Rayuela (46 page)

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Authors: Julio Cortazar

—Ay, ay, ay —dijo Oliveira, balanceándose en la ventana—, y yo que creía que las farmacéuticas eran tan educadas.

—¿Vos te das cuenta? —dijo Traveler—. Estuvo gloriosa.

—Se sacrificó por mí —dijo Oliveira—. La otra no se lo va a perdonar ni en el lecho de muerte.

—Para lo que me importa —dijo Talita—. «Con medialunas fresquitas», date cuenta un poco.

—¿Y Ovejero, entonces? —dijo Traveler—. ¡Libros en francés! Che, pero lo único que faltaba era que te quisieran tentar con una banana. Me asombra que no los hayas mandado al cuerno.

Era así, la armonía duraba increíblemente, no había palabras para contestar a la bondad de esos dos ahí abajo, mirándolo y hablándole desde la rayuela, porque Talita estaba parada sin darse cuenta en la casilla tres, y Traveler tenía un pie metido en la seis, de manera que lo único que él podía hacer era mover un poco la mano derecha en un saludo tímido y quedarse mirando a la Maga, a Manú, diciéndose que al fin y al cabo algún encuentro había, aunque no pudiera durar más que ese instante terriblemente dulce en el que lo mejor sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse apenas hacia fuera y dejarse ir, paf se acabó.

* * *

(-135)

DE OTROS LADOS

(Capítulos prescindibles)

57

—Estoy refrescando algunas nociones para cuando llegue Adgalle. ¿Qué te parece si la llevo una noche al Club? A Etienne y a Ronald les va encantar, es tan loca.

—Llevala.

—A vos también te hubiera gustado.

—¿Por qué hablás como si me hubiera muerto?

—No sé —dijo Ossip—. La verdad, no sé. Pero tenés una facha.

—Esta mañana le estuve contando a Etienne unos sueños muy bonitos. Ahora mismo se me estaban mezclando con otros recuerdos mientras vos disertabas sobre el entierro con palabras tan sentidas. Realmente debe haber sido una ceremonia emotiva, che. Es muy raro poder estar en tres partes a la vez, pero esta tarde me pasa eso, debe ser la influencia de Morelli. Sí, sí, ya te voy a contar. En cuatro partes a la vez, ahora que lo pienso. Me estoy acercando a la ubicuidad, de ahí a volverse loco... Tenés razón, probablemente no conoceré a Adgalle, me voy a ir al tacho mucho antes.

—Justamente el Zen explica las posibilidades de una preubicuidad, algo como lo que vos has sentido, si lo has sentido.

—Clarito, che. Vuelvo de cuatro partes simultáneas: El sueño de esta mañana, que sigue vivito y coleando. Unos interludios con Pola que te ahorro, tu descripción tan vistosa del sepelio del chico, y ahora me doy cuenta de que al mismo tiempo yo le estaba contestando a Traveler, un amigo de Buenos Aires que en su puta vida entendió unos versos míos que empezaban así, fijate un poco: «Yo entresueño, buzo de lavabos.» Y es tan fácil, si te fijás un poco, a lo mejor vos lo comprendés. Cuando te despertás, con los restos de un paraíso entrevisto en sueños, y que ahora te cuelgan como el pelo de un ahogado: una náusea terrible, ansiedad, sentimiento de lo precario, lo falso, sobre todo lo inútil.

Te caés hacia adentro, mientras te cepillás los dientes sos verdaderamente un buzo de lavabos, es como si te absorbiera el lavatorio blanco, te fueras resbalando por ese agujero que se te lleva el sarro, los mocos, las lagañas, las costras de caspa, la saliva, y te vas dejando ir con la esperanza de quizá volver a lo otro, a eso que eras antes de despertar y que todavía flota, todavía está en vos, es vos mismo, pero empieza a irse... Sí, te caés por un momento hacia adentro, hasta que las defensas de la vigilia, oh la bonita expresión, oh lenguaje, se encargan de detener.

—Experiencia típicamente existencial —dijo Gregorovius, petulante.

—Seguro, pero todo depende de la dosis. A mí el lavabo me chupa de verdad, che.

(-70)

58

—Hiciste muy bien en venir —dijo Gekrepten, cambiando la yerba—. Aquí en casa estás mucho mejor, cuantimás que allá el ambiente, qué querés. Te tendrías que tomar dos o tres días de descanso.

—Ya lo creo —dijo Oliveira—. Y mucho más que eso, vieja. Las tortas fritas están sublimes.

—Qué suerte que te gustaron. No me comas muchas que te vas a empachar.

—No hay problema —dijo Ovejero, encendiendo un cigarrillo—. Usted ahora me va a dormir una buena siesta, y esta noche ya está en condiciones de mandarse una escalera real y varios póker de ases.

—No te muevas —dijo Talita—. Es increíble cómo no sabés quedarte quieto.

—Mi esposa está tan disgustada —dijo Ferraguto.

—Servite otra torta frita —dijo Gekrepten.

—No le den más que jugo de frutas —mandó Ovejero.

—Corporación nacional de los doctos en ciencias de lo idóneo y sus casas de ciencias —se burló Oliveira.

—En serio, che, no me coma nada hasta mañana —dijo Ovejero.

—Esta que tiene mucho azúcar —dijo Gekrepten.

—Tratá de dormir —dijo Traveler.

—Che Remorino, quedate cerca de la puerta y no dejés que el 18 venga a fastidiarlo —dijo Ovejero—. Se ha agarrado un camote bárbaro y no habla más que de una pistola no sé cuántos.

—Si querés dormir entorno la persiana —dijo Gekrepten—, así no se oye la radio de don Crespo.

—No, dejala —dijo Oliveira—. Están pasando algo de Falú.

—Ya son las cinco —dijo Talita—. ¿No querés dormir un poco?

—Cambiale otra vez la compresa —dijo Traveler—, se ve que eso lo alivia.

—Ya está medio lavado —dijo Gekrepten—. ¿Querés que baje a comprar
Noticias Gráficas
?

—Bueno —dijo Oliveira—. Y un atado de cigarrillos.

—Le costó dormirse —dijo Traveler— pero ahora va a seguir viaje toda la noche, Ovejero le dio una dosis doble.

—Portate bien, tesoro —dijo Gekrepten—, yo vuelvo en seguida. Esta noche.

comemos asado de tira, ¿querés?

—Con ensalada mixta —dijo Oliveira.

—Respira mejor —dijo Talita.

—Y te hago un arroz con leche —dijo Gekrepten—. Tenías tan mala cara cuando llegaste.

—Me tocó un tranvía completo —dijo Oliveira—. Vos sabés lo que es la plataforma a las ocho de la mañana y con este calor.

—¿De veras creés que va a seguir durmiendo, Manú?

—En la medida en que me animo a creer algo, sí.

—Entonces subamos a ver al Dire que nos está esperando para echarnos.

—Mi esposa está tan disgustada —dijo Ferraguto.

—¡¿Pero qué significa esa insolencia?! —gritó la Cuca.

—Eran unos tipos macanudos —dijo Ovejero.

—Gente así se ve poca —dijo Remorino.

—No me quiso creer qué necesitaba una Heftpistole —dijo el 18.

—Rajá a tu cuarto o te hago dar un enema —dijo Ovejero.

—Muera el perro —dijo el 18.

(-131 y fin)

59

Entonces, para pasar el tiempo, se pescan peces no comestibles; para impedir que se pudran, a lo largo de las playas se han distribuido carteles en los cuales se ordena a los pescadores que los entierren en la arena apenas sacados del agua.

CLAUDE LEVI-STRAUSS,
Tristes tropiques.

(-41)

60

Morelli había pensado una lista de acknowledgments que nunca llegó a incorporar a su obra publicada. Dejó varios nombres: Jelly Roll Morton, Robert Musil, Dasetz Teitaro Suzuki, Raymond Roussel, Kurt Schwitters, Vieira da Silva, Akutagawa, Anton Webern, Greta Garbo, José Lezama Lima, Buñuel, Louis Armstrong, Borges, Michaux, Dino Buzzati, Max Ernst, Pevsner, Gilgamesh (¿), Garcilaso, Arcimboldo, René Clair, Piero di Cosimo, Wallace Stevens, Izak Dinesen. Los nombres de Rimbaud, Picasso, Chaplin, Alban Berg y otros habían sido tachados con un trazo muy fino, como si fueran demasiado obvios para citarlos. Pero todos debían serlo al fin y al cabo, porque Morelli no se decidió a incluir la lista en ninguno de los volúmenes.

(-26)

61

Nota inconclusa de Morelli:

No podré renunciar jamás al sentimiento de que ahí, pegado a mi cara, entrelazado en mis dedos, hay como una deslumbrante explosión hacia la luz, irrupción de mí hacia lo otro o de lo otro en mí, algo infinitamente cristalino que podría cuajar y resolverse en luz total sin tiempo ni espacio. Como una puerta de ópalo y diamante desde la cual se empieza a ser eso que verdaderamente se es y que no se quiere y no se sabe y no se puede ser.

Ninguna novedad en esa sed y esa sospecha, pero sí un desconcierto cada vez más grande frente a los ersatz que me ofrece esta inteligencia del día y de la noche, este archivo de datos y recuerdos, estas pasiones donde voy dejando pedazos de tiempo y de piel, estos asomos tan por debajo y lejos de ese otro asomo ahí al lado, pegado a mi cara, previsión mezclada ya con la visión, denuncia de esa libertad fingida en que me muevo por las calles y los años.

Puesto que soy solamente este cuerpo ya podrido en un punto cualquiera del tiempo futuro, estos huesos que escriben anacrónicamente, siento que ese cuerpo está reclamándose, reclamándole a su conciencia esa operación todavía inconcebible por la que dejaría de ser podredumbre. Ese cuerpo que soy yo tiene la presciencia de un estado en que al negarse a sí mismo como tal, y al negar simultáneamente el correlato objetivo como tal, su conciencia accedería a un estado fuera del cuerpo y fuera del mundo que sería el verdadero acceso al ser.

Mi cuerpo será, no el mío Morelli, no yo que en mil novecientos cincuenta ya estoy podrido en mil novecientos ochenta, mi cuerpo será porque detrás de la puerta de luz (cómo nombrar esa asediante certeza pegada a la cara) el ser será otra cosa que cuerpos y, que cuerpos y almas y, que yo y lo otro, que ayer y mañana. Todo depende de... (una frase tachada).

Final melancólico: Un
satori
es instantáneo y todo lo resuelve. Pero para llegar a él habría que desandar la historia de fuera y la de dentro. Trop tard pour moi.

Crever en italien, voire en occidental, c’est tout ce qui me reste. Mon petit café crème le matin, si agréable...

(-33)

62

En un tiempo Morelli había pensado un libro que se quedó en notas sueltas.

La que mejor lo resumía es ésta: «Psicología, palabra con aire de vieja. Un sueco trabaja en una teoría química del pensamiento
[1]
. Química, electromagnetismo, flujos secretos de la materia viva, todo vuelve a evocar extrañamente la noción del
mana;
así, al margen de las conductas sociales, podría sospecharse una interacción de otra naturaleza, un billar que algunos individuos suscitan o padecen, un drama sin Edipos, sin Rastignacs, sin Fedras, drama
impersonal
en la medida en que la conciencia y las pasiones de los personajes no se ven comprometidas más que a posteriori. Como si los niveles subliminales fueran los que atan y desatan el ovillo del grupo comprometido en el drama. O para darle el gusto al sueco: como si ciertos individuos incidieran sin proponérselo en la química profunda de los demás y viceversa, de modo que se operaran las más curiosas e inquietantes reacciones en cadena, fisiones y transmutaciones.

»Así las cosas, basta una amable extrapolación para postular un grupo humano que cree reaccionar psicológicamente en el sentido clásico de esa vieja, vieja palabra, pero que no representa más que una instancia de ese flujo de la materia inanimada, de las infinitas interacciones de lo que antaño llamábamos deseos, simpatías, voluntades, convicciones, y que aparecen aquí como algo irreductible a toda razón y a toda descripción: fuerzas habitantes, extranjeras, que avanzan en procura de su derecho de ciudad; una búsqueda superior a nosotros mismos como individuos y que nos usa para sus fines, una oscura necesidad de evadir el estado de homo sapiens hacía... ¿qué homo? Porque sapiens es otra vieja, vieja palabra, de esas que hay que lavar a fondo antes de pretender usarla con algún sentido.

»Si escribiera ese libro, las conductas standard (incluso las más insólitas, su categoría de lujo) serían inexplicables con el instrumental psicológico al uso. Los actores parecerían insanos o totalmente idiotas. No que se mostrarán totalmente incapaces de los
challenge and response
corrientes: amor, celos, piedad y así sucesivamente, sino que en ellos algo que el homo sapiens guarda en lo subliminal se abriría penosamente un camino como si un tercer ojo
[2]
parpadeara penosamente debajo del hueso frontal. Todo sería como una inquietud, un desasosiego, un desarraigo continuo, un territorio donde la causalidad psicológica cedería desconcertada, y esos fantoches se destrozarían o se amarían o se reconocerían sin sospechar demasiado que la vida trata de cambiar la clave en y a través y por ellos, que una tentativa apenas concebible nace en el hombre como en otro tiempo fueron naciendo la clave-razón, la clave-sentimiento, la clave-pragmatismo. Que a cada sucesiva derrota hay un acercamiento a la mutación final, y que el hombre no es sino que busca ser, proyecta ser, manoteando entre palabras y conducta y alegría salpicada de sangre y otras retóricas como esta.»

(-23)

[1]
L’ Express, París, sin fecha.

Hace dos meses un neurobiólogo sueco, Holger Hyden, de la universidad de Göteborg, presentó a los especialistas más destacados del mundo, reunidos en San Francisco, sus teorías sobre la naturaleza química de los procesos mentales. Para Hyden, el hecho de pensar, de recordar, de sentir o de adoptar una decisión se manifiesta por la aparición en el cerebro y en los nervios que vinculan a éste con los otros órganos, de ciertas moléculas particulares que las células nerviosas elaboran en función de la excitación exterior. (...) El equipo sueco logró la delicada separación de las dos clases de células en tejidos todavía vivientes de conejos, las pesó (en millonésimos de millonésimo de gramo) y determinó por análisis de que manera esas células utilizan su combustible en diversos casos.

Una de las funciones esenciales de las neuronas es la de transmitir los impulsos nerviosos. Esa transmisión se opera por medio de reacciones electroquímicas casi instantáneas. No es fácil sorprender a una célula nerviosa en funcionamiento, pero parece que los suecos lo han conseguido mediante el acertado empleo de diversos métodos.

Se ha comprobado que el estímulo se traduce por incremento, en las neuronas, de ciertas proteínas, cuya molécula varía según la naturaleza del mensaje. Al mismo tiempo la cantidad de proteínas cuya molécula de las células satélites disminuye, como si sacrificaran sus reservas en beneficio de la neurona.

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