Orgullo Z (28 page)

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Authors: Juan Flahn

Tags: #Terror

TOÑI: ¿Te la has tirado también?

(Nacho asiente)
.

TOÑI: Joder, pues para no gustarte los travestís, vaya carrerón que llevas.

NACHO: Gárgola es un chaval que fuera del escenario no tiene nada de pluma y está muy musculado.

TOÑI: Pero vamos a ver, ¿qué os pasa con la pluma? Quiero decir, ¿por qué esa puñetera obsesión?

NACHO: Yo qué sé. Me gustan los tíos. Para enrollarme con una plumera pues me enrollo con una tía ¿no?

TOÑI: No, con una tía tú no te enrollas en tu puta vida porque eres un pedazo maricón. Porque lo que estás deseando es un hombre que cumpla todos los estereotipos del macho, qué digo del macho, del maltratador, para que te dé bien por el culo y sentirte una perra; porque el que tiene que tener la exclusividad de lo femenino en la pareja eres tú. Tú no quieres tíos con pluma porque no quieres competencia.

(Silencio)
.

NACHO: ¿Lo ves? Es que tienes muchísima pluma…

ESCENA OCTAVA

(MIGUEL y DIANA comprueban ventanas y puertas. MIGUEL está distante, DIANA simpática y culpable)
.

DIANA: Parece que está todo bien cerrado. ¿No te pica todo el cuerpo?

MIGUEL: Se ha debido filtrar un poco del agente químico que han echado.

DIANA: ¿Estás bien?

MIGUEL: Sí, ¿y tú?

DIANA: Sí. ¿Seguro que estás bien?

MIGUEL: Tranquila, si me convierto en uno de ellos te darás cuenta.

(Silencio)
.

DIANA: Desde hace horas no se oyen helicópteros.

MIGUEL: Sí.

DIANA: Eso puede ser buena señal.

MIGUEL: O mala.

DIANA: ¿Crees que tus medicinas van a inmunizar al soldado? Ese hombre me provoca escalofríos.

MIGUEL: Al menos él va de frente.

DIANA: ¿Qué quieres decir?

MIGUEL: Que es muy tranquilizador saber que alguien toma los mandos ¿verdad? Es estupendo volver a tener un papá que se encargue de todo y nos diga lo que tenemos que hacer.

DIANA: ¿De qué hablas?

MIGUEL: Fue un voto unánime.

DIANA: No me parecen una locura sus argumentos. Él sabe dónde encontrar la ayuda.

MIGUEL: Se supone que ese es mi tratamiento, soy yo el que lo necesita. Pero pasasteis por encima de mí. Se lo disteis a él sin plantearos nada más.

DIANA: Tú negociaste con las pastillas. Dijiste que las cedías si te soltábamos.

MIGUEL: Pero es lo único que mantiene a raya mi enfermedad. No oí que nadie se opusiera, que a nadie le pareciera una locura negociar con algo así. ¿Por qué no me detuvisteis?

DIANA: ¿Quién necesita ahora un padre que le diga lo que tiene que hacer?

(Silencio)
.

MIGUEL: Perdona pero no puedo evitar pensar que soy el más prescindible.

DIANA: Pues yo creía que eras más fuerte, que lo de la autocompasión ya lo tendrías superado después de años y años de luchar con tu enfermedad.
(DIANA se acerca a él)
. Escucha. La vida es una cuestión de elección y a veces tenemos que elegir lo menos malo de lo peor. Ese tipo me gusta tan poco como a ti pero lo que dice tiene sentido. Si puede conseguir ayuda al menos tendremos una oportunidad.

(En ese momento entra EL DESCONOCIDO un poco alterado)
.

EL DESCONOCIDO: Ah, estáis aquí… El soldado te está buscando. Sólo a ti, Miguel.

MIGUEL: ¿Qué es lo que pasa?

EL DESCONOCIDO: Será mejor que vengas
(Mira severamente a Diana)
. Tú no.

DIANA: Yo sí.

EL DESCONOCIDO: Ha dicho que tú no.

DIANA: ¿Vas a impedirme tú que vaya?

(DIANA y MIGUEL siguen a EL DESCONOCIDO hasta donde está el SOLDADO, postrado sobre un camastro hecho de libros, informes y documentos, forrado con cortinas. No tiene buen aspecto, tiene toda la cara de color naranja y se le ha caído parte del pelo)
.

SOLDADO: ¿Qué hace ella aquí?
(a EL DESCONOCIDO)
Te dije que…
(Se dobla atenazado por el dolor)
.

EL DESCONOCIDO: Pensé que quizá podría ayudar.

SOLDADO: ¡Ella no debería estar aquí! ¡Esto es un asunto de hombres!

DIANA
(A Miguel, alucinada)
: Pero, ¿esta gente sigue existiendo?

EL DESCONOCIDO: Es la fiebre, está muy mal.

SOLDADO: ¿Qué me pasa?

MIGUEL: ¿Qué te pasa?

SOLDADO: Sí, me siento enfermo. ¿Es por las pastillas? ¿Es normal?

MIGUEL: Supongo que sí. Ese tipo de medicación provoca muchos efectos secundarios; sudores, náuseas, dolor en las articulaciones, mareos… Yo jamás tuve. Será que tengo suerte, cuestión de genética. Ni siquiera tengo lipodistrofía.

EL DESCONOCIDO: ¿Lipo qué?

MIGUEL: Lipodistrofía. Por culpa de la medicación las grasas faciales desaparecen de determinadas zonas y se acumulan en otras, dando a la cara un aspecto como…

DIANA: Así, como chupado.

MIGUEL: Pero esa reacción tuya… La verdad es que nunca la había visto.

DIANA: De todos modos, cada persona es un mundo y las pastillas le afectan de distinta manera a cada uno. A usted se le ve fatal desde luego…

MIGUEL: Eso le pasa por tomar la medicación sin necesitarla.

EL DESCONOCIDO: Parece que te alegras.

MIGUEL: Triste no estoy desde luego.

SOLDADO: Todo esto lo estoy haciendo por vosotros…

MIGUEL: Lo repito: esas pastillas no inmunizan contra lo de ahí fuera. Hay gente que opina que ni siquiera son efectivas contra el sida. Creen que no son un remedio sino que en realidad enferman a la gente, que son sólo una forma de las grandes farmacéuticas para sacar dinero, que son un fraude.

DIANA: En ese caso no debería importarte tanto no tomarlas, ¿verdad?

(Silencio)
.

SOLDADO: Da igual, seguiré con el tratamiento. Si a ti te ha funcionado para sobrevivir a los ataques de esos monstruos, también me puede servir a mí.

EL DESCONOCIDO: No debería seguir… Está teniendo una mala reacción, ¿es que no lo ve?

SOLDADO: Alcánzame el macuto de las medicinas, necesito analgésicos para sobrellevar el dolor.

(EL DESCONOCIDO alcanza al soldado el macuto de medicinas que trajo MIGUEL. Éste alucina)
.

MIGUEL: ¿Pero qué es esto?

(MIGUEL se adelanta y le arrebata el macuto a EL DESCONOCIDO)
.

MIGUEL: ¡Apenas queda nada! ¡Has acaparado tú solo todas las medicinas!
(A Diana)
¿Y esto? ¡Creía que aquí estaba todo bien racionado!

DIANA: Lo siento, no sé…

SOLDADO: ¡Necesito tratamiento, estoy pasando fuertes dolores! ¡Y fiebres! ¡Y efectos secundarios motivados por las pastillas!
(señalándole, culpabilizándole)
¡Tus pastillas!

MIGUEL: ¡Pues deja de tomarlas! ¡Tengo una amiga muy enferma! ¡Enferma de verdad! ¡Y esto es lo único que le puede quitar el dolor!

(MIGUEL se va. DIANA le sigue. El SOLDADO se queda mirándoles burlón)
.

SOLDADO: Recuperaremos el macuto cuando se duerman.

(Silencio)
.

SOLDADO: ¿Verdad, tú?

EL DESCONOCIDO: Verdad.

(Silencio. Sólo se oyen los lamentos del soldado retorciéndose de dolor)
.

ESCENA NOVENA

(ÁGUEDA sigue cuidando de BELÉN mientras juega con ella a las cartas. BELÉN disimula su dolor como puede)
.

ÁGUEDA: Habíamos decidido vender el piso e irnos al norte, a Pinar de Chamartín. En parte para estar más cerca de nuestra hija y también para alejarnos de Chueca porque, hija mía, qué barrio más escandaloso. Claro que lo prefiero tal y como está ahora a como estaba antes. Bueno, ahora lo que se dice ahora no, sino antes, cuando estaba bien… Tú ya me entiendes… Hace años estaba lleno de yonkis que no se podía andar por las calles. Si es que parecían… ¡muertos vivientes!
(Se echa a reír)
. Ay, qué gracia, fíjate tú. Como ahora, muertos vivientes…
(Se serena)
. Yo no tengo nada contra los maricas ni contra… las chicas tipo tú… Es cierto que habéis hecho prosperar muchísimo el barrio, es una maravilla, pero claro, no es lugar para dos viejos como mi marido y como yo. Pero si estábamos empaquetándolo todo, teníamos la casa ya recogida… Si nos hubiéramos decidido un poco antes, sólo un poquito, pues no nos habría pillado todo esto…

BELÉN: ¿Y tu marido, Águeda, dónde está?

ÁGUEDA: Ay, no me lo recuerdes, pobrecillo, si no se sabe hacer ni la cama… Pues estará en casa. Cuando el barrio estaba normal no salía nunca, pues imagino que no se habrá tirado a la calle con este panorama de muertos vivientes y gente podrida que se comen unos a otros…

BELÉN: ¿Entonces estará en casa a salvo?

ÁGUEDA: Pues digo yo que sí. Pero como es un inútil estará venga a comer bocadillos. ¡Ay, cómo me tendrá la casa que no lo quiero ni pensar! Menos mal que comida hay de sobra.

BELÉN: Entonces cuando acabe todo esto podrás reunirte con él. Como yo con Paula que…
(Se calla por el dolor)
.

ÁGUEDA: ¿Te duele, cariño?

BELÉN: Sí, sí, perdona, Águeda. Sí, me duele un poco.

ÁGUEDA: ¿Quieres que te pinche?

BELÉN: Sí, por favor.

(ÁGUEDA se levanta de su posición junto a BELÉN y se acerca al macuto. Saca una jeringuilla y la prepara)
.

ÁGUEDA
(Para sí)
: Cómo va bajando esto, si no queda casi nada ya…
(En tono normal)
. A mi hija siempre le ponía yo las inyecciones, ¿sabes? Hice un par de cursos de enfermería pero como luego me casé, pues nada.

(ÁGUEDA le pone la inyección en la pierna. BELÉN se queda al instante relajada. ÁGUEDA se pone a mirarle debajo del vendaje para limpiarle la herida. Lo que va viendo le horroriza)
.

BELÉN: Mi madre también nos ponía las inyecciones en casa. Pero ella lo hacía por ahorrar, no por otra cosa. Qué mal las ponía la pobre… Yo de pequeña era bulímica, ¿sabes? Me daba por comer. Estaba muy gorda. Cuando mi madre me descubrió metiéndome los dedos, me llevaron a psicólogos y eso, que me dijeron que desviaba la falta de cariño en la comida. Esto me lo dijeron aparte de mis padres, claro, porque ellos sí que pensaban que me daban cariño… Pero no, no me lo daban. Me atendían, me compraban cosas pero nunca tuve con ellos una relación estrecha. No se interesaban por mis sentimientos. Los psicólogos por los que pasé me escucharon más en seis meses que mis padres en toda su vida. Uno de los psicólogos me dijo que cada vez que sintiera hambre pensara: "Sólo es comida, no es amor. Sólo es comida, no es amor". No me sirvió de nada, seguí empachándome de todo cuanto tenía al alcance de la mano. Entonces llegó al instituto una nueva profesora. De química. Nada más verla me enamoré de ella. ¿Y sabes cómo me curé de la bulimia? Comiendo. Pero comiéndole a ella el coño. Fue mano de santo, en seis meses me quité de encima treinta kilos y desapareció mi desorden alimenticio. Cada vez que iba a su casa y me metía entre sus piernas, me repetía a mí misma: "No sólo es comida, es amor. No sólo es comida, es amor…".

(ÁGUEDA ha quedado horrorizada de cómo tiene la pierna la joven)
.

ESCENA DÉCIMA

(El SOLDADO, ÁGUEDA, DIANA y MIGUEL tienen una reunión en la cumbre)
.

ÁGUEDA: Esa chica necesita atención médica urgente. Va a perder la pierna o algo peor. Puede que pronto se le infecte la sangre si no la tratamos antes con antibióticos.

DIANA: ¿Qué podemos hacer?

MIGUEL: Yo estoy dispuesto a salir. Iré a cualquier farmacia.

DIANA: Afuera está el gas, tú mismo lo dijiste. Si sales y no vuelves no le vas a hacer ningún favor a la pobre cría.

SOLDADO: ¿Cuánto puede aguantar la niña?

ÁGUEDA: No lo sé, ninguno somos médicos aquí pero la pinta de la herida es espantosa.

SOLDADO: Yo pronto estaré listo para acudir a por ayuda.

MIGUEL: ¿Y si…?

(MIGUEL se calla. Los demás le miran expectantes)
.

DIANA: ¿Y si qué?

MIGUEL: Quizá deberíamos intentar… amputarle la pierna.
(Todos callan)
.

SOLDADO: Es una locura. ¿Con qué instrumental? ¿Cómo…? La chica se nos muere desangrada.

MIGUEL: De todos modos puede morir por septicemia.

DIANA: Al menos deberíamos intentarlo.

ÁGUEDA: ¿Pero cómo le vamos a hacer eso a la pobre cría? ¡Está en la flor de la vida! Tan guapa… ¡y sin pierna!

MIGUEL: Si no hacemos algo se muere, Águeda.

SOLDADO: Y bien… Si va a morir… Una sobredosis de morfina podría solucionarlo. Y sería para ella como dormirse sin ningún sufrimiento.

ÁGUEDA: ¿Pero ahora estamos hablando de…? ¿De matarla?

(Silencio)
.

ÁGUEDA: ¡De eso nada, no contéis conmigo! ¡Sólo Dios puede dar o quitar la vida! ¿Qué nos hemos creído nosotros?

SOLDADO: No hay solución. Hasta que no se disipe el gas yo no podré salir a por ayuda. Y puede que no llegue a tiempo. No tenemos instrumental para una amputación con garantías. Lo único que podemos hacer es aliviar su sufrimiento.

ÁGUEDA: ¡No, no y no! ¡Tenemos que esperar! Es una chica fuerte, aguantará. Yo pienso rezar toda la noche por ella, pobre cría.

(Todos callan un instante, bajan la mirada, sabiendo que los rezos no servirán de nada)
.

MIGUEL: De acuerdo. Pero mientras esperamos no estaría de más que buscáramos algo con lo que poder practicarle la amputación. Algún tipo de serrucho o un cuchillo o lo que sea. En este sitio es posible que haya un almacén de herramientas…

ÁGUEDA
(Se lleva las manos a la cabeza)
: Ay, la virgen. Ay, la virgen…

MIGUEL
(A Águeda)
: Sólo en último caso, Águeda, sólo en caso de vida o muerte. Pero más vale estar preparados. Necesitaríamos también encontrar alguna forma de hervir el instrumental para desinfectarlo.

DIANA: Con la morfina podremos anestesiarle la pierna, así que si somos capaces de cortársela y luego parar la hemorragia, es posible que Belén tenga una oportunidad de salvarse.

(Todos excepto Águeda asienten en silencio)
.

ÁGUEDA: ¿Pero con qué cara la voy a mirar yo ahora a la pobre?

ESCENA UNDÉCIMA

(NACHO y TOÑI caminan por otra zona del palacio de Longoria. TOÑI va medio doblada, agarrándose la tripa que le duele. Lleva unos papeles en las manos)
.

NACHO: Pero si ya llevamos dos días aquí…

TOÑI: Pues ya iba siendo hora, ¿no?

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