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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por unos demonios más (19 page)

—Atrás —le advertí—. Ya sé por dónde vas, pero él no mató a esas mujeres.

—¿Entonces por qué intenta convencerse a sí mismo de que no lo hizo?

—David es perito de una compañía de seguros, no un asesino. Tú mismo lo dijiste… fueron suicidios.

David emitió un sonido de dolor interior. Me giré hacia él y le toqué el hombro.

—Mierda. Lo siento. No quería decir eso.

Entonces dijo rotundamente sin levantar la vista:

—Todas estaban solas. No tenían a nadie que las ayudase, que les dijese qué iba a ocurrir. Que el dolor desaparecería. —Levantó la cabeza con los ojos llenos de lágrimas—. Pasaron por todo eso solas y fue culpa mía. Yo podría haberlas ayudado. Si hubiese estado con ellas, habrían sobrevivido.

—David… —empecé a decir, pero de repente su rostro perdió toda expresión y se puso de pie.

—Tengo que irme —dijo tartamudeando—. Tengo que llamar a Serena y a Kally.

—Un momento, señor Hue —dijo Glenn con firmeza, y yo lo miré mal.

David tenía la cara blanca y su pequeña pero fuerte complexión estaba en tensión.

—¡Tengo que llamar a Serena y a Kally! —exclamó. Iceman echó un vistazo al pasar junto a la puerta.

Me puse entre Glenn y el angustiado hombre lobo con las manos extendidas a modo de placaje.

—David —dije para calmarlo mientras le ponía suavemente la mano sobre el brazo—, seguro que están bien. Falta una semana para la luna llena. —Me giré hacia Glenn y le dije con voz rotunda—: Y a ti te he dicho que no te acercases.

Al oír la dureza de mi tono entornó los ojos, pero aunque él era el especialista en el inframundo de la AFI, yo era una inframundana.

—¡Atrás! —insistí, y luego bajé el tono de voz por si despertaba a alguien—. Es amigo mío, así que o le das un poco de cancha o, Glenn, vas a saber de lo que es capaz una bruja mala y cabreada.

Glenn apretó los dientes. Yo le lancé una mirada furiosa. Nunca había utilizado mi magia con él, pero habíamos ido allí para responder la pregunta de si el foco estaba convirtiendo humanos en hombres lobo, no para acusar a alguien de homicidio.

—David —dije sin quitarle los ojos de encima a Glenn—, siéntate. El detective Glenn tiene algunas preguntas. —
Dios, espero tener alguna respuesta
.

Una vez ambos se relajaron, y después de que Iceman cerrase la puerta al salir, yo también me senté y crucé las piernas como si fuese la anfitriona de aquella agradable fiesta. David volvió a su asiento, pero Glenn seguía de pie y me miraba con mala cara. Bien. Si le salían arrugas, era su cara, no la mía.

Entonces me puse a pensar. Mierda, no era tan inteligente como para inventarme una mentira creíble. Tendría que decirle la verdad. Odiaba eso. Hice una mueca y miré a los ojos a Glenn.

—Mmm… bu… bueno… —dije tartamudeando—. ¿Puedes guardar un secreto? —Pensé en los vampiros que estaban durmiendo y me alegré de que los cajones estuviesen insonorizados. Por desgracia, no eran a prueba de olores.

Glenn resopló como si se estuviese desinflando y su actitud cambió. De un oficial agresivo y frustrado de la AFI, pasó a ser el poli de la esquina.

—Dado que se trata de ti, Rachel, te escucharé. Durante un rato.

De acuerdo, aquello era justo, ya que yo lo había amenazado con atacarlo con mi magia. Miré a David y, al ver que me lo estaba dejando todo a mí, di una palmada sobre mi regazo.

—La razón por la que no encuentras a esas mujeres en la base de datos es porque no están en los archivos del inframundo.

Glenn levantó las cejas.

—Están en los archivos de humanos —dije. Como si de un tren se tratase, casi podía escuchar el ruido al cambiar de vía… Mi vida iba a tomar un rumbo nuevo y, probablemente, más corto.

El tejido del traje de Glenn hizo un sonido suave al darse la vuelta.

—¿Humanas? Pero…

—Entraron siendo mujeres lobo, sí —terminé. Traje al frente mi bolso para ponérmelo en el regazo, pero no pensaba decirle que tenía el foco. Probablemente insistiría en llevárselo y, cuando yo me negase, a él le daría un ataque de testosterona y yo me pondría en plan bruja. Lo mejor era evitar esa situación. Glenn me caía bien y cada vez que utilizaba la magia solía perder a un amigo.

Oí a mis espaldas la voz sin emoción de David.

—Yo las convertí. No era mi intención. —Volvió a levantar la cabeza—. Créame. No quería que ocurriese esto. No creía que fuese posible.

—Y no lo es —dijo Glenn. Ahora, además de confuso, estaba enfadado—. Si esta es tu idea de una broma…

No me creía.

—¿No crees que te contaría una historia mejor si estuviese tomándote el pelo? —dije—. Tengo que pagar el alquiler y no voy a perder el día aquí abajo en la morgue —dije, y miré aquel entorno estéril—. Por muy bien que se esté aquí.

El gran hombre frunció el ceño.

—Los humanos no se pueden convertir en hombres lobo. Es un hecho.

—Y hace cuarenta años los humanos creían que era un hecho que no existían los vampiros ni los pixies. ¿ Y qué hay de los cuentos de hadas? —dije—. En los antiguos, un mordisco podía convertir a alguien en hombre lobo. Bueno, pues son auténticos y la prueba es que encontraras a esas mujeres en las bases de datos de humanos.

Pero la cara de Glenn indicaba que no se lo tragaba.

Bajé la cabeza y dije mirando al suelo:

—Verás, hay una estatua maldecida por un demonio. —
Dios, suena tan poco convincente
—. Se la di a David para que me la guardase porque él es un hombre lobo y Jenks decía que le daba dolor de cabeza. Es magia mala, Glenn. Quien la tenga tiene la capacidad de convertir a un humano en un hombre lobo. Los hombres lobo la quieren y los vampiros matarán a quien sea para destruirla y mantener el equilibrio de poder en el inframundo. —Levanté la vista y, aunque me estaba escuchando, sabía que no estaba preparado para descartar sus creencias—. Supuse que era necesario algún ritual adicional para convertir a un humano. —Con un gran sentimiento de culpa, le toqué el brazo a David—. Pero al parecer no.

—¿Las mordiste? —dijo Glenn con tono acusador.

—Me acosté con ellas. —La voz de David adoptó un toque defensivo—. Tengo que marcharme. Tengo que llamar a Serena y a Kally.

Glenn apoyó la mano en la culata de su arma. Me habría ofendido, pero no creía que se diese cuenta.

—Mira —dije desesperada—, ¿te acuerdas de lo que pasó en mayo, cuando tuvieron lugar los disturbios entre los vampiros y los hombres lobo? —Glenn asintió y yo me apresuré a ponerme delante de la silla. No me gustaba que tuviese la mano sobre la pistola—. Bueno, fue porque tres manadas de hombres lobo pensaban que yo tenía ese artefacto de los hombres lobo y estaban intentando eliminarme.

Glenn abrió los ojos de par en par. Empezaba a creérselo.

—Y si se descubre que no se cayó por el puente Mackinac, sino que está en Cincinnati convirtiendo humanas en mujeres lobo, estaré condenada. —Dudé—. Otra vez.

El oficial de la AFI soltó un suspiro largo y lento, pero no sabía qué estaba pensando.

—Por eso asesinaron a la secretaria del señor Ray, ¿verdad? —dijo señalando los cajones que tenía a sus espaldas.

—Probablemente —dije en voz baja—. Pero David no lo hizo.

Maldita sea. Denon tenía razón. Su fallecimiento era en parte culpa mía. Me sentía miserable. Aparté los ojos del cajón y miré a David. Estaba destrozado, intentando comprender las muertes de las tres mujeres. Si esto salía a la luz, ambos estábamos muertos. Entonces me dirigí a Glenn.

—No se lo vas a decir a nadie, ¿verdad? —pregunté—. Tienes que guardar silencio sobre esto. Diles a sus allegados que murieron en un accidente.

Glenn sacudió la cabeza.

—Lo mantendré tan en secreto como pueda —dijo mientras se acercaba y se ponía delante de David—. Pero quiero esto sobre el papel. ¿Señor Hue? —dijo respetuosamente—. ¿Le importaría venir conmigo a la oficina para cumplimentar algún papeleo?

Mierda
. Me dejé caer en la silla acolchada y se formó una nube de aire con olor a incienso a mi alrededor.

—No lo vas a arrestar, ¿verdad? —pregunté, y David se puso aún más blanco.

—No, solo le voy a tomar declaración. Por su seguridad. Si me has dicho la verdad —dijo recalcándolo, como si no lo hubiese hecho—, no tienes nada de qué preocuparte. Ni tú ni el señor Hue.

Le había dicho la verdad, pero seguía sin estar tranquila. Sabía que mi cara tenía una expresión agria cuando me puse de pie al lado de David y le dije:

—¿Quieres que vaya contigo? —Me pregunté si debería pensarme lo de marcharme de la iglesia a cambio de los servicios de Skimmer como abogado, por el bien público.

El hombre lobo asintió. Parecía abatido, pero tenía buen aspecto con el traje y la corbata.

—No pasa nada, Rachel. Lo sé todo sobre formularios. —Hizo una mueca de dolor aceptando aquello con cansancio y miró a Glenn—. Si paramos en mi casa le puedo dar los nombres y las direcciones de todas las mujeres con las que me he acostado desde que tengo en mi poder esa… esa cosa.

Glenn frunció aquellos labios carnosos que tenía y se pasó la mano por su corta cabellera.

—¿Con cuántas mujeres ha tenido relaciones sexuales durante los últimos dos meses, señor Hue?

A David se le subieron los colores.

—Con seis, creo. Necesito ver mi agenda para estar seguro.

Glenn hizo un ruidito y casi pude ver que crecía su respeto hacia aquel hombre tan atractivo.

Dios, los hombres son unos cerdos
.

—Volveré a casa en autobús —dije. Quería estar sola. Lo que menos me apetecía era un viaje a la AFI.
Dios, y a ellos también estaba empezando a gustarles yo
.

—Podemos dejarte en casa —se ofreció Glenn—. También me puedo llevar en custodia el artefacto. No hay razón para que estés en peligro.

Yo arqueé las cejas e intenté no mirar el bolso.

—Está en correos —mentí. No quería entrar en por qué no quería dárselo—. En cuanto llegue a mi buzón te llamaré. —
Mentiiira, ji, ji
. Glenn entrecerró sus ojos marrones y sentí una oleada de calor. Aunque David sabía dónde estaba, no dijo nada ya que, al parecer, estaba de acuerdo con la decisión que yo había tomado. Cogí fuerzas, me puse el bolso al hombro y me dirigí a la puerta. Esto no había ido nada bien. Quizá podría venderlo por internet y donar lo recaudado al fondo para aliviar los efectos de la guerra, porque iba a haber una guerra.

—Gracias por su colaboración, señor Hue —estaba diciendo Glenn cuando me marché—. Sé que es duro, pero las familias de esas mujeres estarán agradecidas de saber lo que ha ocurrido.

—No les diga que yo convertí a sus hijas —susurró David—. Yo lo haré. Permítame hacer eso.

Miré hacia atrás mientras abría las puertas batientes. Glenn estaba encorvado en un gesto compasivo mientras caminaba junto al hombre de menor estatura. Lo analicé y luego decidí que no estaba fingiendo.

—Haré todo lo posible —dijo Glenn mirándome durante un momento.

Sí, ya había oído eso antes. Significaba que haría lo posible mientras eso no significase romper sus malditas reglas.

Detective de la AFI honesto, gilipollas y mojigato
, pensé. ¿
Qué le cuesta intentar que esto no se haga público
? Luego respiré para calmar mi frustración. Estaba empezando a pensar como Trent. Sin embargo, esto era una lucha de poder potencial del inframundo, no un laboratorio genético ilegal. Pero habían muerto varias mujeres y yo quería que les mintiese a sus familias sobre cómo y por qué habían muerto.

Redujimos el paso cuando Glenn fue a hablar con Iceman y David se detuvo a mi lado. Las pocas arrugas que tenía estaban más marcadas a causa del estrés y tenía un aspecto horrible.

—Lo siento muchísimo, David —susurré.

—No es culpa tuya —dijo él, pero yo me sentía como si lo fuese.

Glenn volvió con nosotros y le hizo un gesto a David para que saliese primero. El agente de la AFI me agarró por el antebrazo y me hizo caminar más despacio hasta que David estuvo varios pasos por delante de nosotros.

—¿Quién te dio la estatua? —me preguntó mientras subíamos la escalera.

Yo miré aquellos dedos oscuros que me rodeaban el brazo y recordé aquella gruesa carpeta que me había dado en la que se relataban los delitos de Nick. Temblorosa, agarré el mugriento pasamanos y lo utilicé para subir.

—Dime que te partirás el culo por dejar esto bajo llave en un cajón —le pedí—. Todo.

—Dímelo, Rachel —dijo con voz amenazante, sin ceder ni un centímetro.

Exhalé y vi que David se había venido abajo de nuevo.

—Nick —dije. No veía por qué no decírselo. El ladrón se estaba haciendo pasar por muerto, así que no había razón para que Glenn lo buscase.

Glenn relajó su actitud y luego asintió.

—De acuerdo —dijo—. Ahora te creo.

10.

En la parada del bus hacía calor y permanecí allí de pie, respirando aire con olor a asfalto, a humo de tubo de escape y al cercano Skyline Chili. Probablemente era la única cadena de restaurantes que servía comida con base de tomate que había sobrevivido a la Revelación y al boicot a los tomates que la mitad de la población mundial superviviente había adoptado. Tenía hambre y sentí la tentación de pedir algo para llevar, pero sabía que en cuanto me marchase de la parada aparecería el autobús y tendría que esperar otra media hora.

Así que me quedé allí, con mis vaqueros y mi camiseta verde, sudando bajo el implacable sol y observando el intenso tráfico. El pulcro hombre lobo que había a mi lado olía bien y los dos hechiceros que monopolizaban la sombra de un árbol recién plantado estaba hablando de nimiedades. Sabía que eran hechiceros porque su característico olor a secuoya estaba casi oculto bajo el exagerado perfume que estaba haciendo llorar al hombre lobo.

Cuanta más magia practicas, más fuerte es tu olor, aunque normalmente solo otro inframundano puede olerlo. Con los vampiros ocurría lo mismo: los que se daban más caprichos tenían un olor más intenso a incienso. Jenks decía que yo apestaba a magia e Ivy a vampiro.
Y todos vivimos juntos en una pequeña y apestosa iglesia
, canturreé para mí.

Incómoda, pasé un dedo entre mi cuerpo y la tira de mi bolso. La palabra «hechicero» era una designación de habilidad, no de sexo. Los hechiceros no eran más que brujos que no habían tenido que pasar por el fastidio de aprender cómo preparar un hechizo de memoria.

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