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Authors: Megan Maxwell

Tags: #Romántico

Olvidé olvidarte (33 page)

Javier, tras permanecer un rato detrás de la puerta, enfadado consigo mismo, volvió a la cama con la intención de descansar, pero no lo consiguió. Daba vueltas y más vueltas y en su pensamiento siempre estaba la misma persona, Elsa. Recordaba sus ojos al pedirle una nueva oportunidad. Un grito de desesperación surgió de su garganta cuando recordó cómo le había dado con la puerta en las narices. Finalmente, como no consiguió dormir se levantó, se duchó y, sin saber adónde dirigirse, se fue de nuevo para el hospital.

38

Sobre las seis de la tarde, Aída llamó a casa de Elsa para saber a qué hora irían al hospital, y se alegró al hablar con Shanna.

—Pero bueno, ¿cuándo habéis llegado? —preguntó Aída sorprendida.

—Hace unas horas. Fuimos directos al hospital. Allí estuvimos con Elsa y Marco. George y yo te queríamos dar la sorpresa de aparecer en la comunión, pero bueno, estamos aquí y eso es lo que importa ahora.

—Gracias, cariño, eres una buena amiga —murmuró Aída y, al ver que iba a llorar, dijo—: Hablé hace un rato con el hospital. Me dijeron que mi hermano no estaba, pero que el estado de las chicas era bueno.

—Elsa y yo las vimos. Pudimos hablar con Celine. Incluso nos pidió un cigarrillo —murmuró sonriendo.

—Indudablemente, eso es una buena señal —Aída sonrió al escuchar aquello—. ¿Pudisteis ver a Rocío?

—Estaba todavía dormida, pero Javier nos dijo que todo iba muy bien.

—Hablando de otra cosa —susurró Aída—. ¿Qué te ha parecido Marco?

—Un hombre muy agradable, juicioso y tremendamente amable. ¡Qué calladito se lo tenía la Tempanito!

—Desde luego, ésa me va a oír —rió Aída—. ¡Mira que no contarnos nada!

—No se lo tengas en cuenta —suspiró Shanna—. Ya sabes cómo es. Ella siempre ha sido la más introvertida de todas.

—Ya lo sé, pero desde luego algo tendré que decirle o reventaré. Oye, ¿Elsa está durmiendo todavía?

Shanna miró hacia la puerta de la habitación de su amiga, que estaba cerrada.

—No lo sé. Esta mañana, cuando me acosté, se marchó para hablar con tu hermano.

—¡Con Javier! —gritó Aída.

—¿Tienes más hermanos, Pocahontas? —sonrió Shanna divertida.

—Como diría nuestra Rocío «¡Virgencita, que se arreglen!». Te juro, Shanna, que me haría muy feliz verlos de nuevo juntos. Me lo están haciendo pasar muy mal.

—No te preocupes por nada. Ellos son mayorcitos y ya verás como lo solucionan. —Luego, acordándose de las niñas, preguntó—: Oye, ¿qué pasará con la comunión de tus hijas?

—He decidido aplazarla y celebrarla en primavera, cuando el bebé ya esté aquí. Así celebraremos comunión y bautizo. Hablé con Mick y él entendió la situación. De momento la comunicación entre ambos es buena. Creo que hicimos lo mejor para nosotros y para los niños. Ahora todo funciona, aunque eso sí, él en su casa y yo en la mía.

—Me alegra saberlo y creo que es una excelente idea.

—Sinceramente, no me apetece hacer nada hasta que las chicas estén bien —dijo Aída—. No concibo una celebración sin vosotras. Lo entiendes, ¿verdad?

—Por supuesto que lo entiendo. Es más, yo haría exactamente lo mismo.

En ese momento se abrió la puerta de la calle. Era George, que entraba con
Spidercan
y unas bolsas de comida. Entonces, Shanna dijo:

—Iremos al hospital dentro de una hora, si vas nos veremos allí, ¿vale?

Colgó, y tras darle un beso a George, comenzaron a colocar algo de comida en aquel enorme frigorífico de Elsa que, a excepción de unas
pizzas
congeladas y algunas latas de Coca-Cola estaba casi vacío.

Mientras tanto en el hospital, Elsa permanecía sentada en una silla que había al lado de la cabecera de Rocío. Cuando se fue de la casa de Javier, no sabía adónde ir, así que, al final, decidió volver al hospital. Cuando llegó vio a Celine acompañada por Marco y se emocionó al contemplarles hablando cogidos de la mano. Sin decirles nada, les dejó y se pasó a la habitación de Rocío, que estaba sola y tranquila. Desesperada por cómo Javier la había echado de su casa, apoyó la cabeza en el colchón de la cama de su amiga y lloró desconsolada. Cuando se quedó sin lágrimas, tomó con cariño la mano de Rocío y cerrando los ojos se recostó en una silla de hospital para intentar descansar. En ese momento, Rocío susurró:

—¿Por qué lloras, Elsa?

—Rocío —exclamó al oírla y ver que la miraba con sus bonitos ojos oscuros—. ¿Estás bien, cielo? ¿Necesitas algo?

Con la boca seca, ella dijo:

—Tengo sed. —Y Elsa le pasó una gasa húmeda por los labios.

Al sentir el frescor, con la mirada cansada, pero muchísimo mejor que el día anterior, preguntó:

—¿Celine está bien? Dime que sí o te juro que me muero.

Con una sonrisa en los labios por oírla bromear de nuevo, Elsa asintió.

—Está mejor que nunca, en la habitación de al lado, con Marco.

Rocío asintió y sonrió.

—Sabía que vendría. Marco es un tipo excepcional. Por cierto, ¿qué me ha pasado a mí?

—Tuvieron que operarte —le dijo besándole la mano—. Pero estás bien, Rocío, estás viva. Luego, cuando venga Javier, te explicará de qué ha ido la operación. Llamamos a tus padres para contarles lo sucedido. Están tranquilos y al corriente de todo.

—¿Podré caminar? —preguntó en un gemido, temiendo oír lo peor.

—¡Por supuesto que sí! —exclamó Elsa sonriente al ver el alivio en la cara de su amiga—. Y también correr. Hubo que operarte de urgencia por un problema en el hígado.

—Pensé que nunca más podría volver a andar… —susurró aliviada y, mirando a su amiga, preguntó—: ¿Por qué llorabas?

Elsa, dispuesta a mentir, aunque no del todo, susurró:

—Por todo lo ocurrido. Por el susto que nos habéis dado. Sin embargo, vosotras estáis bien y eso me reconforta y… —volvió a llorar sin poder evitarlo.

Rocío levantó su mano y acarició con cariño el cabello de su amiga. La conocía y sabía que aquella angustia era por algo. Se imaginaba por qué.

—Has hablado con Javier, ¿verdad? —preguntó.

Elsa asintió.

—No ha servido de nada —dijo entre hipidos—. No me quiere ni ver. Creo que lo hice tan mal que me ha olvidado después de todo.

—No lo creo. Javier es de los que no olvidan —dijo oprimiendo la mano de su amiga—. Pero si realmente le quieres debes seguir intentándolo. Él lo intentó de muchas formas. No debes desistir a la primera negativa.

—Cielo, descansa —murmuró Elsa sin fuerzas para hablar de aquello.

Pero Rocío parecía haberse despertado con suficiente energía y durante un buen rato estuvieron charlando hasta que Elsa notó que el pomo de la puerta de la habitación se movía.

—Espera un segundo, Rocío, creo que alguien intenta entrar.

Elsa, secándose las lágrimas, abrió la puerta de la habitación y al salir al pasillo se encontró con un hombre de unos dos metros de estatura, moreno, de ojos inquietos y facciones marcadas, que la miró dubitativo. Elsa no lo conocía. Se quedó mirándole a la espera de que él dijera algo.

—Hola, señorita —saludó él, que portaba un bonito ramo de flores—. Mi nombre es Kevin Dangelo. He preguntado en el control de enfermeras por unas chicas llamadas Celine y Rocío que sufrieron ayer un accidente en la autopista 101. —Al ver que Elsa no decía nada prosiguió—: Soy el bombero que estuvo con Rocío durante el accidente y quería saber cómo se encontraba.

Sorprendida, Elsa sonrió.

—Encantada de conocerte, Kevin. Mi nombre es Elsa —acertó a decir—. Rocío está mejor. Anoche la tuvieron que operar de urgencia pero todo ha salido bien.

Al oír aquello, Elsa vio que el hombre suspiraba. No sabía quién era, pero sus ojos le decían que se trataba de una buena persona.

—¿Quieres verla? Ahora está despierta —preguntó sin dejar de mirarle.

—La verdad es que me encantaría —sonrió él.

Con una mueca de alegría, ambos entraron en la habitación. Elsa se acercó hasta la cama donde estaba tumbada su amiga y le dijo al oído:

—Rocío, tienes una visita.

Ésta, al escucharla, abrió los ojos.

—Hola, señorita —saludó el hombre acercándose hasta ella.

Durante unos instantes, Rocío se lo quedó mirando, pero en seguida reconoció aquella voz. Era la misma que había estado con ella en un momento muy difícil.

—¿Kevin? —preguntó y él sonrió al ver que recordaba su nombre—. Pero ¿qué haces tú aquí?

—Me apetecía saber cómo estabais tu amiga y tú —dijo él. Sin embargo, lo cierto era que no había podido dejar de pensar en ella desde el momento en que la ambulancia desapareció.

—Dame las flores, las pondré en agua —dijo Elsa. Kevin se las entregó.

—Gracias por las flores. Son preciosas —agradeció Rocío nerviosa.

Elsa les observó emocionada. Era consciente de que algo acababa de empezar allí mismo.

—Además —dijo Kevin, que sólo tenía ojos para Rocío—, cuando te fuiste en la ambulancia, me dejaste un encargo.

Al ver la cara divertida de su amiga, Rocío dijo:

—Elsa, Kevin es el bombero que estuvo con Celine y conmigo todo el tiempo. Gracias a él estamos las dos aquí. —Y, mirándole, preguntó—: ¿Qué te dejé encargado?

—Me dijiste que junto a vosotras viajaba un cachorro…

—Es verdad —susurró ella al escucharle. Entonces él se abrió la cazadora de piel que llevaba, y vio allí envuelto en una toalla al animalillo dormido, sonrió—. ¡Virgencita, qué cosita más preciosa!

«Tú sí que eres preciosa», pensó Kevin mirándola con deleite.

—Oh…, Kevin, está vivo y está bien —dijo sollozando—. Gracias, gracias.

—Oh, Dios, ¡qué cosa más graciosa! —murmuró Elsa al ver al animalillo.

Divertido y feliz por estar allí, Kevin dijo:

—El pobre
Wally
estaba metido entre los hierros. Si no me lo hubieras dicho, nunca le habríamos encontrado.

—¿
Wally
? —preguntó Rocío sorprendida al oír ese nombre.

—Mis compañeros le bautizaron así —comentó Kevin sonriendo—. Cuando les dije que buscábamos un cachorro, todos empezaron a decir «¿Dónde está Wally?». Y con ese nombre se ha quedado.

Rocío comenzó a reír, aunque apenas podía.

—Qué bonito nombre —dijo Elsa sonriendo—. ¡Es una monada!

—Me encanta ese nombre —rió Rocío por el ingenio de aquellos hombres. Luego, mirando a su amiga, dijo—: Elsa, por favor, llévaselo a Celine, es su perro, y aunque
Wally
me encanta, ha de volver con su dueña. Recuerdo que cuando estábamos en el coche metidas estaba muy preocupada por él.

—Toma —comentó Kevin quitándose la chaqueta y dejando ver su gran espalda—. Llévalo aquí metido, porque como te vean las enfermeras con él nos llamarán la atención con toda la razón —dijo en confianza.

—De acuerdo —asintió Elsa y mirando a su amiga susurró—: Te dejo bien acompañada.

Rocío le guiñó el ojo.

—Tranquila, cuidaré de ella —dijo Kevin haciéndola reír.

Al oír aquellas palabras, Elsa pensó que quizá Rocío, por fin, había encontrado a su superhéroe. Al entrar en la habitación donde Marco y Celine estaban, ambos sonrieron al verla.

—¡Hola, chicos! —saludó entrando con la cazadora en las manos—. Veo que estás mejor, Tempanito.

Marco, feliz, sonrió. Aún le hacía gracia escuchar cómo llamaban sus amigas a la mujer que adoraba.

—¿Sabes, Celine? Ha ocurrido algo muy curioso —comenzó a contar Elsa—. Rocío despertó y está bien, te manda besos. De pronto, ha llegado un tipo llamado Kevin, que por lo visto es el bombero que os atendió en el accidente. Él y Rocío me han dicho que te traiga algo que, según ellos, es tuyo.

—Esa cazadora no es mía —comentó Celine, mirando aquella prenda, mientras que Marco las observaba a las dos.

Elsa, divertida, se acercó hasta la cama y le indicó:

—La cazadora no. Pero parece que lo que hay dentro de ella sí.

—¡Dios mío! —sollozó de alegría Celine al ver al cachorro.

Aquel perrillo, a pesar de su fragilidad, estaba allí. Como pudo alargó la mano para tocarle, mientras que en la cara de Marco se reflejaba el desconcierto. Los perros no le gustaban y Celine, al recordarlo, dijo:

—Este cachorro nació en tus tierras. Sus hermanos se nos murieron y sólo nos quedó éste, y durante el accidente creí que también lo había perdido.

—Se llama
Wally
—rió Elsa contándole el porqué del nombre y haciéndola reír.

—¿En mis tierras? —preguntó Marco extrañado.

—Lo recogimos de entre los matorrales Rocío y yo la noche antes de venirnos. Angelita nos proporcionó leche y nos enseño cómo alimentarlo —comentó ella mirando a aquel animalillo con cariño—. Me alegra saber que está bien.

—Lo ha traído el bombero —sonrió Elsa al ver la cara con que Marco miraba a su amiga—. Deberías darle las gracias a él. Creo que lo buscó porque Rocío se lo pidió.

—¿Y Rocío? ¿Está contenta de ver a ese bombero? —preguntó con picardía. Elsa asintió—. Pues entonces creo que
Wally
les pertenece a ellos. Quizá este cachorro haga por Rocío más de lo que podría hacer por mí.

—Cariño —comentó Marco mirándola con amor—, no me importa que tengas al cachorro, de verdad.

Con una cariñosa sonrisa, ella indicó:

—Ya lo sé, y prepárate porque quiero tener cachorros de éstos y de los que te llaman papá y mamá, para que así Sabrina se sienta acompañada por sus hermanos.

Elsa y Marco, al oír aquello, se miraron sorprendidos. Era algo que nunca hubieran esperado oír de Celine, que con una espectacular sonrisa en la boca prosiguió:

—Creo que si ese hombre que está con Rocío se ha preocupado de cuidar, alimentar y traer a
Wally
hasta aquí es por algo, y quiero que ese algo siga existiendo. Además, yo no voy a poder cuidar del cachorro durante un tiempo y Rocío tampoco. ¿Quién mejor que él para hacerlo por ella?

Al ver el plan que con rapidez había trazado su amiga, Elsa sonrió.

—Pobre hombre. La que le ha caído con nosotras.

—Seguro que terminará tan encantado como lo estoy yo —dijo Marco, al tiempo que miraba a aquellas mujeres con adoración a una, porque no podía vivir sin ella, y a la otra, porque era parte de Celine, una de sus amigas más queridas.

39

Días después, gracias a que Javier trabajaba en el hospital, consiguieron que pusieran en una misma habitación a Celine y a Rocío. Eso facilitaba que todos pudieran estar juntos. Aída, al conocer a Kevin, el bombero, sonrió a su amiga. Rocío, a pesar de sus dolencias, estaba feliz con aquella visita inesperada. Kevin, por su parte, comenzó a sentirse integrante de aquella pequeña familia. Vio cómo todas aquellas mujeres le observaban para dar su visto bueno, y eso le hizo gracia. Su familia por parte de padre era italiana, por lo que estaba acostumbrado a que sus hermanas reaccionaran así.

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