Orgullo Z (30 page)

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Authors: Juan Flahn

Tags: #Terror

(Entran DIANA, NACHO, TOÑI y MIGUEL, interrumpiendo el rezo. ÁGUEDA se levanta, un poco avergonzada. NACHO lleva varias botellas de licor medio vacías. DIANA transporta una enorme caja de herramientas. TOÑI, sábanas y cortinas)
.

NACHO: Estaban en los cajones de casi todos los despachos.

TOÑI: Cómo se ponían aquí dentro los antipiratería. Le daban bien…

MIGUEL: Todo ese alcohol nos viene genial para desinfectar
(A Diana)
. ¿Tú qué has encontrado?

DIANA: En esta caja de herramientas hay un serrucho que nos puede servir. Hay varios tipos de mazas… En fin, hay cosas. Nos podremos apañar, espero.

MIGUEL
(A Águeda)
: Bien, habrá que hervir agua. ¿Te encargas, Águeda?

ÁGUEDA: ¿No hay otra alternativa? ¿Tenemos que cortarle la pierna a la pobre chica?

DIANA: Hay que hacerlo, ya hemos esperado demasiado.

MIGUEL: Lo haremos en la sala amplia del segundo piso, es la más luminosa. He acondicionado una mesa grande para la operación. Voy a trasladarla allí con cualquier excusa
(A Águeda)
. Empieza a darle tranquilizantes y, en cuanto se duerma, lo haremos.

ÁGUEDA: ¿Tan pronto? ¡Ay, Dios mío!

MIGUEL: Águeda, no podemos esperar ninguna ayuda externa. Así que si no queremos que Belén muera, tenemos que hacerlo ya.

ÁGUEDA. ¿Y qué le digo?

MIGUEL: Nada. ¿Para qué? Mejor que se quede dormida y no se entere de nada, ¿no?

(Todos se quedan en silencio)
.

MIGUEL: Pues pongámonos en marcha y suerte.

ESCENA DECIMOSEXTA

(El SOLDADO aparece ahora con media cara de un color y media de otro. EL DESCONOCIDO entra despacio, mirando al suelo)
.

EL DESCONOCIDO: He salido al patio. El gas se ha disipado. Ya no hay ni rastro.

SOLDADO: Excelente. ¿Y ha podido con esas bestias? ¿Las ha aniquilado?

EL DESCONOCIDO: Me temo que no, señor. He visto a unos cuantos deambulando muy cerca del palacio.

SOLDADO: No importa. Estoy preparado para salir, me siento inmune, esas pastillas me han hecho mucho bien. ¿Por qué me miras así?

EL DESCONOCIDO: Por nada.

(Hay un silencio)
.

EL DESCONOCIDO: Van a operar a esa pobre chica, Belén. Han encontrado con qué y van a intentar amputarle la pierna.

SOLDADO: Qué ganas de hacerle sufrir a la chiquilla, si total, no va a servir de nada.

EL DESCONOCIDO: ¿Por qué dice eso?

SOLDADO: ¡Porque yo voy a traer la ayuda enseguida!

EL DESCONOCIDO: Dígaselo, deténgales.

SOLDADO: No. Mejor no. Qué más da. Que hagan lo que tengan que hacer. Además, yo no soy infalible, puedo perecer antes de llegar al puesto de mando…

(EL DESCONOCIDO le mira con semblante funesto)
.

SOLDADO: Tranquilo, eso no pasará. Tu mundo se va a salvar, gracias a mí, no tengas tanto miedo. Vas a seguir cobrando los derechos de tus mierdas de canciones, vas a seguir polemizando por las televisiones… Todo esto no va a ser más que un mal sueño, ya lo verás.

EL DESCONOCIDO: Yo… yo no soy ese cantante que usted dice…

SOLDADO: No, claro, que no
(Se carcajea)
. Verás, vas a tener un repunte enorme después de esto… Vas a ser casi un héroe nacional. Va a ser tu momento dorado, el de más popularidad en toda tu puta carrera, van a construirte monumentos, darán tu nombre a una plaza: Plaza del Rey del Pollo Frito. Suena bien, ¿a que sí?

EL DESCONOCIDO: Que ese no soy yo.

SOLDADO: Verás, tus canciones se van a volver a poner de moda; las quinceañeras las tararearán de nuevo; llevarán tus fotos en sus carpetas, las fotos de los ochenta, cuando aún eras joven y rebelde, claro; se venderán tus discos viejos como rosquillas, todo el mundo pensará de ti que eras un ser excepcional.

EL DESCONOCIDO: ¿Era?

SOLDADO: Voy a salir esta noche. Hay un puesto de mando enorme aquí cerca, en Alonso Martínez. Sólo son cien metros. Llegaré con facilidad. No les digas a los demás mis intenciones, prefiero que sea una sorpresa cuando llegue la… ayuda.

EL DESCONOCIDO: De acuerdo.

SOLDADO: Ahora déjame solo. Quiero descansar.

(EL DESCONOCIDO se va a ir pero el SOLDADO habla de nuevo y EL DESCONOCIDO se queda quieto escuchando la última parrafada)
.

SOLDADO: ¿Sabes? Yo era un gran fan de esos
realities
de encierro:
Gran Hermano
y todos esos. Mi hija, la pequeña, fue la que me enganchó. Al principio no me llamaban la atención pero luego, poco a poco, me fui enganchando. Y pensaba: "Todos esos tienen que ser actores, no puede haber gente tan tonta, no pueden pasar todas esas cosas estúpidas…". Bueno, pues me equivocaba. Se conoce que si encierras a unas cuantas personas en un sitio y se las haces pasar un poco putas, todos se convierten en monstruos. Debe ser una ley de la naturaleza humana.

EL DESCONOCIDO: ¿Ah sí? ¿Dónde ha visto monstruos aquí? Yo sólo veo un grupo de gente que se esfuerza por ayudarse sin conocerse, sin tener comida, sin esperanza. Van incluso a intentar salvar a esa chica, Belén, que a todas luces está condenada. Yo no veo monstruos por ninguna parte. Los monstruos están ahí fuera, ¿no le parece?
(Con intención)
¿O quizá hay alguno aquí dentro?

(El SOLDADO le mira sorprendido)
.

SOLDADO: ¿Y esa parrafada? No me digas que te he estado subestimando todo este tiempo… Da igual. ¿Dónde estábamos? Ah, sí. En mi tesis acerca de los concursos de televisión. Esa cantinela de que los sentimientos se magnifican y toda esa mierda es completamente cierto. Aquí dentro hay gente que me ha enternecido de verdad… Como tú, querido amigo, como tú. Créeme, cuando todo esto acabe y vuelva a mi casa, con mi familia, pensaré en ti. Y sé que una sonrisa alumbrará mi rostro.

(A oscuro)
.

ESCENA DECIMOSÉPTIMA

(ÁGUEDA prepara una jeringuilla de morfina. BELÉN está tumbada, cuan larga es, sobre una enorme mesa, tapada con una cortina, como si fuera una camilla improvisada)
.

ÁGUEDA: Ya no queda mucha morfina pero espero que con esto consigas dormir…

BELÉN: ¿Por qué me habéis traído aquí?

ÁGUEDA: Es… para que estés más cómoda. Aquí hay mucha más luz… No hace tanto calor. Es una sala preciosa, ¿no te gusta?

BELÉN: Sí, me gusta mucho… Además, hemos llegado a tiempo; ya han salido.

ÁGUEDA: ¿Qué?

BELÉN: Están ahí arriba, ¿no las ves?

ÁGUEDA: Ahí arriba no hay nada, Belén. Intenta relajarte…
(le toca la frente)
. Estás ardiendo.

BELÉN: Sí, están ahí… Son brillantes…

ÁGUEDA: Pero ¿el qué, cariño, el qué?

BELÉN: Mi maestra me lo dijo, yo tenía diecisiete años. "El universo se expande", me dijo. Esas palabras se me quedaron en la cabeza, no sé por qué… El Universo se expande. De repente, supe que había esperanza, que había algo grande ahí fuera, algo grande y misterioso más allá de las fronteras de mi pueblo. Y ella me lo había hecho ver. Era tan guapa. Se lo dije el último día del curso, que me gustaba. Me invitó a su casa. En el desván tenía un telescopio con el que vimos los anillos de Saturno y las fases de Venus… ¡Mira! Ahí están otra vez. ¡Ahí están! Casi puedo tocarlas.

ÁGUEDA: ¿El qué, cielo? Yo no veo nada…

BELÉN: Las estrellas… Parpadean… Son azules y tan brillantes que casi me hacen daño a los ojos. Todas esas estrellas están ahí y ahí seguirán cuando nos hayamos ido. Ahí seguirán…

(Una figura femenina, tiesa, vestida con traje de chaqueta, con un maletín de ejecutivo en las manos pero la cara horriblemente desfigurada aparece en una esquina del escenario)
.

BELÉN: Paula…

ÁGUEDA: Soy Águeda, mi amor, Águeda…

BELÉN: Es Paula, está… está caminando hacia mí… ¡Ha regresado!

ÁGUEDA: Eso no puede ser, Belén…

BELÉN: Sí, está ahí… Viene hacia aquí, ¿no la ves?

(La figura poco a poco comienza a ser perceptible tal y como dice BELÉN. ÁGUEDA se queda con la boca abierta, aterrorizada. La figura empieza a avanzar hacia ellas, despacio, tambaleante)
.

BELÉN: Mi novia… Ha regresado… Ha vuelto a buscarme…

ÁGUEDA
(aterrada)
: No, cariño… Ya no es ella, es uno de esos monstruos. Tiene que haber una entrada que no hemos vigilado, estamos en peligro.

BELÉN: Es mi amor, es Paula… Que se fue a trabajar por la mañana temprano y ya no pudo volver a entrar en Chueca.

ÁGUEDA: No, Belén. En realidad nunca llegó a salir, nunca llegó a salir.

BELÉN: Ya todo ha acabado, todo ha vuelto a la normalidad…

ÁGUEDA: No, Belén, no hagas ruido, se acerca…

BELÉN: Paula, te quiero.

ÁGUEDA: No, Belén, ¡no!

(BELÉN se zafa de los brazos de ÁGUEDA y, olvidando el dolor y su pierna herida, se lanza con los brazos abiertos al encuentro de la recién llegada, a la que ahora vemos perfectamente: es una mujer ejecutiva, con un maletín, con el traje roído y desgarrado, con grandes heridas en su cuerpo y cara putrefactos)
.

BELÉN: Paula, te quiero.

(Las dos mujeres se funden en un beso. La recién llegada abre mucho la boca mostrando grandes dientes, ansiosa. ÁGUEDA grita todo lo fuerte que le permiten sus pulmones y a oscuro)
.

ACTO III
ESCENA DECIMOCTAVA

(Todos, excepto BELÉN, están en una sala más pequeña, más oscura, sin ventanas, una especie de sótano. ÁGUEDA llora por lo bajo. Se oyen de fondo golpes lejanos. Llevan sus teléfonos móviles en las manos, componiendo el mosaico de pequeñas luces blancas cuadrangulares que ya hemos visto varias veces atrás. Uno de los teléfonos parpadea y se apaga.)

NACHO: El teléfono de Belén… Se le ha acabado la batería.

TOÑI: Pobrecita…

DIANA: ¿Habéis asegurado bien la entrada?

MIGUEL: Sí, hemos puesto una estantería enorme sobre la puerta…

EL DESCONOCIDO: Gracias a Dios amortigua un poco el ruido de los golpes.

NACHO: Son insistentes, no se cansan… ¿Cuánto tiempo llevan?

TOÑI: Horas. A lo mejor tan sólo minutos. Yo ya no sé en qué día vivo, no sé si es de día o de noche…

MIGUEL: Tranquilos, en esta habitación no hay ningún otro acceso, no van a poder entrar por ningún lado.

SOLDADO: ¡Tampoco vamos a poder salir! ¡Y aquí ni siquiera tenemos agua! ¡Ni las pastillas! ¡Ni nada!

MIGUEL: No lo entiendo…

SOLDADO: ¿El qué? ¿Qué pasa?

MIGUEL: Estoy seguro de que estaba todo cerrado… Diana, estaba todo cerrado, ¿verdad?

DIANA: Sí, lo estaba. Lo comprobamos tú y yo.

NACHO: Pues han entrado. Y ahora están por todo el palacio.

MIGUEL: ¡Comprobamos todas las ventanas, todas las puertas, es imposible!

TOÑI: Nosotros también nos colamos por una pequeña abertura que se les olvidó cerrar, acuérdate.

(ÁGUEDA saca del bolsillo de su vestido una jeringuilla)
.

ÁGUEDA
(Llora)
: Pobre Belén… todavía tengo aquí la última inyección que le iba a poner a la pobre niña… Tenía dolores terribles y apenas se quejaba.

NACHO: No llores más, Águeda.

ÁGUEDA: Si hubierais llegado a tiempo…

MIGUEL: No se podía hacer ya nada por ella. Pero cómo han podido entrar, ¡es imposible! Sé que todo estaba cerrado.

DIANA: No te tortures más. Este sitio es enorme, se te pudo pasar algo por alto, cualquier rendija, cualquier ventana.

ÁGUEDA
(Se serena un poco)
: Me gustaría que todos nos cogiéramos de las manos, por favor. Rezad conmigo… por Belén y también por nosotros. Pidamos a Dios que nos ayude…

DIANA: Águeda, aquí no somos católicos. Ninguno de nosotros lo es.

SOLDADO: Lo dirás por ti, yo sí creo en Dios.

EL DESCONOCIDO: Yo también.

DIANA: Ya, bueno, yo me niego a rezar al dios cristiano.

ÁGUEDA: ¿Y eso? ¿Qué mal te ha hecho nuestro señor Jesucristo?

DIANA: Águeda, yo no rezo pero rezad vosotros…

NACHO: Podemos rezar a algo más general… a la madre Tierra, por ejemplo.

SOLDADO: ¿A la madre Tierra? ¡Tócate los huevos! ¿Y por qué no a los Clicks de Famóbil?

DIANA: Pues mira, lo preferiría antes que lanzar una plegaria al dios de la puta Iglesia católica, joder. Al menos los Clicks de Famóbil me hicieron pasar de pequeña buenos ratos de juegos y la religión no me causó nada más que culpabilidad.

SOLDADO: Con lo sensata y equilibrada que parecías… Hemos pinchado en hueso con el tema religión, ¿eh?

DIANA: Me toca el coño tener que ponerme a rezar a Dios, es una vergüenza la Iglesia católica, paso.

ÁGUEDA: Ten un poco de respeto a las creencias de la gente.

TOÑI: Yo soy muy devota de Nuestra Señora del Rosario, patrona de Cádiz, si sirve de algo.

MIGUEL: ¿Y si alzamos una plegaria al universo?

SOLDADO: La madre que os parió.

NACHO: Oye, aquí hay distintas sensibilidades y todos tenemos derecho a ser escuchados.

ÁGUEDA: Por eso, porque hay distintas sensibilidades, lo que no hay que hacer es ofender.

DIANA: Pero ¿quién ha ofendido?

ÁGUEDA: ¡Pues tú! Que has dicho que te toca el coño la Iglesia y no sé qué más…

DIANA. Yo no he dicho eso.

ÁGUEDA: ¿Pero cómo que no? ¡Si lo hemos oído todos! ¿No lo habéis oído todos?

DIANA: Estaría bien, para empezar, que no nos ofendiéramos por chorradas.

ÁGUEDA: ¿Y si te llamo yo a ti bollera de mierda?

DIANA: Te estarías retratando tú misma.

(El SOLDADO ríe por lo bajo lanzando miradas cómplices al DESCONOCIDO. MIGUEL intenta poner orden)
.

MIGUEL: Bueno, vale, da igual. Diana, vamos a rezar a quien sea, si total, ni el universo, ni la madre Tierra, ni Dios nos van a escuchar. A ver, venga, cogeos de las manos…

ÁGUEDA: No, así no, esto es una porquería, yo estoy muy decepcionada.

MIGUEL: Bueeeeeno, a ver cómo lo quieres hacer.

ÁGUEDA: Quiero que se disculpe. No sólo me ha ofendido a mí sino a la pobre Belén… Recordad a la pobre Belén… Quiero que alcemos una plegaria por ella.

DIANA
(Tras una pausa)
: Está bien. Lo siento, Águeda.

MIGUEL: Vale, cogeos de las manos, entonces.

(Todos lo hacen. DIANA la última, con reticencias. Los golpes en la puerta son más audibles ahora)
.

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