La diferencia radica en que sus acciones son menos frecuentes y su olor menos nauseabundo, por lo que apenas nos percatamos del mismo.

¿Qué extensión tiene el territorio de un gato?

El colega salvaje del gato doméstico tiene un territorio muy grande y los machos llegan a patrullar hasta 80 hectáreas. Los gatos domésticos asilvestrados viven en zonas alejadas donde existe un espacio ilimitado de un área impresionantemente grande. Los típicos gatos de granja disponen también de mucho espacio y los machos recorren hasta 65 hectáreas. Las gatas de granja son más modestas, sólo tienen de promedio unas 6 hectáreas. En las ciudades, pueblos y suburbios, la población gatuna llega a la superpoblación, lo mismo que las personas. Los territorios de los gatos callejeros se reducen a una simple fracción del radio del hogar disfrutado por sus primos del campo. Se estima que los gatos que viven, por ejemplo, en Londres disfrutan de un espacio no superior a dos mil metros cuadrados. Los gatos domésticos mimados que habitan en las casas de sus dueños pueden estar aún más restringidos, dependen del tamaño de los jardines contiguos a las viviendas. La densidad máxima registrada es de un gato doméstico por cada seiscientos metros cuadrados.

Este grado de variación en el tamaño de los territorios felinos muestra lo flexible que puede llegar a ser el gato, que al igual que las personas, se adapta, aunque tenga que encogerse, a sólo su hogar, sin sufrir por ello más de lo debido. Según las cifras que hemos dado, resulta fácil calcular que 8.750 apretujados gatos domésticos cabrían en el territorio de un solo gato salvaje. El hecho de que la vida social de los gatos amontonados no se convierta en algo caótico y pervertido, constituye un testimonio de la tolerancia social de los gatos. En cierto modo esto nos sorprende, porque la gente habla de la sociabilidad de los perros, y hace constar que los gatos son mucho más solitarios e insociables. No lo han elegido pero, ante el desafío de tener que vivir unos gatos con otros, cola contra cola, se las arreglan bastante bien.

Consiguen este éxito dentro de tan alta densidad de varias formas. El factor más importante es la provisión de alimento por parte de sus dueños, lo que elimina la necesidad de largas cacerías diarias. Quizá no elimine el ansia de emprender tales periplos, pero reduce la osadía que nace de un estómago vacío. Aunque invadan territorios vecinos, pueden dejar la caza sin morirse de hambre. El restringir sus cacerías al atestado radio de acción de sus hogares les hará ineficientes para la caza, lo que puede ser frustrante, pero no pasa hambre ni por eso tiene que enfrentarse a la muerte. Se ha demostrado que, cuantos más alimentos les suministran sus dueños, más pequeños se hacen sus territorios urbanos.

Otro factor que les ayuda es la forma en que los amos señalan sus territorios (con vallas, arbustos y muros para delimitar sus jardines). Todo ello les proporciona líneas fronterizas naturales que resultan sencillas de reconocer y defender. Además, también pueden esconderse dentro de sus territorios. Las hembras suelen tener en sus hogares varios sitios donde se esconden y donde pueden encontrarse en terreno neutral. Los machos —cuyos territorios son siempre diez veces mayores que los de las hembras— se esconden mucho menos. Cada macho deambula por un área que incluye varios territorios de las hembras, permitiéndole observar permanentemente qué reina (hembra) se encuentra en celo en cualquier momento dado.

Se permite este apartamiento porque, por lo general, los gatos se evitan mutuamente mientras patrullan por los mojones de su territorio. Si, por casualidad, dos de ellos se topan, se amenazarán uno al otro o, quizá siga cada cual su camino, pero observándose en sus movimientos y aguardando su turno para visitar la zona particular del otro.

El número de gatos domésticos, naturalmente, es controlado por sus propietarios, con el castrado de adultos, la destrucción de las camadas no deseadas y la venta o el abandono de los gatitos de más. Pero, ¿cómo las distribuciones territoriales de los gatos salvajes se mantienen a pesar de su mucha descendencia? Un estudio detallado que se hizo de los gatos que vivían en los malecones de un gran puerto, en un área de 100 hectáreas, nos dice que había noventa y cinco gatos. Cada año nacían un total de 400 gatitos. Se trata de unas cifras elevadas, de unos diez por hembra, lo cual significa un promedio de dos camadas por cada reina. En teoría, esto significaría que la población se cuadruplicase cada año. Pero se observó que la población permanecía estable de un año a otro. Los gatos habían establecido un tamaño apropiado de territorio para aquel mundo salvaje en los malecones donde vivían, y se habían limitado a mantenerlo. Investigaciones más a fondo revelaron que sólo uno de cada ocho gatitos sobrevivía hasta convertirse en adulto. Esos cincuenta gatos de más a la población cada año se veían compensados por las cincuenta defunciones de los gatos más viejos. Aquí, la causa principal de las muertes (lo mismo que en las poblaciones urbanas de gatos) eran los fatales accidentes de circulación.

¿Qué grado de sociabilidad tienen los gatos?

A menudo se considera al gato como un animal solitario y egoísta, que va por ahí solo y que únicamente se une con otros gatos para pelear o aparearse. Cuando los gatos viven en estado salvaje, con suficiente espacio, es cierto que responden a esta descripción bastante bien, pero son capaces de cambiar su forma de ser cuando viven más superpoblados. Al encontrarse en pueblos y ciudades, y en las casas de sus dueños, los gatos muestran un notable e inesperado grado de sociabilidad.

Cualquiera que dude de esto debe recordar que, para un gato doméstico, nosotros somos gatos gigantes. El hecho de que los gatos domésticos compartan el hogar con una familia es, en sí mismo, prueba de su flexibilidad social. Pero esto es sólo una parte de la historia. También de otras muchas formas demuestran los gatos cooperación, ayuda mutua y tolerancia. Esto se nota sobre todo cuando una hembra tiene gatitos. Se ha visto que otras hembras actúan como parteras, ayudando a morder los cordones umbilicales y a limpiar a la progenie de recién nacidos. Más tarde, pueden ofrecer un servicio de canguro, traer comida para la nueva madre y, ocasionalmente, alimentar a los gatitos de otras camadas, además de la propia. Incluso a veces los machos muestran algo de sentimiento paternal, limpiando a los gatitos y jugando con ellos.

No se trata de hechos corrientes pero, a pesar de que sólo suceden de vez en cuando, son reveladores de que el gato, en especiales circunstancias' se comporta de un modo menos egoísta de lo que Podríamos esperar.

La conducta territorial también supone algún impedimento y alguna participación. Los gatos hacen todo lo que pueden para evitarse y, a menudo, disponen de los mismos territorios, a horas diferentes, como forma de reducir los conflictos. Además, también hay territorios sin gatos, donde pueden desarrollarse «clubes» sociales. Se trata de unas zonas de medio ambiente donde, por alguna razón, los gatos convocan una tregua general y se reúnen sin demasiadas peleas. Esto es algo común en los gatos asilvestrados de la ciudad, en sitios especiales donde pueden encontrar con qué alimentarse. Si las personas les tiran allí comida, ellos se reunirán más bien de forma pacífica y la compartirán, tolerándose en su proximidad de forma que sería impensable en el «hogar base» de dichos gatos.

Al considerar estos hechos, algunas autoridades en la materia han llegado lo suficientemente lejos como para afirmar que esos gatos son verdaderamente gregarios y que su sociedad es más cooperativa que la de los perros. Pero se trata de una exageración romántica. La verdad es que, en lo que se refiere a la vida social, los gatos son unos oportunistas.

Pueden tomarla o dejarla. Un perro solitario es una criatura desdichada. Un gato solitario se encuentra, todo lo más, aliviado de que le dejen en paz.

Si esto es así, ¿cómo cabe entonces explicar los ejemplos de ayuda mutua que hemos dado antes? Algunos de ellos se deben a que hemos convertido a los gatos domésticos en unos gatitos grandes. Al continuar alimentándoles y cuidándoles prolongamos su carácter juvenil en su vida de adultos. Al igual que Peter Pan, nunca crecerán mentalmente, aunque se conviertan físicamente en unos adultos maduros. Los gatitos son juguetones y amistosos con sus hermanos de camada y con sus madres, por lo que suelen actuar juntos en pequeños grupos. Esta cualidad se conservará, a veces, aun siendo adultos, haciéndoles menos competitivos y menos solitarios. Además, esos gatos que viven salvajes en las ciudades, donde hay poco espacio, se adaptan a sus encogidos territorios por necesidad, más que por gusto.

Algunos animales pueden vivir sólo en grupos sociales íntimamente unidos. Otros únicamente tolerarán una existencia por completo solitaria. La flexibilidad del gato significa que puede aceptar uno u otro modo de vida, y que ha sido esto lo que constituyó un factor clave para su larga historia de éxitos, desde que se domesticó por primera vez hace ya miles de años.

¿Por qué los gatos maúllan para que les dejen salir y vuelven a hacerlo para que les dejen entrar?

Los gatos odian las puertas. Simplemente, las puertas no están registradas en la historia de la evolución de la familia gatuna. Les bloquean constantemente las actividades de merodeo y les impiden explorar el radio de acción de su hogar, y regresar cuando quieran a su base segura y central. Las personas a menudo no comprenden que un gato necesita realizar sólo una breve inspección de su territorio antes de regresar con toda la información necesaria acerca de las actividades de los otros gatos de la vecindad. Le gusta realizar esas pequeñas inspecciones a intervalos frecuentes, pero no desea quedarse fuera demasiado tiempo, a menos que se produzca un cambio sustancial e inesperado en las condiciones de la población felina local.

Como resultado de todo ello, parece haber cierta perversidad por parte de los gatos de compañía que, primero quieren salir y, cuando están fuera, desean entrar.

Si su dueño no practica una pequeña gatera en la puerta de atrás de la casa, habrá una regular demanda de atención, para ayudar al gato a su rítmica supervisión territorial. En parte, la razón de que esta repetida comprobación de su mundo sea tan importante se debe al sistema horario del mensaje de las marcas de olor. Cada vez que un gato se frota contra un mojón de su territorio o rocía en él orina, deja el olor que le es propio y que, inmediatamente, comienza a perder su poder. Este declive se produce en una proporción constante y los gatos pueden emplearlo para determinar cuánto tiempo ha transcurrido desde que el marcador de olor se señaló o se roció. Las visitas repetidas de un gato para inspeccionar su territorio las motiva la necesidad de reactivar la lenta desaparición de las señales odoríferas. Una vez ha llevado esto a cabo, llama de nuevo el atractivo de la comodidad y la seguridad, por lo que la ansiosa cara del felino aparece por enésima vez en la ventana.

¿Por qué hace un gato señales con las orejas?

A diferencia de los humanos, los felinos tienen unas orejas muy expresivas. No sólo cambian de dirección mientras el gato escucha los sonidos que proceden de diferentes fuentes, sino que también, adoptan posturas especiales que reflejan su estado de ánimo.

Existen cinco señales básicas con las orejas, relacionadas con los siguientes estados de ánimo: relajado, alerta, nervioso, defensivo y agresivo.

En el gato relajado las aperturas de las orejas apuntan hacia delante y un poco hacia fuera, mientras el animal escucha los sonidos que le interesan desde un amplio ámbito.

Cuando el gato descansado se despereza y enfoca algún detalle excitante en sus alrededores, la posición de las orejas cambia al modo alerta. Se queda mirando el punto que suscita su interés y sus orejas se yerguen por completo y las hace rotar, de modo que sus aperturas apunten directamente hacia delante. Mantiene las orejas de esta forma mientras él sigue mirando hacia delante. La única variación se produce si se presenta un ruido repentino hacia un lado del animal, en cuyo caso permitirá a una oreja una leve rotación en aquella dirección, pero su mirada seguirá fija.

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