Perdona si te llamo amor (38 page)

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Authors: Federico Moccia

Tags: #Romántico

—Se congratula, ¿has oído? ¡Se congratula!

Erica me ha guiñado un ojo y Diletta ha levantado el pulgar en plan emperador romano con los gladiadores. Estoy salvada. No me echarán a los leones. Qué fuerte. Gracias, Cioran.

Cincuenta y dos

Leonardo está en la sala de reuniones con otros directivos. Están mirando los dos dibujos del equipo de Alessandro: la chica del columpio y la chica del surf.

—No falla, Belli siempre es el mejor. Tiene talento, estilo, originalidad. —Leonardo extiende los brazos—. Puede que el hecho de haberlo puesto a competir contra ese joven, de haber sentido un poco de aliento en la nuca, lo haya llevado a trabajar aún mejor que de costumbre, ¿no?

—Una óptima estrategia…

Leonardo prosigue.

—Sólo os digo una cosa: ayer, antes de sacarse de la manga esos dibujos, se hallaba en plena
full
inmersión entre la gente. Anteayer se pasó el día en Fregene, en las barracas viejas, entre los jóvenes de ahora, sus tendencias, sus sabores, sus deseos. No creerse nunca inteligente ni mucho menos superior, en esto Alessandro es perfecto. Se nutre del pueblo, de las personas, camina en la sombra, a su lado. Es un vampiro de emociones y sentimientos, un Drácula de tentaciones. —Después Leonardo mira su reloj—. Me dijo que hoy por la mañana traería el eslogan. Que iba a trabajar toda la noche. Pensad que ha reclutado nuevas diseñadoras a propósito para lograr un
lettering
que nos sorprenda.

El presidente deja la taza de café.

—Y sobre todo, que sorprenda a los japoneses.

Leonardo sonríe.

—Sí, por supuesto.

Justo en ese momento suena el interfono. La voz de la secretaria dice:

—Disculpe, señor, ha llegado el señor Belli.

Leonardo aprieta una tecla.

—Hágalo pasar, por favor. —Después se pone en pie y va hacia la puerta. La abre, y luego, vuelto hacia los demás anuncia—: Señores, el príncipe de la periferia.

Alessandro entra tranquilo.

—Buenos días a todos.

Con la sonrisa de quien se la sabe muy larga pero no quiere presumir de ello. O, al menos, de quien sabe una cosa con absoluta certeza. No irá a Lugano.

—Aquí está el trabajo de esta noche. —Deja la carpeta blanca en la mesa, en el centro de la mesa. «El eslogan de Alex.» Por suerte, la aleta del tiburón no se ve. Niki le ha explicado que el tiburón es la firma de Olly, la dibujante, la famélica «escuala» devoradora de hombres antes de convertirse en «Ola». Pero ésa es otra historia. Alessandro abre lentamente la carpeta. Todos los directivos, uno tras otro, incluido el presidente, se levantan de sus sillones de piel. En ese momento, el eslogan de Alex resplandece con total nitidez en el centro de la mesa. Esas palabras que a Niki le hubiese gustado tanto que le dijesen la noche anterior. Lo que a muchas chicas les gustaría que les dijesen. Sobre todo si se sienten «LaLuna» para alguien. Leonardo coge el diseño. Sonríe. Después lo lee en voz alta.

—No pidas LaLuna… ¡Cógela!

De improviso, en la sala se hace un silencio casi religioso. Todos se miran. A todos les gustaría decirlo, pero siempre se tiene miedo a ser el primero en hablar. No se está seguro de hallarse en sintonía con la decisión última. La del presidente. En realidad, sólo él puede tomarse esa libertad. El presidente se pone en pie. Mira a Alessandro. Luego mira a Leonardo. Después mira de nuevo a Alessandro. Y sonríe. Y dice lo que a todos les hubiese gustado tanto decir.

—Es perfecto. Nuevo y sorprendente.

Y todos estallan en aplausos.

—¡Bien!

Leonardo abraza por los hombros a Alessandro. Todos se levantan y van a felicitarlo. Uno le estrecha la mano, otro le da una palmadita en la espalda, otro sonríe o le guiña el ojo.

—Bravo, muy bien, de verdad.

Uno de los directivos más jóvenes coge el eslogan y los dos dibujos, se mete la carpeta bajo el brazo y se dirige a toda prisa hacia la puerta de la sala.

—Me voy rápidamente a montarlos sobre dos diseños, hacemos una prueba de impresión de cada uno y luego los enviamos a Japón.

—Sí, hazlo en seguida.

Alessandro acepta el café que alguien le ofrece.

—Gracias.

Cuando tienes éxito, los amigos te parecen muchos. En cambio, cuando fracasas, si te queda un amigo también es mucho. Leonardo se toma asimismo un café. El director se lo ha traído a ambos.

—Ahora sólo queda esperar dos semanas.

—¿Cómo? ¿No se lo enviamos por Internet?

Leonardo le da una palmada.

—Siempre tienes ganas de tomarme el pelo, ¿eh?, príncipe de la periferia. Dos semanas es el tiempo que tardarán ellos, todo su equipo directivo reunido, en hacer a saber qué investigación de mercado, probablemente diferente a la que hiciste tú ayer para dar con esta solución tan brillante.

Alessandro sonríe.

—Ah, claro.

—De modo que sólo nos queda esperar.

Alessandro se acaba su café y se dirige hacia la salida. Todos lo despiden con una sonrisa sin dejar de felicitarlo de nuevo. Pero él tiene un único pensamiento. Irse a descansar. A celebrarlo. Sale al pasillo y casi da un brinco juntando los dos pies en el aire, con ese placer que produce poder expresar la felicidad que uno siente. Justo en ese momento se cruza con Marcello, su joven contrincante. Lo saluda con una sonrisa y le guiña el ojo. Luego se detiene. Indeciso y pensativo. Pero decide intentarlo. Y le tiende la mano.

—Hasta la próxima.

Alessandro se queda así, a la espera. ¿Qué hará? ¿Se la estrechará? ¿Se irá sin decir nada? ¿Hará como si fuese a darme la mano y me dará una bofetada?

Marcello tarda un buen rato. También él debe de estar haciendo un
training
autógeno. Mantenerse sereno y tranquilo, tranquilo y sereno. Lo consigue. Marcello sonríe. Luego le tiende la mano a Alessandro y se la estrecha.

—Claro, hasta la próxima.

Alessandro se despide y se aleja más tranquilo ahora. Y por encima de todo, definitivamente vencedor. Ésos son los verdaderos éxitos.

Cincuenta y tres

Y se va. A celebrarlo sin pérdida de tiempo. Casa. Tranquilos. Decir algo. Beber algo. Una carcajada. No tener miedo de nada por un momento. Desconectar el teléfono. Y perderse sin prisa.

—Me ha gustado a rabiar esa película en la que sale la chica esa que hizo
León: el profesional

—Entonces debe de ser una película para jóvenes.

—¿Por qué te las das de viejo? Además, a estas alturas, también ella ha crecido.

—Espera, espera, la buscaré en Google. —Alessandro se va al ordenador.

—Mira, es ella. ¿La ves? Natalie Portman. Y la película se titula
Closer

—A ver…

Niki se sienta en sus piernas y se apoya en él haciendo un poco de presión. Se ríe mientras intenta navegar. Adelante. Atrás. Abre otra página. Una nueva búsqueda.

—¡Mira! Está también la banda sonora. Es chulísima. Espera, que me descargo la
preview

Alessandro la mira. Es guapísima, una niñita divertida que corre arriba y abajo con el puntero del ratón y con su entusiasmo. Cierra los ojos y, por un momento, aspira el olor de su cabello. Y su sonrisa. No piensa en nada más. Y eso le preocupa. Niki vuelve un poco la cara hacia él.

—Eh, ¿qué haces? ¿Te has quedado dormido?

—¡Qué va!

—¡Pues tenías los ojos cerrados! Vale, mira esto… Aquí están, son varias…
The Blower's Daughter
y
Cold Water
son de Damien Rice, pero también son muy guays,
Smack My Bitch Up
, de los Prodigy, ésta rompe, ¿a que sí? Y luego están esas dos, pero no las conozco,
How Soon Is Now
y
Come Closer
. Vamos a oír ésta… —Niki clica encima y la canción empieza a sonar—: «…
Come on closer, I wanna show you what I'd like to do..

—Bonita, ¿eh? Quiere decir…

—No, no, Alex, déjame a mí. Ya sé que sabes inglés. Pero así me prepararé un poco para los exámenes. Mi profe dice que tengo una buena pronunciación, pero que no entiendo bien el significado.

Niki cierra los ojos y escucha con atención… «
You sit back now, just relax now
,
I´ll take care of you
…» Después clica de nuevo sobre el reproductor virtual y la vuelve a poner desde el principio.

—Espera, ¿eh? Todavía no. —Y la vuelve a escuchar. Esta vez no tiene dudas.

—«Acércate, quiero mostrarte lo que me gustaría hacer… Siéntate de espaldas, ahora relájate, yo te cuidaré…» Tengo dudas acerca de ese «
back
»… —retrocede un poco—. Sí, tiene que ser así.

La pantalla avanza hasta «
Hot temptations, sweet sensations infiltrating through, sweet sensations, hot temptations coming over you

—Por favor, por favor, por favor, déjame volver a escuchar sólo esto. —Y se ríe—. Así, como mínimo, puedo decir que he estado repasando. Que he estudiado un poco. —Y, mientras en la pantalla se lee «
repeat
» y vuelve a sonar el primer minuto de la canción, Niki se levanta y apaga las luces. Solos. En el salón. Los sofás de piel blanca reflejan una luz suave procedente del exterior. Un coche pasa a lo lejos, el claxon no se oye, ni tampoco el ruido del motor.

Niki abre la puerta de la terraza. Respira lentamente el aire. Luego se desnuda. Por un momento, Alessandro se preocupa por si estará mirando el vecino de enfrente. Robando con los ojos lo que es suyo. Pero no. Está la amiga oscuridad. El vestido de Niki se desliza ligero por su piel hacia el suelo, y allí se queda, humilde cortesano. Niki salta por encima con un pequeño paso, muy leve. Se ha dejado puestas las zapatillas con las cintas atadas a los tobillos. No lleva sujetador. Se le acerca, pero se queda de pie frente al sofá.

—¿No vas a besarme?

Alessandro le da un beso ligero en los labios.

—Espera, quiero poner una cosa.

Se dirige a la librería, dejándola allí sola un instante, de pie, con la luna perfilándola como una delicada muchacha de contorno de nata, y con ese perfume ligero que proviene de ella.

Alessandro regresa junto a Niki. También él está desnudo. Le echa el pelo hacia atrás con delicadeza. Niki cierra los ojos. Suena una música.
She's the One
.

—¿Te acuerdas?

—Por supuesto, hay momentos que no se pueden olvidar.

Le sonríe con sus dientes perfectos. Brillan en aquella estancia en penumbra. El reflejo de un pez que zigzaguea veloz de noche en los mares caribeños, cambiando de dirección a cada rato, arrastrando consigo hacia el fondo la luna y su reflejo.

—Por un momento he pensado que ya te lo habrías puesto…

—¿El qué?

—¿Cómo que qué? El preservativo.

—No lo había pensado. —Y la atrae hacia sí, le acaricia el seno, la estrecha, la besa—. Hummm, qué bien sabes…

—¿Vas a tomarme, hombre? ¿Quieres penetrarme?

—Aún no… lo estoy pensando.

Niki sonríe y lo besa con pasión. Y se divierte. Sí. Un beso divertido, con la lengua; un beso que sabe a amor y a juego. Lleno de sabores buenos y de deseo y de mar abierto y de tantas cosas más. Una lengua que tiene sueños que contar. Y se tumban en el sofá. Niki tiene las piernas suaves y tantos tenues aromas que parece un prado florido, misterioso, oculto tras un bosque, enteramente por descubrir.

—Pareces un cervatillo que corre y tropieza y se cae entre las flores y, al levantarse, lleva consigo flores y pétalos y manzanilla y margaritas y violetas salvajes y rosas silvestres y hierbas que huelen de todas las maneras…

Niki sonríe.

—Pero ¿qué dices?

—Digo, digo…

—¿Y por qué me dices todas esas tonterías, quieres impresionarme? Mira, a lo mejor no lo recuerdas, pero ya hemos hecho el amor.

—Qué boba eres, te lo digo porque a veces es bonito hacer el bobo. —Y vuelve a besarla. Sí, cuando te enamoras es bonito hacer el bobo… Lo malo es que no te percatas, no te das cuenta… ¿No te estarás enamorando, Alex? Se lo pregunta a sí mismo. Y se siente todavía más bobo. Casi podría ruborizarse. Pero la penumbra siempre te salva, te protege, te hace soñar, te hace hacer el bobo.

—No lo estarás leyendo, ¿eh? A veces parece que haces cosas estudiadas… No me gusta. Me parece estar en uno de tus anuncios. —Niki se aparta.

—Tengo que decirte la verdad: se me había olvidado que ya habíamos hecho el amor.

—Bobo. —Niki le da una pequeña palmada en la espalda y después, con dulzura, se deja besar de nuevo.

Alessandro siente crecer su deseo. La empuja suavemente con la mano en el pecho, y ella se deja caer en el sofá. Y suspira mientras él le baja las bragas. La piel bajo su cuerpo es fresca. Alessandro la mira. Es muy hermosa. Y tiene diecisiete años. Cuatro más que la hija de Pietro. Pero ¿qué culpa tengo yo? La culpa es de Pietro, que los tuvo demasiado pronto. Por eso tiene tantas ansias de libertad. Alguien dijo que hay un tiempo para cada cosa. ¿Y ahora? ¿De qué tiempo se trata? ¿Qué más puedo esperar? Es una llamarada súbita. Y hambre. Y deseo. Y ya no entiendo nada. Y miro por la ventana y siento otros olores y el vecino tiene las luces apagadas y ahora es ella quien me empuja, y lo hace con dulzura y me sonríe y me estira las piernas, y se tumba sobre mí. Y es decidida. Muy decidida. Ay. Lo ha hecho a propósito. Y me mira desde abajo con sus grandes ojos. Y sonríe. Es muy decidida. Y hermosa. E inocente. Y me dejo ir. Y cierro los ojos.

¿Y si ahora entrase Elena? Elena tiene las llaves de casa. Podría. Tengo que cambiar la cerradura. No. Que entre si quiere. Fue ella quien decidió irse. Sí, que entre si quiere. Mejor aún, ojalá entrase. Y atraigo a Niki hacia mí y le sonrío. Y nos besamos con deseo. Y ya sabe un poco a mí. Y decido hacerle el amor.

—Eh. —Me mira preocupada—. No te has puesto nada. Ten cuidado, ¿eh?

—Tú misma lo has dicho. No todo tiene que estar calculado.

Ella sacude la cabeza y luego me besa.

—Me gustas con locura.

—Y tú a mí.

Y luego me viene como un flash. Oh, no, definitivamente tengo que cambiar la cerradura.

Mi madre también tiene una copia de la llave.

Cincuenta y cuatro

A veces dos semanas pasan de prisa. A veces parece que no pasen nunca. Ésta es una de esas veces. Pero a Alessandro le resulta agradable llenar ese tiempo que ya no es libre, ni perdido, ni regalado. Ese tiempo «forzado» a la espera de un veredicto… japonés. Y cenas en los lugares más diversos. Y descubrir a Niki día tras día. El sabor de la muchacha de los jazmines, siempre tan diferente, dulce, amargo, a miel, a arándano… a chocolate. De matices hermosos como la más caprichosa de las puestas de sol. Unas veces niña. Otras adolescente. Otras mujer. Y de nuevo niña. Y sentirse culpable a veces. Y otras tan feliz que da miedo. Pero ¿miedo de qué? ¿De enamorarse demasiado? ¿De que se pueda acabar? ¿De que todo cambie, la edad, el trabajo, la vida que ha llevado hasta ahora tanto que no quepa ya en ella? Pero ¿por qué no con Elena? Sintonía total, mil cosas hechas juntos, las mismas experiencias, el mismo modo de vida. Sí. Éramos perfectos. Tan perfectos que incluso en el final lo fuimos: un fracaso perfecto. No. Ya falta poco para la respuesta de Japón y quiero disfrutarlo a fondo. Felicidad ligera. Sin pensamientos. Tal como viene, como sale. Sí, quiero estar en esta onda.
Marea alta
. ¿Cómo había interpretado esa canción Enrico? Ah, sí. «Tú existes en mí como la marea alta.» Es el miedo a la profundidad de lo que creas y no sabes gobernar. «El miedo inmenso a que no seas mía.» Qué grande eres Enrico. Tony Costa aún no ha dado señales de vida. ¿Cómo puede ser que esta investigación dure tanto tiempo? De todos modos, el precio ya está pactado, no es que vaya a ganar más por alargarla. Le he llamado hoy y me ha dicho que hablaremos a finales de mes. Espero que no haya problemas. De repente, la voz de Niki.

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