Rama Revelada (12 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

—¿Y qué hay respecto de Benjy y Katie? —preguntó Nicole.

El desagrado hizo que se contrajera el rostro de Richard.

—Evidentemente, Benjy no podría venir por sí mismo, por lo que su participación depende de que alguno de los demás decida ayudarlo o no ayudarlo. En cuanto a Katie, es tan inestable e impredecible… hasta es concebible que decida contárselo a Nakamura… Creo que no tenemos más alternativa que dejarla afuera de esto…

—Un padre nunca pierde la esperanza —señaló Nicole en voz baja, tanto para sí misma como para Richard—. A propósito —agregó—, ¿tu proyecto también incluye a Max y Eponine? Son, virtualmente, miembros de la familia.

—En realidad, Max es la opción perfecta para coordinar la fuga desde dentro de la colonia —dijo Richard, entusiasmándose—; hizo un trabajo tan extraordinario al ocultarte y después llevarte al lago Shakespeare sin que te descubrieran… Patrick y Ellie van a necesitar alguien maduro y sensato para que los guíe a través de todos los detalles… En mi plan, Juana y Eleonora primero van a ponerse en contacto con Max, que no sólo está familiarizado con los robots, sino que también va a brindar su honesta evaluación respecto de si el plan puede funcionar o no. Si nos dice, a través de los robots, que toda la idea es disparatada, entonces lo abandonamos.

Nicole trató de imaginar el alborozo que sentiría en el momento de abrazar otra vez a cualquiera de sus hijos. Era imposible.

—Muy bien, Richard —declaró, sonriendo por fin—. Admito que estoy interesada… Hablemos al respecto… Pero debemos prometernos que no haremos cosa alguna, a menos que estemos seguros de que no vamos a poner en peligro a los chicos.

8

Poco después de la cena, Max Puckett y Ellie Turner se excusaron de permanecer con Eponine, Robert y la pequeña Nicole, y se fueron caminando hacia la granja de Max, en Nuevo Edén. No bien estuvieron seguros de no ser oídos, Max empezó a contarle a Ellie acerca de las recientes visitas que le habían hecho los robotitos. Ellie no podía creer lo que estaba oyendo.

—Seguramente estás equivocado —aseveró en voz alta—. No pueden estar sugiriendo que sencillamente abandonemos…

Max se puso un dedo cruzando los labios, mientras caminaban los últimos metros que faltaban hasta el cobertizo.

—Tú misma puedes hablar con ellos —susurró—. Pero, según estas personitas, hay mucho lugar para todos nosotros en esa madriguera en la que viviste tus primeros años.

Estaba oscuro dentro del cobertizo. Antes de que Max encendiera la luz, Ellie ya había vislumbrado los dos diminutos robots refulgentes parados en el alféizar de una de las ventanas.

—Hola otra vez, Ellie —saludó la pequeña Juana, todavía vestida con su armadura—. Tu madre y tu padre están bien y te envían saludos.

—Vinimos a verte esta noche —agregó el robot Eleonora— porque Max consideró necesario que oyeras, por ti misma, lo que tenemos que decir. Richard y Nicole los invitan a ti y tus amigos a unírseles en la antigua madriguera de ustedes, en Nueva York, donde tus padres están llevando una existencia espartana, pero pacífica.

—Todo lo de la madriguera —fue ahora el turno de Juana— está igual que cuando eras una niñita. Alimentos, ropa y otros objetos siguen siendo provistos por los ramanos, después de que se hace la solicitud por medio del teclado que hay en la Sala Blanca. En la cisterna que hay al pie de la escalera de entrada hay cantidades ilimitadas de agua dulce.

Ellie escuchaba fascinada, mientras Juana le hacía recordar las condiciones de vida que tuvieron en la ciudad insular situada en el lado austral del segundo hábitat. Ellie intentó traer a la memoria la madriguera, pero la imagen que se le aparecía en la mente era sorprendentemente vaga. Lo que podía recordar con claridad, de ese período de su vida, eran los últimos días en Rama y los espectaculares anillos de colores que emanaban del Gran Cuerno y que derivaban lentamente hacia el norte del gigantesco cilindro. Pero el interior de la madriguera aparecía nebuloso.
¿Por qué no puedo recordar con más claridad la guardería, cuando menos?
, se preguntaba.
¿Porque demasiadas cosas ocurrieron desde ese entonces, y produjeron impresiones más profundas en mi memoria?

Un montaje de imágenes correspondientes a los primeros tiempos de su infancia recorrió la visión mental de Ellie. Algunas de las imágenes eran en verdad de Rama, pero muchas más pertenecían al departamento que la familia ocupaba en El Nodo. Los rasgos imborrables de El Águila, una figura casi divina para Ellie niña, parecían predominar sobre el montaje.

Eleonora de Aquitania le preguntaba algo, pero ella no estaba prestando atención.

—Lo siento, Eleonora —se disculpó—, repite tu pregunta, por favor; temo que me perdí temporariamente en mi niñez.

—Tu madre preguntó por Benjy. ¿Todavía está en el pabellón hospitalario de Avalon?

—Sí, y progresando tanto como se puede esperar. La persona más amiga que tiene en todo el mundo es, ahora, Nai Watanabe. Cuando terminó la guerra se ofreció como voluntaria para trabajar con aquellos a los que, por una razón u otra, se había asignado al pabellón de Avalon. Le dedica tiempo a Benjy casi todos los días, y lo ayudó enormemente. Sus mellizos, Kepler y Galileo, adoran jugar con él, Benjy mismo es, esencialmente, un niño grande, aunque Galileo a veces es cruel, y eso le produce un tremendo dolor a Nai.

—Tal como te conté —terció Max, haciendo que la conversación retornara a su motivo primordial—, Nicole y Richard dejaron librada a nuestra discreción la decisión de a quién se debe incluir, si es que intentamos un éxodo en masa. ¿Benjy obedecerá instrucciones?

—Así lo creo —asintió Ellie—, en tanto y en cuanto confíe en la persona que se las da. Pero no hay manera de que le podamos hablar sobre la evasión antes de tiempo, no nos es dable esperar que no cuente algo sobre eso. La reserva y la astucia no forman parte de la personalidad de Benjy. Estaría más que alborozado, pero…

—Señor Puckett —interrumpió Juana de Arco—, ¿qué les debo decir a Richard y Nicole?

—Demonios, Juanita —replicó Max—, ten un poco de paciencia… mejor aun, regresa dentro de una semana, después que Ellie, Eponine y yo hayamos tenido más tiempo para meditar este asunto, y te daré una respuesta provisoria… y dile a Richard que a todo este maldito asunto lo encuentro tremendamente interesante, aun cuando es demente a todas luces.

Max puso los dos robots en el piso del cobertizo, y se fueron corriendo como una exhalación. Cuando ellos volvieron a salir al aire fresco, Max sacó un cigarrillo del bolsillo.

—Imagino que no te ofenderá demasiado que fume aquí afuera —dijo con una amplia sonrisa.

Ellie sonrió.

—No quieres decírselo a Robert, ¿no, Max? —comentó suavemente Ellie poco después, mientras Max exhalaba anillos de humo hacia el aire de la noche.

Max movió la cabeza en gesto de negación.

—Todavía no —contestó—. Quizá no hasta último momento. —Pasó el brazo alrededor de Ellie, y agregó—: Jovencita, me gusta el médico que tienes por marido, de veras que sí, pero, en ocasiones, creo que sus actitudes y prioridades son un tanto extrañas. No puedo decir con certeza que no vaya a contárselo a alguien…

—¿Tú piensas, Max —preguntó Ellie—, que, tal vez, Robert hizo alguna clase de juramento privado, en el sentido de no volver a actuar jamás contra las autoridades, y que teme…?

—Diablos, Ellie, no soy psicólogo. No creo que alguno de nosotros pueda entender siquiera lo que le haya podido hacer matar a dos personas a sangre fría. Pero sí puedo decir que hay una probabilidad neta de que no mantenga nuestro secreto… para evitar una dolorosa decisión personal, aunque más no sea. —Le dio una profunda pitada al cigarrillo y se quedó mirando con fijeza a su joven amiga.

—No crees que venga, ¿no, Max? Ni siquiera si yo quiero que lo haga.

Una vez más, Max negó con la cabeza.

—No lo sé, Ellie. Eso dependerá de cuánto los necesite a ti y a la pequeña Nicole. Robert hizo lugar en su vida para ustedes dos, pero sigue escondiendo sus sentimientos detrás del trabajo sin descanso.

—¿Y qué me dices tú, Max? —siguió preguntando Ellie—. ¿Qué piensas realmente de todo este plan?

—Tanto Eponine como yo estamos listos para ir, para ponerle un poco de aventura a nuestra vida —declaró Max, sonriente—. De todos modos, que yo me meta en serios problemas con Nakamura no es más que cuestión de tiempo.

—¿Y Patrick?

—Le va a encantar la idea… pero me preocupa que pueda decirle algo a Katie, tienen una relación muy especial…

Max se detuvo en mitad de la oración, cuando vio que Robert, que estaba llevando a su cansada hija, había salido al porche del frente.

—Ah, estás ahí, Ellie —dijo Robert—. Creí que, quizá, tú y Max estaban perdidos en el cobertizo… Nicole está muy cansada, y yo tengo que estar en el hospital por la mañana, muy temprano.

—Claro, querido —contestó Ellie—. Max y yo simplemente estábamos compartiendo recuerdos de mi madre y mi padre…

Tiene que parecer un día perfectamente normal
, pensaba Ellie, mientras le mostraba su cédula de identidad al biot García en el patio interior del supermercado de Beauvois.
Tengo que hacer todo exactamente igual que si hoy fuera un jueves común y corriente
.

—Señora Turner —dijo el García unos segundos después, entregándole una lista impresa por la computadora que estaba detrás de él—, aquí tiene su asignación de raciones correspondiente a la semana. Otra vez no tenemos bróculi ni tomates, por lo que hemos incluido dos medidas adicionales de arroz… Ahora puede incorporarse a la cola para recoger sus comestibles.

La pequeña Nicole caminaba al lado de ella cuando Ellie ingresó en la parte principal del supermercado. Del otro lado de la cortina de alambre tejido, donde, en los primeros tiempos de la colonia, sólo los ciudadanos de Nuevo Edén compraban lo que querían, cinco o seis biots Tiasso y Lincoln, todos de la serie 300 completamente vuelta a programar por el gobierno de Nakamura, recorrían los pasillos de un extremo al otro, completando los pedidos de las listas. La mayor parte de los estantes estaba vacía. Aun cuando la guerra había terminado hacía ya algún tiempo, las inestables condiciones meteorológicas de Nuevo Edén, así como el disgusto de la mayoría de los agricultores por la manera autoritaria en la que actuaba Nakamura, hacían que la producción de alimentos se mantuviera en un nivel mínimo. En consecuencia, el Estado había considerado necesario supervisar la asignación de alimentos. Únicamente los favoritos del gobierno tenían para comer más que lo estrictamente esencial.

En la cola, delante de Ellie y de su hija de dos años, había media docena de personas. Ellie hacía las compras con la misma gente todos los jueves por la tarde. La mayoría se dio vuelta cuando Ellie y Nicole se incorporaron a la fila.

—Ahí está esa preciosa niñita —comentó una agradable mujer de cabello canoso—. ¿Cómo estás hoy, Nicole? —preguntó.

Nicole no contestó. Se limitó a retroceder unos pasos y se tomó con todas sus fuerzas de una de las piernas de la madre.

—Nicole todavía está en la etapa de la timidez —explicó Ellie—. Únicamente habla con gente que conoce.

Un biot Lincoln trajo dos cajas chicas de alimentos y las entregó al padre y al hijo adolescente que estaban en la cabeza de la cola.

—Hoy no vamos a usar carrito —le dijo el padre al Lincoln—. Por favor, anote eso en nuestro registro… Hace dos semanas, cuando también llevamos en la mano los víveres, nadie observó que no habíamos llevado un carrito, y fuimos despertados en mitad de la noche por un García que exigía que devolviéramos el carrito a la tienda.

No debe haber errores triviales
, se dijo Ellie.
Nada de carritos que no se devuelven, nada de lo que alguien pudiera sospechar antes de la mañana
. Mientras esperaba en la cola, repasó otra vez los detalles del plan de fuga que ella y Patrick habían discutido con Max y Eponine el día anterior. Eligieron un jueves porque ése era el día en el que Robert hacía sus visitas regulares a los pacientes de RV-41, en Avalon. Max y Eponine habían solicitado, y recibido, un pase para visitar a Nai Watanabe y cenar con ella. Ellos se encargarían de cuidar a Kepler y Galileo mientras Nai iba al pabellón a buscar a Benjy. Todo estaba en orden. Sólo quedaba un elemento importante de incertidumbre…

Ellie había ensayado cien veces lo que le iba a decir a Robert.

Su reacción inicial va a ser negativa
, pensaba.
Va a decir que es demasiado peligroso, que estoy arriesgando la seguridad de Nicole… y va a enojarse porque no se lo dije antes
.

En su mente, ya había contestado a todas las objeciones de su marido y descripto cuidadosamente, y con un cariz positivo, la vida que llevarían en Nueva York. Pero seguía estando sumamente nerviosa. No había podido convencerse de que Robert aceptaría acompañarla, y no tenía la menor idea de lo que él haría si ella le declaraba que ambas, ella y la pequeña Nicole, estaban preparadas para irse sin él.

Cuando le colocaron los comestibles en el carrito que tendría que devolver al supermercado después de desembalar todo en su casa, Ellie apretó con fuerza la mano de su hija.

Es casi la hora
, pensó.
Debo tener coraje. Debo tener fe
.

—¿Y cómo diablos
esperas
que reaccione? —exclamó Robert Turner—. Llego a casa después de un día excepcionalmente movido en el hospital, la mente puesta en los centenares de cosas que debo hacer mañana, ¿y mientras estamos cenando me dices que quieres que salgamos de Nuevo Edén para siempre? ¡¿Y que lo hagamos
esta noche
?! Ellie, mi querida Ellie, todo esto es absurdo. Aun si pudiera resultar, yo necesitaría tiempo para ordenar todo… tengo proyectos…

—Sé que es repentino, Robert —arguyó Ellie, cada vez más temerosa de haber subestimado lo dificultoso de su tarea—, pero no podía decírtelo antes. Habría sido demasiado peligroso… ¿Qué habría pasado si se te escapaba y le decías algo a Ed Stafford o a otro miembro de tu equipo, y uno de los biots hubiera alcanzado a oírlo?

—Pero no me puedo ir así como así, sin decirle algo a alguien… —Robert sacudió la cabeza vigorosamente, en gesto de negación—. ¿Tienes idea de cuántos
años
de trabajo se desperdiciarían?

—¿No podrías dejar anotado lo que se necesita hacer en cada proyecto —sugirió Ellie—, y, quizá, resumir los resultados que ya se obtuvieron…?

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