Rama Revelada (9 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

—Sin duda alguna. Han hecho una inversión tan enorme en este proyecto… Estoy seguro de que están vigilando todo lo que está ocurriendo aquí, en Rama… Debo admitir que me sorprende que nos hayan dejado completamente librados a nuestros propios recursos y que nunca hayan interferido en nuestros asuntos, pero ése debe de ser su método.

Nicole quedó en silencio durante unos segundos. Jugó distraídamente con la bola roja que tenía a su lado (Richard le dijo que representaba la estrella Épsilon del Indio).

—La jueza que hay en mí —declaró después con tono sombrío— teme la conclusión que cualquier extraterrestre razonable extraería respecto de nosotros, sobre la base de nuestra conducta en Nuevo Edén.

Richard se encogió de hombros.

—No fuimos peores en Rama de lo que fuimos en la Tierra durante siglos… Además, no puedo admitir que un alienígena verdaderamente evolucionado esté formándose juicios tan subjetivos. Si este proceso de observar navegantes espaciales se estuvo efectuando durante decenas de miles de años, como sugirió El Águila, entonces los ramanos deben de haber desarrollado un sistema cuantitativo de medición para evaluar todos los aspectos de las civilizaciones con las que se encuentren… Casi con toda certeza te diría que están más interesados en nuestra naturaleza exacta, y lo que eso significa en un sentido más amplio, que en si somos buenos o malos. ¿Qué opinas?

—Supongo que tienes razón —asintió Nicole, más como expresión de deseos que de confianza—, pero es deprimente que nosotros, como especie, nos comportemos en forma tan bárbara, aun cuando estamos casi seguros de que se nos observa. —Hizo una pausa y reflexionó—. Así que, en tu opinión, nuestra prolongada interacción con los ramanos, que empezó con aquella primera espacionave, hace más de cien años, ¿ya está casi terminada?

—Así lo creo. En algún momento del futuro, posiblemente cuando lleguemos a Tau de la Ballena, nuestra parte de este experimento habrá concluido. Mi presunción es que, después de que en la Gran Base Galáctica de Datos se ingresen todos los concernientes a los seres que hay actualmente dentro de Rama, a la espacionave se la va a vaciar. Quién sabe, a lo mejor muy poco después, esta gran astronave cilíndrica aparecerá en otro sistema planetario en el que viva un viajero espacial diferente, y otro ciclo habrá de comenzar.

—Y eso nos devuelve a mi pregunta anterior, a la que, en realidad, no respondiste. ¿Qué va a pasar con nosotros entonces?

—Quizás a nosotros, o a nuestra descendencia, se nos envíe en un largo y lento viaje de regreso a la Tierra… O, quizá, se nos considere descartables y se nos elimine, una vez que se hayan recogido todos los datos.

—Ninguno de esos resultados es muy apetecible —señaló Nicole—, y debo decir que, si bien coincido contigo en que nos dirigimos hacia Tau de la Ballena, todo el resto de tu hipótesis me da la impresión de que es pura conjetura.

Richard exhibió una amplia sonrisa.

—Aprendí mucho de ti, Nicole… Todo lo otro que forma mi hipótesis es intuitivo,
siento
que está bien, sobre la base de todo lo que aprendí sobre los ramanos.

—¿Pero no sería más directo imaginar que los ramanos sencillamente tienen estaciones de paso esparcidas por toda la galaxia, y que las dos más cercanas a nosotros se hallan en Sirio y Tau de la Ballena?

—Sí, pero mi intuición dice que eso es poco factible. El Nodo era la creación de una ingeniería tan portentosa que, de existir complejos similares en la galaxia cada, digamos, veinte años luz, habría miles de millones de ellos en total… Y recuerda, El Águila dijo, bien a las claras, que El Nodo se podía desplazar.

Nicole reconoció, para sus adentros, que era poco factible que una instalación tan asombrosa como El Nodo hubiera sido duplicada miles de millones de veces en algún grandioso proceso cósmico de armado. La hipótesis de Richard sí tenía sentido.
Pero qué triste
, pensó brevemente,
que nuestro ingreso en la Base Galáctica de Datos vaya a contener tanta información negativa
.

—Entonces, ¿dónde encajan, en tu argumento, los avianos, los sésiles y nuestras antiguas amigas, las octoarañas? —preguntó un momento después—. ¿Sólo son parte del mismo experimento, junto con nosotros?… Y, de ser así, ¿estás sugiriendo que también hay una colonia de
octos
a bordo, y que, simplemente, no nos hemos encontrado con ellos aún?

Richard volvió a asentir con una inclinación de cabeza.

—Esa conclusión es inevitable. Si la fase final de cada experimento consiste en observar en condiciones controladas una muestra representativa de los viajeros espaciales, entonces tiene lógica que las
octos
estén aquí también… —Rió con nerviosidad y añadió—: Hasta puede ser que haya algunas de nuestras amigas de Rama II en esta astronave, con nosotros, en este preciso instante.

—¡Qué encantador grupo de ideas en las que pensar antes de irnos a dormir! —ironizó Nicole, con una sonrisa—. Si tienes razón, nos quedan quince años más para pasar en un vehículo espacial, que no sólo está habitado por seres humanos que nos quieren capturar y matar sino, también, por arácnidos enormes, que es posible que sean inteligentes y cuya naturaleza no entendemos.

—Recuerda —puntualizó Richard, con una sonrisa de oreja a oreja— que podría haberme equivocado.

Nicole se paró y fue hacia la puerta.

—¿Adónde vas? —preguntó Richard.

—A mi cama —contestó con una carcajada—. Creo que me está dando un dolor de cabeza. Solamente puedo meditar sobre lo infinito durante un lapso finito.

6

A la mañana siguiente, cuando Nicole abrió los ojos, Richard estaba parado ante ella, sosteniendo dos mochilas llenas.

—Vamos a explorar y buscar octoarañas —anunció Richard con excitación—, detrás de la pantalla negra… Dejé suficiente comida y agua como para que a Tammy y Timmy les duren dos días, y programé a Juana y Eleonora para que nos encuentren, si se produce una emergencia.

Mientras consumía su desayuno, Nicole observaba con detenimiento a su marido: los ojos de él estaban llenos de energía y vida.
Ése es el Richard que yo recuerdo
, se dijo.
La aventura siempre ha sido el componente más importante de su vida
.

—Estuve aquí atrás dos veces —adelantó Richard, no bien se hubieron agachado para pasar por debajo de la pantalla, que ahora estaba subida—, pero nunca llegué al final de este primer pasadizo.

La pantalla se cerró detrás de ellos, dejándolos en la oscuridad.

—No habrá problema en quedarnos atrapados aquí, de este lado, ¿no? —preguntó Nicole, mientras ambos revisaban sus linternas.

—En absoluto —le aseguró Richard—, la pantalla no se levanta ni se baja con mayor frecuencia que una vez por minuto, o algo así. Pero si alguien, o algo, todavía permanece en esta zona general durante un minuto, contado a partir de ahora, la pantalla vuelve a levantarse en forma automática.

—Ahora bien: debo advertirte: antes que empecemos a caminar, que éste es un pasadizo muy
largo
. Lo he recorrido antes, durante un kilómetro por lo menos, y jamás encontré algo, ni siquiera un desvío. Y no hay luz en absoluto, por lo que la primera parte va a ser muy aburrida pero, con el tiempo,
tiene
que llevar a alguna parte, pues los biots que traen nuestros víveres deben de venir por este camino.

Nicole lo tomó de la mano:

—Tan sólo recuerda, Richard —señaló—, que no somos tan jóvenes como antes.

Richard encendió su linterna, primero sobre el cabello de Nicole, que ahora estaba completamente canoso, y, después, sobre su propia barba gris, y dijo jovialmente:

—Somos un par de viejos locos, ¿no?

—Tú lo serás —replicó Nicole, apretándole la mano.

El pasadizo medía mucho más que un kilómetro. Mientras Richard y Nicole avanzaban con fatiga, hablaban, principalmente, sobre sus asombrosas experiencias en el segundo hábitat:

—Quedé absolutamente aterrorizado cuando la puerta del ascensor se abrió y vi los mirmigatos por primera vez —recordó Richard.

Ya había terminado de describirle a Nicole su estada con los avianos, y acababa de llegar al momento de su cronología en el que había descendido al fondo del cilindro:

—Me sentía literalmente helado de miedo. Estaban a nada más que tres o cuatro metros de mí. Ambos me miraban con fijeza. El fluido color crema que tenían en sus enormes ojos ovales inferiores se movía de un lado para otro, y los pares de ojos que tenían en el extremo de los pedúnculos se estaban doblando hacia mí, para verme desde otro punto de vista —Richard se estremeció—. Nunca olvidaré ese momento.

—Permíteme asegurarme de que entendí su ciclo biológico correctamente —dijo Nicole unos minutos después, mientras se acercaban a lo que parecía ser una bifurcación del pasadizo subterráneo—. Los mirmigatos se desarrollan en los melones maná, tienen una vida bastante breve pero sumamente activa y, después, mueren en el interior del sésil, donde todas las experiencias que adquirieron en la vida, según teorizas tú, son agregadas, de algún modo, a la base de conocimientos neurales de la red. El ciclo de vida se completa cuando nuevos melones maná crecen en el interior de los sésiles. Entonces, a seres en estadio juvenil los recolecta, en el momento apropiado, la activa población de mirmigatos.

Richard asintió con la cabeza, y dijo:

—Puede que no sea exactamente así, pero debe de andar muy cerca de lo correcto.

—¿Así que únicamente nos falta entender el conjunto necesario de condiciones que determinan que los melones maná inicien el proceso de germinación?

—Tenía la esperanza de que tú me ayudaras con ese rompecabezas —dijo Richard—. Después de todo, doctora, tú eres la única de nosotros que cuenta con alguna preparación formal en biología.

El corredor se convirtió en una Y, cada una de las continuaciones formando un ángulo de cuarenta y cinco grados con el largo y recto pasadizo que salía desde la madriguera de la pareja.

—¿Hacia qué lado, cosmonauta des Jardins? —preguntó Richard, sonriente, al tiempo que iluminaba con su linterna en ambas direcciones. Ninguno de los dos túneles tenía alguna característica distintiva.

—Primero vayamos hacia la izquierda —propuso Nicole, algunos segundos después que Richard hubo creado un mapa esquemático en su computadora portátil. El sendero de la izquierda empezaba a cambiar al cabo de unos pocos centenares de metros. El pasadizo se ensanchaba hasta convertirse en una rampa descendente que se enroscaba en tomo de un poste extremadamente grueso y penetraba unos cien metros más, por lo menos, en la corteza de Rama. Mientras bajaban, podían ver luces debajo de ellos. En el fondo se encontraron con un canal ancho y largo, que tenía márgenes extensas y llanas. Hacia la izquierda, en la margen opuesta del canal, vieron un par de biots cangrejo que huían precipitadamente de ellos; también vieron un puente en la distancia, más allá de los biots. Hacia la derecha, aguas abajo del canal se desplazaba una barcaza que transportaba, hacia algún destino último en el mundo subterráneo, una carga completa de objetos diversos, pero desconocidos, grises, negros y blancos.

Richard y Nicole estudiaron el paraje que los rodeaba y, después, se miraron:

—Estamos de vuelta en el País de las Maravillas, Alicia —dijo Richard, lanzando una breve risa—. ¿Por qué no comemos un bocadillo mientras doy entrada a todos estos bienes raíces en mi fiel computadora?

Mientras estaban comiendo, un biot ciempiés se acercó por la margen del canal en la que se encontraban ellos, se detuvo brevemente, como para estudiarlos y, después, siguió de largo, trepando por la rampa por la que acababan de descender.

—¿Viste biots cangrejo o ciempiés en el segundo hábitat? —preguntó Nicole.

—No —respondió Richard.

—Y adrede los eliminamos durante el diseño de los planos de Nuevo Edén, ¿no es así?

Richard rió:

—Por cierto que lo hicimos: tú nos convenciste a El Águila y a mí de que los seres humanos comunes y corrientes no iban a estar capacitados para tratar fácilmente con esos biots.

—¿Así que su presencia acá entraña la existencia de un tercer hábitat?

—Es posible. Después de todo, no tenemos la menor idea de qué hay ahora en el Hemicilindro Austral. No lo hemos visto desde que Rama fue renovada. Pero también hay otra explicación: supongamos que los cangrejos, ciempiés y otros biots ramanos sencillamente se entregan con el territorio, no sé si soy claro: a lo mejor funcionan en todo sitio de Rama, en todos los viajes, a menos que los proscriba específicamente un determinado viajero espacial.

Cuando terminaron de almorzar, por su izquierda apareció otra barcaza. Al igual que su predecesora, venía cargada con pilas de objetos blancos, negros y grises:

—Éstos son diferentes de los primeros —observó Nicole—. Esos cúmulos me hacen recordar las piezas de repuesto para biots ciempiés que había almacenadas en mi foso.

—Podrías tener razón —asintió Richard, poniéndose de pie—. Sigamos el canal y veamos a dónde nos conduce. —Echó un vistazo en derredor, primero al arqueado techo que tenían a diez metros por encima de su cabeza y, después, hacia atrás, a la rampa que tenían a sus espaldas. Dijo—: A menos que haya cometido un error en mis cálculos, o que el Mar Cilíndrico sea mucho más profundo de lo que pensé, este canal corre de sur a norte, debajo del mar mismo.

—¿Así que seguir la barcaza nos va a llevar de regreso, por debajo del Hemicilindro Boreal? —dedujo Nicole.

—Así lo creo —contestó Richard.

Siguieron el canal durante más de dos horas. Con la salvedad de tres biots araña, que se desplazaban con rapidez y como equipo por la margen de enfrente, no vieron cosa alguna que fuera nueva. Dos barcazas más pasaron al lado de ellos, transportando aguas abajo la misma clase general de carga y, de modo intermitente, los dos seres humanos se encontraron con biots, tanto ciempiés como cangrejo, sin que hubiera interacciones. Pasaron junto a otro puente más sobre el canal.

Descansaron dos veces, bebiendo agua o comiendo un tentempié mientras conversaban. En la segunda detención para descansar, Nicole sugirió que, quizá, deberían regresar. Richard comprobó la hora en su reloj, y dijo:

—Continuemos otra hora. Si mi sentido de la posición es correcto, ya debemos de estar debajo del Hemicilindro Norte. Más tarde o más temprano tendremos que descubrir adónde están llevando todo eso las barcazas.

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