Read Por unos demonios más Online

Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por unos demonios más (42 page)

—¿Cómo has dormido últimamente? —preguntó, como si fuese mi médico—. ¿Algún estornudo más?

Sonreí, halagada de que se preocupase.

—No, esta mañana no he dormido demasiado, pero no fue por culpa de Minias. —Ella levantó las cejas y yo añadí—: ¿Crees que Newt volverá a aparecerse?

Ella sacudió la cabeza muy seria.

—No. Minias se andará con cuidado durante un tiempo.

Mientas agarraba mi café caliente pensé que si Newt se presentaba no había demasiado que yo pudiese hacer, en vista de que había tomado el control del círculo triple de Ceri con tanta facilidad como si abriese una carta. Al recodar que yo había tomado el círculo de Tom, estuve a punto de preguntarle, pero no lo hice. Tenía que ser porque yo había entrado en él mientras lo estaba construyendo. Eso es todo. Estaba segura de que había leído en alguna parte que aquello era posible. Y además, no quería arriesgarme a oírla decir que era poco habitual.

Cantando
Satisfaction
, de los Rolling Stones, Jenks se sentó con las piernas cruzadas ante su tarro de veintiocho gramos sirviéndose directamente en la boca.

—Yo te protegeré, Rache —dijo interrumpiéndose a sí mismo—. Como dicen los Ramones, le haré a ese demonio una labiotomía,
tctatomía
, lob, lob, lobotomía, si se vuelve a presentar.

Yo torcí el gesto y vi cómo se caía, se reía alegremente de sí mismo y volvía a sentarse con un fuerte «Ay». Abatida, cogí un trozo de bollo. Estaba seco, pero me lo comí de todas formas.

El agua de Ceri empezó a hervir. Consiguió llenar su tetera aun sosteniendo a Rex en sus brazos y trajo consigo su bebida para sentarse a la mesa. Jenks se tambaleó hacia la tetera moviendo las alas para mantener el equilibrio y se apoyó en ella, dejándose resbalar mientras suspiraba profundamente.

—¿Te puedo preguntar una cosa? —dijo Ceri mirando la taza vacía.

Yo no tenía nada que hacer hasta eso de las seis, que era cuando tendría que empezara prepararme para la misión así que, tras taparla miel de Jenks, subí un pie a la silla y me rodeé una rodilla con el brazo.

—Claro. Dime.

Sus mejillas se sonrojaron un poco cuando preguntó:

—¿Ivy te hizo daño al morderte?

Yo me quedé de piedra y Jenks, con los ojos cerrados, empezó a farfullar:

—No, no, no. La maldita vampiresa la hizo sentir bien. Joder, qué cansado estoy.

Tragué saliva y la miré a los ojos.

—No, ¿por qué?

Ella escondió su labio inferior y, mordiéndolo con un gesto encantador, se puso seria.

—Nunca deberías avergonzarte de amar a alguien.

La presión sanguínea se me aceleró.

—No lo hago —dije a la defensiva.

Estaba agresiva porque tenía miedo, pero en lugar de responderme con el mismo sentimiento, ella bajó la mirada inesperadamente.

—No te estoy criticando —dijo suavemente—. Yo… te envidio. Y tienes que saberlo.

Los dedos que rodeaban mi rodilla se tensaron. ¿
A mí
? ¿
Envidia mi mierda de vida
?

—Dices que no confías en la gente —se apresuró a explicar, rogándome comprensión con sus intensos ojos verdes—. Pero sí que lo haces. Confías demasiado. Lo das todo aun cuando tienes miedo. Y yo envidio eso. No creo que yo pudiese amar a alguien sin miedo… ahora mismo.

Jenks tenía hipo.

—Ceri, no pasa nada. Yo te quiero.

—Gracias, Jenks —dijo Ceri, sentándose con remilgo en la silla—. Pero nunca funcionaría. Tu cuerpo no es tan grande como tu corazón y, por mucho que me gustase pensar que soy un alma y una mente, también tengo un cuerpo que tengo que satisfacer.

—¿¡Que no soy lo suficientemente grande!? —protestó poniéndose de pie y tambaleándose. Solo le funcionó un ala y estuvo a punto de caerse—. Pregúntale a Matalina. —El pixie se puso pálido—. Bueno, da igual.

Ceri sirvió un poco de té. El líquido de color ámbar gorgoteaba alegremente, contrastando con mi desasosiego. Levanté lentamente la segunda rodilla y la puse junto a la otra.

—Jenks, siéntate —murmuré cuando se empezó a desviar en su ruta hacia la miel y se dirigió hacia el borde de la mesa. Me alegraba de estar distrayéndome un poco y entonces pensé en la boda de Trent y Ellasbeth. Iba a coger a Jenks cuando chocó contra las servilletas y se puso una encima de la cabeza.

¿Por qué no le había hablado a Trent de Ceri? ¿O a Ceri de Trent? No se me da bien juzgar a las personas, pero aun así podía afirmar que ambos parecían hechos el uno para el otro. Trent no era tan malo, aunque me había mantenido enjaulada como a un visón. Y me había metido en peleas. Y me había engañado para que intentase cazar a Piscary por mí misma, aunque parte de esa estupidez fue culpa mía.

Cogí otro trozo de pastel. Trent me había tratado con respeto la noche que fui su guardaespaldas a sueldo y luego me había mantenido con vida. Había confiado el cuidado de Lee en lugar de matarlo, que era lo que quería. Aunque si le hubiese permitido a Trent matar a su amigo, probablemente no estaría de guardaespaldas en su boda.

Esto es un desastre
, pensé mientras me tragaba el trozo de bollo con el café frío. Ceri era mayorcita para tomar sus decisiones. Y si Trent la utilizaba, lo mataría como a un cerdo. Y como me estaba ganando su confianza, probablemente pudiese acercarme lo suficiente como para hacerlo, lo que, por cierto, era un pensamiento aterrador.

Se me aceleró el corazón y me limpié los dedos con una servilleta.

—¿Ceri? —dije mientras ella me miraba con expectación. Rex seguía en su regazo y ella la estaba acariciando. Tomé aire y dije—: Quiero presentarte a una persona.

Me miró a los ojos con sus ojos verdes y esbozó una sonrisa.

—¿A quién?

Yo miré a Jenks, pero no se estaba enterando de nada porque estaba durmiendo debajo de las servilletas.

—Mmm… a Trent. —Sentí presión en el pecho y recé por estar haciendo lo correcto—. Mira, él es un elfo.

Con una gran sonrisa, Ceri empujó a Rex al suelo para poder apoyarse en la mesa. La gata salió de la habitación y el olor a vino y canela me envolvió cuando Ceri me dio un abrazo rápido.

—Lo sé —dijo mientras volvía a su sitio y me sonreía—. Gracias, Rachel.

—¿Lo sabías? —dije con la cara caliente de la vergüenza. Dios, debe de pensar que soy una boba insensible, pero ella se revolvió en su silla y sonrió como si le acabase de regalar un poni, un perrito y luego la maldita luna—. Trent Kalamack, ¿no? —tartamudeé—. ¿Estamos hablando del mismo Trent? ¿Por qué no me dijiste nada?

—Tú me devolviste el alma —dijo ella moviendo el pelo—. Y con ella la posibilidad de redimirme de mis pecados. Te observo para orientarme. Quería que tú lo aprobases. No te esforzaste en ocultar que no te cae bien.

Ella sonrió tímidamente y yo la miré.

—¿Sabías que era un elfo? —pregunté. Todavía no me lo podía creer—. ¿Cómo? ¡Él no sabe que existes! —
Al menos eso es lo que yo creo
.

Avergonzada, levantó los pies y se sentó con las piernas cruzadas con un aspecto tan sabio como inocente.

—Lo vi en una revista el invierno pasado, pero a ti no te caía bien. —Me miró a los ojos y luego volvió a mirar al suelo—. Sabía que te había hecho daño. Keasley me dijo que él controla el tráfico de azufre y como cualquier cosa en exceso es algo dañino. Pero Rachel ¿cómo puedes condenar todo lo bueno por una cosa mala? —dijo sin un atisbo de ruego en su voz—. Ha sido ilegal treinta y dos años de cinco mil y es algo muy descarado por parte de los humanos para intentar controlar el Inframundo.

Visto así, Trent casi parecía respetable
. Molesta, me recosté en la silla.

—¿Te ha contado Keasley que chantajea a la gente utilizando investigación genética ilegal? ¿Que sus campamentos Pide un Deseo son laboratorios genéticos clandestinos en los que ayuda a niños para chantajear a sus padres?

—Sí. También me dijo que el padre de Trent te curó la enfermedad de la sangre porque tu padre era amigo suyo. ¿No crees que le deberías estar agradecida?

Vaya
. Me quedé sin aliento y helada, no por aquello de que le debiese gratitud a Trent, sino porque Keasley supiese algo de lo que yo no me enteré hasta el pasado solsticio.

—¿Keasley te ha contado eso?

Ceri me miró por encima de su taza de té y levantó y bajó la cabeza, asintiendo con firmeza.

Mi mirada de preocupación se dirigió a la ventana con cortinas azules que había encima del fregadero y al jardín iluminado por el sol que había al otro lado. Tendría que tener una charla con Keasley.

—El padre de Trent me salvó la vida —admití, volviendo a concentrarme en ella—. Mi padre y el suyo eran amigos y compañeros de trabajo. Y ambos murieron por eso, así que creo que eso elimina cualquier gratitud que pudiese deberle.
Ese elfo tonto del culo se cree que el mundo le debe todo
.

Pero Ceri se limitó a sorber su té.

—Quizá Trent te metió en las peleas de ratas porque culpa a tu padre de la muerte del suyo.

Yo tomé aire para protestar, pero luego lo solté lentamente. Mierda. ¿
Acaso Trent es tan inseguro como el resto de nosotros
? Ceri rellenó su taza con un aire de suficiencia.

—¿No lo culpabas tú por la pérdida de tu padre? —preguntó, innecesariamente, he de reconocer.

—Sí —dije, dándome cuenta de que el hecho de haberlo puesto en pasado funcionaba. Ya no lo culpaba. Piscary lo había matado, bueno, hablando en general. En cierto modo. Quizá. Y si yo era una brujita buena y mantenía el culito de elfo de Trent a salvo durante su boda, quizá me contase los detalles. Sacudí mis pensamientos mentalmente y aparqué aquello para darle vueltas más tarde.

—¿Quieres conocerlo? —pregunté con voz cansada. Parecía tan emocionada por aquella posibilidad…

Su cólera almacenada se desvaneció y sonrió desde el otro lado de la mesa.

—Sí, por favor.

«
Sí, por favor

Como si necesitase mi aprobación
.

—No necesitas que te dé permiso.

Mi tono era casi hosco, pero ella dejó caer los ojos recatadamente.

—Pero quiero que me lo des. —Dejó la taza sobre el plato con un clic—. He crecido con la esperanza de que alguien me guiase en los asuntos del corazón: un guardián y un confidente. Mis padres están muertos. Mi especie se ha reducido con el tiempo. Tú rescataste mi cuerpo y liberaste mi alma. Tú eres mi Sa'han.

Me erguí en la silla como si me hubiesen tirado un cubo de agua helada por encima.

—Eh, espera, Ceri. Yo no soy tu guardiana. No lo necesitas. ¡ No le perteneces a nadie! —¿
Acaso se ha vuelto loca
?

Ceri puso los pies en el suelo y se inclinó hacia delante rogándome con la mirada que la comprendiese.

—Por favor, Rachel —suplicó—. Necesito esto. Ser familiar de Al me lo arrancó todo. Devuélveme ese trozo de mi vida. Necesito recuperar lazos con mi antigua vida antes de poder cortarlos y pasar a esta.

Entré en pánico.

—¡Soy la última persona a la que deberías pedir consejo! —conseguí decir tartamudeando—. ¡Mírame! ¡Soy un desastre!

Ceri bajó la mirada y sonrió.

—Eres la persona más generosa que conozco y arriesgas constantemente tu vida por aquellos que no pueden defenderse por sí mismos. Veo esto en la gente a la que amas. Ivy, que tiene miedo de no poder seguir librando sola su batalla. Kisten, que lucha por permanecer en un sistema en el que sabe que es demasiado débil. Jenks, que tiene la valentía pero no la fuerza suficiente para dejar huella en un mundo que ni siquiera lo ve.

—Vaya, gracias Ceri —farfulló el pixie desde debajo de la servilleta.

—A menudo vemos lo peor de la gente —dijo—, pero tú siempre ves lo mejor. Con el tiempo.

Yo la miré boquiabierta. Al notar mi malestar, dudó.

—¿Confías en Trent?

—¡No! —espeté, y luego hice una pausa. Pero aun así contemplaba la posibilidad de presentárselo a Ceri—. Quizá en algunas cosas —corregí—. Pero sí confío en tu buen juicio.

Al parecer dije lo correcto, porque Ceri sonrió y me puso una de sus frías manos sobre la mía.

—Crees en él más de lo que piensas y, aunque puede que no lo conozca, confío en tu juicio, por mucho que tarde en llegar. —Entonces sonrió con picardía—. No soy una niña tonta que se deja cegar por un trasero agraciado y una extensa lista de propiedades.

¿Un trasero agraciado y una extensa lista de propiedades? ¿Ese era el equivalente de las edades Oscuras para un culo prieto y un montón de pasta? Me reí y ella apartó la mano.

—Es muy astuto —le advertí—. No quiero que se aprovechen de ti. Sé que te va a pedir una muestra para su laboratorio.

Ceri bebió su té con los ojos clavados en el jardín iluminado.

—Y se la daría. Quiero tanto como él que mi especie se recupere. Solo desearía ser anterior a la maldición para que el daño se pudiese subsanar por completo en lugar de los parches que les ha estado aplicando a nuestros hijos.

Rodeé con mis dedos la fría porcelana, pero no me llevé la taza a los labios. Trent me debía una bien grande. Ceri le estaba proporcionando algo más que un buen parche.

—Es manipulador —añadí levantando una ceja.

—¿Y yo no? ¿Crees que yo no podría hacer que ese hombre comiese en la palma de mi mano si yo quisiese?

Aparté la mirada, preocupada. Sí, claro que podía.

Ceri se rio.

—No busco un marido —dijo con aquellos ojos verdes y centelleantes—. Tengo que reinventarme a mí misma antes de poder compartir mi vida con alguien. Además, se va a casar.

No pude evitar resoplar.

—Con una mujer despreciable —murmuré, empezando a relajarme. No quería que Trent se casase con Ceri. Aunque Trent no fuese tan malo, probablemente no volvería a verla después de que descubriese su jardín.

—Creo —dijo Ceri con ironía— que tú piensas que esta boda no es más que un castigo por los pecados que cometió en el pasado.

Yo asentí y miré al jardín al ver movimiento. Me puse de pie y me acerqué a la ventana, pero solo eran los niños de Jenks intentando sacar a un colibrí del jardín.

—Tú no la has visto —dije, maravillada ante su trabajo en equipo. Ceri se puso a mi lado y el intenso aroma a canela que despedía me hizo cosquillas en la nariz—. Es una mujer horrible —añadí en voz baja.

La mirada de Ceri siguió a la mía al jardín.

—Y yo también —dijo ella, con un tono todavía más suave.

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