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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por unos demonios más (13 page)

A un lado estaba mi espejo adivinatorio, para dibujar el pentáculo de invocación sobre él, mi última barra de tiza magnética, más tejo, un cuchillo ceremonial, mis tijeras de plata, una bolsita blanca de sal marina y un bosquejo que Ceri había hecho antes utilizando los lápices de colores de Ivy. Ceri también había sacado el cubo de la despensa. No quería saberlo. De verdad que no quería saberlo. El círculo iba a ser diferente del que había dibujado en el suelo aquella misma mañana: una conexión permanente que yo no tendría que invocar con mi sangre cada vez que quisiese responderlo. La mayoría de las cosas que había en la mesa estaban destinadas a conseguir que la maldición se pegase al cristal.

El ruido suave de los platos mientras nos colocábamos era reconfortante y yo me tiré en una de las cómodas sillas tratando de fingir por unos momentos más que esto no era más que una reunión de tres amigos para comer una noche lluviosa de verano. Minias podía esperar. Me puse el plato en el regazo y cogí el tenedor mientras disfrutaba de la tranquilidad.

Ceri colocó la botella llena de vino tinto sobre la mesa a su lado, cogió la taza de té entre sus dedos vendados y lo bebió con gracia. El nerviosismo empezaba a hacerse patente y a abrirse camino por mi espalda: aquello me quitaba el apetito. Jenks se dirigía al tarro de miel que Ceri se había echado en el té y ella lo tapó para quitarlo de su alcance. Gruñendo, Jenks revoloteó hacia las plantas que había sobre mi escritorio, enrabietado.

—¿Estás segura de que esto no es peligroso? —le pregunté mientras miraba toda aquella parafernalia. No entendía la magia de líneas luminosas y, por lo tanto, no confiaba en ella.

Ceri arqueó las cejas mientras partía un trozo de su pan de hierbas. Un mechón de su pelo ondeaba con la brisa que entraba por los montantes de abanico abiertos, situados sobre las vidrieras fijas, que ahora de noche estaban oscuras.

—Nunca es seguro pedir la atención de un demonio, pero no creo que quieras dejar esto sin zanjar.

Asentí con la cabeza y pinché otro montón de pasta con el tenedor. No sabía a nada y dejé el tenedor en el plato.

—¿Crees que Newt vendrá con él?

Ella se ruborizó un poco.

—No. Lo más probable es que no se acuerde ti, y Minias no permitirá que nadie se lo recuerde. Cuando ella se pierde, él recibe una reprimenda.

Me preguntaba qué sería lo que sabía Newt y que era tan terrible que tenía que olvidarlo para mantenerse medianamente cuerda.

—Ella cogió tu círculo. No creía que fuese posible.

Ceri se limpió delicadamente la comisura de los labios con una servilleta para esconder su miedo.

—Newt hace lo que quiere porque nadie es lo suficientemente fuerte como para responsabilizarse de ella —dijo ella. Debió de notar mi ansiedad, porque añadió—: En este caso es una habilidad. Newt sabe hacer de todo. Es solo cuestión de tiempo que lo recuerde durante el tiempo suficiente como para enseñar a alguien.

Quizá por eso Minias seguía con ella a pesar del peligro. Quizá estuviese aprendiendo cosas, poco a poco.

Ceri cogió el mando a distancia y apuntó al equipo de música. Era un gesto muy moderno para una personalidad tan vieja, y yo sonreí. Si no sabías que se había pasado mil años como familiar de un demonio, pensarías que tenía treinta y tantos.

De repente se escuchó un
jazz
ligero.

—Se ha puesto el sol. Deberías volver a dibujar el círculo de invocación antes de media noche —dijo alegremente, y a mí se me hizo un nudo en el estómago—. ¿Recuerdas las figuras de esta mañana? Son las mismas.

La miré intentando no parecer estúpida.

—Mmm… no.

Ceri asintió y luego hizo cinco movimientos distintos con la mano derecha.

—¿Te acuerdas?

—Mmm… no —repetí. No tenía ni idea de qué conexión había entre las figuras dibujadas y sus movimientos de mano—. Y pensé que lo harías tú. Dibujarlos, me refiero.

Ceri soltó el aliento con un largo suspiro de exasperación.

—Es en su mayoría magia de líneas luminosas —dijo—. Con gran simbolismo e intención. Si no lo dibujas de principio a fin entonces seré yo la que reciba todas las llamadas entrantes… y, Rachel, me caes bien, pero no voy a hacer eso.

Yo hice una mueca y le dije:

—Lo siento.

Ella sonrió, pero capté un gesto de dolor en su rostro cuando no se dio cuenta de que la estaba mirando. Ceri era la persona más agradable que conocía: les daba chucherías a los niños y a las ardillas, era amable con los vendedores a domicilio, pero tenía poca paciencia en lo relativo a enseñar. Su temperamento brusco no casaba bien con mi falta de concentración y mis hábitos de estudio caóticos.

Me puse colorada, dejé a un lado el plato y coloqué entre las piernas el espejo adivinatorio. Ya no tenía hambre y la poca paciencia de Ceri me estaba haciendo sentirme estúpida. Nerviosa, cogí mi tiza magnética.

—No se me da muy bien esto —murmuré.

—Por eso vas a hacerlo con tiza y luego lo vas a grabar —dijo ella—. Venga, veámoslo.

Yo dudé mientras miraba el gran espacio vacío de cristal. Mierda.

—Venga, Rache —me apuró Jenks aterrizando sobre el espejo—. Sígueme. —Y con las alas totalmente inclinadas, empezó a caminar formando un círculo amplio.

Yo seguí sus pasos y Ceri dijo:

—Primero el pentáculo.

Yo retiré súbitamente la mano del cristal.

—Vale.

Jenks levantó la vista para mirarme como pidiéndome indicaciones, y yo me hundí.

Ceri dejó su plato con evidente disgusto.

—No tienes ni idea de esto, ¿verdad?

—Dios, Ceri —me quejé mientras observaba a Jenks revolotear furtivamente para robar la gota de miel que había en la cuchara de Ceri—. La verdad es que no he terminado ninguna clase de líneas luminosas. Sé que mis pentáculos son una mierda y no tengo ni idea de qué significan esos símbolos ni de cómo dibujarlos. —Sintiéndome estúpida, agarré la copa de vino… el blanco, no el tinto que había traído Ceri, y bebí un sorbo.

—No deberías beber cuando haces magia —dijo Ceri.

Frustrada, dejé la copa sobre la mesa con tanta fuerza que casi se derrama.

—¿Entonces por qué está ahí? —dije demasiado alto.

Jenks me lanzó una mirada de advertencia y yo resoplé. No me gustaba sentirme estúpida.

—Rachel —dijo la mujer suavemente, y yo hice una mueca con la cara al notar la pena en su voz—. Lo siento. No debería esperar que tengas las habilidades de un maestro cuando todavía estás empezando. Es solo…

—Un estúpido pentáculo —dije, terminando la frase por ella, intentando buscar la parte divertida.

Ella se puso colorada.

—En realidad es solo que quería acabar de hacer esto esta noche.

—Ah. —Avergonzada, miré el espejo en blanco y vi la sombra gris de mi reflejo mirándome. Iba a quedar fatal. Lo sabía.

—El vino es un conductor para la sangre de invocación, también lavar la sal del espejo cuando has acabado —dijo Ceri, y mi mirada se dirigió hacia el cubo y entonces comprendí por qué lo había sacado—. La sal actúa como nivelador y elimina el exceso de determinación en las líneas que dibujas en el cristal además de poner el contenido ácido del tejo en un estado neutro.

—El tejo es tóxico, no ácido —dije, y ella asintió a modo de disculpa.

—Pero dibujará el cristal una vez que lo bañes en tu aura.

Puaj. Era una de esas maldiciones. Genial
.

—Siento haberte hablado mal —dije suavemente mientras la miraba a ella y luego apartaba la mirada—. No sé lo que estoy haciendo y eso no me gusta.

Ella sonrió y se apoyó en la mesa, entre ambas.

—¿Te gustaría saber el significado de los símbolos?

Yo asentí y me relajé. Si iba a hacer aquello, debería saberlo.

—Son representaciones pictóricas de gestos de líneas luminosas —dijo, moviendo la mano como si estuviese hablando en lenguaje de signos—. ¿Lo ves?

Formó un puño con el pulgar pegado al dedo índice curvado y un ángulo con la mano de tal manera que el pulgar apuntase hacia el techo.

—Este es el primero —añadió, y luego señaló el primer símbolo en la chuleta que había sobre la mesa. Era un círculo partido por una línea vertical—. La posición del pulgar la indica la línea —añadió.

Miré la figura y luego mi puño y giré la mano hasta hacerlos coincidir.
De acuerdo
.

—Este es el segundo —dijo mientras hacía el símbolo de OK y ponía la mano formando un ángulo para que el reverso estuviese en paralelo con el suelo.

Yo la imité y lo comprendí cuando miré el círculo con las tres líneas saliendo por la parte de la derecha. Mi pulgar y mi índice formaron un círculo y estiré los tres dedos como las líneas que salían de la parte derecha de la figura. Miré la siguiente figura, que era un círculo con una línea horizontal y, antes de que ella colocase las manos, formé un puño y giré la mano para que el pulgar quedase en paralelo con el suelo.

—¡Sí! —dijo Ceri, haciendo ella después el mismo gesto—. ¿Y el siguiente sería…?

Pensando, fruncí los labios y me dispuse a hacer el símbolo. Se parecía al anterior, pero con un dedo saliendo por un lado.

—¿Dedo índice? —pregunté, y al verla asentir estiré un dedo, gesto que ella correspondió con una sonrisa.

—Exacto. Intenta hacer el gesto con el meñique y ya verás como duele.

Guardé el índice y saqué el meñique. Sí que dolía, así que volví a la postura correcta.

—¿Y esta? —pregunté mientras miraba a la figura que había en el último espacio. Había un círculo, así que sabía que algo tenía que tocar mi pulgar pero ¿qué dedo?

—El corazón —me ayudó Ceri, y yo hice el gesto, sonriendo. Ella se echo hacia atrás sin dejar de sonreír—. Veámoslo.

Ya más segura, hice los cinco gestos y los fui leyendo mientras recorría el pentáculo en el sentido de las agujas del reloj. No era tan difícil.

—¿Y esta figura de en medio? —pregunté mientras miraba la larga línea de fondo con tres rayos saliendo del centro, equidistantes entre ellos. Allí era donde estaba mi mano cuando había contactado con Minias la otra vez y, a juzgar por su aspecto, las puntas de mis dedos tocarían los extremos de las líneas.

—Ese es el símbolo de una conexión abierta —dijo—. Como si fuese una mano abierta. El círculo interior que toca el pentáculo es nuestra realidad y el círculo exterior es siempre jamás. Tu mano abierta actúa como un puente. Hay un patrón alternativo con una serie de símbolos escritos entre los dos círculos que ocultan tu ubicación y tu identidad, pero es más difícil.

Jenks se rio entre dientes mientras seguía intentando sacar algo de miel de la cuchara de Ceri.

—Yo también apuesto a que es más difícil —dijo—. Y queremos terminar antes de que salga el sol.

Yo lo ignoré y sentí que empezaba a comprender todo aquello.

—Y el pentáculo simplemente sirve para darle una estructura a la maldición —añadió Ceri, tirando por la borda mi buen humor.
Ah sí. Me había olvidado de que era una maldición. Mmm, genial
.

Al ver mi mueca, Ceri se inclinó sobre la mesa y me tocó el brazo.

—Es una maldición muy pequeña —dijo. Su intento por consolarme empeoró las cosas—. No es malvada. Estás perturbando la realidad y eso deja una marca pero, de verdad, Rachel, es poca cosa.

Esto va a ira peor
, pensé, y luego sonreí forzadamente. Ceri no tenía por qué ayudarme con eso. Debería estarle agradecida.

—De acuerdo, primero el pentáculo.

Batiendo las alas, Jenks aterrizó sobre el cristal y se estremeció antes de ponerse las manos en las caderas y mirarme.

—Empieza aquí —dijo mientras se ponía a caminar— y sígueme.

Miré a Ceri para ver si aquello estaba permitido y ella asintió. Relajé los hombros y luego los volví a contraer. La tiza casi resbalaba al pasarla sobre el espejo, como si fuera cera sobre una piedra caliente. Contuve el aliento esperando notar un hormigueo de poder, pero no sentí nada.

—Ahora por aquí —dijo Jenks cuando se elevó en el aire y volvió a descender en un punto nuevo.

Jugué a unir los puntos y me mordí el labio hasta que se formó un pentáculo en casi todo el espejo. Mi espalda se resintió del esfuerzo, así que me estiré.

—Gracias, Jenks —dije, y él echó a volar despidiendo un color rojo.

—No hay problema —dijo mientras iba a sentarse en el hombro de Ceri.

—Ahora los símbolos —dijo Ceri, y yo me dirigí hacia el triángulo de arriba con cuidado para no emborronar el resto de las líneas—. ¡Ese no! —exclamó antes de que la tiza tocase el espejo, y yo di un respingo—. El de abajo a la izquierda —añadió sonriendo para suavizar la voz—. Cuando dibujas quieres que se eleve en el sentido de las agujas del reloj. —Formó un puño y miró la chuleta—. Este primero.

Yo miré el dibujo y luego el pentáculo. Tomé aire y agarré la tiza con más fuerza.

—Dibújalo sin más, Rache —se quejó Jenks y, mientras el ruido de los coches pisando el asfalto mojado me tranquilizaba, los dibujé todos y mi mano se iba moviendo con más seguridad al hacer cada figura.

—Lo haces tan bien como yo —dijo Ceri, a modo de halago, y yo me eché hacia atrás y respiré profundamente.

Dejé la tiza en el suelo y sacudí la mano. Eran unas pocas figuras solamente pero me estaba empezando a doler. Miré el tejo y Ceri asintió una vez con la cabeza.

—Debería grabar el cristal si invocas una línea y hacer que tu aura entre en él —dijo ella, y yo arrugué la cara.

—¿Tengo que hacerlo? —pregunté al recordar el incómodo sentimiento de desazón al sentir que me despojaban de mi aura. Luego miré la iglesia—. ¿Y no debería estar en un círculo?

El pelo de Ceri flotó cuando se inclinó para apilar nuestros platos.

—No. El espejo no va a tomarla toda, solo una parte. No hace ningún daño.

Parecía segura de sí misma, pero aun así… no me gustaba perder una parte de mi aura. ¿Y qué pasaría si Minias aparecía o llamaba mientras tanto?

—Venga, por el amor de las manzanas verdes —dijo Ceri con un aire misterioso—. Si así lo hacemos más rápido.

Yo hice una mueca de dolor, tenía miedo, y luego salté cuando ella volvió a conectar con la línea y, con una palabra murmurada en latín, creó un círculo amplio. Las alas de Jenks hicieron un ruido todavía más agudo cuando la gran burbuja de siempre jamás, cubierta de color negro, apareció a nuestro alrededor. Ceri estaba justo en el centro, como solía ocurrir con los círculos no dibujados, y yo pude sentir la presión de siempre jamás contra mi espalda. Me eché hacia delante de repente y las alas de Jenks sonaron todavía más fuerte. Finalmente, se posó sobre la mesa, junto al salero. Sabía que no le gustaba estar atrapado, pero después de ver la impaciencia de Ceri, decidí que Jenks ya era mayorcito y que podía pedir que lo dejasen marcharse si aquello le molestaba tanto.

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