Odio (27 page)

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Authors: David Moody

Tags: #Terror

»Hasta ahora nos habíamos discriminado por razón de raza, religión, edad, género y por cualquier otra característica imaginable. Mirad esta noche a vuestro alrededor y veréis que esas diferencias han desaparecido. Ahora, para simplificar las cosas al máximo, sólo estamos "nosotros" y "ellos", y es imposible que coexistamos. No tenemos más alternativa que luchar, y tenemos que seguir luchando hasta que los hayamos eliminado.

»El cambio se ha extendido por todo el mundo a una velocidad increíble. Ningún rincón del planeta se ha librado. Estamos por todas partes. Tenéis que recordar que no somos los perdedores. Su ventaja sólo está en el número. Nosotros hemos servido en todos los niveles y entre nosotros hay expertos en todas las profesiones. Entre nosotros tenemos todas las aptitudes imaginables. Tenemos todo lo que necesitamos para luchar y destruirlos.

«Olvidad vuestro pasado. Olvidad vuestras familias y amigos, y quiénes erais antes. Con el tiempo se restablecerá algún tipo de normalidad. Hasta entonces no tenemos más alternativa que luchar.

El mensaje ha terminado y miro incrédulo el teléfono. ¿Se trata de una broma? ¿Puede ser verdad algo de todo eso? Por un momento me siento abrumado, incapaz de asumirlo. Después, mi cabeza se empieza a llenar con el recuerdo de los acontecimientos de la última semana y en especial del último día —las muertes, la batalla, el derramamiento de sangre, las emociones— y sé que hasta la última palabra que he escuchado es cierta. Recuerdo los sentimientos de fuerza y poder que sentí al matar a los soldados enemigos con mis manos sólo hace unos horas y sé que todo es verdad. Imposible e indemostrable, pero verdad.

DOMINGO
44

Las palabras del político muerto aún resuenan en mi cabeza cuando me despierto. He dormido poco más de una hora pero me siento tan fresco como si lo hubiera hecho durante toda la noche. Levanto la vista a la cubierta de hojas y ramas retorcidas sobre mi cabeza. Un rostro familiar me devuelve la mirada.

—Me pareció que eras tú —dice Patrick—. Conseguiste huir.

Me siento con rapidez. Nos damos la mano. Miro a mi alrededor y veo que mucha más gente ha llegado mientras he estado durmiendo.

—¿Te encuentras bien? —le pregunto mientras me levanto y me estiro.

—Estupendamente, de cojones —responde con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Y tú?

Lo pienso antes de contestar. En menos de veinticuatro horas he perdido todo lo que me solía importar. Me debería sentir abatido, destrozado y vacío, pero no lo estoy. Me hago eco de los sentimientos de Patrick. Me siento increíble. Me siento vivo. Mi cuerpo está lleno de energía y de fuerza. Mi mente está clara. Estoy preparado para hacer lo que tengo que hacer.

—Nunca me he sentido así —le explico—. Nunca me he sentido tan bien.

No pasa mucho tiempos antes de que nos vayamos. Los guías que nos han traído hasta aquí nos dijeron que hay un pueblo al otro lado del valle. Empezaremos por allí. Sé exactamente lo que tengo que hacer. Ahora estoy preparado para entrar en las calles y destruir a tantos de ellos como pueda encontrar. Esta guerra acaba de empezar.

Abandonamos los árboles al final del valle y salimos a una mañana clara y seca. El sol está empezando a salir y ya puedo oír el sonidos de los combates que llega con la brisa. Hay un rastro de humo en el aire: el olor de un mundo que se rompe en pedazos.

Dios santo, me siento fuerte. Ahora sé que finalmente me he librado de las cadenas y los frenos de la vida que solía llevar y ahora soy libre de seguir mis instintos y de hacer lo que he nacido para hacer. Por primera vez desde que la dejé, esta mañana puedo pensar en Ellis y no sentir ningún dolor. Sé que mi pequeña está en algún sitio ahí fuera, matando por nosotros. Espero que la vuelva a encontrar algún día. Le diré lo orgulloso que estoy de ella.

Nos movemos como una jauría, desplazándonos por la empinada ladera de la colina que se yergue sobre nosotros. Alcanzamos la cima y casi no he perdido el aliento. Estoy al lado de Patrick y juntos contemplamos una escena realmente bella. En la distancia podemos ver el pueblo y está ardiendo. Ya se están librando combates en las calles. Las explosiones golpean los edificios y los reducen a escombros. La gente corre, luchando y matando.

Resulta inspirador.

Patrick sonríe como un niño la mañana del día de Navidad.

El sol baña la escena con una luz brillante y dorada, y puedo ver a kilómetros de distancia en todas direcciones. La gente cae en hordas sobre el pueblo desde todas partes. Con la excitación ardiendo en el pecho, empiezo a correr hacia los edificios, desesperado por llegar, desesperado por luchar y matar.

Bajamos corriendo por la ladera de la colina, cruzamos en diagonal un campo amplio e irregular y alcanzamos la calle mayor del pueblo. Con otros dos irrumpo en el primer edificio que vemos. Destrozamos las ventanas delanteras de la pequeña y cuadrada casa, y entramos por los huecos. Encuentro a los dos ancianos ocupantes en el piso de arriba, patéticamente escondidos en el dormitorio. Uno de ellos está bajo la cama. Lo cojo por los pies, lo arrastro fuera, lo pongo de pie y aplasto su cara contra la pared. Otro está en el armario. Intenta guardar silencio pero puedo oír su respiración irregular y sus sollozos lastimeros. Abro la puerta, lo lanzo al otro lado de la habitación y contemplo con satisfacción cómo los otros dos que están aquí conmigo le arrancan las extremidades una a una.

Cuando volvemos al exterior nuestro sangriento ataque se ha repetido en numerosas casas. Sin pararme a recuperar el aliento, sigo corriendo, desesperado por encontrar algo más que destruir.

Es un día perfecto.

Después de tanta incertidumbre, miedo y dolor, todo está claro. Finalmente todo tiene sentido. Estamos en guerra.

F I N

NOTA

[1]
Los hombres a los que no pudieron colgar.
(N. del T.)

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