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Authors: Mario Vargas Llosa

Tags: #Erótico, Humor, Relato

Pantaleón y las visitadoras (4 page)

—Una lengua vipelina —enseña los desnudos trenzados de las paredes, el espejo lesionado, las pantallas coloradas, los flecos danzantes del sillón multicolor el Chino Porfirio—. Sólo que es buena amiga y esta casa, aunque tiene sus añitos, es la mejol de Iquitos

—Échele una ojeada a lo que queda del material, si no —va señalando Chupito—: zambitas, blancas, japonesas, hasta una albina. Mucho ojo el de Chuchupe para escoger a su gente, señor.

—Qué buena música, a uno le pican los pies —se levanta, coge del brazo a una mujer, la arrastra a la pista, baila el Chino Porfirio—. Un pemisito, pa sacudil el esqueleto. Ven acá, potoncita.

—¿Puedo invitarle a una cerveza, señora Chuchupe? —mima una incómoda sonrisa y susurra Pantaleón Pantoja—. Me gustaría pedirle algunos datos, si no es molestia.

—Qué sinvergüenza simpático este Chino, nunca tiene medio pero cómo alegra la noche —arruga un papel, lo lanza hacia la cabeza de Porfirio, da en el blanco Chuchupe—. No sé qué le ven, todas se mueren por él.

Mírelo como se disloca.

—Cosas relacionadas con su, ejem, hmm, negocio —insiste Pantaleón Pantoja.

—Sí, encantada —se pone sería, lo autopsia con la mirada Chuchupe—, pero yo no creía que había venido a hablar de negocios sino a otra cosa, señor Pantoja.

—Me duele horriblemente la cabeza —se acurruca, se cubre con las sábanas Pantita—. Tengo descomposición de cuerpo, escalofríos.

—Cómo no te va a doler, cómo no vas a tener, y además me alegro mucho —taconea Pochita—. Te acostaste cerca de las cuatro y llegaste cayéndote, idiota.

—Has vomitado tres veces —trajina entre ollas, lavadores y toallas la señora Leonor—, has dejado oliendo todo el cuarto, hijito.

—Tú me vas a explicar qué significa esto, Panta —se acerca a la cama, echa chispas por los ojos Pochita.

—Ya te lo he dicho, amor, es cosa del trabajo —se queja entre almohadas Pantita—. Sabes de sobra que no tomo, que no me gusta trasnochar. Hacer estas cosas es un suplicio para mí, chola.

—¿Quiere decir que vas a seguir haciéndolas? —gesticula, hace pucheros Pochita—. ¿Acostarte al amanecer, emborracharte? Esto si que no, Panta, te juro que eso sí que no.

—Vamos, no se peleen —cuida el equilibrio del vaso, de la jarra, de la bandeja la señora Leonor—. Anda, hijito, ponte estos pañitos fríos y tómate este alka-seltzer. Rápido, con las burbujitas.

—Es mi trabajo, es la misión que me han dado —se desespera, se adelgaza, se pierde la voz de Pantita—. Si yo odio esto, tienes que creerme. No te puedo decir nada, no me hagas hablar, sería gravísimo para mi carrera. Ten confianza en mí, Pocha.

—Has estado con mujeres —estalla en sollozos Pochita—. Los hombres no se emborrachan hasta el amanecer sin mujeres. Estoy segura que estuviste, Panta.

—Pocha, Pochita, se me parte la cabeza, me duele la espalda —sujeta un paño sobre la frente, manotea bajo la cama, acerca una bacinica, escupe saliva y bilis Pantita—. No llores, me haces sentirme un criminal y no lo soy, te juro que no lo soy.

—Cierra los ojitos, abre la jetita —avanza una taza humeante, frunce la boca la señora Leonor—. Y ahora este cafecito calientito, hijito.

II

SVGPFA

Parte número uno

A
SUNTO GENERAL
: Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines.

A
SUNTO ESPECÍFICO
: Acondicionamiento del puesto de mando y evaluación de lugar aparente para enganche.

C
ARACTERÍSTICAS
: secreto.

F
ECHA Y LUGAR
: Iquitos, 12 de agosto de 1956.

El suscrito, capitán
EP
(Intendencia) Pantaleón Pantoja, encargado de organizar y poner en funcionamiento un Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines (
SVGPFA
) en toda la región amazónica, respetuosamente se presenta ante el general Felipe Collazos, jefe de Administración, Intendencia y Servicios Varios del Ejército, lo saluda y dice:

1. Que apenas llegado a Iquitos se apersonó a la Comandancia de la V Región (Amazonía) para presentar su saludo al general Roger Scavino, comandante en jefe, quien, luego de recibirlo con amabilidad y cordial simpatía, procedió a comunicarle algunas providencias tomadas para la más eficaz puesta en marcha de la misión que le ha sido confiada, a saber: que a fin de cautelar el buen nombre de la institución, conviene que el suscrito no se apersone nunca a la Comandancia ni a los cuarteles de esta ciudad, ni vista el uniforme, ni se domicilie en la Villa Militar, ni tenga relaciones con los oficiales de la plaza, es decir que actúe en todo momento como un civil, ya que las personas y ambientes que deberá frecuentar (la ralea, la sociedad prostibularia) no se condicen con las previsibles juntas de un capitán de la Fuerza Armada. Que acata estrictamente estas disposiciones, pese a lo triste que le resulta ocultar su condición de oficial de nuestro Ejército, de la que se siente orgulloso, y mantenerse apartado de sus compañeros de armas, a quienes considera sus hermanos, y pese a la delicada situación familiar que ello le crea, por cuanto también está obligado a guardar ante su señora madre y su propia esposa la más absoluta reserva sobre la misión, y por tanto a faltar a la verdad casi todo el tiempo en aras de la armonía familiar y buen éxito del trabajo. Que acepta estos sacrificios, consciente de lo impostergable de la operación que la superioridad le ha encargado y de los intereses de nuestros soldados que sirven a la Patria en las comarcas más remotas de la selva.

2. Que ya ha tomado posesión del emplazamiento sito a orillas del río Itaya, afectado por la Comandancia de la V Región para puesto de mando y centro logístico (reclutador/proveedor) del Servicio de Visitadoras. Que ya se han colocado a sus órdenes los soldados destacados al Servicio, quienes responden a los nombres de Sinforoso Caiguas y Palomino Rioalto y a quienes, con muy buen criterio, la superioridad ha elegido por sus dotes de excelente comportamiento, docilidad y cierta indiferencia ante personas del otro sexo, pues, caso contrario, el tipo de trabajo que tendrán y la idiosincrasia del medio que los envolverá, podrían suscitar en ellos tentaciones y consiguientes problemas para el Servicio. El suscrito desea hacer constar que el sitio donde se halla situado el puesto de mando y centro logístico reviste las mejores condiciones: ante todo, amplitud y vecindad del medio de transporte (río Itaya); luego, estar protegido de miradas indiscretas, pues la ciudad se halla bastante lejos y el lugar poblado más próximo, el molino de arroz Garote, se levanta en la orilla opuesta (no hay puente). De otro lado, goza de buenas posibilidades topográficas para instalar un pequeño embarcadero, de modo que todos los envíos y recepciones, cuando el Servicio de Visitadoras haya establecido su sistema circulatorio, puedan efectuarse bajo la vigilancia directa del puesto de mando.

3. Que la primera semana, el suscrito debió concentrar todo su tiempo y esfuerzos en la limpieza y adecentamiento del local, semicuadrilátero de 1.323 metros cuadrados (una cuarta parte de cuya superficie se halla techada con calamina), cercado de tabiques de madera y con dos portones, uno sobre la trocha a Iquitos y otro sobre el río. La parte con techo es de 327 metros cuadrados y está pavimentada; consta de dos plantas, siendo la superior sólo un volado de madera con baranda, al que conduce una escalerita de bombero. El suscrito ha instalado allí su puesto de mando, oficina particular, caja y archivo. En la parte inferior —que puede ser observada, en todo momento, desde el puesto de mando— se han colgado hamacas para Sinforoso Caiguas y Palomino Rioalto, y erigido un retrete de confección rústica (el desagüe es el río). La parte descubierta es un canchón de tierra, con todavía algunos árboles.

Que una semana para el acondicionamiento del lugar podría parecer excesivo, sintomático de lenidad o pereza, pero lo cierto es que el emplazamiento se encontraba en condiciones inutilizables, y, con permiso de la expresión, inmundas, por las razones que se exponen: aprovechando que el Ejército lo tenía abandonado, este depósito había venido sirviendo para prácticas heterogéneas e ilegales. Es así que se habían posesionado de él unos seguidores del Hermano Francisco, sujeto de origen extranjero, fundador de una nueva religión y presunto hacedor de milagros, que recorre a pie y en balsa la Amazonía brasileña, colombiana, ecuatoriana y peruana, alzando cruces en las localidades por donde pasa, y haciéndose crucificar él mismo, para predicar en esta extravagante postura, sea en portugués, español o lenguas de chunchos. Acostumbra anunciar catástrofes y exhorta a sus devotos (innúmeros, pese a la hostilidad que le profesan la Iglesia Católica y las protestantes, debido al carisma del sujeto, sin duda muy grande, pues su prédica no sólo hace mella en gente simple e inculta, sino también en personas con educación, como ha ocurrido por ejemplo y por desgracia con la propia madre del suscrito), a desprenderse de sus bienes y a construir cruces de madera y hacer ofrendas para cuando llegue el fin del mundo, lo que asegura será prontísimo. Aquí en Iquitos, por donde el Hermano Francisco ha pasado estos días, existen numerosas
arcas
(así se llaman los templos de la secta creada por este individuo en quien, si la superioridad lo juzga adecuado, el Servicio de Inteligencia debería quizás interesarse) y un grupo de «hermanos» y «hermanas», como se dicen entre ellos, había convertido este depósito en «arca». Tenían instalada una cruz para sus antihigiénicas y crueles ceremonias, que consisten en crucificar toda clase de animales, a fin de que su sangre bañe a los adictos arrodillados al pie de la cruz. Es así que el suscrito encontró en el local incontables cadáveres de monos, perros, tigrillos y hasta loros y garzas, lamparones y manchas de sangre por doquier y, sin duda, enjambres de gérmenes infecciosos. Que el día que el suscrito ocupó el local hubo que recurrir a la fuerza pública para desalojar a los Hermanos del Arca, en el momento que se disponían a clavar un lagarto, el mismo que fue decomisado y entregado a la Proveeduría Militar de la V Región.

Que, anteriormente, este infortunado local había sido usado por un brujo o curandero, al que los «hermanos» expulsaron por métodos compulsivos, el Maestro Poncio, quien celebraba aquí ceremonias nocturnas con ese cocimiento de cortezas, la ayahuasca, que, al parecer, cura enfermedades y provoca alucinaciones, pero también, lamentablemente, trastornos físicos instantáneos, como abundantes esputos, caudalosos orines y masiva diarrea, excrecencias que, junto con los posteriores cadáveres de animales sacrificados y los muchos gallinazos y alimañas que llegaban hasta aquí imantados por los desperdicios y la carroña, habían convertido este lugar en un verdadero infierno para la vista y el olfato. El suscrito debió procurar a Sinforoso Caiguas y Palomino Rioalto lampas, rastrillos, escobas, baldes (véanse recibos 1, 2 y 3) para que, trabajando diligentemente bajo su control, quemaran las basuras, baldearan suelo y paredes y desinfectaran todo con creso. Luego ha sido preciso envenenar y taponear las madrigueras y sembrar trampas para atajar la invasión de roedores, tan abundantes y desaprensivos que, aunque parezca exageración, salían y caminaban con parsimonia ante los ojos del suscrito y hasta tropezaban en sus pies. Se ha procedido al encalado y pintura de las paredes, lo que reclamaban insistentemente los destrozos, inscripciones, dibujos desvergonzados (también escondite de amores culpables debió haber sido el recinto) y las crucesitas de los «hermanos» que lucían. Asimismo, ha sido preciso adquirir en el Mercado de Belén, a precios de ocasión, algunos muebles de escritorio como mesa, silla, tablón y archivador para el puesto de mando (recibos 4, 5, 6 y 7). En cuanto al solar descubierto, en el que todavía aparecen muchos objetos abandonados por el Ejército desde la época en que lo utilizaba como depósito (latas, material motorizado en ruinas) que el Servicio de Visitadoras no ha querido destruir en espera de órdenes, ha sido acabado de desbrozar y debidamente limpiado (hasta una serpiente muerta se encontró bajo un matorral), con todo lo cual el suscrito tiene el honor de decir que en siete días, imponiéndose, eso sí, faenas de diez y hasta doce horas, ha conseguido convertir el indescriptible muladar que recibió, en un sitio habitable, sencillo pero ordenado, limpio y hasta grato, tal cual corresponde a toda dependencia de nuestro Ejército, aun clandestina como es el caso de la presente.

4. Que una vez acondicionado el emplazamiento, el suscrito ha procedido a levantar diversos mapas y organigramas para distinguir con la mayor exactitud el área que abarcará el SVGPFA, el número potencial de usuarios que tendrá y las rutas que seguirán sus convoyes. Que la primera evaluación topográfica sumariza las siguientes cifras: el Servicio de Visitadoras cubrirá un área aproximada de 400.000 kilómetros cuadrados, que incluye como centros usuarios potenciales a 8 Guarniciones, 26 Puestos y 45 Campamentos, hacia los cuales los medios de comunicación primordiales, a partir del puesto de mando y centro logístico, son el aire y la vía fluvial (véase mapa número 1), aunque en algunos casos excepcionales el transporte podría efectuarse por tierra (cercanías de Iquitos, Yurimaguas, Contamana y Pucallpa). Que para determinar el número potencial de usuarios del Servicio de Visitadoras, se permitió enviar (con el visto bueno del comandante en jefe de la V Región) a todas las Guarniciones, Puestos de Frontera y Afines, para que lo sometieran a los jefes de compañía o, en su defecto, de grupo, el siguiente
test
de su invención:

1.
¿Cuántos clases y soldados
solteros
se hallan bajo su mando? Considere, antes de responder, que, para los fines que le interesan, el test agrupa entre los casados no sólo a los clases y soldados unidos en matrimonio por la Iglesia o el Estado, sino también a quienes tienen convivientes (concubinas), e, incluso, a aquellos que, de manera irregular o esporádica, mantienen alguna forma de cohabitación íntima en las inmediaciones del emplazamiento en el que sirven.

O
BSERVACIÓN
:
el
test
quiere establecer, con la mayor precisión, el número de hombres bajo su mando
que no mantienen ninguna forma, permanente o pasajera, de vida marital.

2.
Una vez averiguado, con la mayor exactitud, el número de
solteros
a su mando (en la acepción del test), proceda a restar de ese guarismo a todos los clases y soldados a quienes, por alguna razón u otra, se podría catalogar como incapacitados para realizar actividades íntimas de tipo marital normal. Es decir: invertidos, onanistas inveterados, impotentes y apáticos sexuales.

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