Perdona si te llamo amor (21 page)

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Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

Buenos días, mundo. Escucho la radio a todo volumen. Una canción de Mina. Se la quiero dedicar a Fabio cuando me lo encuentre por el pasillo. Sí, sí, es muy apropiada. «Cómo tengo que decirte que no me gustas, tienes la espalda muy ancha, más que yo, cómo tengo que decirte que con tus bigotes ocultas tiernas sonrisas y el sol que hay en ti, cómo tengo que decirte que no hay…» Exacto. No hay. Y cuando no hay… no hay. No.

¿Sabes lo que voy a hacer? Esta mañana tengo ganas de comerme dos barritas de cereales con chocolate. Demonios. Tiene que llevarme mamá. Qué rabia. No tengo ciclomotor. De todos modos, el tipo era agradable. Lástima que me haya destrozado a Mila. Pero era dulce de verdad. Tan preocupado. Claro, que ¡después de preocuparse por el lateral de su coche! Un poco… eso, demasiado sentido de la propiedad. Y también… mentalidad algo antigua. Pero fuerte. Sí, hoy lo llamo. Tengo ganas de… aires nuevos.

—Chicos, sólo os digo una cosa: yo no me quiero ir de Roma.

Andrea Soldini y todos los demás lo ven entrar sonriente, como no habían visto a Alessandro desde hacía bastante tiempo.

—De modo que tenemos que ganar. Venga, explicadme bien en qué dirección estamos avanzando.

Todos hablan a la vez. Empiezan a enseñarle viejos anuncios, pequeñas fotografías, publicaciones de los años setenta, y también productos americanos e incluso, japoneses. Un mundo entero dando vueltas en torno a un simple caramelo.

—Tenemos que ser capaces de llegar a un público joven, pero también adulto…

—¡Sí! Tiene que ser gracioso, pero serio a la vez… De calidad pero popular, ambiguo, pero también concreto.

—Tiene que ser un caramelo.

Todos se vuelven a mirar a Andrea Soldini.

Y, ante esta última afirmación, Dario mueve la cabeza.

—Director del
staff creativo
… es verdad, es un genio.

A Alessandro se le escapa la risa, pero lo disimula.

—Vamos bien, chicos, en serio. Siempre he deseado tener un equipo que lo fuese de verdad hasta el fondo. Que no estuviese controlando lo que dice cada uno por si me pasa por delante y me quita puntos; como si también hubiese una competición entre nosotros.

Alessandro se detiene un momento. Andrea Soldini mira a Dario y le sonríe, como diciendo «¿Oyes lo que está diciendo? Eh, eh… No te has portado nada bien». Dario no cree lo que ven sus ojos, mueve de nuevo la cabeza y al final también él se ve obligado a soltar una carcajada y aceptar aquel desafío por el grupo.

—Ok, ok. Pongámonos a trabajar. Andrea… pon un poco de orden en todo lo que tenemos hasta ahora.

Andrea sonríe y se acerca a una gran pizarra en la que empieza a trazar líneas y a hacer un esquema con todo lo que han encontrado sobre caramelos, a través de tiempos y países.

—Bien, las imágenes que se imponen, las más bellas, son las de un caramelo francés. ¿El eslogan? Un americano imitando el famoso cartel de Vietnam, que dice aquello de «Te quiero ya», refiriéndose obviamente al caramelo.

Y continúa hablando, explicando la increíble cultura que se ha ido construyendo a través de los tiempos para acompañar a los caramelos más diversos. Alessandro escucha con curiosidad y atención, pero sin dejar de mirar su teléfono móvil. Esboza una sonrisa melancólica para sí, al ver que no llega ningún mensaje. Y un pensamiento dulce como un caramelo. Llamaría a Elena. Y sonríe mientras escucha y mira, sin verlas ya, las líneas que Andrea continúa trazando en la pizarra. Caray, el chico se esfuerza. Mira a los demás, que están tomando apuntes, que siguen su explicación, tomando notas en sus blocs, haciendo alguna aportación de vez en cuando. Giorgia sigue dibujando el eslogan, Michela anota frases y eslóganes, y subrayando de vez en cuando alguna cosa que le parece correcta, o que puede dar lugar a otra reflexión. Nos hallamos en pleno
brainstorming
, piensa Alessandro, y yo quiero quedarme en Roma.

Andrea Soldini traza una larga línea azul al final de todo lo que ha escrito.

—¡Ya está! Me parece que éste es el material más interesante que hemos encontrado y sobre el que debemos trabajar. Alex, ¿tienes alguna sugerencia, alguna idea en particular, puedes indicarnos algún camino? Somos todo oídos. Si tienes algo que decir, nosotros, tus fieles guerreros, soldados, servidores…

—Quizá sea mejor decir simplemente amigos o colegas.

—¿Sí? Vale… bueno, cualquier idea que tengas… nosotros la seguimos.

Alessandro sonríe, luego estira los brazos y los apoya en la mesa.

—Siento desilusionaros. Me ha gustado mucho escuchar todo el trabajo que habéis hecho, lo que pasa es que ahora mismo no tengo ideas. No sé cómo moverme, en qué dirección.

Todos lo miran perplejos, en silencio, alguno baja la mirada un poco avergonzado por cómo él se la sostiene, sin temor alguno, sonriente.

—Sé a donde no quiero ir, eso sí. A Lugano. Y también sé que muy pronto entre todos daremos con algo. Así que a trabajar, ¡nos vemos en la próxima reunión! Hasta ahora habéis hecho un buen trabajo.

Todos recogen sus carpetas, folios y cuanto han dejado sobre la mesa de la reunión y salen de la habitación. Todos menos Andrea Soldini, que se le acerca.

—Sé que Marcello y los suyos van adelantados. Hay una persona en ese grupo que me tiene en gran estima, a la cual estoy ligado. Sí. Me haría un favor, que me lo debe, vaya.

—Andrea, ¿por qué no eres nunca claro? Nunca se entiende lo que dices, ¿adónde quieres ir a parar?

—A ninguna parte. Lo que me gustaría es encontrar un atajo a la victoria. Podemos saber, por ejemplo, en qué punto se encuentran ellos y superarlos con una idea diferente, o hacer algo que haga que su idea resulte manida y superada. No me parece que esté diciendo nada tan raro.

—No. Pero sería un camino poco correcto, eso sí. Yo preferiría vencer sin atajos. —Alessandro le sonríe.

Andrea extiende los brazos.

—Sabía que eras así. Elena me lo decía. Sólo quería saber hasta qué punto lo eras de verdad.

Andrea se da la vuelta y vuelve a su trabajo. Justo en ese momento suena el móvil de Alessandro. Un mensaje. Mira a su alrededor cauteloso. Ve que sólo queda Andrea. Todos los demás están en la habitación contigua. Puede leerlo con tranquilidad. Espera que sea el que lleva esperando desde hace ya varios meses. «Amor, disculpa, me he equivocado.» O bien «Era una broma». O quizá «Te echo mucho de menos». O presuntuoso «¿No me echas de menos?», o absurdo «Tengo unas ganas tremendas de acostarme contigo». O taxativo «Fóllame ya». O loco «Lo sé, soy una fulana, pero quiero ser tu fulana…». En fin, cualquier mensaje, pero que lleve su firma: Elena. Alessandro permanece un instante con el móvil en la mano. Esa espera antes de leer. Ese sobrecito que parpadea sin revelar todavía todo lo que contiene y que, sobre todo, no dice si es suyo o no… Al final no puede más y lo abre.

«Ey, ¿qué estás haciendo? Fingiendo trabajar, ¿eh? Recuerda, sueña y sigue mis consejos: ligereza. Una sonrisa y todo te parecerá más fácil. Bueno, exagero un poco. Un beso. Y buen trabajo.»

Alessandro sonríe y borra el mensaje. Había pensado en todo menos en ella. Niki.

Veintiocho

—Eh, ¿a quién le has enviado ese mensaje? —Olly está de puntillas detrás de Niki. Divertida, astuta, suspicaz. Con los brazos en jarras, la mira con la cabeza ladeada, como hace siempre—. ¿Y bien?

—A nadie.

—Ah, sí, ya… Da igual, el hecho de que le hayas enviado un mensaje a nadie es ya indicio de mentira. Algo que no cuadra. Te das cuenta, ¿no? ¡Acabas de decir una gilipollez! —Olly le salta encima y la coge con el brazo por la garganta, sujetándole con fuerza la cabeza. Luego, con la mano que le queda libre, empieza a frotarle el pelo con el puño cerrado.

—¡Ay, me haces daño, Olly, ay! Basta ya, no seas imbécil.

En seguida llegan Diletta y Erica, que se ponen delante de ellas, ocultándolas con su cuerpo.

—¡Venga, Olly, tortúrala, que nosotras te cubrimos! ¡Haz que esta mosquita muerta hable!

Niki hace un quiebro y consigue zafarse del brazo de Olly. Se aparta, recupera el aliento y empieza a masajearse de inmediato el cuello y la cabeza.

—Estáis todas locas. Sois Olas rebeldes…

—Claro que sí, nos hemos rebelado ante ti, ¿no? Hace días que parece que no formes parte del grupo. ¿Qué te pasa?

Erica sonríe.

—Se ha enamorado, mirad cómo ha cambiado.

Diletta alza las cejas.

—¡Es verdad, si hasta se peina diferente!

Niki la mira furiosa.

—No te enteras de nada. A lo mejor es porque Olly me ha alborotado el pelo y ahora parezco un espantapájaros.

Olly insiste.

—Pero ¿se puede saber a quién le estabas enviando el mensaje o no? Nosotras te queremos. Está feo que te calles. Es como si no quisieras compartir con nosotras algo bonito, y eso que somos tus amigas, tus Olas…

Niki sonríe.

—Vale, vale, ahora os lo explico. No os he dicho nada porque aún no hay nada que contar, y es de esas cosas que, si las explicas antes de que ocurran, bueno, después todo se queda en nada, ¿entendéis?

—O sea, que nos estás acusando casi de traerte mal fario, no lo entiendo… ¡A por ella, chicas! ¡No puedes hacernos esto!

—Pero ¡yo no quería decir eso!

Niki busca la manera de protegerse. Se dobla sobre sí misma como si fuese un erizo. Olly, Diletta y Erica intentan enderezarla de todas las maneras posibles, se le suben encima y le tiran de los brazos hasta que lo logran. Entonces Olly le mete veloz la mano en el bolsillo trasero del pantalón y le roba el móvil.

—¡Chicas, os voy a leer lo que ha escrito!

—¡Joder, no, eres una cabrona, Olly!

—Qué cabrona ni qué cabrona; estoy preocupada por mi amiga. Hace algunos meses que lo dejaste con aquella especie de seudo-cantautor, o chico o niño o lo que sea… Y es precisamente en momentos como ése cuando se acaba cayendo en los brazos de un cualquiera, convencida de que se trata de un tío superguay. ¡Yo seré tus ojos!

—Oye, que yo no he caído en los brazos de nadie. Es eso lo que no sé cómo explicaros.

—No hay nada que explicar. —Olly levanta el móvil hacia el cielo y dice—:
Verba volant, scripta manent
.

—¡Jo, es la única frase que te sabes en latín y la repites cada dos por tres! Y, además, en este caso, no pega para nada —ríe Diletta, la culta de verdad del grupo—. En este caso, dado que se trata de un teléfono móvil, lo apropiado sería más bien… ¡
scripta volant
!

—De acuerdo —replica Olly—lo que sea, «
volant, manent
», siguen siendo sólo palabras. Leo en voz alta para nosotras. Abrir enviados, aquí está…

Está a punto de abrir el mensaje cuando oye una voz a sus espaldas.

—Así se hace, muy bien. Léelo también para mí, que me muero de curiosidad.

Diletta y Erica se vuelven. Captan al vuelo la situación y sueltan a Niki. Es Fabio, su ex novio, que la mira. Sonríe. Luego avanza hacia ellas, pesaroso.

—¿Qué pasa, os he aguado la fiesta?

Parece que lo sienta de verdad. Siempre ha sido muy buen actor. Olly se siente un poco molesta, cierra el teléfono de Niki y se lo guarda en el bolsillo.

—Vale, sólo quería divertirme yo también… no pretendía estropearos este momento de diversión.

Niki se le acerca.

—Hola, Fabio.

—Hola, Niki. —Fabio la mira a los ojos, inclinándose un poco hacia delante—. ¿El mensaje era para mí?

Niki lo mira. Las amigas se miran. Cada una a su manera está pensando: «¿Qué más te da, Niki? Dile que sí… Deja que se lo crea… ¿Qué te cuesta? No te metas en líos…»

Niki sonríe. A lo mejor ha escuchado sus pensamientos. Pero como de costumbre… Niki es Niki.

—No, no era para ti.

Fabio la mira a los ojos todavía un instante. Un instante que se hace eterno. Pero Niki está serena, y no baja la mirada. Y Fabio sabe que ella es así. Y al final no puede por más que sonreír.

—Por supuesto, claro. Si tienes que decirme algo me lo dices como has hecho siempre, mirándome a los ojos, ¿no es cierto, amor?

—Sí, pero no me llames «amor».

—Puede que fuese un mensaje para tus padres, o para tu hermano o para alguna otra amiga. De todos modos, ¿sabes qué?, no me importa lo más mínimo.

—Mejor así, Fabio.

—Cuando respondes de ese modo nunca sé si me estás tomando el pelo. En cualquier caso, yo estoy escribiendo una canción para ti, sólo para ti. Por todo lo que hubo entre nosotros… Y esa canción triunfará. Lo que he dejado escuchar de mi nuevo disco ha gustado, pero esta canción sobre ti es aún mejor. Ya he decidido mi nombre artístico para este disco… —Fabio se detiene un momento para crear suspense y las mira—. «Fabio… Fobia.» ¿Te gusta?

—Sí, mucho. Sobre todo es original.

Fabio menea la cabeza.

—¿Sabes por qué las cosas entre nosotros no funcionaron? Porque siempre tuviste envidia. Conmigo no eras el centro de atención. —Fabio mira un momento a Diletta, Olly y Erica. Y sonríe—. Hasta la vista.

Y se aleja sin más, con los pantalones un poco ajustados, un hermoso y esbelto físico, de espaldas anchas, el cabello rapado por un lado y largo por el otro. Y un pañuelo claro en la cabeza, de color azul celeste, que hace resaltar sus ojos azul oscuro.

Erica sonríe, intentando desdramatizar un poco la situación.

—La verdad es que es un bombón… Quiero decir… ¡guapísimo!

—Sólo le hubiese faltado ser feo, con lo gilipollas que es.

Olly le devuelve el teléfono a Niki.

—Sea cual sea el mensaje que has mandado, no hace falta que nos lo digas. Sólo espero que todo salga como tú quieres.

Niki sonríe y se mete el móvil en el bolsillo.

—Si tú lo dices, Olly, que siempre has sentido debilidad por Fabio…

Diletta interviene:

—En mi opinión, ha cateado todos estos años porque no quería apartarse de Niki.

—Venga ya, ¿por qué iba a querer catear?

—Me extraña que no os hayáis dado cuenta, porque para pasar sólo hay que hacer los deberes.

Mientras tanto, Niki borra el mensaje de Alessandro, para no correr más riesgos.

—Sea como sea, me gustaría leer el texto de la canción que ha compuesto sobre mí.

—También ha copiado esa idea. Lo sabes ¿no? Como Eamon cuando se separó de su mujer.

—Es verdad —dice Olly sonriendo—, ¿cómo se llamaba aquella canción?


Fuck it.

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